Hace 150 años que Joseph Conrad nació, y en el 2008 harán 110 años que escribió «El corazón de las tinieblas», una novela corta que marcó a la literatura para siempre, una novela corta que se lee y se estudia con todo respeto y emoción desde entonces. Con solo un viaje al interior selvático […]
Hace 150 años que Joseph Conrad nació, y en el 2008 harán 110 años que escribió «El corazón de las tinieblas», una novela corta que marcó a la literatura para siempre, una novela corta que se lee y se estudia con todo respeto y emoción desde entonces.
Con solo un viaje al interior selvático del corazón, volveremos de allí diciendo «¡Horror!». Es tanto lo que nos desconocemos.
Conrad, en «El corazón de las tinieblas», pone a Marlow, el narrador, gobernando un barco necesitado continuamente de reparaciones, que remonta el curso de un río en la selva, contra corriente, hacia el interior, en busca de Kurtz para llevarlo de vuelta a la civilización. En el barco viaja gente difícil de compaginar, desde el más salvaje, tribal y primitivo, hasta el que se atribuye el título de civilizado. Marlow sobrelleva la extremada convivencia y se impone en los conflictos manteniéndose a cierta distancia de unos y otros. Sabe que aquella amalgama de caracteres es el fruto de su vida. Viajando con ellos podrá ver algo de lo oculto en el ser humano, pero habrá situaciones a las que pondrá límite. Es el indicio de que no va a traspasar la barrera entre la civilización y la barbarie, entre lo que nos han enseñado y lo que somos, algo que Kurtz, aquél al que va a buscar, ya había hecho. Marlow había oído hablar tanto y de manera tan emblemática de Kurtz que lo admiraba, y bajo esa impresión se dispuso a sacarlo de la selva. Viajaba con el encargo de una empresa dedicada a la explotación del marfil, de hacer lo que fuese necesario para devolver a su empleado Kurtz a Inglaterra. En la ciudad, en el mundo moderno, la prometida de Kurtz esperaba su llegada, y le esperaba para formar una familia típicamente burguesa. Kurtz debía rendir cuentas ante la sociedad que le había educado: cumplir con la empresa y formar una familia. La sociedad que le envió, la empresa que le envió, no había contado con que vivir en la selva es vivir en lo desconocido, es vivir en lo que ha ella, a la sociedad-la empresa, le da miedo. A Marlow le han inculcado la idea de volver siempre, debe volver, la sociedad le dice que solo puede, podemos, vivir entre multitudes cumplidoras de lo establecido por medio de normas estrictas. Nosotros, según Conrad, no tenemos pensamiento propio.
Si Marlow debía cumplir su misión, recuperar al otro, sacarlo de lo extraño, arrancarlo del corazón de las tinieblas, Kurtz va a morir antes de ser devuelto a la sociedad dejando ver a su rescatador lo que éste no había visto antes, lo que le dejará trastocado para el resto de su vida. De vuelta a Inglaterra, a Marlow le queda algo más por cumplir, él, que como consecuencia de todo esto se ha empezado a conocer, debe contar a la novia de Kurtz lo sucedido, pero qué va a explicar, qué puede contar de lo que ha visto en lo más hondo del corazón humano a la prometida de Kurtz: que va a contar a quien vive fuera del conocimiento, a quien espera la llegada de su caballero elevado a la quinta esencia «civilizadora». Marlow miente y trata de reconfortarla, emplea las formulas sociales que el sistema distribuye entre las multitudes para estos casos, es lo que ella espera de su visita. A él le queda aquel roce de lo selvático, aquello que para poder ser entendido se necesita otra conciencia, ha vuelto a su mundo, pero no lo ha hecho en las mismas condiciones en las que se encontraba al principio; Conrad parece hablarnos de la ley del eterno retorno.
Conrad reserva a las mujeres ciertos papeles en la novela. Observemos:
ELLAS BUSCAN ACUERDOS.
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La tía de Marlow negocia con los dueños de la empresa que tiene delegados en El Congo para que le den una misión a su sobrino, por eso Marlow puede viajar. Los dueños le dan esa oportunidad de vivir, y como toda vida que se precie se completará cuando pase su infierno. Viaje como la Odisea, de Homero, La Eneida, de Virgilio, La Divina Comedia, de Dante, Don Quijote, de Cervantes.
Río arriba, habiendo llegado Marlow a un punto establecido por la Compañía como lugar de almacenaje de marfil, tiene una experiencia, que le conmocionará, con una mujer y un hombre nativos sirviendo a los blancos. Llegan miembros de otra tribu y crean una atmósfera de amenaza, vienen de lo extraño, y cuando el peligro se hace realidad, la mujer nativa interviene resolviendo el conflicto.
ELLAS AMAN COMPROMETIDAMENTE.
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La mujer con la que vivía Kurtz en la selva, cuando ve cómo los blancos recién llegados se llevan a aquel hombre al que ama, grita de una forma desgarradora, estremeciendo a todos y a la misma selva que los rodea. Le secuestran al hombre íntegro. El sufrimiento que le causan puede llevarla a la muerte.
Por otra parte Kurtz dejó una mujer en el mundo civilizado con la que estaba prometido. Marlow, a su vuelta, va a visitarla para comunicarle la muerte de Kurtz. Siente la obligación de decirle cómo ha vivido aquél y cómo sus últimas palabras no han sido para ella. Lo último que dijo fue «¡Horror!», ¿por lo que vio que ardía en el corazón humano?, ¿en el corazón de las tinieblas? Ella es una mujer que se quedó en el mundo civilizado y piensa que se debe al que se fue.
LAS PARCAS.
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No se puede dejar de mencionar a las dos mujeres, una joven y otra vieja, que están en la recepción de la compañía naviera a la que Marlow va a firmar su contrato. La joven hacía pasar a las oficinas de la compañía a los infelices que llegaban, mientras que la otra, vieja, los miraba con placidez rápida e indiferente, con despreocupada sabiduría: «Parecía saberlo todo», nos dice el narrador. Las dos, según Marlow, tejían con lana negra y «parecían guardar la puerta de las Tinieblas.»
La posición de las mujeres recuerda a las tres parcas, las tres deidades mitológicas hermanas que operaban sobre la vida de los seres humanos, Cloto, Láquesis y Átropos. Cloto, la primera, creaba el hilo de la vida, Láquesis, la segunda, lo enrollaba todo lo largo que era, y Átropos, la tercera, lo cortaba, acababa con la vida. Conrad era un amante de la mitología griega. La primera, Cloto, da inicio a la vida, al viaje de Marlow, es su tía que le busca el trabajo. La segunda, Láquesis, la que le permite que siga el curso de la vida a través de la aventura emprendida, es la joven que le da entrada en la Compañía. Y la tercera, Átropos, que corta la vida, es esa vieja que teje con lana negra y en su mirada indiferente muestra su saber complejo.
UNA REFLEXIÓN PESIMISTA DE CONRAD.
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Marlow, tras una conversación con su tía, dirá: «Es curioso lo lejos de la realidad que están las mujeres. Viven en un mundo propio, nunca ha habido nada parecido ni nunca lo podrá haber. Es demasiado bonito y, si lo fueran a construir se vendría abajo antes de la primera puesta de sol. Algún hecho maldito con el que los hombres hemos vivido resignados desde el día de la creación se alzaría y lo echaría todo por tierra.»
Se ha tratado de explicar el contenido de la novela como una lucha entre el bien y el mal, se ha dicho también que Conrad denunciaba la colonización europea de África, se ha hablado de su exposición como un largo monólogo, en cualquier caso creo que hay algunos otros aspectos y que he tratado de considerar aquí.
Más allá de esto último, leyendo a Conrad volvemos a los mitos, al paganismo, a lo primigenio, al corazón de las tinieblas.
Título: El corazón de las tinieblas.
Autor: Joseph Conrad.
Editoriales: Alianza y Punto de Lectura.