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El mundo digital y la inteligencia artificial: ¿hacia dónde nos llevan?

Fuentes: Rebelión

Patrón:Time is money, m’hija. Con la inteligencia artificial se gana tiempo.

Trabajadora:¿Y de qué me sirve ‘ganar tiempo’, patrón?

Este texto es una docuficción.

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Saanvi P., famosa periodista de India, habitualmente conocida en Occidente como “la abogada del diablo” por sus profundas y demoledoras entrevistas, reporteó a la Dra. Zahira K., también de la India, pero radicada desde hace tiempo en Occidente. Zahira trabajó en dos de las grandes tecnológicas de Silicon Valley (las conocidas como Big Tech), siendo despedida en ambos casos por sus posiciones beligerantes y de denuncia. Ahora es catedrática en una prestigiosa universidad estadounidense, y aporta como profesora invitada en India y en Gran Bretaña. Defiende una visión crítica del mundo digital y la inteligencia artificial, los ámbitos donde ella se mueve, siendo reconocida como una de las personas más preparadas en el mundo al respecto. Saanvi P. la entrevistó en la ciudad de Mumbai, la tierra natal de las dos, en idioma hindi. Por cortesía de la periodista, hoy nos permitimos presentar aquí la versión en español. No tiene desperdicio lo expresado por la doctora en informática, mostrando siempre una visión sumamente crítica del desarrollo de estas nuevas tecnologías, leyendo el fenómeno en clave marxista.

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Entrevistadora: Doctora: el mundo del futuro, que ya está presente hoy, pareciera llevarnos sin retorno por el ámbito de la virtualidad y la inteligencia artificial. En realidad: ¿hacia dónde nos lleva esto? ¿Qué nos puede decir al respecto?

Doctora Zahira K.: Efectivamente, todo eso llegó para quedarse, y no parece tener marcha atrás. Como toda nueva tecnología, bienvenida; pero conviene hacer algunas precisiones sobre esta nueva modalidad, porque sí, en realidad, está construyendo un nuevo mundo que hay que considerar con ojos críticos. Precisemos: por un lado, tenemos las tecnologías digitales. Las mismas constituyen el conjunto de herramientas, sistemas y dispositivos varios que se mueven con códigos binarios (0 y 1, luz encendida y apagada), y no con tecnología analógica. Esta última representa información mediante variaciones continuas de una señal, como voltaje, corriente o frecuencia. Las tecnologías digitales, por el contrario, permiten mayor precisión y fiabilidad en el almacenamiento, procesamiento y transmisión de datos, siendo menos susceptibles a interferencias, más fáciles de procesar y de manipular. Por eso se han impuesto. Las tecnologías digitales las encontramos en computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes, internet de las cosas, en las aplicaciones y redes sociales que funcionan en el marco de la super red de redes que es el internet, y definitivamente han revolucionado -y siguen haciéndolo- la forma en que vivimos, en que trabajamos y nos comunicamos, en que estudiamos y adquirimos conocimiento, la convivencia entre seres humanos, la manera en cómo nos divertimos, compramos y vendemos, nuestra relación con el sexo a través de las páginas de pornografía o de citas y un largo etcétera, permitiendo así la automatización de muchísimos procesos, la gestión de grandes cantidades de datos y la creación de nuevas y variadas formas de interacción social. En otros términos: estamos aquí ante una acumulación fabulosa de datos, lo que se conoce en inglés como big data. Uno de los aspectos más significativos, más especialmente importante del mundo digital, es el internet, que pasó a ser su columna vertebral. Desde sus albores con el ARPANET en la década de los 60 del pasado siglo como un elemento del mundo militar -ante la posibilidad de una devastación nuclear, para no perder el contacto entre la comandancia y las fuerzas operativas-, su evolución ha sido meteórica, y hoy dos tercios de la población mundial está conectada a esta red. La llegada de los teléfonos móviles llamados inteligentes y la posibilidad de conectividad tan fácil al internet por medio de ellos, abrió toda una modalidad civilizatoria nueva, quizá tan importante en la historia de la humanidad como, en su momento, el dominio del fuego, la aparición de la rueda, de la agricultura, o de los metales, y luego la revolución industrial. A esto, y tomando la pregunta que me hizo, hay que articular la inteligencia artificial. La relación establecida entre la misma y el mundo digital es muy estrecha, digamos que sinérgica (del griego clásico: “trabajo en conjunto”). Es decir: se retroalimentan mutuamente, y al crecer uno crece simultáneamente el otro polo. Digamos que el todo es algo más que la simple suma de las partes. Pero definamos claramente qué es la inteligencia artificial: es un campo de la informática enfocado a crear sistemas o máquinas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana. La inteligencia artificial se articula con el mundo digital por cuanto que se alimenta de grandes volúmenes de datos (imágenes, textos, sonidos, etc.), los cuales existen gracias a la digitalización, siendo que el internet, y la inconmensurable cantidad de datos que contiene, permite entrenar modelos de inteligencia artificial, para luego desplegarlos globalmente. Digamos que la inteligencia artificial impulsa la evolución del mundo digital. Para decirlo rápidamente: la inteligencia artificial busca replicar la inteligencia humana, ya se centrándose en la generación de nuevos contenidos (lo que llamamos inteligencia artificial generativa) generando nuevos contenidos a partir del análisis de datos ya existentes, o impulsando la inteligencia artificial general, que busca crear sistemas con capacidades cognitivas similares a las humanas, capaces de realizar cualquier tarea intelectual, incluso con más precisión que la humana. ¿Está claro esto?

Entrevistadora: Creo que sí. Lo importante es que nuestro público lo entienda, y su explicación me parece muy bien, muy puntual y esclarecedora, complicada porque el tema es complicado, pero presentado de una manera digerible para quienes no somos expertos. Ahora bien, y a partir de todo eso que nos dijo, esa inteligencia artificial y el mundo que está ayudando a construir, ¿nos trae beneficios o nos crea problemas?

Doctora Zahira K.: Partamos por decir muy afirmativamente que todo esto sí nos trae beneficios. Como todas las nuevas tecnologías que van apareciendo en la historia, lo digital, la inteligencia artificial y la robótica que se desprende de todo ello, nos otorgan enormes beneficios, y por supuesto, vale mucho la pena aprovecharlos. Digámoslo sin temor: la inteligencia artificial tiene muchas ventajas sobre la inteligencia de los seres humanos, pues puede procesar información a la velocidad de la luz y llevar a cabo tareas específicas sin distraerse, sin equivocarse, prediciendo resultados futuros de innumerables procesos, dado que tiene una capacidad de ver ángulos de los fenómenos que se nos escapan a los mortales humanos. Resuelve problemas mucho más efectivamente que nosotros, nos da muchísimas opciones que, cognitivamente, no se nos hubieran ocurrido, nos ahorra trabajo, en tareas repetitivas y rutinarias no tiene errores ni se cansa, nos ayuda a estudiar, a descifrar enigmas que no acertamos a comprender. Por eso decíamos que todo esto está creando un nuevo mundo, una nueva forma de vivir, una nueva cultura que, por supuesto, nos facilita y mejora la calidad de vida. Por dar solo algunos ejemplos, sin dudas ya conocidos: trabaja mejor que un humano, nos ahorra esfuerzos, nos pone en nuestras manos capacidades antes impensables, nos sirve para predecir el clima, saber por dónde viajar con mayor facilidad ahorrándonos atascos, traduce a la perfección cualquier lengua, puede identificar a una persona con una facilidad fabulosa en medio de una multitud, nos ayuda en las prácticas de la salud para que estemos más saludables ahorrándonos sufrimientos, puede prevenir infinidad de acontecimientos catastróficos, y un casi interminable etcétera. ¿Cómo podríamos decir que todo eso no nos mejora la vida? ¡Por supuesto que lo hace! En China, por ejemplo, se acaba de abrir el primer centro comercial del mundo dedicado exclusivamente a la venta de robots. “Robot Mall” se llama el emprendimiento, ubicado en Yizhuang, el distrito de alta tecnología de Pekín, conocido igualmente como Beijing E-Town. Existen más de 100 modelos distintos de humanoides ofrecidos que, por precios no mayores a 300 dólares, sirven para infinidad de cosas, como mayordomos mecánicos, réplicas hiperrealistas de personajes históricos, robots músicos capaces de integrar bandas completas, ayudantes en las más diversas tareas, y no me extrañaría que, igualmente, robots de uso sexual, hombres y/o mujeres, o todas las posibles combinaciones, dispuestos a satisfacernos en nuestros más intrincados y voluptuosos deseos. También los hay muchos más caros, con un perfil dedicado a la atención de salud, con capacidades de contribuir en la ciencia. Lo que quiero decir es que estos fabulosos ingenios, que combinan lo digital con la inteligencia artificial y la robótica de avanzada, ya están disponibles para hacer el día a día más ameno, más llevadero. ¿No es un beneficio todo eso?

Entrevistadora: ¿Y no hay ningún aspecto negativo en todo esto?

Doctora Zahira K.: Entramos aquí en un tema arduo, complicado. La fabulosa creatividad humana creó la computadora y el robot, el internet y el prodigio de la inteligencia artificial, pero no sabemos los alcances finales de todo eso, si podrán terminar manejando a la especie humana, o si eso no puede pasar de ciencia ficción catastrofista. Creo que este nuevo mundo que ya se abrió nos pone ante problemas. Usted lo preguntaba de esta manera: ¿hacia dónde nos lleva todo esto? Yo diría que son dos los problemas. Permítame explayarme. En la película “2001: Odisea del espacio”, de Stanley Kubrick, realizada en 1968 cuando recién empezaba a perfilarse todo este mundo y veíamos la serie estadounidense “Los supersónicos” como un preámbulo del futuro -¿se acuerdan de Robotina, por ejemplo, de las aceras que se desplazan, de vehículos voladores que, oprimiendo un botoncito, se convierten en un maletín?-…., pues bien, tanto en esta serie, pero fundamentalmente en la película de marras, la inteligencia artificial finalmente se muestra más inteligente que la humana y termina suplantándonos, tomando el control de las cosas. Al menos en esa película, hoy día ya un clásico cinematográfico: HAL 9000 nos subvierte (suena a IBM ¿no?). El filósofo y anarquista ruso Mijaíl Bakunin decía a fines del siglo XIX, no sin razón: “El ser humano creó a Dios y luego se arrodilló frente a él. Quién sabe si también se inclinará en breve frente a la máquina, frente al «robot»”. ¿No está sucediendo eso ahora, en forma creciente? ¿Nos suplantará toda esta parafernalia tecnológica? Existe una devoción ante los nuevos ingenios, y el consumismo voraz fomentado por las empresas que solo buscan lucrar, ha hecho de ello un camino que pareciera sin retorno. Adoramos estas “cosas” con el mismo fervor que antes, con un pensamiento mágico-animista, se veneraba a los dioses. Y si este mundo, esta modalidad ya impuesta, no nos suplanta, haciéndonos desaparecer como especie para el caso, todo esto nos plantea otro interrogante, quizá peor en un sentido: ¿qué mundo se está creando? ¿Qué sujeto emerge de todo ello? Es importante saber que en junio recién pasado, en la ciudad de San Francisco, California, Estados Unidos, se reunió un grupo de alrededor de 100 empresarios e investigadores expertos en inteligencia artificial con el objetivo de abordar el tema del fin de la humanidad y lo que podría suceder después, entendiendo que la inteligencia artificial general se encargaría de eso. Muchos genios de la informática muy conocedores de todo esto lo afirman categóricos: el ser humano puede desaparecer. Sigmund Freud, ese médico austríaco fundador del psicoanálisis a comienzos del siglo pasado, a su modo también lo dijo: cargamos una pulsión que nos puede hacer autodestruir. “Pulsión de muerte” la llamó él; Todestrib, en alemán. Pensemos, si no, en el desastre medioambiental que la humanidad ha producido. O en la posible guerra nuclear. El británico Geoffrey Hinton, Premio Nobel de Física en el 2024 y considerado “padrino” de la inteligencia artificial, quien trabajara en Google -de donde renunció-, nos advirtió que existe entre un 10% y un 20% de probabilidades de que, como en la película de Kubrick, esa inteligencia de deshaga de nosotros. Ello es totalmente concebible: si se le pregunta a la misma cómo acabar con la catástrofe ecológica que vivimos; la respuesta sencillamente puede ser acabar con la especie humana, que es la única especie de materia viva que ha logrado este desastre (por la contaminación impúdica, por la transformación irracional de la cubierta boscosa, por la desertificación, la falta de agua dulce y el efecto invernadero negativo que el modo de producción actual nos obliga a mantener). Muy claro, sin dudas. Pero hay algo: preguntada esa inteligencia por el fin de la humanidad, no dice que lo que hay que cambiar es el consumismo voraz que trae el capitalismo, sino que hay que terminar con la especie humana. ¿Por qué? Porque los algoritmos que la alimentan están hechos con cabeza capitalista.

Entrevistadora: ¿O sea que el problema aquí planteado no es la inteligencia artificial propiamente dicha sino el modo en que se la concibe?

Doctora Zahira K.: Eso digo. Somos nosotros, quienes diseñamos los algoritmos que definen cómo funciona todo este complejísimo sistema, los que creamos este posible monstruo. La información que alimenta la inteligencia artificial imita nuestros comportamientos. ¿Y cómo son esos comportamientos? Estamos cargados con los valores de una sociedad clasista, explotadora, cruel, nada solidaria, patriarcal, racista. Una sociedad que invierte más en armas que en satisfactores reales, en alimentos o medicinas. ¿Y todo eso para qué? Para satisfacer a esas grandes empresas que las fabrican: las estadounidenses Lockheed Martin, Raytheon, Boeing, General Dynamics, la británica BAE Systems o la francesa KNDS France, las rusas Rostec o Rosoboronexport, tan capitalistas como cualquiera de Occidente, o incluso las de India, como Bharat Electronics Limited (BEL) o Hindustan Aeronautics Limited (HAL), todas con facturaciones astronómicas. Lo que prima ante todo es el lucro. Vez pasada escuché a alguien de izquierda, no en la India sino en Occidente, decir que un ingeniero nuclear en Cuba está mal, pero si se va a una potencia capitalista, va a estar mucho mejor. ¿Con qué valores está juzgando eso, aun siendo de izquierda? Con valores que no abandonan el capitalismo, el espíritu del consumo, la cultura de la posesión. ¿Se entiende por dónde voy? Insisto con la idea: el mundo actual gira en torno a la idea del beneficio económico, de la ganancia, del lucro empresarial. Tal persona “está bien” porque resolvió su situación económica. Un migrante de la India que va a Europa “mejora” ¿Mejora o, aunque tenga un mejor pasar material, es un paria visto eternamente como ciudadano de segunda, discriminado, aborrecido incluso? Cuando empezó a crecer todo este mundo de lo digital, el internet y la inteligencia artificial, fuimos muchas las personas -gente de ciencia en principio- que dijimos que eso sería bueno mantenerlo en el ámbito científico, no comercializarlo. ¿Y qué pasó? Exactamente lo contrario: todo se hizo un gran negocio que llenó de millones a unas pocas empresas tecnológicas -ahí están las Big Tech como unas de las principales dominadoras de la economía global- y permite a la gente estar contenta porque puede ver un meme, un tonto videíto de TikTok o recibir muchos likes haciéndoles sentir importante. El egipcio Mo Gawdat, quien fuera miembro de Google en algún momento, en su libro “La inteligencia que asusta: El futuro de la inteligencia artificial y cómo podemos salvar nuestro mundo”, que creo se publicó en el 2021, dice literalmente -lo recuerdo de memoria, porque me pareció muy atinado- que “Las máquinas que estamos creando, de momento, suelen recibir instrucciones para obtener el máximo dinero y poder.” ¿Queda claro? ¡Obtener el máximo dinero y poder! Eso no lo piensa la máquina; lo piensa quien la diseña. Y agrega, muy acertadamente: “Nuestras criaturas con inteligencia artificial no tienen la culpa de lo que sus padres digitales, los que las codificaron, les enseñaron”. Hay quienes piensan, como la referida película de Kubrick, que esa inteligencia es la malvada. Creo que no va por ahí el problema. El problema va en quién usa la tecnología, quien la concibe y el proyecto humano en que se encarna. La cuestión planteada hoy día es cómo regular este portentoso ingenio, para que no sea el genio que se sale de la botella y nos fagocita. Daniel Faggella, este experto informático fundador de Emerj Artificial Intelligence Research, anfitrión en esta reunión en San Francisco que hace un momento cité, dijo que “los grandes laboratorios saben que la inteligencia artificial general probablemente acabará con la humanidad, pero no hablan de ello porque los incentivos no lo permiten”.

Entrevistadora: Pero ¿cómo es esto, doctora: realmente este genio salido de la botella podrá terminar con la especie humana? ¿O eso es un mito?

Doctora Zahira K.: ¿Qué va a suceder en un futuro? es imposible decirlo. Que estos ingenios tomen el control y nos hagan desaparecer no es lo que más me preocupa. Eso es posible, claro; por eso hay que poner rigurosos marcos regulatorios para su desarrollo. Me preocupa más que con estos dispositivos en manos de los grandes capitales que manejan el mundo -son ellos quienes los cargan con los correspondientes algoritmos- se pueda hacer desaparecer gente seleccionada, grupos determinados; es decir, no que la inteligencia artificial nos haga desaparecer a todos como especie, sino a la población que, para la lógica de dominación que impera, está de más. Suena patético, pero es así. Por supuesto que nadie “sobra”; la gente no puede “sobrar”; pero para cierta lógica economicista del capitalismo, donde lo único que cuenta es la tasa de ganancia, el lucro empresarial, lo que consideran “superpoblación”, es un problema. Con la robótica actual, y en este marco capitalista, cada vez “sobra” más gente. Por eso los poderes dominantes ya están pensando en una renta básica universal, para tener controladita a toda la población mundial, los integrados y quienes sobren. ¿O en eliminarlos también? De esa cuenta, y amparados en el más rancio supremacismo con aires malthusianos -¿se acuerdan del británico Malthus del siglo XIX que decía que había que detener el crecimiento de tanta población?-, no falta quien piensa -y expresa claramente, y de seguro trabaja para que así se cumpla- que hay “gente sobrante” (¿a la que habría que eliminar siguiendo ese razonamiento?). Por ejemplo, Larry Fink, presidente de BlackRock, uno de los fondos de inversión más grande del mundo, dijo sin tapujos en 2023 en una comparecencia en vivo -permítanme que lo cite literal, porque aquí tengo su grabación-: “Los ganadores son los países donde la población disminuye. Pensábamos que el crecimiento negativo de la población era un problema. Pero si hay xenofobia y no se deja entrar a nadie (habrá que agregar: y los eliminamos en sus propios países antes que lleguen al Norte), ahí se desarrollará la robótica, la inteligencia artificial y una gran tecnología. Eso aumentará la productividad, y por tanto, el nivel de vida. Sustituir a los humanos por máquinas será más fácil en los países donde su población disminuye.” Esta idea de hacer disminuir la población no es nueva. Ya lo hicieron Estados Unidos, Suecia, Noruega. En la India se hizo, ¡qué escándalo! Control de la natalidad, ahora disfrazado con el eufemismo de “planificación familiar”. Eso sí me asusta, me preocupa sobremanera. Así como me asusta las estrategias que tiene la Casa Blanca para seguir manteniendo o, mejor dicho, para intentar seguir manteniendo el poder ostentado hasta ahora, y que ve que ahora va perdiendo, para lo que puede apelar a cualquier cosa. Por ejemplo, esta guerra infinita que mantiene, que es una virtual Tercera Guerra Mundial no declarada, con doctrinas que la sostienen: Bush hijo había hablado de “caos constructivo”. ¡Qué disparate! Y el actual mandatario, Donald Trump, habla de un “Imperio del caos”: una guerra continua en distintas intensidades para que nadie le quite el cetro. ¡A eso hay que tenerle miedo! En otras palabras: el mundo digital y estas superinteligencias nos están cambiando en nuestra forma de ser más honda, como seres humanos, como sujetos criados por otros humanos, tal como hemos sido por milenios y milenios, con fallas, errores, aciertos, genialidades, virtudes, luces y sombras. Todo esto novedoso está alterando ese marco, está creando otro tipo de humanos. Pensemos en seres humanos de un posible futuro muy próximo concebidos por inseminación artificial, atendidos desde el vamos por una computadora, sentados eternamente ante una pantalla, hablando solo con un chatbot. ¿Qué saldrá de allí? Ese es el principal problema que me inquieta. Lo otro, la desaparición de la especie a manos de una inteligencia que nos supera, de un HAL 9000 desatado, es una especulación. Puede suceder, o no. Las opiniones están muy divididas. Pero sí también puede suceder la desaparición selectiva. Eso dijo la kenyana Wangari Maathai en relación a la aparición del VIH en África. Vale la pena reflexionar sobre todo eso.

Entrevistadora: ¿Y esto de los hackers, por ejemplo? ¿No existe allí un verdadero peligro?

Doctora Zahira K.: Por supuesto, lo hay. Pero esas son manipulaciones que hacemos los humanos, gracias a la tecnología disponible, para lograr objetivos. O, dicho de otro modo: para imponernos, para vencer. Me resuenan las palabras que recién cité: ¡Obtener el máximo dinero y poder! Triunfar, ganarle al otro. ¿Dónde quedó la solidaridad? Por supuesto que hay una terrible, monstruosa guerra declarada entre las potencias en torno a estos campos. Es sabido que cada vez se da una mayor imbricación entre los grandes megacapitales y las tecnologías más avanzadas con la industria bélica. Los así llamados tecnomagnates, que se exhibieron vanidosos en primera fila en la ceremonia de asunción del segundo mandato del presidente Trump a principios de 2025 representando a las cada vez más poderosas Big Tech: Google, Microsoft, Meta, Amazon, Palantir Technologies, OpenAI, Nvidia), pasan a ser parte del entramado llamado “complejo militar-industrial” de Estados Unidos. El mandatario ha declarado que se invertirá un billón de dólares en 2026 para “modernizar las fuerzas armadas”, señalando la introducción de la inteligencia artificial en el campo de la defensa. Para mostrar que esa unión va muy en serio, en el pasado mes de junio el Ejército de Estados Unidos formó el Destacamento 201, a cargo del jefe de Estado Mayor, general Randy George, quien declaró -y permítame citar literalmente, porque aquí tengo la publicación- que ahí se va a “fusionar la experiencia tecnológica de vanguardia con la innovación militar” para “vincular a las empresas privadas más innovadoras del país con nuestras misiones militares más importantes”. Creo que ahí anida el problema. Por supuesto que hay hackers que pueden hacer cualquier cosa, como el famoso apagón de España y Portugal que vimos vez pasada, lo cual no quedó del todo claro en sus orígenes (la versión oficial fue una falla técnica; puede ser, pero también pude ser un experimento de lo que podrá venir). Insisto: el auténtico problema sigue estando en las relaciones humanas, en los juegos de poder. No hay que olvidar nunca que el mundo se mueve en medio de una encarnizada lucha de clases, de feroces intereses económicos. Si me permite, me gustaría citar lo que quiero decir con un ejemplo: en Estados Unidos, la supuesta “tierra de la libertad”, a los esclavos que, con sus sacrificados trabajos, contribuyeron a edificar su grandeza, se les colocaba una bola negra de hierro con una cadena y un grillete amarradas al pie, para que no pudieran huir. Eufemísticamente la llamaban BlackBerry, que en inglés significa “cereza negra”. No podían escapar de esa cereza negra. Significativamente uno de los teléfonos móviles más populares de estos años se llamaba así, desarrollado por la empresa canadiense homónima. Estas tecnologías digitales ¿nos tienen encadenados entonces? Sí, y ese es el problema. Si alguien se beneficia de eso, por supuesto no es el esclavo.

Entrevistadora: ¿Estamos esclavizados? ¿Digitan totalmente nuestras vidas entonces?

Doctora Zahira K.: Por allí va la situación. El mundo digital, del que es inseparable la inteligencia artificial que parece “resolverlo todo”, mundo que ya se ha impuesto sin miras de cambio, nos invita a reflexionar hacia dónde vamos. Y, por tanto, a buscar los correctivos si fuera el caso. Estamos ante el total primado de lo superficial, de la inmediatez banal, con noticias que no son noticias, sino fake news, habiéndose llegado a hablar de post verdad -¿ya no hay criterio de veracidad?, ¿todo puede ser un holograma, una mentira bien empaquetada?-. En esa lógica se inscribe la apología de la imagen, siempre retocada, falseada; y ahí están las redes sociales que permiten la tergiversación de lo que se ve llevado a un grado máximo con filtros y triquiñuelas varias: un obeso puede parecer delgado, una anciana puede parecer una quinceañera, alguien de ojos negros aparece con ojos verdes, etc. Habitamos, o mejor dicho: nos hacen habitar, en una nube digital donde los poderes dominantes nos viven confundiendo, el feo parece hermoso y las asimetrías socioeconómicas se presentan como inexorables y naturales. Llevamos esa cereza negra definitivamente amarrada a nuestras vidas. Y tan es así que los poderes dominantes -léase: el capitalismo- nos invita -mejor dicho: nos obliga- a no pensar. La inteligencia artificial piensa por nosotros. Sin quitarle el extraordinario valor que eso tiene, también debemos preguntarnos dónde quedó el pensamiento crítico. La lectura, algo mucho más profundo y analítico que la sola recepción de imágenes, va quedando en la historia. ¿Cuánto lee un ciudadano medio hoy comparado con el de medio siglo atrás? Muchísimo menos. ¿Cuántas imágenes consume? Infinitamente más. La imagen no permite pensar; como se dice: una imagen dice mucho más que mil palabras. Hoy todo es audiovisual. Y ahí están los net centers, creadores de opinión pública a partir de viles mentiras. Brzezinsky, uno de los más destacados ideólogos de la derecha, decía que hay que manipular a las masas a través de mentiras bien empaquetadas, con “entretenimientos estúpidos que muevan los sentimientos y eviten pensar”, expresaba el austro-germano Anders. Más claro, imposible. Las redes sociales, de las que cada vez pareciera que se puede prescindir menos, pues cada vez más se vive “conectado”, han pasado a ser la nueva biblia social… montando mentira tras mentira, banalidad tras banalidad. Todo está en la red, y San Google -ahora también San ChatGPT- pasaron a ser la nueva deidad. Era profético lo que decía Bakunin. No debe olvidarse, no obstante, que buena parte de la humanidad (aproximadamente un tercio: cerca de tres mil millones) no tiene de momento acceso a estas tecnologías (muchos, incluso, ni siquiera acceden a energía eléctrica). Valga citar estas palabras: “Sin África, Francia no tendría historia en el siglo XXI”, dijo sin ninguna vergüenza el ex presidente ¿socialista? francés François Mitterrand, en abierta alusión a los recursos que rapiña la metrópoli en sus excolonias (ahora neocolonias): uranio, petróleo, gas, oro. Solo a título de desgarrador ejemplo: el “culto y refinado” país sede de la UNESCO, en París, la llamada “ciudad luz”, genera casi el 70% de su electricidad a partir del uranio nigeriano, que roba descaradamente con contratos leoninos, mientras que en ese país africano -hasta antes de la revolución socialista que está teniendo lugar en la región y de la que la prensa capitalista no habla una palabra, o habla denigrándola- no llegaba al 15% la población que contaba con energía eléctrica. No debe olvidarse nunca que esa es la radiografía del mundo actual. El internet es el futuro, se dice; pero hay gente que todavía se ilumina con un candil. Y ¿cuál es el futuro: pasar horas diarias viendo TikTok?

Entrevistadora: Entonces ¿el problema de fondo no está en la tecnología, sino en quien y para qué la utiliza?

Doctora Zahira K.: Exactamente. Las nuevas tecnologías que se vienen abriendo paso desde hace algunas décadas a nivel mundial van estableciendo un nuevo tipo de sociedad, una nueva modalidad de relaciones interhumanas y, según podría preguntarse: ¿un nuevo sujeto? Enfaticemos en algo: el sistema-mundo actual sigue marcado por el modo de producción capitalista, con algunas puntuales excepciones: China y su peculiar “socialismo de mercado” o “socialismo a la china” y algunas pocas trincheras que persisten por allí, golpeadas y acorraladas por el capitalismo global: Cuba, Norcorea, Vietnam. El mundo de la “libre empresa” -que no es nada libre, por cierto- está muy sólidamente instalado, y en este momento no se ven fuerzas suficientes para transformarlo. El capitalismo, como todo sistema a través de la historia, puede cambiar. Lo cierto es que, en la actualidad, se lo descubre tan firme que se abre el interrogante sobre cómo derribarlo. Hoy los ideales revolucionarios están adormecidos; no digamos “superados”, porque el 85% de la población planetaria no ve ningún beneficio con la arquitectura económico-social actual, aunque tenga su teléfono móvil para ver TikToks, pero sí es evidente que no tiene la iniciativa. Las tecnologías, como fue siempre a través de la historia, sirven para desarrollar las fuerzas productivas. En otros términos: son instrumentos; pero no son ellas las que deciden la marcha del mundo, sino la forma en que son utilizadas socialmente. De todos modos, la rapidez vertiginosa y la profundidad que va teniendo la actual super revolución tecnológica en curso -infinitamente más profunda que la revolución industrial dieciochesca- marca de tal modo al sistema que abre interrogantes sobre cómo seguirá la sociedad global, hacia dónde va, y si podrá estar realmente al servicio de toda la población en algún momento, o seguirá perpetuando (o ampliando) las diferencias y la explotación, tal como sucede ahora. Si programamos una inteligencia artificial para que sea “poderosa” y busque “tener mucho dinero”, no es improbable que nos termine desapareciendo a quienes no somos poderosos ni ricos.

Entrevistadora: Como usted lo dijo hace un momento, doctora: el problema no está en esa superinteligencia, sino en la forma en que se la concibió, en el padre de la creatura.

Doctora Zahira K.: Así es. En otros términos: el problema no está en la herramienta tecnológica propiamente dicha sino en el proyecto humano en el cual se inscribe. Un martillo puede servir para clavar un clavo o para romperle la cabeza a alguien; la energía atómica puede servir para iluminar toda una ciudad o para hacerla volar por el aire. La cuestión está dada por las relaciones sociales en que los avances tecnológicos ocurren; sin embargo, las actuales tendencias de la tecnología (mundo digital, inteligencia artificial, todo esto de lo que hemos venido hablando, los robots super inteligentes) no solo cuestionan sobre cómo el capitalismo dominante las implementará, sino también sobre el sujeto a que están dando lugar. Está claro que en el mundo que se abrió con el capitalismo desde hace ya un par de siglos, o más, quizá desde el Renacimiento europeo, todo adelanto en las herramientas -la navegación a vela, la máquina de vapor, el ferrocarril, la producción en serie, la electricidad, las comunicaciones masivas, la informática, la robótica- ha favorecido siempre a la clase dominante. Toda mejora en los instrumentos de trabajo y de vida cotidiana, si bien llega como beneficio con cuentagotas a las grandes mayorías populares, favorece en principio, y fundamentalmente, a los grupos hegemónicos, dueños de los medios de producción. Las tecnologías que se vienen disparando desde fines del siglo pasado, potenciadas de un modo fabuloso por los encierros a que forzó la pandemia de Covid-19 (inteligencia artificial adaptativa, internet de las cosas con tecnología 5G y ahora ya vamos al 6G con una velocidad pasmosa, internet descentralizado o Web 3.0 (basado en tecnologías como blockchain y criptomonedas), superapps -también llamadas everythingapps, aplicaciones para todo, impresionantes-, realidad aumentada, plataformas en la nube especializadas por sector, todas esas maravillas abrieron paso en forma tajante a algo que ya venía preformándose: todo es “a distancia”, virtual: teletrabajo, teleconferencias, compras por internet, educación en línea, sexo por aplicaciones, esparcimiento virtual en 3D…. ¿Todo a distancia? Ahí hay un peligro enorme: entonces ¿ya no habrá sindicatos que luchan por los derechos laborales? ¿Habrá que conformarse con ser colaboradores y no trabajadores? Si todo es a distancia, mediado por una pantalla, ¿cómo sigue la vida? Pues así: sentados tranquilamente ante una pantalla. Podemos ser de izquierda revolucionaria si le damos like a una publicación “comprometida”. Lo humano, de esa forma, va cambiando. ¿Quién se beneficia de eso? Las grandes mayorías populares, no lo creo. Ya se hace psicoterapia a distancia, relaciones sexuales a distancia. Algunos curas católicos confiesan los pecados a distancia. Me parece que ahí está el verdadero peligro, y no en que estas maquinitas nos maten. ¿Se entiende? Todo este fabuloso instrumental tecnológico a disposición de la humanidad -o de ciertos grupos, porque hay muchísima gente que sigue viviendo en el subdesarrollo comparativo, que no tiene aún ni siquiera acceso a energía eléctrica y cultiva con arados de bueyes- está creando un nuevo sujeto.

Entrevistadora: ¿De qué nuevo sujeto estamos hablando entonces?

Doctora Zahira K.: Lo respondería con una pregunta: ¿cuál es la imagen del ciudadano de a pie que se va construyendo hoy, no solo para el ámbito de la producción, sino para todas las actividades humanas (estudio, diversión, tareas domésticas, vida sexual)? Pues: un sujeto sentado ante una pantalla. Definitivamente, diría que hay un duelo en relación a muchas formas de la interrelación humana conocida hasta ahora. Por ejemplo: el sexo fue siempre de “carne y hueso”, presencial, sintiendo -quizá gozando- los olores. ¿Se reemplazará eso con sexo remoto a través de lentes tridimensionales y pants con sensores para contactarse con una pareja que puede estar en las antípodas del globo terráqueo? Pareciera que vamos hacia un nuevo sujeto y una nueva forma de conocer, de transmitir ideas y sentimientos, de actuar en el mundo. Toda la parafernalia tecnológica que está instaurando el mundo digital, el internet, la inteligencia artificial y la robótica, de momento al menos en los marcos del capitalismo dominante, no sirve en absoluto para fomentar ninguna liberación, contrariamente a lo que nos repite machaconamente la corporación mediática capitalista. Si para algo está sirviendo esto es para dos cosas: 1) para aumentar la brecha tecnológica entre los que se conectan y quienes quedan al margen, aumentando en forma exponencial la ganancia de las grandes empresas dedicadas a ese comercio -de donde a mí me expulsaron por ser crítica-, y 2) para ejercer un control monumental sobre la población. Control de todo tipo: los poderes saben todo, absolutamente todo de nuestras vidas, de cómo pensamos, de qué preferimos, de nuestras tendencias. En otros términos: nos tienen absolutamente controlados, por eso lo de BlackBerry es tan oportuno. Habrá que establecer otro marco social para que esas herramientas sirvan a la causa humana, a una real liberación. Los robots podrían hacernos trabajar menos dejándonos más tiempo libre para otros disfrutes; la realidad es muy otra: gente queda desocupada, los precios de los productos no bajan y las diferencias económicas entre los que más tienen y los desposeídos se agigantan.

Entrevistadora: Entonces mi querida doctora, la construcción de ese nuevo sujeto alienado, manipulado hasta los huesos, controlado y vigilado día y noche, ¿ese entiende usted que es el verdadero problema de fondo de estas nuevas tecnologías?

Doctora Zahira K.: Así es, mi querida Saanvi. Todo ese fabuloso, magnífico, monumental arsenal técnico, nos podría hacer la vida más fácil, más digna incluso. ¿Podremos llegar a la vacuna contra el cáncer? Putin dijo que para noviembre de este año ya la tienen. ¡Genial si así fuera, y gracias a toda esa tecnología a la que hay que aplaudir! Pero tal como está hecha, en manos de unos pocos gigantes ultramillonarios, formando parte de las fuerzas armadas como dije hace un rato -Destacamento 201 del ejército de Estados Unidos a cargo del jefe de Estado Mayor, general Randy George, pueden buscar más datos en internet si les interesa-, si esa es la tendencia dominante, ¿cuáles son los beneficios para la gente común? Que tengamos acceso a una catarata interminable de datos para luego pasar horas viendo tonteras, memes que ayudan a no pensar o páginas pornográficas, ¿cuál es el beneficio? ¿Tener muchos likes que nos hagan sentir populares, por tanto exitosos? ¿A quién le sirve todo eso? El primado absoluto de lo audiovisual nos aleja cada vez más del pensamiento crítico; como decían estos ideólogos de la derecha, el proyecto es hacer que la gente no piense: pura distracción banal con entretenimientos estúpidos y forzado distanciamiento social, sintiéndonos felices si tenemos muchos likes. Por supuesto que todo esto es altamente adictivo, tanto o más que la cocaína o el fentanilo. Por eso creo que deberíamos dejar de alabar tanto esta presunta “revolución” que nos imponen, que de revolución no tiene nada. Solo nos hace más dependientes, alejados, manejables. Finalmente: un ejército de gente sumisa y bastante embrutecida. Leí por ahí, en una publicación en español que traduje con inteligencia artificial -se las leo: es de un tal Andrés Pabón Lara, creo es de España, muy agudo, por cierto, con un título muy sugestivo: “La izquierda que ama internet (aunque internet deteste la lucha de clases)”- y hago mías esas palabras: “Nos indigna profundamente ser testigos virtuales de tantas injusticias pero, de cierta manera terminamos replicando la pasividad que criticamos porque estamos ocupados reposteando en nuestras redes esas mismas evidencias. Hemos llegado a creer que nuestro aporte debería pasar por difundir esa realidad que hemos descubierto en nuestro celular, retuitear frases grandilocuentes y hermosamente radicales y, sobre todo, destruir retóricamente a los troles de derecha que inundan los chats…usando esos mismos chats. Asumimos como una práctica política de izquierda usar “la herramienta” del sistema opresor para atacarlo”. Si queremos cambiar realmente la sociedad -y yo quiero eso, lo afirmo sin temor, porque es imprescindible ese cambio-, las armas tecnológicas de que hoy dispone el enemigo de clase son terribles. Arrebatárselas se ve como imposible, porque le llevan siempre una monumental delantera al campo popular. Quién modela la cabeza de la gente: ¿la izquierda, con alguna página llamada alternativa, o los millones y millones de informaciones pro libre mercado que lanza la derecha? ¿Serviría hoy una revista Iskra impresa como en la época de Lenin? Firmar un petitorio en internet contra cualquier injustica puede dejarnos tranquilos y con la sensación de que “ya cumplí”; pero eso ni remotamente alcanza para transformar algo. Es como boicotear a la Coca-Cola y hoy no consumirla. Ni cosquillas le hará a la empresa. Recordemos que no porque tengamos muchísimos datos y podamos procesarlos a una gran velocidad, ganamos ya la batalla. La adicción que nos crea este nuevo mundo mediatizado por la imagen -incluso las imágenes en 3D, que se hacen tan reales, más reales que la realidad misma, y muy placentera- es dura, difícil de trabajar, como cualquier adicción. Hoy parecieran cerrados todos los caminos para el cambio. Pero justamente si somos inteligentes y creativos -pudimos llegar a crear la inteligencia artificial, por ejemplo- debemos buscar nuevos y efectivos caminos que sirvan a la gran masa humana. Ir contra la tecnología es un despropósito. En la Inglaterra de principios del siglo XIX, cuando surgía la revolución industrial, los primeros sindicatos anarquistas destruían las máquinas. No va por allí la cosa. Hay que seguir buscando nuevas fórmulas. ¿Nos podrá ayudar en esto la inteligencia artificial, o efectivamente nos lleva a la desaparición como especie?

Entrevistadora: Muchísimas gracias doctora. Ha sido un verdadero placer.

Blog del autor: https://mcolussi.blogspot.com/

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