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A propósito de Mirage gay à Tel Aviv, de Jean Stern

El «homonacionalismo», bandera de la ocupación israelí

Fuentes: Orient XXI

Tel Aviv fue declarada en 2012 «mejor ciudad gay del mundo» tras una encuesta dirigida por la página gaycities.com y American Airlines, lo que le vale una frecuentación turística significativa, en particular en junio, cuando se celebra la Gay pride. Pero esta imagen «sea, sex and sun» de apertura y de tolerancia presentada en Occidente […]

Tel Aviv fue declarada en 2012 «mejor ciudad gay del mundo» tras una encuesta dirigida por la página gaycities.com y American Airlines, lo que le vale una frecuentación turística significativa, en particular en junio, cuando se celebra la Gay pride. Pero esta imagen «sea, sex and sun» de apertura y de tolerancia presentada en Occidente no es más que un espejismo, según Jean Stern /1. Pues para Israel, país a la vez colonizador y muy homófobo, resulta difícil pasar por un defensor de las libertades, aunque su política comunicativa intenta permanentemente hacerlo creer.

Tel Aviv se ha convertido en una de las ciudades más gay friendly del mundo. Los medios y las redes sociales presentan la ciudad israelí como un remanso de tolerancia, y uno de los grandes destinos de la fiesta mundializada. En 2016, 35 000 turistas gays -las mujeres estuvieron poco presentes- llegaron para participar en la parada anual del orgullo homosexual. Mejor aún, de creer a los centenares de artículos deslumbrados y páginas web entusiastas, el país entero se habría convertido en un paraíso para los homosexuales. Hasta el ejército, que subió a su cuenta de Facebook, en 2012, la foto de dos soldados cogiéndose tiernamente de la mano y presume de haber sido el segundo del mundo, tras el de los Países Bajos, en reconocer derechos a los militares homosexuales desde 1995.

Así, Israel se presenta a Occidente como un faro de la libertad individual y de la modernidad en medio de un Próximo Oriente retrógrado. Pero esta imagen es un espejismo según la investigación de Jean Stern, que sin duda hará que rechinen algunos dientes. Este antiguo periodista de Libération, periodista experimentado hoy redactor jefe de la revista de la sección francesa de Amnistía Internacional, La chronique, fue cofundador del magacín Gai pied, estandarte de la causa homosexual en los años 1980 y 1990. No le gusta ver funcionar a tope la «lavadora rosa» («pinkwashing»).

¿Cómo un país de fuerte tendencia homófoba puede hacerse pasar por un amigo de los gays? Pues un 46% de los israelitas estiman que la homosexualidad es una perversión, según un sondeo publicado en 2014 en el diario israelí Haaretz, opinión compartida por solo el 10% de los franceses. ¿Cómo un estado que reprime y coloniza a otro pueblo puede pasar por un defensor de las libertades?

«Modelo de dominación para los islamofobos y los reaccionarios, Israel se ofrece como modelo para los homosexuales«, deplora Jean Stern -de lo que se aprovecha evidentemente el gobierno de Benyamin Netanyahu.

La marca Israel

Pasando detrás del espejo, el periodista desmenuza con brío, a lo largo de una investigación sobre el terreno, los resortes ocultos de la confluencia entre una sofisticada comunicación oficial y una comunidad homosexual nacional e internacional ávida de normalidad e insensible a las realidades de la región. Al principio era el marketing. El éxito de «Tel Aviv capital gay mundial» es ante todo un éxito de las técnicas perfectamente controladas de la hasbara, la propaganda israelí. La imagen catastrófica del país que se agravó desde los años 2000 y la segunda intifada palestina condujo a la Ministra de Asuntos Exteriores Tzipi Livni a crear en 2007 una Israel brand management team (equipo de gestión de la marca Israel). Objetivo: atraer a los turistas, que se habían vuelto muy raros, haciendo desaparecer la ocupación, el muro, los palestinos oprimidos, las colonias e incluso el éxito de la high tech demasiado ligada a las armas y al ministerio de defensa. Hay también que hacer olvidar las peregrinaciones cristianas, vistas como anticuadas y practicadas por fieles sin mucho dinero. Sitio para Tel Aviv, sus bares enrollados, sus playas y su vida nocturna. Y sus hermosos jóvenes. Fue un diplomático israelí que estuvo destinado en Nueva York, David Saranga, especialista en redes sociales y respuestas digitales, quien primero tuvo la idea de añadir un componente específico: vender «la vida gay más que la vida de Jesús a los liberales gays americanos«.

La lavadora rosa se puso en marcha, pilotada por el Estado y el Ayuntamiento de Tel Aviv: campaña de promoción confiada a un gabinete especializado en el marketing gay con sede en los Países Bajos, subvenciones masivas, asunción de la «semana del orgullo» anual por el ayuntamiento, quien ilumina la fachada del ayuntamiento con los colores de la bandera arcoiris, gigantesco party para 10 000 personas en el campo de fútbol, etc. Un burbuja en medio de la guerra. Ramalá, la «capital» de Cisjordania, está a 60 km. Levantando los ojos hacia el mar, los juerguistas pueden ver pasar los aviones y los helicópteros que van a bombardear la banda de Gaza, distante 75 km. Pero no quieren saberlo. En el corazón de las fiestas, la respuesta a las preguntas de Jean Stern es siempre la misma. Dispuestas a desahogarse sobre el combate de las minorías y la libertad, las personas interrogadas «no saben demasiado» y «carecen de información» sobre Palestina, «es complicado«.

La «lavadora rosa»

En definitiva, les importa un comino; la lavadora rosa limpia también el interior. El libro presenta en su álbum de fotos a un adjunto al alcalde de Tel Aviv, sargento en la reserva, y su marido, capitán, posando orgullosamente en uniforme con sus tres hijas, nacidas por gestación subrogada, gracias a madres portadoras en India y en Tailandia. Una foto que pide ser descodificada por lo mucho que resume ella sola los ingredientes del «espejismo gay». Para casarse, los dos hombres tuvieron que ir al extranjero: el matrimonio para todos no está reconocido en Israel, como, por otra parte, tampoco el matrimonio civil para los heterosexuales.Y esos simpáticos papás son además miembros de un ejército de ocupación.

Pero cuando se entra en el mundo de la comunicación, hay que mantenerse en el tiempo lanzando regularmente nuevas iniciativas. La alcaldía de Tel Aviv sigue de cerca la actualidad, aunque esté a miles de kilómetros. En mayo de 2013, la consejera de prensa del alcalde de Tel Aviv descubre en la televisión la ceremonia del primer matrimonio homosexual en Francia tras la aprobación de la ley del 17 de marzo de 2013 «que abre el matrimonio a las parejas de personas del mismo sexo«. El alcalde les telefonea en persona para invitar a la pareja a la parada gay con todos los gastos pagados. El embajador de Francia reclamará el honor de alojarla en su residencia. En sus numerosas entrevistas, los casados, militantes LGTB, se niegan a pronunciarse sobre la política israelí. Volverán con el título de «embajadores de honor del Tel Aviv» progay. Otros representantes de la movida homosexual seguirán el mismo camino, como la delegación de «gays progresistas» americanos que no encontraron nada que decir sobre la ocupación.

Orientalismo sexual

Jean Stern descodifica, comenzando por la explotación del neoorientalismo que atrae a numerosos homosexuales a Israel. Para él, los judíos orientales, los mizrahi, reemplazarían en el imaginario gay a la figura del árabe, objeto de deseo exótico desde Lawrence de Arabia a André Gide pasando más recientemente por las barriadas parisinas, pero ya menos accesible en un mundo que se ha vuelto más peligroso. «El colmo para un país cada vez más racista, Israel utiliza su diversidad para relanzar el orientalismo sexual«.

Entre los israelíes, sin embargo, se da poco la mezcla, como muestra la penetrante descripción de una discoteca que organiza una vez al mes dos noches gays sucesivas, una para los «árabes israelíes», los palestinos de Israel que se quedaron en 1948, la siguiente para los israelíes judíos. La lavadora rosa también hace desaparecer las realidades sociales.

Los turistas gays, en general de clase acomodada, no ven nada de la pobreza engendrada por un Estado hoy ultraliberal. Una ceguera que deriva más en general de la orientación que algunos sociólogos califican de «homonacionalismo», «avatar entre otros de la lucha mundial entre opresores y oprimidos» que hace que muchos homosexuales blancos mantengan un discurso antiárabe. Las voces de los militantes que denuncian esta deriva son poco audibles. La cabeza pensante de la «revolución gay», Gal Uchovsky confía al autor: «La ocupación no interesa ya a los gays de Tel Aviv. Yo mismo, y mucha gente como yo, estamos convirtiéndonos en gente completamente convencional, nos hemos sumado al mundo normal«.

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

Notas

1/ Jean Stern, Mirage gay à Tel Aviv. Enquête

Éditions Libertalia, mars 2017; 168 pages + cahier couleurs 8 pages. – 14 euros

Fuente original: http://orientxxi.info/lu-vu-entendu/l-homonationalisme-drapeau-de-l-occupation-israelienne,1804