Recomiendo:
0

Reseña del libro de José Luis Carretero Miramar Eduardo Barriobero: Las Luchas de un Jabalí (Queimada Ediciones, 2017)

El espíritu de una época

Fuentes: Rebelión

La figura de Eduardo Barriobero y Herrán, abogado, sindicalista, republicano federal, novelista, anti-clerical, masón, sintetiza, en muchos sentidos, el espíritu de la época en la que se gestó quizás uno de los acontecimientos más importantes en la historia del movimiento libertario internacional: la Revolución Española (1936-1939). Fue el modelo del intelectual ilustrado republicano, que no […]

La figura de Eduardo Barriobero y Herrán, abogado, sindicalista, republicano federal, novelista, anti-clerical, masón, sintetiza, en muchos sentidos, el espíritu de la época en la que se gestó quizás uno de los acontecimientos más importantes en la historia del movimiento libertario internacional: la Revolución Española (1936-1939). Fue el modelo del intelectual ilustrado republicano, que no solamente buscaba destacar en su profesión, la cual buscaba poner constantemente al servicio de la causa del «progreso social», sino que también desarrollaban las artes literarias. Fue elegido varias veces como diputado, desde donde defendió ideas republicanas radicales, lo que les valió durante la Segunda República (1931-1933) a él y al grupo de diputados más a la izquierda, el mote de «jabalí». Fue, también, un abogado defensor de obreros, abogado de la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), organización de la cual era miembro y a la que representó en más de 500 casos desde 1910. Sin ser anarquista, fue discípulo ideológico de Francisco Pi y Margall, quien fue uno de los traductores de la obra de Pierre Joseph Proudhon al castellano, de quien absorbió ideas federales radicales.

Fue él una criatura de su época, signada por la decadencia monárquica, el auge de las luchas sociales y de la política progresista, con el republicanismo radical, el anarquismo y el federalismo a la cabeza, pero también signada por la dictadura militar de Primo de Rivera, múltiples intrigas y complots para derrocar la tiranía, por una violencia de clase que se cobraba, por lo bajo, cientos de víctimas anualmente, y por la declaración de las repúblicas y la revolución del ’36. Como luchador social, terminó muchas veces él mismo en prisión en medio de oleadas represivas y debido a la hostilidad de las clases dominantes a las que él se enfrentó frontalmente. Esta disputa no sólo se vivió en las luchas políticas y callejeras, sino también en el terreno cultural. Esta es una era en la que proliferan los movimientos anti-clericales, en una sociedad aun dominada bajo la férula del Vaticano, y en la cual se desarrolla una cultura de vanguardia en oposición al conservadurismo de la época. Algunas de las obras escritas por Barriobero, así como muchas de sus traducciones, escandalizan a los conservadores que lo acusan de libertino.

Llegada la revolución, es llamado a Cataluña para organizar la nueva justicia popular, para lo cual forman la Oficina Jurídica que trabajó durante 80 días, 12 horas diarias, incluyendo domingos y festivos, para solucionar los conflictos que plagaban ese momento de cambios profundos. Pero el destino de la Oficina Jurídica era indisociable de los destinos de la revolución. Al desmontarse el contrapoder obrero por la presión de los sectores burgueses y estalinistas en el bando republicano, en Mayo de 1937, afloran los problemas con la Generalitat, la cual estaba llena de usureros que se habían visto afectado por el trabajo de Barriobero. Junto a las colectividades, también desmontan la Oficina Jurídica y Barriobero, es acusado de ladrón y detenido. Esto, ante el silencio de la CNT y el POUM, que no quisieron entrar en conflicto en nombre de la unidad del bando anti-fascista, silencio que luego pagarían muy caro cuando la arbitrariedad y la represión tocarían a sus propias puertas. Barriobero será absuelto de toco delito, pero quedará privado de libertad hasta la llegada de los franquistas. Él se negará a abandonar la ciudad y decide, en un último acto de igualitarismo, compartir su suerte con quienes se quedarían detrás. Será fusilado en Febrero de 1939 y su cuerpo arrojado a una fosa común.

El también abogado y sindicalista José Luis Carretero, ha escrito un espléndido libro sobre la compleja figura de Barriobero. Su estilo es evocativo, apelando al lector frecuentemente a «imaginar» esta época de radicalidad, de búsqueda de algo nuevo que se expresaba en diversas fórmulas, muchas de ellas ingeniosas. La vida de Barriobero se contextualiza y en cierta manera, encarna, las contradicciones y las posibilidades de una época, concluyendo con la caída de la República en 1939 y la derrota de décadas de movimientos revolucionarios. El libro de Carretero es ameno, se lee como una novela biográfica comentada, en la cual la vida del protagonista se entreteje con los eventos de la época y con reflexiones políticas de actualidad. Este libro es de sorprendente actualidad para quienes hoy se encuentran en la lucha por la justicia y la transformación social. Este es un formidable exponente de esa historia escrita mirando al futuro desde las preocupaciones del presente, esa historia, como diría Mafalda, hecha para adelante.

Razones para este libro sobran. Primero, por la importancia y el interés que tiene una figura como Barriobero para quienes ejercen, desde el campo popular, el derecho -una preocupación natural para alguien como José Luis Carretero, quien aparte de ejercer el derecho, es también miembro de la anarcosindical «Solidaridad Obrera». Vivimos en una época en que el fetichismo leguleyo ha vuelto a estar en boga y algunas de las reflexiones de Eduardo Barriobero nos ayudan a ir más allá de estos formalismos: ya en 1934, Barriobero decía del delito político (al que, naturalmente, distinguía del delito común) que «se le puede equiparar con el Estado, el cual comete también actos que revisten las apariencias exteriores de delictuosos (priva de la vida, de la libertad, del honor, del patrimonio económico de los individuos) y, sin embargo, se le absuelve, estimando legítimo su proceder, por imponerlo inspirado en propósitos justificados» (p.66). Con esta sentencia destroza el misticismo del que se rodea el Estado de derecho, demostrando que, en el fondo, éste enmascara una lucha concreta entre fuerzas con intereses diferentes (de clase, políticos). Lo que hace aparecer unos actos como legítimos o no, a unos como «delitos» políticos y a los otros como acciones de legítimo gobierno, se debe a los propósitos que se persigue con ellos: obviamente, no hay nada intrínseco en el acto que lo haga ser un «delito político», sino que todo se basa en la perspectiva de las fuerzas en contienda. Esto no era una posición meramente teórica, sino era parte de una disputa que se estaba librando en las calles. Recordemos, sino, el pistolerismo de la patronal era practicado a gran escala en contra de los obreros en Cataluña en la década de los ’20. Y aun más, distingue estos delitos del delito de «multitud», en los cuales se pierden «todas las características personales del individuo al disolverse en la masa» (Ibid). Lo que busca con estas elaboraciones, es nada más que la defensa jurídica de personas individuales en situación de acciones de carácter colectivo, como por ejemplo huelgas. Barriobero, lejos de fetichizar el derecho, busca la manera de utilizarlo para la defensa de los sectores populares en lucha en las condiciones actuales del Estado capitalista. Esta es la primera gran lección de Barriobero a los profesionales que tienen simpatías por las causas populares.

Otra razón para publicar este libro, es que nos ayuda a recuperar la imaginación política en un tiempo de inquietantes incertidumbres. Con la caída de los cánones dogmáticos de los «socialismos reales», el proyecto social nuevamente ha quedado en una situación de redefiniciones e indefiniciones. Entre los que se aferran a los dogmas del pasado, como si nada hubiese cambiado, y los que con un craso «pragmatismo» oportunista abrazan los dogmas neoliberales argumentando que los tiempos han cambiado totalmente, encontramos una marea humana que busca, con vaivenes, aciertos y desaciertos, reconstruir los proyectos emancipatorios. En ese proceso, al calor de prácticas compartidas y de la búsqueda de alternativas para construir esos otros mundos posibles, las ideas se permean unas con otras. Barriobero y su mundo, fueron una muestra de las mutuas influencias que los radicales ejercieron unos con otros, llegando a construir proyectos de carácter revolucionario fuertemente anclados en las subjetividades de su época y región. Es esa capacidad de construir un horizonte emancipador que se nutra de todos los aportes de las mujeres y los hombres capaces lo cual resuena fuerte en este libro. Sin sectarismos, con generosidad, asumiendo las contribuciones de los demás, para buscar ese proyecto colectivo, realmente colectivo, a la vez que original. Esto nos lleva una preocupación central: ¿cómo construir movimiento más allá de los partidos? Aún cuando sea importante que las distintas escuelas de pensamiento político se organicen de acuerdo a bases programáticas, un movimiento es el crisol en el cual se funden estas escuelas en la experiencia viva para crear algo nuevo con las multitudes y que resuene con ellas. Nos comenta Carretero del universo ideológico en que habita Barriobero que

«el republicanismo federal era una ideología esencialmente destilada por la fracción más avanzada de la pequeña burguesía, que pretendía generar un gran frente de tipo populista contra el conservadurismo y la reacción, política y cultural. En ese camino, el partido-movimiento interclasista se encontró con el despertar político y sindical de la clase obrera en nuestro país. Y, pretendiendo atraerse al proletariado, al mismo tiempo que nutriendo muchas veces las bases de sus círculos, generó un discurso que remitía a la defensa de los intereses de los ‘obreros virtuosos’ y los ‘trabajadores honrados’ (…) mientras una parte del federalismo se quedó en parabólicos reclamos bienpensantes de una legislación favorable a los obreros, otros sectores (con Eduardo Barriobero as la cabeza) conectaron directamente con las necesidades de la clase trabajadora y sus organizaciones, preconizando una ‘república social de base sindical’, con resonancias proudhonianas que habría de ser el primer paso para una obtención más o menos gradual del ‘comunismo libertario’, que los anarquistas habían extendido como consigna entre las clases populares (…) Las fronteras eran mucho más difusas de lo que se suele creer hoy en día«. (pp.43-44)

Finalmente, este libro nos entrega muchas ideas enriquecedoras para la recuperación de las ideas federales, en medio del descalabro globalizador homogenizante, por una parte, y el auge de los particularismos nacionalistas, por otra, en que nos encontramos. En contra de la homogeneización avasallante, y en contra de los separatismos excluyentes, Barriobero abrazaba un proyecto que respetaba las autonomías locales y concebía la unidad de los pueblos, en base a ese respeto y a una soberanía practicada desde las unidades básicas de convivencia, -lo que el libertario Felipe Alaiz llamaba la «Federación de Autonomías Ibéricas» para el caso de los territorios de la península ibérica. Ideas que resuenan muy fuerte en la experiencia revolucionaria impulsada por los kurdos en el territorio de Rojava, y que han comenzado a ganar terreno entre otros pueblos y culturas de esa región. El federalismo radical de Barriobero, que se convierte en el eje que articula su pensamiento con una de las tesis fundamentales del anarquismo clásico, se basa en el

«pacto entre sujetos autónomos por el que éstos hacen cesión de parte (nunca de la totalidad) de su soberanía a un organismo federal limitado. (…) Para los federales, el sujeto que pacta es, en inicio, el individuo, y luego el organismo político más cercano a él: el municipio. La insistencia en la democracia local impone que la mayor parte de las competencias políticas, tras el pacto, sigan en mano de los ayuntamientos, entendidos como lugrares de participación directa de los ciudadanos.

Esta visión acabará contrastando fuertemente con el nacionalismo catalán de izquierdas, (…) de una Cataluña fuerte, es decir, a la imagen y semejanza de un Estado centralizado en su propio ámbito. Para la Esquerra, hable o no, dependiendo del momento, abiertamente de independencia, Cataluña es un Estado que no ha de ceder demasiado a las ansias disolventes de lo municipal.» (p.77)

En el actual momento, no cabe duda, estas perspectivas tienen muchísimo que aportar a quienes buscan crear un mundo nuevo. El libro de Carretero Miramar es corto, pero está repleto de ideas para ayudar en ese camino. Cada capítulo abre mil interrogantes, estimula mil ideas, abre cientos de puertas a reflexiones en particular. Es un libro, que más que desarrollar ideas acabadas, incita al pensamiento crítico del lector. Y eso es lo que más se agradece de un libro en estos momentos. Gracias José Luis.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.