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Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 10-03-05

El espejo cristalino de América latina

Fuentes: Madres de Plaza de Mayo

Es verdad: la deuda pública argentina es, en gran medida, inmoral, ilegal e ilegítima. Sencillamente, configura un grosero fraude o desfalco, seguramente el más escandaloso y criminal de la historia nacional debido a la grave secuela social que ha dejado no sólo en la dura actualidad sino para los años que siguen. Herencia de hierro […]

Es verdad: la deuda pública argentina es, en gran medida, inmoral, ilegal e ilegítima. Sencillamente, configura un grosero fraude o desfalco, seguramente el más escandaloso y criminal de la historia nacional debido a la grave secuela social que ha dejado no sólo en la dura actualidad sino para los años que siguen. Herencia de hierro del capitalismo, escrita en sus primeros párrafos con la sangre de todos los asesinados, desaparecidos y perseguidos por la dictadura militar. Honrar los compromisos equivaldría a no pagar ni un solo peso por ellos y, en cambio, destinar esos miles de millones de dólares a remediar las urgencias económicas de dos de cada tres argentinos que sobreviven poco y mal. Como dicen las Madres, «cada peso que se paga al FMI es un niño más que se muere de hambre», y además, «nosotros no debemos nada, ellos nos deben a nosotros, y nos deben vidas que alguna vez nos cobraremos».

Esto no quita, sin embargo, que el canje de bonos defolteados realizado por el gobierno nacional sitúe el problema de la deuda externa en el centro del debate público y ayude a crear el sostén ideológico necesario para emprender cambios y políticas más agresivos con respecto a los vampiros financieros. Sin duda, uno de los atributos fundamentales de la etapa K es la capacidad de explicitar conflictos, de mostrarlos como disputas de intereses contrapuestos, porque eso es lo que son y no como el neoliberalismo los presentaba: simples controversias entre «lo nuevo» y «lo viejo»; «los que se quedaron en el 45» versus «el primer mundo»; reyertas desideologizadas, bajas calorías; si hasta los pleitos judiciales entre dos partes se resolvían no mediante el fallo de un juez sino tras una «mediación». Por el contrario, la lucha de clases está más ardiente que nunca en América latina y el caso argentino es demostrativo de ello. En el singular ejemplo de la deuda externa, la negociación entre el Gobierno y el FMI impulsa nuevas contiendas en la batalla cultural e ideológica.

El canje no es lo quisiéramos que fuera ni es todo lo justo que debiera ser, pero es. Depende de la voluntad del gobierno, claro, pero también de las capacidades y voluntades populares, que la tan anunciada quita en el monto de la deuda sea el inicio de un camino de soberanía política y económica como hace décadas no se ensayaba en el país.

América latina atraviesa un momento político inédito, novedoso y esperanzador, aunque también complejo y arduo y difícil. La subjetividad de las mayorías nacionales no da todavía para resolver revolucionariamente la objetividad del hambre, la ignorancia y la desocupación. No tener presente este crudo diagnóstico volvería inútil e imposible cualquier intento emancipatorio. Los marxistas y revolucionarios no debiéramos perder de vista esa condición indispensable de la praxis política: la dialéctica que sobreviene de la concreta correlación de fuerzas en la lucha de clases. No obstante, esa subjetividad alcanza para razonar en contra de ciertas «verdades» que hasta hace unos pocos años nada más, se creían inmodificables, pesadas como juicios y quietas como momias. Y eso permite avanzar.

Las rebeliones populares en América latina marcaron el fin de quienes auguraban, precisamente, el fin de la historia. No olvidar que al poquito tiempo nada más, que Fukuyama decretara la clausura de la historia, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional desfloró a tiros y poemas esa salvajada antihumana, por otra parte. Que era falso que el imperialismo ya no existía como agente superior de la hegemonía capitalista, quedó demostrado el mismísimo día que la derecha fascista venezolana derrocó, aunque momentáneamente, a Hugo Chávez de su cargo presidencial. Irak y Afganistán y el perenne bloqueo Cuba de por medio, nadie duda ya que el imperialismo continúa existiendo y que sus tropelías de sangre y prepotencia política y económica justifican la creciente rebeldía popular. Asimismo, lo que está aconteciendo en Bolivia indica que el ascenso popular no podrá ser detenido con ambages de gobiernos «progre». Si no se concretan los anhelos populares que motivaron las rebeliones, habrá resistencia en la calle otra vez, como le sucede a Mesa por estas horas.

Porque debe quedar claro que este tiempo político no es el producto de la capacidad de invención de sus protagonistas en los gobiernos de la región. Es la sangre derramada en las calles y montañas del continente, son las cabezas rotas a palazos en las represiones, son los dirigentes de las puebladas mantenidos a raya por la prisión y los procesos judiciales abiertos, quienes han construido esta instancia novedosa en la liberación latinoamericana. La lucha de los desaparecidos, la heroica resistencia a las dictaduras, las huelgas de los trabajadores durante el auge del proceso neoliberal, se ven realizadas en estos sintomáticos logros de las izquierdas continentales. Esos logros no son determinantes, es cierto, pero sí son significativos. Y es dable defenderlos de cualquier agresión fascista o menosprecio «por izquierda».

A propósito, ¿a quién debiéramos atribuirle el fenomenal auge de hechos represivos en la provincia de Neuquen y en particular sobre los obreros de Zanon, quienes representan una experiencia inédita en la lucha de la clase trabajadora? Es la derecha exasperada, agazapada bajo las sombras del miedo y el terror, que sí valora la dimensión histórica y cultural de los cambios que se vienen produciendo y que -sabe, especula, desespera- bien podrían profundizarse. El fascismo argentino sigue siendo impune. Tiene poder, controla jueces, medios de comunicación, la Iglesia, gobiernos provinciales, funcionarios políticos en variadas instancias del poder público. Hace operaciones políticas y de prensa. El imperialismo norteamericano está detrás de sus movidas. Juntos pueden desestabilizar, tienen con qué rasgar el momento alegre de América latina. Quieren empañar con sangre el espejo cristalino donde los sueños que sueñan los justos desde hace siglos, se miran a los ojos y se descubren concurridos, compañeros, multiplicados. Les pondremos el pecho. Esta vez, sí, no pasarán.