En 1973, Henry Kissinger, que en ese momento era secretario de Estado norteamericano, afirmó, con respecto al golpe de Estado por el que se puso fin a la democracia chilena, que «si hay que escoger entre sacrificar la economía o la democracia, hay que sacrificar la democracia», entendiendo por economía, la economía capitalista, no otra […]
En 1973, Henry Kissinger, que en ese momento era secretario de Estado norteamericano, afirmó, con respecto al golpe de Estado por el que se puso fin a la democracia chilena, que «si hay que escoger entre sacrificar la economía o la democracia, hay que sacrificar la democracia», entendiendo por economía, la economía capitalista, no otra economía cualquiera. Así pues, de acuerdo con las palabras de Kissinger, debemos concluir que el capitalismo y la democracia son incompatibles, tesis que constituye el hilo conductor del libro Educación para la ciudadanía: democracia, capitalismo y estado de derecho (Akal, 2007), un libro de Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero muy recomendable para quienes quieran saber lo que realmente es la democracia.
¿Democracia y capitalismo incompatibles? Evidentemente habrá quien piense que eso es una boutade de excéntricos; sin embargo, lo cierto es que la historia demuestra que todas las experiencias históricas en las que el pueblo conquista democráticamente su derecho a la ciudadanía, fueron brutalmente interrumpidas. Ahí están los golpes de Estado, las guerras, las invasiones y otros mecanismos empleados por el capital para terminar con las diferentes experiencias democráticas en las que el pueblo quiso controlar su destino, empezando por el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 en España, que puso fin a la experiencia democrática del Frente Popular y daba comienzo a 40 años de pedagógico terror, y terminando por el golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Chávez en 2002, pasando por el golpe de Estado contra el presidente guatemalteco Arbenz en 1954, el golpe de Estado del general Suharto en Indonesia en 1965, el golpe de Estado de los coroneles en Grecia en 1967, el golpe de Estado contra Allende en Chile en 1973 e incluso por las actividades de la red Gladio, que actuó en diferentes países de Europa para impedir que los comunistas llegasen al poder por medios democráticos.
Así pues, si algo demuestra la historia de las experiencias democráticas abortadas por el capital es el hecho de que existe una contradicción real entre democracia y capitalismo, por lo que es preciso concluir que actualmente vivimos en una ilusión democrática, en la que nuestros derechos terminan cuando entran en contradicción con las leyes del capital, ahí está la precarización laboral, la dificultad para acceder a una vivienda digna, la privatización de los servicios sociales y públicos… Una contradicción que obedece a un hecho elemental: la democracia precisa ciudadanos; el capitalismo, por el contrario, precisa proletarios, individuos libres para vender su fuerza de trabajo a cualquier precio y en cualquier condición, ciudadanos desposeídos de todos sus derechos democráticos: do derecho a un trabajo digno, del derecho a una vivienda digna, del derecho a una educación y sanidad públicas, de calidad y gratuitas… en fin, del derecho a ser dueños de su propio destino, a ser plenamente libres.
Rosa Luxemburgo lo advirtió: socialismo o barbarie, donde el socialismo representa la democracia, el derecho del pueblo a regir su destino libremente, y la barbarie, el capitalismo, ese sistema que nos deshumaniza y arrasa la naturaleza.