Aun reconociendo que nuestras sociedades actuales mantienen «ciertas formas de control público y mecanismos democráticos» sobre la división de poderes dentro de los Estados modernos, el autor nos sitúa frente al dilema que presenta el poder mediático, el conocido como «cuarto poder». Este poder, aun pretendidamente presentado como independiente, está supeditado a las élites económicas […]
Aun reconociendo que nuestras sociedades actuales mantienen «ciertas formas de control público y mecanismos democráticos» sobre la división de poderes dentro de los Estados modernos, el autor nos sitúa frente al dilema que presenta el poder mediático, el conocido como «cuarto poder». Este poder, aun pretendidamente presentado como independiente, está supeditado a las élites económicas en el que su funcionamiento no es necesariamente democrático, debido principalmente a la ausencia de un contrapoder que lo reequilibre.
El autor en esta obra nos desvela un escenario en el que, la democracia en la que se nos dice que vivimos, se reforzaría en la legitimación que los propios medios de comunicación le proporcionarían, acotándola a una economía de libre mercado tras los objetivos del crecimiento de la riqueza y el desarrollo.
Desde los propios medios de comunicación se acostumbra a decir que las personas tienen libertad de elección y que existe libertad de prensa, solo porque hay muchas opciones para elegir, muchos canales de televisión, periódicos o radios, ocultando que existen «grupos mediáticos que definen qué vemos, escuchamos, leemos o cómo nos entretenemos» (p. 17). Tal y como nos recuerda el autor «hasta hace muy poco tiempo, eran tan solo cuatro los principales grupos de comunicación que controlan la práctica totalidad de la información, entretenimiento y comunicación que se transmite» (p. 18), grupos como Time Warner Inc., Walt Disney, Viacom/CBS y News Corporation (recientemente, 21st Century Fox y News Corp.), nos dice, controlaban más del 70% de la comunicación a nivel global.
Aun diciéndonos que gozamos de libertad para elegir el mejor canal para recibir información, estos grupos controlan la práctica totalidad de lo que leemos, oímos y vemos, legitiman una estructura de comunicación piramidal en donde se piensa en quien recibe la noticia como un mero depositario de contenidos, a quien se manipula y censura ciertas partes de la realidad, con el objetivo de que siga defendiendo los intereses económicos y políticos que estos mismos medios representan.
El autor nos presenta aquí una obra en la que se plasman los mecanismos mediante los cuales el sistema neoliberal reproduce su propia estructura, siendo así como estos medios aparentemente «inocuos» adquieren una relevancia tal que llegan a adquirir una gran cuota de poder. La obra nos recuerda cómo «Hollywood y sus películas han construido y extendido más ideología capitalista que la Casa Blanca, el Pentágono o Wall Street juntos» (pp. 45-46), y es que además lo hace bajo la forma de entretenimiento, inoculando «inofensivamente» contenidos audiovisuales de gran carga ideológica con pretensiones de convertirse en modelos a seguir.
Nos encontramos ante una obra de extrema actualidad, necesaria para comprender el entramado comunicacional en el que vivimos, pero también para pensar alternativas, para acercarnos a nuevas maneras de entender la comunicación, la relación con la información, entendiéndonos a nosotras mismas como personas críticas, con capacidad de análisis y reflexivas, no meras destinatarias de informaciones, no siempre verdaderas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.