En la izquierda boliviana hay un debate en torno a si el régimen de Añez es o no un régimen fascista. Quienes niegan el carácter fascista de este régimen señalan la vigencia del parlamento como su principal argumento. En este marco de razonamiento y siendo un régimen fascista completamente ajeno a uno democrático, la vigencia del parlamento en Bolivia sería la prueba de que el régimen de Añez, pese a los grupos paramilitares que actuaron en el golpe de Estado a Evo Morales, todavía es un régimen democrático, pues la sola vigencia de ese primer órgano del Estado constituye una garantía de que los derechos democráticos todavía rigen en Bolivia. Dentro de esta línea de razonamiento, se insiste en que los regímenes fascistas de la Europa de los años 20 y 30 del siglo XX -verdaderos prototipos del fascismo- abolieron el parlamento y, a partir de esa constatación señalan que el régimen de Añez no puede ser un régimen fascista.
En respuesta a esta argumentación, desde el otro lado del debate, sostenemos que resulta una falacia el pretender que los procesos históricos, para ser caracterizados del mismo modo, se repitan exactamente igual, independientemente de la época o del lugar. Obviamente, esto no sucederá nunca así. Cada sociedad y cada época tienen sus características y particularidades. Lo importante es tratar de discernir la esencia del fenómeno.
Por otro lado, ¿quiere compararse, la situación de la Bolivia de hoy con la Italia fascista de Mussolini o la Alemania Nazi de Hitler?, no se las compare cuando éstos regímenes ya estuvieron plenamente consolidados. Compáreselos, más bien cuando estos regímenes ascendían al poder y tanto Hitler como Mussolini hacían uso (y abuso) del parlamento.
Ahora bien, de lo que se trata ahora es de considerar justamente el uso y abuso que el régimen de Añez hace del parlamento y para eso, resulta oportuno reflexionar sobre 2 temáticas, las más importantes que le ha tocado tratar al parlamento bajo el gobierno de la autoproclamada.
En primer lugar, consideremos la ley de garantías para el ejercicio pleno de los derechos constitucionales, que se elaboró con la intensión de proteger a la ciudadanía en relación a la persecución política que realizaba el gobierno. Teniendo el Movimiento Al Socialismo mayoría calificada, (no sólo absoluta), era de suponer que la ley pasaría como por un tubo. Además, la ley estipulaba garantías que ya están consolidadas en la Constitución, por lo que no había motivo alguno para ponerle trabas. Sin embargo, el régimen de facto señaló que con esa ley se pretendía dar impunidad a quienes supuestamente habían cometido delitos y la remitió al Tribunal Constitucional, donde duerme el sueño de los justos. De este modo, de la manera más grotesca, y con el ardid más absurdo, una ley que no tenía porque ser trabada, teniendo el apoyo de una mayoría calificada del parlamento, ha sido reducida a la nada.
El segundo ejemplo, es tan grotesco como el primero. Se trata de la interpelación que se hizo al Ministro de Defensa Luís Fernando López, por las matanzas de Sacaba y Senkata en noviembre del año pasado. Siendo que el Ministro del gobierno de facto se burlaba del parlamento sin asistir a sus convocatorias, el parlamento decidió llevar adelante la censura contra dicho Ministro. Todos saben que, según la Constitución, el Ministro que sea censurado por el parlamento, debe ser destituido. Y la autoproclamada efectivamente los destituyó, solamente que lo volvió a designar en menos de 48 horas. De este modo, «cumplía» la formalidad de la Constitución de destituirlo, pero en realidad, se burló de ella, restituyéndolo a su cargo, en menos de que canta un gallo.
Ahora bien, después de esto, alguien que pretenda ser tomado en serio ¿puede realmente sostener que el parlamento en Bolivia está vigente? Pues obviamente que no.
Por el contrario, esa pantomima de parlamento que hay, le es muy funcional al régimen fascista, pues le sirve justamente para pretender una fachada democrática y que , «a nadie se le ocurra llamarlo antidemocrático, pues ahí está el parlamento«. De este modo, nuestros oponentes en este debate, caen en la trampa del fascismo con la ingenuidad de un niño.
Así también, eso que se llama parlamento, hoy en día, le ha servido al gobierno de facto para darle una supuesta legitimidad a su prorroguismo. Para eso si sirvió el parlamento: para que el fascismo busque su legitimidad en ese cuerpo.