1. Los corruptos parlamentarios de PRI, PAN y PVEM desempolvaron ayer un dictamen de reforma a la Constitución (que en abril aprobó también el traidorcillo PRD) que define el «derecho a la movilidad», pero que en realidad autoriza «al Estado a buscar mecanismos alternativos» para prohibir, desbaratar, reprimir con cualquier pretexto, todo tipo de protestas […]
1. Los corruptos parlamentarios de PRI, PAN y PVEM desempolvaron ayer un dictamen de reforma a la Constitución (que en abril aprobó también el traidorcillo PRD) que define el «derecho a la movilidad», pero que en realidad autoriza «al Estado a buscar mecanismos alternativos» para prohibir, desbaratar, reprimir con cualquier pretexto, todo tipo de protestas y manifestaciones. Pretextan los HP (hijos de Pura) legisladores: ¿Cómo una manifestación de protesta, un plantón o un bloqueo va a impedir la «libre movilidad» de personas, coches, metrobús, cuando este país necesita movilidad? Me recuerda a un imbécil y bobo funcionario que me dijo: «Pedro, yo estoy de acuerdo con las manifestaciones porque son justas, pero háganlas a los tres de la mañana y en el periférico, para no perjudicar a nadie».
2. De esta gente cobarde que busca pretextos para no apoyar, hay mucha. Quisieran que les lleven su comidita a la casa sin luchar por ella y cuando se la quitan prefieren arrodillarse pidiendo favores para no tener que enfrentarse con el despojador. Dicen: «¿Para qué pelear si siempre dios provee?». Por ello el gobierno -que dice que los que protestan en las calles son minoría- hace leyes para acabar con las marchas de descontento. Hoy el PRD, que dice oponerse, quiere deslindarse cínicamente del PRI y PAN, pero silencian que también ellos aprobaron esa ley represiva y muchas más, cuando formaban el famoso «Pacto por México» y recibían jugosos dividendos del gobierno del PRI. Todos esos políticos son parte del Estado, cobran gigantescos salarios y votan por él.
3. Se calumnia a los jóvenes que al defender sus derechos y los del pueblo se cubren los rostros para no ser identificados y encarcelados por la policía; pero se olvida que las «caras risueñas» de Peña, Salinas, Cevallos, Azcárraga, Slim, son sólo máscaras o «cubrecaras» que tapan a gobernantes y empresarios represores y ladrones responsables del saqueo que ejercen sobre el país y sus trabajadores. Todos los políticos mexicanos guardan su «caradura» y se colocan la «carapolítica» risueña para conseguir votos. Tú lector, piensa nada más en la «carabonita» que han puesto Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña para no ser llevados a prisión acusados de desfalcos y asesinatos.
4. ¿Por qué tantas campañas contra los «vándalos que descomponen las manifestaciones» si gracias a esos jóvenes que se cubren el rostro estamos aprendiendo a defender con dignidad nuestros derechos pisoteados por décadas? ¿Acaso no conocemos que el desprecio contra los «Vandalorum», los Hunos de Atila, los Bárbaros que llegaron a Roma, el esclavo Espartaco, los comunistas expropiadores y anarquistas libertarios, es el odio del poder contra quienes exigen sus derechos y luchan con él? Los poderosos -que son los que hacen las leyes- exigen con razón el «respeto a la ley»; los idiotas, que sólo repiten, también piden «respeto a la ley». ¿No se dan cuenta estos tontos que las leyes las hicieron y las hacen para sujetar y reprimir al pueblo?
5. Las leyes del pueblo son otra cosa distinta porque deberían prohibir de entrada la gran propiedad privada, la acumulación de riquezas, la explotación del trabajo, la desigualdad social, la riqueza y la pobreza económica, obligar a trabajar para tener derecho a comer. Si se promulgaran estas leyes y se penara su incumplimiento, no existirían protestas ni manifestaciones. Pero en un país capitalista lo primero que se impone en las leyes es el derecho a la gran propiedad, el derecho a la acumulación de la riqueza, el derecho a la explotación del trabajo, a que es «natural» de que haya desigualdad y a una cruel y despótica división del trabajo entre el material y el intelectual y, desde de este, la explotación brutal del trabajo humano.
6. Los estudiantes de las universidades, del Politécnico, de las Normales rurales y urbanas, los jóvenes que se ubican en los 16 y 30 años de edad, ya no son más el «futuro» sino siempre han sido el presente, mucho más cuando luchan y saben defenderse, cuando piensan que sólo las rebeldías y las revoluciones pueden trasformar el mundo. Pero los «jóvenes» son indudablemente el pasado cuando piensan como los viejos que sólo buscan la paz, el orden y el progreso. ¿No es acaso un magnífico ejemplo de los valerosos estudiantes del Poli que al iniciar su lucha parecieron como un manjar fácil de tragarse por Gobernación y la SEP y ahora han desarrollado una maravillosa conciencia crítica y solidaria con los desaparecidos de Ayotzinapa, en la llamada mesa de diálogo?
7. No permitamos que los HP gobernantes nos sigan viendo la cara de tontos. Debemos batallar contra la imposición por el poder de esas leyes represivas luchando en las calles contra ellas y no respetándolas. ¿Por qué no preguntan al pueblo si quieren leyes para que los repriman o asesinen en las protestas? «Aplicar la ley», hecha por gobierno y empresarios, en México, significa golpear y castigar al pueblo porque nunca éste ha intervenido en su elaboración. La ley de «movilidad» que nos están imponiendo debe ser tirada a la basura, pisoteada, no respetada. ¿O están obligando al pueblo a tomar otros caminos más eficaces para enfrentar el poder? Los jóvenes y demás trabajadores darán la respuesta porque ellos tienen la palabra.
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