En Bolivia, el 21 de febrero representa una fecha simbólica. Inmersa en una correlación de fuerzas que denota pugnas políticas, ideológicas y tecnológicas, el #21F expresa no sólo las tensiones internas sino externas, interesadas en el país. Un indicador de ese campo de batalla se manifiesta en las redes sociales, donde se ve la gran […]
En Bolivia, el 21 de febrero representa una fecha simbólica. Inmersa en una correlación de fuerzas que denota pugnas políticas, ideológicas y tecnológicas, el #21F expresa no sólo las tensiones internas sino externas, interesadas en el país. Un indicador de ese campo de batalla se manifiesta en las redes sociales, donde se ve la gran incidencia de cuentas provenientes de EEUU, México, España, Colombia, y Argentina, casi de manera permanente, y desde otros países como Perú y Brasil, esporádicamente. Eso se infiere de la revisión a algunas herramientas que permiten las propias redes como Twitter y Facebook.
Curiosamente, esas cuentas externas a nuestro territorio, se inscriben en la opción del #BoliviaDijoNo y #BoliviaGanó. ¿Qué mueve el interés de esos tuiteros y facebookeros «internacionalistas» a adherirse a la campaña de la oposición boliviana? En primera instancia, rechazan la gestión del Presidente Evo Morales. Segundo, convocan a movilizarse el #21F en diferentes ciudades y tercero, reivindican el resultado del referéndum de 2016, cuando el No superó al Sí, por una mínima diferencia. De esta manera, se suspendió la reforma constitucional que habilitaría la repostulación del Presidente.
La excesiva cantidad de tuits y retuits desde afuera, en las últimas semanas, muestra no sólo un comportamiento inusual en las redes sociales, sino una intromisión que vulnera nuestra soberanía tecnológica, comunicacional y en definitiva, soberanía nacional.
Por ello, vale la pena repasar el rol de las redes sociales en la sociedad, su poder, influencia y los desafíos que encarnan.
Política 2.0
Bastante se escribió acerca de la vigencia de la política 2.0. A través de las redes varios políticos hacen campaña electoral y ganan, casos representativos son los de Obama y Trump. Dada la velocidad de la realidad virtual el marketing político inventó la «campaña permanente» por la cual diversos líderes sostienen estrategias de constante captación de popularidad.
También es objeto constante de análisis que las redes sociales trabajan más con la «imagen» que con la palabra escrita. La individualización a la que nos sumergen las redes conduce a un interés por la vida de los demás. Se crea un círculo entorno al «sujeto» cubierto de emociones, percepciones, subjetividades y comportamientos.
De ahí que personas con responsabilidades públicas tomen cada vez más cuidado en exponerse o exponer a sus grupos cercanos, ya que la inmediatez de las redes sociales puede causar daños irreversibles. Un post mal empleado o una infamia se multiplica en miles y millones, en cuestión de segundos.
De lo individual a lo colectivo
Pero en las redes no solo pesa lo personal, sino lo colectivo y lo institucional. En este aspecto importa ver qué tipo de poderes se confrontan en la lucha por la hegemonía del sentido común, es decir qué imaginario seduce y convence a la sociedad.
Así como en décadas pasadas se estudiaba la estructura de propiedad de los medios de comunicación tradicionales, hoy por hoy, es menester conocer el origen y estructura de las redes sociales.
Facebook es la red por excelencia, cuenta con más de 1.350 millones de miembros en el planeta. Aparte de ser un mercado masivo para diversas empresas, en 2010, el jefe de seguridad de Facebook se pasó a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EEUU. En 2013 se conocieron las conexiones entre el Face, la NSA y agencias de inteligencia. Facebook también compró Instagram en 2012 y en 2014 el servicio de Whasapp.
A su vez, Twitter es un servicio de microblogging con sede en EEUU con un aproximado de 500 millones de usuari@s que genera cerca de 65 millones de tuits al día y cuenta con al menos 800 mil pedidos de búsquedas diarias.
Ambas plataformas son altamente rentables en miles de millones de dólares porque son dispositivos comerciales transnacionales. Pero como se ve, su importancia radica además en su composición política y militar, por lo que van en busca de mercados de consumidores y de «ciudadanía» adherente a su proyecto político.
En el país, Facebook alcanza cerca de 5 millones de usuari@s y casi 200 mil cuentas en Twitter, con un impacto en la juventud entre 18 y 29 años. Si bien ese número no representa con exactitud cuentas reales, pues existe un considerable porcentaje de ficticias, no es un número despreciable en cuanto a los fines que persiguen los propietarios interconectados de las redes sociales.
¿Verdad o mentira?
Desde la creación de la realidad virtual que opera en nuestras vidas cotidianas, la mentira puede ser verdad y lo cierto, dudoso. Esa es una de las condiciones tramposas que Facebook, Twiter o Whatsapp ofrece a los millones de usuari@s diseminados en el mundo.
Todos los rasgos descritos, que no se agotan ahí, desnudan un escenario complejo. En las redes se construyen imaginarios, identidades, individualidades, algún grado de colectividad, proyectos políticos, pero sobre todo se construye el perfil del «sujeto» político de este tiempo. Por eso no se trata de herramientas, sino de procesos que van más allá de lo comunicativo. Esa es la batalla que toca librar en el antes y el post de momentos tan emblemáticos como controversiales, tal como el 21 de febrero.
Claudia Espinoza I. es comunicadora
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.