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El futuro del Frente Ciudadano por México

Fuentes: Cambio de Michoacán

Sin la presencia de ninguna organización ciudadana o de la sociedad civil, se conformó finalmente el llamado Frente Ciudadano por México, que tampoco es por el bien de la nación, y que integran sólo tres partidos, el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano. Nada casual que dos de las organizaciones políticas firmantes del Pacto por […]

Sin la presencia de ninguna organización ciudadana o de la sociedad civil, se conformó finalmente el llamado Frente Ciudadano por México, que tampoco es por el bien de la nación, y que integran sólo tres partidos, el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano. Nada casual que dos de las organizaciones políticas firmantes del Pacto por México hayan escogido precisamente ese nombre y que ahora busquen camuflar su naturaleza partidaria bajo el neutral término de «ciudadano».

Largamente anunciado, ese frente mal puede ocultar su verdadera intención de enfrentar electoralmente al candidato que aparece a la cabeza de las preferencias, ésas sí ciudadanas, en prácticamente todas las encuestas y sondeos realizados hasta ahora. En aras de intentar derrotar a Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, se han unificado partidos que históricamente debían representar posiciones contrapuestas y han llegado al pragmatismo total, renunciando a todo perfil político definido y a toda ideología.

La cuestión es si han logrado efectivamente los protagonistas del Frente sumar más adeptos a sus filas o si, por el contrario, podrían retroceder en las preferencias electorales. La más reciente encuesta levantada por el Grupo Reforma, entre el 8 y el 13 de septiembre, es decir después de conformada la mencionada alianza electoral, arroja como resultado que una coalición conformada por Morena y el PT tendría más posibilidades de ganar la elección presidencial con 31 por ciento de las preferencias. En segundo lugar quedaría la posible alianza del PRI con el Partido Verde y Nueva Alianza, con 28 por ciento. Y en tercera posición el Frente Ciudadano por México, con sólo 24 por ciento, es decir siete puntos por debajo de la formación puntera. Cabe decir que se trata de una encuesta telefónica que involucra, por tanto, principalmente a ciudadanos ubicados en los sectores medios o acomodados de la sociedad. Si se incorporara también de los sectores empobrecidos probablemente los resultados variaran, pero no necesariamente en favor de la nueva y estrambótica asociación político-electoral.

Planteados tres escenarios de alternancia electoral, el primero entre el Frente Ciudadano y el PRI, el 54 por ciento de los consultados preferiría que gobernara la coalición y sólo 19 por ciento el PRI; en el segundo, entre López Obrador y el PRI, el 44 por ciento optaría por el tabasqueño y 24 por ciento por el partido oficial; y en el tercer escenario, entre López Obrador y el Frente Ciudadano por México, el 40 por ciento se inclinaría por el primero y el 37 por ciento por la coalición PAN-PRD-MC.

Es cierto que existen antecedentes de alianzas PAN-PRD en diversas entidades del país, varias de ellas exitosas en la contienda electoral; sobre todo las que se dieron en 2016, donde ambos partidos ganaron conjuntamente los gobiernos locales de Veracruz, Durango y Quintana Roo, y en Nayarit en este 2017. Con anterioridad, coaliciones semejantes habían triunfado en Nayarit en 1999, Chiapas en 2000, Yucatán en 2001, en 2010 Puebla, Sinaloa y Oaxaca (en este último caso con participación también de MC). En Sinaloa y Oaxaca los candidatos Mario López Valdés y Gabino Cue, respectivamente, eran de extracción priista y a la larga resultaron decepcionantes sus gestiones, lo que permitió el regreso del PRI y sus aliados a gobernar esas entidades.

Sin embargo, la situación de los ahora aliados no es la de 2016 ni la misma de hace unos meses. Ante la posibilidad de un triunfo del candidato de centro-izquierda de origen perredista, y al irse consolidando el acercamiento y la colaboración con Acción Nacional, el PRD ha sufrido la sangría de altos dirigentes, cuadros medios y militantes de base -por no hablar de las intenciones de voto de sus anteriores o potenciales sufragantes- que lo ubican ya en una cuarta posición en el escenario electoral. El ascenso de López Obrador y Morena en los sondeos de opinión se ha convertido en un poderoso imán para ciudadanos de muy diversas tendencias, pero particularmente del decadente y claudicante perredismo.

El PAN, por su parte, no se encuentra en su mejor momento. Las pugnas internas, en las que está comprometida la candidatura presidencial, amenazan con el enfrentamiento abierto y aun con rupturas entre el calderonismo y el grupo del hoy presidente Ricardo Anaya. El capricho de Felipe Calderón de hacer a su esposa Margarita Zavala (quien nunca ha ganado ninguna elección a ningún cargo público), sin posibilidad alguna de triunfo, y el hecho de que Anaya esté aprovechando ventajosamente su situación para promover, desde la dirigencia nacional del partido, su propia candidatura, colocan al partido blanquiazul en una situación muy comprometida.

Esa pugna se reflejó particularmente en la instalación de la mesa directiva del Senado para el nuevo periodo de sesiones, donde el calderonista Ernesto Cordero quedó como presidente con el apoyo del PRI y de sólo cinco senadores del PAN que se indisciplinaron a la línea dictada por Anaya y su coordinador parlamentario Fernando Herrera. Uno de esos senadores, el poblano Javier Lozano Alarcón, por si algo faltara, se encuentra involucrado en un escándalo por su relación con el presunto capo huachicolero Othón Muñoz Bravo, El Cachetes. Pero este escándalo podría alcanzar al tercer precandidato blanquiazul, Javier Moreno Valle. Según Lozano, el personaje le fue presentado por Sergio Moreno Valle, primo del hoy aspirante a la candidatura presidencial, quien ha sido, además, notario público en los negocios de Muñoz Bravo. El Cachetes, además, acompañó al propio Javier Moreno Valle en el arranque de su precampaña el pasado febrero con una cabalgata en Aldama, Tamaulipas.

El ahora bautizado como Frente Ciudadano por México, entonces, más que como una coalición para disputar la presidencia y una mayoría en el Congreso en el proceso electoral de 2018, parece como una tabla de salvación para el PRD y un esfuerzo del PAN para sumar fuerzas, a costa de lo que sea, para tratar de impedir el arribo de López Obrador a la presidencia.

Pero, más allá de la coyuntura electoral inmediata, la conformación del Frente dejará en los partidos coaligados marcas permanentes para el futuro. En aras de recuperar en algún grado la competitividad, éstos han sacrificado identidades y valores que de una u otra manera habían mantenido durante largos periodos. El deterioro político e ideológico del PRD, es cierto, viene de atrás, prácticamente desde que la dirección ha sido asumida por el grupo Nueva Izquierda, mejor conocido como Los Chuchos. Como ya se ha dicho por diversos comentaristas, el perfil opositor y de matriz cardenista con que nació el partido amarillo, se ha desvanecido al unificarse con el partido que ideológicamente le es más contrapuesto.

Y en cierto modo, lo mismo puede decirse de Movimiento Ciudadano, un organismo en el que cuadros pertenecientes a las logias masónicas (liberales) han tenido un papel protagonista, y que ahora se adhiere al programa del partido conservador católico más importante.

Y para el PAN, que, haiga sido como haiga sido, ha estado ya dos veces en el poder Ejecutivo federal, el pasar a depender -aun cuando logre que sus posturas políticas e ideológicas sean las dominantes en la coalición- de sus antes antagonistas para recuperar la competitividad, es un enorme retroceso a pesar de que Anaya lo quiera presentar como un avance.

De una u otra forma, en el caso mexicano, el PRD y el PAN representaban hasta hace no mucho los extremos de lo que el recientemente fallecido Giovanni Sartori llamaba un sistema de partidos de pluralismo polarizado. Normalmente, esos extremos han sido ocupados en otros países occidentales por los partidos socialcristianos o católicos, por una parte, y los comunistas o de izquierda socialista por la otra. Nunca estará de más recordar que en la fundación del PRD se integraron, además de la corriente nacionalista revolucionaria originada en el PRI y encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, tendencias provenientes del PCM-PSUM (que, ya como PMS, cedió su registro para que el partido del sol pudiera tener vida electoral), del maoísmo, del trotskismo y otras de los diversos matices de las izquierdas socialistas. Ninguna de esas herencias podrá ser reclamada en el futuro por lo que quede del Partido de la Revolución Democrática.

Hoy, tanto este último como el PAN, y Movimiento Ciudadano, se ubican en lo que el propio Sartori llama partidos pragmáticos, caracterización que correspondió siempre el PRI desde su fundación en 1946. Pero al transformarse de esa manera, no habrá obstáculos, al menos en el aspecto ideológico, para que tanto los blanquiazules como los perredistas hagan coaliciones, en lo futuro, con el mismo PRI, con el que ya hoy coinciden en el objetivo inmediato de frenar a López Obrador. Pero eso no es sino una forma más de la degradación de la política.

Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH.

Fuente: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc29636

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.