El gobierno del presidente Luis Arce emitió un comunicado titulado “La unidad del pueblo es la garantía de la democracia intercultural”, interpretado como un llamado a disciplinar a su militancia, pero también como una denuncia contra la estrategia opositora y de la derecha regional en contra de los gobiernos y las corrientes de izquierda que comienzan a multiplicarse en el continente.
Entre los puntos más relevantes del documento, y quizás uno de los que más irritó a la oposición, se halla la reafirmación del liderazgo de Evo Morales en la conducción del Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP).
El documento pone de relieve que la derecha internacional está activamente interesada en la división y la fractura del MAS-IPSP, debido al mal ejemplo que constituye para el resto de los pueblos del continente, sobre todo cuando la derecha boliviana carece de un proyecto de país, que contrasta con el modelo económico que el Gobierno ha implementado desde que se recuperó la democracia en octubre de 2020, para dar continuidad a los cambios económicos, sociales y políticos.
El documento recuerda, además, que si algo enseña la experiencia del MAS-IPSP es que la unidad del pueblo organizado es su gran fortaleza. Superar y vencer al gobierno de facto no hubiera sido posible sin esa unidad de las organizaciones sociales y sin la determinación de cada uno de sus miembros. En esto es clave anteponer los intereses colectivos a los individuales, señala.
Una valoración positiva
Lo cierto es que a casi 18 meses del inicio de su mandato, la mitad de la población boliviana valora positivamente la gestión del presidente Luis Arce, un valor muy alto en comparación con la mayoría de los presidentes de la región, reveló el último sondeo realizado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).
El estudio señala que hay un alto grado de estabilidad que se sostiene en torno al 47 por ciento, tanto en imagen positiva como en evaluación económica, que está incluso un poquito más alta.
El 51,1 por ciento de los bolivianos no cree que pueda producirse un nuevo golpe de Estado en un futuro cercano. Hay un mayor grado de estabilidad social, política, también económica, porque se va dando una recuperación lenta pero progresiva, destaca el director del Celag, el español Alfredo Serrano Mancilla.
En sintonía, el 50 por ciento de los encuestados evalúa positivamente la gestión económica del gobierno, al tiempo que el 63 por ciento cree que Arce podrá mejorar en el corto y mediano plazo la situación económica. El gobierno de Arce partía de niveles de pobreza muy altos, fundamentalmente por el doble efecto de la pandemia unido al gobierno golpista de Jeanine Áñez, que provocó que se volviera a hablar de hambre en la ciudadanía boliviana, observó Serrano
Rápidamente Arce paralizó el intento de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que hizo la presidenta de facto Áñez, creó un primer bono contra el hambre y créditos a una tasa del 0,5 por ciento para el desarrollo productivo en los primeros días, para amortiguar los efectos de la pandemia y de la crisis social provocada por el gobierno anterior.
Asimismo, dos tercios de la ciudadanía se manifiestan en contra de la realización de un referéndum revocatorio contra el presidente, por entender que sería una pérdida de tiempo y un derroche de recursos económicos.
¿Proyecto alternativo?
La oposición parece incapaz de formular un proyecto alternativo al MAS-IPSP, por lo que apuesta a su implosión como única alternativa imaginable para recuperar el poder. Es parte de la última estrategia de la derecha y el imperialismo, por lo que debe tomarse en serio, a solo tres años de las próximas elecciones generales, señala José Galindo.
La unidad del MAS-IPSP ha sido el tema central en la agenda mediática de las últimas semanas, a partir de una serie de hechos que a juicio de la oposición política señalarían una inminente desarticulación del bloque de organizaciones populares más grande en la historia del país, tanto republicana como plurinacional.
La expulsión no consumada del diputado Rolando Cuéllar –cuestionó la legitimidad de ciertos liderazgos-, así como la expresión de algunas señales de rivalidad entre dirigentes, aparecen como indicios de que el instrumento de las organizaciones sociales se encuentra irremediablemente encaminado hacia el mismo destino que selló el final del otro gran partido de masas que marcó la segunda mitad del siglo XX en Bolivia: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
Boris Acosta Reyes. Sociólogo y periodista bolivano, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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