«Son gringuitos que ahora vienen en forma de grupitos en ONG. A otros con ese cuento. Esta gente ya tiene la pancita bien llena», dijo el presidente de Ecuador, Rafael Correa, al referirse a los manifestantes que pertenecen a la Confederación de Nacionalidad Indígenas del Ecuador (CONAIE)[1]. Evo Morales dijo casi lo mismo: «Como la derecha no encuentra argumentos para oponerse al proceso de cambio, ahora recurre a algunos dirigentes campesinos, indígenas u originarios, quienes son pagados con prebendas de algunas ONG»[2].
Al parecer los presidentes de ambos países pasaron por alto que están usando los mismos argumentos de sus enemigos, cuando acusaban a los movimientos sociales de formar parte de la «subversión comunista internacional» o de estar financiados por el «oro de Moscú». Dos errores en uno: creer que los indios pueden ser manipulados, y que lo son desde fuera del país. No es extraño que hayan sentido las afirmaciones de sus presidentes como agravios que buscan desviar la atención de los verdaderos problemas.
Puede ser cierto, como afirmó el vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, que la agencia de cooperación de Estados Unidos, USAID, está infiltrando algunos movimientos sociales para que se manifiesten contra el gobierno. Aseguró que de 100 millones de dólares que invierte USAID en su país, 20 se usan en gastos técnicos y el resto «para sus amigotes, para su clientela política, patrocinando cursos, publicaciones y grupos que promueven conflictos»[3].
Las organizaciones sociales involucradas rechazaron estar financiadas por USAID, pero lo que más llama la atención es que se haga esa crítica justo en el momento en que realizan movilizaciones contra el gobierno y no antes. El primer ministro de Hidrocarburos del gobierno de Evo, fue más lejos y le recordó al presidente que debe explicar porqué permitió que USAID, el Banco Mundial y ONGs europeas diseñaran el Estado Plurinacional vigente. En efecto, «USAID financió en 2004 la Unidad de Coordinación para la Asamblea Constituyente», además de otras actividades oficiales[4].
La marcha indígena en Bolivia
El 17 de junio se concentraron centenares de indígenas de tierras bajas en Trinidad, capital del departamento del Beni, a unas cinco horas de Santa Cruz de la Sierra. Su intención era realizar una marcha de 1.500 kilómetros a pie hasta La Paz, ascendiendo desde las regiones selváticas hasta los cuatro mil metros. La Confederación de los Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) que reúne a 34 naciones del oriente organizados en once regionales[5], convocó a los marchistas siendo apoyados por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ).
Estas son dos de las cinco principales organizaciones indígenas que en 2006 formaron el Pacto de Unidad durante la Asamblea Constituyente, y hasta ahora eran un sólido apoyo al gobierno de Evo Morales. Las otras tres, la poderosa Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la Confederación de Comunidades Originarias de Bolivia (CSCB) y la Federación de Mujeres de Bolivia Bartolina Sisa, siguen apoyando al gobierno.
Desde principios de año la CIDOB venía negociando con el ministro de Autonomías, Carlos Romero, la Ley Marco de Autonomías llegando al consenso en 50 artículos mientras en otros trece había diferencias[6]. Los puntos en desacuerdo fueron básicamente dos: los pueblos indígenas reclamaban que los acuerdos se aprobaran por usos y costumbres mientras el Estado exige referéndum. El segundo se refiere a los territorios indígenas que traspasan los límites departamentales, ya que los pueblos piden que las autonomías traspasen esos límites.
En el fondo se trata de una cuestión de soberanía: los pueblos de tierras bajas exigen que las comunidades tengan capacidad de vetar los emprendimientos que afecten a sus territorios, en particular las concesiones mineras e hidrocarburíferas, y que los asientos en la Asamblea Plurinacional se eleven de siete a 18. Iniciada la marcha el gobierno decidió negociar por separado con algunas regionales de CIDOB para dividir al movimiento. Por ese motivo, la marcha que partió de Trinidad el 22 de junio se detuvo días después en Asunción de Guarayos, a 400 kilómetros de Santa Cruz, donde una delegación oficial llegó a un acuerdo de ocho puntos con CIDOB[7].
La segunda estrategia del gobierno fue lanzar indios contra indios. Evo Morales acudió a una asamblea de los seis sindicatos de cocaleros que repudiaron la marcha de CIDOB y se mostraron dispuestos a impedirla[8]. El ex vocero del gobierno, Alex Contreras Baspineiro, apuntó que «antes de encontrar una solución pacífica y concertada, el gobierno comenzó una campaña mediática millonaria para tratar de desacreditar la movilización indígena[9]. «En cinco años de gobierno, nunca se había visto este tipo de división y menos las amenazas de enfrentamiento», agregó.
La tercera fue la difamación, al acusarlos de estar financiados por USAID. Por eso el presidente de CIDB, Adolfo Chávez, no sólo rechazó la acusación y recordó que los marchistas tienen problemas de alimentación y medicamentos, sino que desafió al gobierno: «Retamos al gobierno a que expulse del país a la USAID y veremos quienes son los afectados»[10].
Contreras es un reconocido periodista social boliviano que acompañó la I Marcha Por el Territorio y la Dignidad, en 1990, que supuso el comienzo de la recomposición de los movimientos en pleno período neoliberal. Por su compromiso y su especial cobertura de las marchas indígenas fue homenajeado por los principales medios del país. En esa marcha que se inició también en Trinidad conoció a Pedro Nuni, representante del pueblo mojeño y ahora diputado del MAS, quien le dijo que «algunos ministros del gobierno indígena nos están haciendo enfrentar a indígenas contra indígenas»[11].
Uno de los resultados de la marcha es que el gobierno perdió su mayoría de dos tercios en el parlamento (111 votos sobre 166), ya que ocho diputados indígenas decidieron alejarse del MAS (Movimiento al Socialismo). En suma, Contreras cree que si el gobierno persiste en no negociar puede estar en peligro la propia gobernabilidad del país. Por eso cree que no hace falta «un enfrentamiento entre organizaciones indígenas, ni la satanización de algunos dirigentes», sino sobre todo negociar y «rescatar un pilar de este proceso de cambio: la cultura de la vida, de la paz, del diálogo y la concertación social»[12].
Sin embargo, el gobierno rechazó las principales demandas de la CIDOB, argumentando que si lo hiciera violaría la Constitución. El ministro Romero argumentó que algunas de esas demandan «no respetan los derechos de todos los bolivianos», porque sólo benefician a ese sector, y que no se les puede dar a los pueblos mayor representación que el porcentaje de población que representan en el país[13]
La CONAIE contra Correa
El 25 de junio se realizó la cumbre de presidentes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), uno de cuyos temas centrales fue la cuestión de la plurinacionalidad. La reunión de los ochos presidentes se realizó en Otavalo, unos 60 kilómetros al norte de Quito, una ciudad mayoritariamente quichua. Pese al tema que se iba a debatir, las organizaciones indígenas no fueron invitadas. Por eso la CONAIE decidió instalar en la misma ciudad su Parlamento Plurinacional, para denunciar que no puede haber plurinacionalidad sin los indígenas.
Unas tres mil personas realizaron una marcha pacífica por la ciudad, entre cantos y bailes que celebraban el Inty Raymi, el año nuevo andino, y a la vez recordaban el 20 aniversario del primer levantamiento indio, que comenzó el proceso de movilizaciones que finalmente llevó a Rafael Correa a la presidencia. La cumbre estaba protegida por policías a caballo que se espantaron al llegar los manifestantes, que alcanzaron la puerta del recinto para entregar una carta a su «hermano» Evo Morales.
Los indígenas están enfrentados al gobierno por la ley de aguas y las concesiones a las empresas mineras, lo que ha provocado numerosas movilizaciones, paros, bloqueos y levantamientos[14]. El conflicto entre la CONAIE y el gobierno no es nuevo, aunque ahora adquiere un tinte más grave por las acusaciones de la justicia contra los dirigentes. Al día siguiente de la cumbre, la fiscalía de la provincia de Imbabura, donde está Otavalo, inició una indagatoria contra las organizaciones indígenas.
En la misma se dice que «un grupo de ciudadanos de raza indígena» rompió el cerco policial donde se reunía la ALBA «gritando consignas que atentan contra la seguridad del orden público» y que el principal daño fue que a un policía le «sustraen las esposas». Con ese fundamento se acusa a los dirigentes de CONAIE y Ecuarunari (la organización quichua de la sierra) nada menos que de «sabotaje y terrorismo»[15]. Se trata de una acusación de extrema gravedad que busca intimidar a los dirigentes.
Según el abogado y profesor universitario Mario Melo, el problema de fondo es que la presencia de la CONAIE fuera del recinto donde se reunían los presidentes «evidenció ante la opinión pública nacional e internacional que las organizaciones representativas de las nacionalidades y pueblos del Ecuador están siendo excluidas de la definición de políticas públicas que les competen»[16]. Por eso se produce una respuesta política disfrazada de acción jurídica, para «amedrentar y desmovilizar» a los movimientos.
Los dirigentes indígenas respondieron al desafío. Marlon Santi, presidente de la CONAIE, se presentó ante la fiscal para conocer los cargos y dar su versión. El 5 de julio un comunicado conjunto de Ecuarunari y CONAIE señala que las acusaciones de terrorismo carecen de fundamento jurídico y que se trata de «una persecución política al movimiento indígena y a los dirigentes por el simple hecho de discrepar con las políticas del gobierno»[17].
El comunicado recuerda que el artículo 98 de la nueva Constitución reconoce el «derecho a la resistencia» cuando estén amenazados los derechos. Y finaliza con una frase que anticipa más confrontaciones: «Los procesos judiciales contra los dirigentes no hacen otra cosa que evidenciar la bajeza de espíritu de los gobernantes y una grave amenaza para la democracia y la paz de los y las ecuatorianas».
Pérez Guartambel, presidente de la Unión de Sistemas Comunitarios de Agua del Azuay (Cuenca), también fue acusado de sabotaje y terrorismo a raíz de una masiva protesta en su pueblo, Tarqui, el 4 de mayo. El Frente de Mujeres Defensa de la Pachamama, por su parte, formula denuncias similares. Todo indica que el proceso que se vive en Ecuador implica una ruptura profunda entre movimientos y gobierno, cuestión que en Bolivia no ha llegado tan lejos.
Hay un abismo que los separa, cuya línea divisoria es el proyecto de país y el denominado «desarrollo». Correa está convencido que la mayor amenaza a su proyecto, que denomina «Socialismo del siglo XXI, viene de lo que él denomina la izquierda «infantil» y grupos ambientalistas e indígenas que, dice, rechazan la modernidad. Por eso critica al que «le dice no al petróleo, a las minas, a no utilizar nuestros recursos no renovables. Eso es como un mendigo sentado en un saco de oro»[18].
El Estado Plurinacional en cuestión
Los procesos políticos y sociales en los dos países son como dos gotas de agua. Ambos aprobaron un Estado Plurinacional y nuevas constituciones, pero a la hora de aplicarlas encuentran fuertes trabas. Son las bases sociales indígenas y de los sectores populares urbanos, que llevaron al gobierno a Evo Morales y a Rafael Correa, las que están resistiendo a «sus» gobiernos. En los dos casos, los gobiernos optaron por el extractivismo minero y petrolero para asegurarse ingresos fiscales, en vez de apuntar hacia el Buen Vivir como dijeron en su momento.
La FEJUVE (Federación de Juntas Vecinales de El Alto), una de las más importantes organizaciones sociales de Bolivia, emitió un duro documento, el Manifiesto Político del XVI Congreso Ordinario[19]. Dice que «pese a tener un presidente indígena como es Evo Morales, el Estado sigue gobernado por la oligarquía criolla» ya que «sigue manteniendo el sistema económico capitalista y el sistema político neoliberal». Asegura que el pueblo pobre sigue siendo «dominado políticamente», «explotado económicamente» y «marginado racial y culturalmente».
Más grave aún. «El gobierno del MAS, luego de asumir el mando, sólo ha utilizado a los pueblos indígenas y sectores populares para sus campañas políticas, pero éstos siguen siendo excluidos de las decisiones políticas y son utilizados solamente por el gobierno para legitimarse y encaramarse en el poder». Además exige que el gobierno no se entrometa en las organizaciones sociales, que haya un cambio en la conducta del vicepresidente Alvaro García Linera y su entorno, que define como «enemigos de la clase campesina e indígena», y apoya la marcha de los pueblos de oriente.
El tono y el contenido son muy fuertes. La FEJUVE no es cualquier organización, sino una de las protagonistas de la Guerra del Gas, en octubre de 2003, que provocó la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada y hundió el neoliberalismo. Ahora evalúa pedir la renuncia de Evo. En Ecuador, la CONAIE es también muy importante, fue la protagonista de una decena de levantamientos desde 1990, derribando tres gobiernos. Una ruptura con estas organizaciones es muy grave para cualquier gobierno, más aún para quienes se apoyan en ellas.
En el fondo, están naciendo las primeras grietas en el Estado Plurinacional, un edifico que aún no se ha terminado de construir. ¿Porqué surgen esas grietas? Porque hay una potente disputa de poder, ya que los pueblos originarios no tienen porqué aceptar el marco del Estado-nación, que es a lo que se remite el Estado Plurinacional. En este punto aparecen dos miradas que intentan dar cuenta de los procesos en curso.
Alberto Acosta, economista ecuatoriano y ex presidente de la Asamblea Constituyente, estima que se atraviesa el proceso de aprobar las leyes que aterricen el texto en la vida cotidiana. Si eso no se hace, la Constitución por más avanzada que sea queda en nada. El problema es que el presidente Correa cree que las leyes de agua y comunicación no son importantes, lo que para Acosta es tanto como decir que «la Constitución no es fundamental ni prioritaria». Se pregunta: ¿Será acaso que la Constitución comienza a convertirse en camisa de fuerza para el presidente Correa?»[20].
Cree que la oposición de derecha, que se opuso a la Constitución, está obstaculizando cada ley para impedir cualquier avance. Por otro lado, «la manera de gobernar de Correa, que es un liderazgo atropellador en esencia, no da espacio para el debate». La conclusión es que la Constitución que iba a refundar el país, «está atada a un manejo político que no garantiza su plena vigencia». La sociedad no la defiende, pero desde el gobierno «hay una suerte de contrarrevolución legal».
El escritor y filósofo boliviano Rafael Bautista sostiene que refundar el Estado en Bolivia sin potenciar las naciones originarias es no cambiar nada o «pura cosmetología». Pero si no hay refundación, o sea descolonización, «lo que acontece es una pura recomposición del carácter señorial del Estado»[21]. En suma, más Estado colonial asentado en la creencia de la superioridad sobre los indios que se perpetúa en el Estado Plurinacional, porque es un modelo que en los hechos no ha sufrido modificaciones.
Bautista dice que «el cambio ya no consiste en una transformación de los contenidos del nuevo Estado», sino en «una adecuación subordinada de lo plurinacional a las necesidades funcionales de la institucionalidad estatal». Esto es, precisamente, lo que revela la marcha: el sentimiento de superioridad sobre los indios (son manipulados, no actúan por ellos mismos, dice el gobierno) y la imposibilidad de que el Estado deje de estar «arriba» y en el centro.
La esencia de lo plurinacional pasa por una ampliación del ámbito de decisiones, una ampliación del poder. «Lo plurinacional no quiere decir suma cuantitativa de los actores, sino el modo cualitativo de ejercer la decisión: somos efectivamente plurales cuando ampliamos el ámbito de decisión». Y eso es lo que no sucede, por eso Bautista dice que el gobierno actual «manda mandando, no manda obedeciendo».
El gobierno no traspasa poderes a los pueblos originarios sino que los desconcentra entre gobernaciones y alcaldías, o sea reproduce la lógica de los privilegios porque desde la Colonia esos son los espacios de las elites locales. La marcha está mostrando una renuncia a transformar el Estado para limitarse a mejorar su performance, lo que se implica «la actualización de la paradoja señorial», concluye Bautista. La marcha indígena no hace más que mostrar la desnudez de la proclamada descolonización del Estado.
Los pueblos originarios, que crearon las nuevas condiciones para su libertad, no van a seguir tolerando la marginación política. Saben que los Estados necesitan explotar los recursos naturales para pagar sus cuentas. Pero también saben que esa lógica los conduce a la destrucción. Por eso se han puesto en marcha: porque tuvieron la fuerza para frenar el neoliberalismo y ahora no quieren perder la oportunidad.
Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe cada mes para el Programa de las Américas (www.cipamericas.org)
Recursos
Alberto Acosta, «Rafael Correa nos invita a violar la Constitución», diario Expreso, Guayaquil, 26 de junio de 2010.
Alex Contreras Baspineiro, «Indígenas contra indígenas», ALAI, 29 de junio de 2010.
Andrés Soliz Rada, «Evo y Usaid», Bolpress, 3 de julio de 2010.
FEJUVE El Alto, «Manifiesto político del XVI Congreso Ordinario», 27 de junio de 2010.
«Lucha Indígena» No. 47, julio de 2010, Cuzco.
María José Rodríguez, «El iceberg tras las luchas por los recursos», Bolpresss, 2 de julio de 2010.
Mario Melo, «La justicia penal como arma de represión política», Red de Comunicadores Interculturales Bilingües del Ecuador, 1 de julio de 2010.
Patricia Molina, «Crónica d ela VII Marcha Indígena por la autonomía y ladignidad», Bolpress, 7 de julio de 23010.
Rafael Bautista, «Bolivia: ¿Qué manifiesta la marcha indígena?», Bolpress, 30 de junio de 2010.
[1] Telesur TV, en www.telesurtv.net 25 de junio de 2010.
[2] «La mano de EE.UU. en el conflicto indígena», en www.prensamercosur.com.ar 2 de julio de 2010.
[3] La Jornada, 26 de junio de 2010.
[4] Andrés Soliz Rada, «Evo y USAID», Bolpress, 3 de julio de 2010.
[5] Son mojeños, guaraníes, trinitarios, tacanas, izozeños, yukis, mosetenes, guarayos, sirionós, y matacos entre otros.
[6] Patricia Molina en Bolpress, 7 de julio de 2010.
[7] «Detienen temporalmente la marcha indígena», Bolpress, 7 de julio de 2010.
[8] Agencia Boliviana de Información (ABI) 5 de julio de 2010.
[9] «Indígenas contra indígenas», ALAI, 29 de junio de 2010.
[10] Idem y agencias.
[11] Idem.
[12] Idem.
[13] Agencia Boliviana de Información, 8 de julio de 2010.
[14] Ver «Ecuador: Se profundiza la guerra por los bienes comunes», Programa de las Américas, 19 de octubre de 2009.
[15] Mario Melo, «La justicia penal como arma de represión política», 1 de julio, www.redci.org
[16] Idem.
[17] «La ‘revolución ciudadana’ persigue a los dirigentes indígenas y sociales del país», CONAIE y Ecuarunari, 5 de julio de 2010.
[18] Agencia Reuters, 6 de julio de 2010.
[19] FEJUVE, 27 de junio de 2010 en www.alminuto.com.bo
[20] Entrevista a Alberto Acosta en Expreso, Guayaquil, 26 de junio de 2010.
[21] Rafael Bautista, «¿Qué manifiesta la marcha indígena?», Bolpress, 30 de junio de 2010.
Fuente: http://mariategui.blogspot.com/2010/07/bolivia-ecuador-el-estado-contra-los.html