Hugo Moldiz, uno de los rehenes que la autoproclamada Añez tiene en la embajada de México en La Paz, se inserta en el debate sobre el fascismo en Bolivia con un su último libro: «El Golpe de Estado en Bolivia. La soledad de Evo Morales«. El texto constituye un estimulante desafío para analizar el carácter del golpe de Estado del 10 de noviembre.
Una de las principales tesis del libro (a la que se limita este comentario) es que el régimen instaurado por los golpistas NO es un régimen fascista y basa su argumentación en la discordancia de las características de este régimen con componentes teóricos que han desarrollado René Zavaleta y Atilio Borón. Los componentes desarrollados por Zavaleta, serían un proyecto fascista, un movimiento de masas y una estructura de poder fascista. Por su lado, Atilio Borón señalaría la existencia de una burguesía nacional, ampliación de la intervención del Estado en la economía y una política exterior nacionalista. Para resumir, Moldiz remata su argumento señalando que en principio no existirían las condiciones señaladas por los dos teóricos. Entonces, el régimen de Añez sería un régimen de ultraderecha, conservador, autoritario, con rasgos fascistoides, pero no es un régimen fascista.
Ahora bien, más allá del interés académico que puede resultar del análisis comparativo de las características del régimen con el modelo teórico, motiva el enunciado de Moldiz en relación a que la caracterización que se haga, puede -y debe- tener efectos al momento de formular estrategias y tácticas para enfrentar al golpismo
Ahora bien, lo primero que pienso que se puede poner en discusión es si resulta apropiado comparar un modelo teórico generado para estudiar realidades de países industrializados con realidades de sociedades de capitalismo subdesarrollado. Siendo así obviamente se encontrarán grandes diferencias, llegando a la conclusión, también obvia, que no hay concordancia.
Por otro lado, habrá que tener en cuenta que el régimen de Añez y los demás golpistas está en evolución, por lo tanto siempre será mejor compararlo con los estadios iníciales de la evolución de esos regímenes fascistas «clásicos», por llamarlos de algún modo. Entonces obviamente, se encontrará que en esos estadios evolutivos, esos regímenes tampoco llegaban a todos los requerimientos del modelo teórico.
Es acá donde, siento relevante la afirmación de Moldiz en relación a que la caracterización del régimen deberá determinar la formulación de tácticas y estrategias: Si lo que hay en Bolivia es un régimen en evolución al fascismo, pues es importante formular estrategias para detenerlo. Por eso la estrategia más acertada, en mi entender, es convocar a la conformación de un Gran Frente Antifascista que organice a todas las fuerzas democráticas, anti imperialistas y revolucionarias para enfrentar el advenimiento del fascismo. La alternativa es esperar que éste se desarrolle completamente, para que apruebe el examen que le hemos puesto y entonces recién conformar el frente antifascista. En este caso, hay una probabilidad que sean nuestros hijos los que conformen dicho frente porque nosotros estaremos ya bajo tierra, víctimas de la barbarie de su desarrollo.
Ahora bien, propongo en la discusión atrevernos a formular tesis que no estén ancladas en los modelos del pasado y menos aún en sociedades completamente distintas a las nuestras. En ese marco, postulo la idea que el fascismo surge allá donde las clases populares amenazan con arrebatarles el poder a las clases dominantes. En este orden, el fascismo constituiría la última línea de defensa de los regímenes capitalistas. Siendo la última línea de defensa y al haber sido derrotados en los marcos de las luchas democráticas, entonces recurren a la violencia, por eso son altamente autoritarios y naturalmente antidemocráticos. En esa última línea de defensa, recurren también a concentrar todo su poder social, por eso estimulan el racismo en las clases medias. Hacen también uso de todos sus recursos, entre ellos el que más llama la atención es el de la posverdad. Es decir, generan imaginarios falsos en la población para convencerle que han ocurrido cosas completamente distintas a las de la realidad, para obtener de ello réditos políticos.
Ahora bien, en ese marco, urge interpretar el golpe de Estado de noviembre, en parámetros históricos más largos. Por esta razón, al golpe de estado no sólo hay que verlo como un fenómeno de la coyuntura del momento. No sólo fue solamente un golpe a las elecciones del 20 de octubre, es decir, un desconocimiento de la nueva victoria electoral de Evo Morales. Tampoco fue solamente un golpe contra la última gestión gubernamental de Evo. Más bien el golpe fue contra el Proceso de Cambio, porque fue ese proceso el que amenazaba con arrebatarles el poder definitivamente a las clases dominantes. Al respecto, permítaseme un paréntesis. Estoy de acuerdo con la idea de que el proceso de cambio mostraba de algún modo un estancamiento. Sin embargo, y esto es lo que importa para la argumentación que seguimos, desde la derecha, la nueva reelección de Evo Morales fue vista como un intento de perpetuación, lo que en su percepción les arrebataría su poder.
Volviendo ahora a la línea de argumentación central, acá hay que tener en claro una cosa: El proceso de cambio no arrebató el poder a las oligarquías y las clases dominantes. El proceso de cambio logró conquistar sólo una esfera del poder de la sociedad, vale decir, el gobierno. Sin embargo, las clases dominantes mantenían el poder económico de la sociedad, el poder mediático de la sociedad, el poder coercitivo de la sociedad (FFAA y policía, ahora lo sabemos), el poder judicial en la sociedad, etc. En ese marco, el Proceso de Cambio, si se profundizaba, podía lograr una transformación de la sociedad y, en ese caso si amenazar con arrebatarles todo el poder a las clases dominantes. Fue entonces contra ese proceso que estuvo dirigido el golpe de Estado. Fue dirigido a evitar que las clases populares avanzaran en su transformación de la sociedad y terminarán arrebatándoles completamente el poder a las clases dominantes. Es ahí justamente que emerge el fascismo, con sus grupos paramilitares violentos, su clase media racista, el uso de su poder mediático que creó una realidad paralela en la que «Evo hizo fraude».
Ahora bien, lo importante acá es lo siguiente: La derecha sabe que ha perdido y seguirá perdiendo en los marcos del juego democrático. Por esa razón, muchos ya han señalado que la derecha no entregará fácilmente el gobierno a Luís Arce, cuando éste -según todos los pronósticos- gane las elecciones. Entonces comenzará a dibujarse el proyecto fascista de consolidación de su poder.
Finalmente, algunos comentarios sobre los elementos teóricos constitutivos de un régimen fascista. No veo posible que un régimen fascista, en una sociedad de capitalismo dependiente, vaya a desarrollar una política exterior nacionalista e independiente. Eso sería un contrasentido y eso también demuestra la inviabilidad de pretender ajustar la realidad latinoamericana al modelo teórico diseñado con la experiencia de otras sociedades en una época completamente distinta. Por el contrario, creo que un régimen fascista en una sociedad subdesarrollada desarrolla nexos de dependencia con el fascismo en el exterior. Véase en ese sentido la presencia del embajador de Bolsonaro en la reunión de fachos que decidió asignar el gobierno a Jeannine Añez.
Respecto a la burguesía nacional, ésa también estuvo ausente en la década del 70 cuando Banzer, a la cabeza de los fascistas y las oligarquías del momento, arremetió contra un proceso en el que las clases populares, con la Asamblea Popular y la tesis socialista de la COB, amenazaban con arrebatarles el poder. Esto nos lleva a concluir en que el fascismo, de ningún modo, es propiedad exclusiva de una determinada fracción de las clases dominantes, más bien, es «patrimonio» de todas ellas, más allá de que alguna de ellas pueda manejarlo mejor.
Finalmente cabe constatar que el presente esbozo analítico pasa por alto las consecuencias que traerá con sigo la crisis sanitaria del Corona Virus, algo que está generando incertidumbre en lo que sobrevendrá. Cabe esperar, pero sobre todo, trabajar para que la crisis genere las condiciones para impulsar nuestra contraofensiva popular que evite la consolidación de un régimen fascista.