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El problema del transporte urbano es capitalista y mundial

Fuentes: Rebelión

        1. En las ciudades mexicanas el gasto familiar en el pago de transporte urbano de pasajeros representa más de la mitad del salario mínimo diario de 50 pesos (menos de cuatro y medio dólares) Los dueños de los autobuses o camiones de pasajeros, en comunión con los gobiernos, imponen alzas casi […]

 

 

 

 

1. En las ciudades mexicanas el gasto familiar en el pago de transporte urbano de pasajeros representa más de la mitad del salario mínimo diario de 50 pesos (menos de cuatro y medio dólares) Los dueños de los autobuses o camiones de pasajeros, en comunión con los gobiernos, imponen alzas casi cada año con el argumento de que «todo ha subido», sin importarles que los salarios de manera permanente vayan a la baja comparado con el crecimiento de los precios. Cada año aumentan los salarios un peso o dos mientras los artículos de la canasta básica suben al doble. Sólo en la Ciudad de México, donde López Obrador propagó la consigna de «Primero los pobres», se ha seguido subsidiando el trasporte como el Metro y se ha frenado las alzas en líneas de transporte privado. De tal manera que mientras en el DF se ha mantenido el precio en 2 pesos 50 centavos como promedio, en las demás ciudades el promedio es de 5 pesos.

 

2. Los empresarios jamás informan de sus enormes ganancias; se quejan solamente de que operan con pérdidas ocasionadas por pago de intereses, por altos costos de refacciones y por los robos de «chóferes» en los boletajes. Sin embargo investigaciones sobre esos dueños de camiones demuestran que viven como grandes ricos, sobre todo aquellos que tienen cuatro o cinco rutas y poseen decenas de autobuses. Los enojados pasajeros piensan que como inversionistas deben ganar dinero pero no tales cantidades que en corto tiempo los convierten en millonarios, y se preguntan: ¿Si no ganan como dicen los empresarios, por qué no se retiran del negocio? No deben olvidarse los empresarios que no son dueños de las rutas, que son permisionarios autorizados por el poder público. El gobierno en cualquier tiempo puede dejarlos sin permisos y concederlos a otra empresa; puede municipalizarlos o estatizarlos.

 

3. Tanto empresarios y gobierno aumentan los precios del transporte sin hacer estudios económicos de las ciudades o del estado. En Mérida decretan aumentos sin tomar en cuenta que Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Yucatán son los estados más pobres y miserables, mientras en otras entidades se poseen más recursos económicos y oportunidades para obtener mayores ingresos, tal como son los casos de Monterrey, Guadalajara, Estado de México o el DF. ¿Qué hacer ante la posibilidad que los empresarios demuestren que no ganan u obtienen poco? Pues los gobiernos tendrían que crear un subsidio para que la población pobre (única que lo usa) pueda transportarse. Esa debe ser la función de los subsidios: entregarlos a quienes lo necesitan y prohibir dárselos a banqueros, carreteros y negociantes que quebraron sus empresas. Mientras el gobierno no cree los empleos necesarios debe subsidiar a quien lo necesite.

 

4. En la sociedad capitalista (como la yanqui, la española o la mexicana) el problema principal del sector dominante de la población (empresarios y gobierno) es cómo obtener la máxima ganancia económica y acumular capital para hacer crecer su poder. A los capitalistas no les importa el tipo de negocio (vender alcohol u otra droga, vender niños robados, hacer negocios amparados en gobierno o religión alguna, etcétera; lo importante para el capitalista es «hacer dinero como se pueda y donde se pueda». Pero la inmensa mayoría de los capitalistas medios, pequeños y micros no tiene que ver con la droga y negocios ilegítimos, pero cuando se meten a algún negocio es para hacer dinero. ¿Podría ser de otra manera, distinta a los negocios para enriquecimiento individual? Podrían apoyarse la creación de cooperativas, de tiendas comunitarias y otras asociaciones donde las ganancias se dividan en la colectividad. Muy despreciadas hoy.

 

5. En Mérida ha crecido el uso de automotores privados que contaminan mucho la atmósfera. El Centro de la ciudad empieza a complicarse porque se permite que miles de vehículos particulares transiten en él o busquen estacionarse en el mismo Centro. Si se exigiera que automóviles y camionetas privadas no entren a la zona y si evitara que los camiones lo hagan, no habría problemas para que algunas rutas de autobuses o combis colectivos atraviesen el Centro para que la ciudadanía los tenga a la mano. En la medida en que el transporte brinde una buena organización de rutas transversales y sea barato, en ese ritmo se ocupará más. Para eso los arquitectos o ingenieros del Ayuntamiento que planean el transporte deben usar como único criterio el servicio a la comunidad y no a las ganancias exorbitantes de los permisionarios. No son los monopolios empresariales el eje, sino la comunidad que es a quien debe servirse.

 

6. Los ejes fundamentales para organizar el transporte urbano son, en primerísimo lugar, a) Tarifas de precios bajos, acordes a las condiciones de pobreza económica de Yucatán; b) Rutas largas transversales (sur/centro/norte, oriente/centro/poniente, etcétera, sin Terminal en el centro) y periféricas o concéntricas como las rutas de Circuito Colonias. c) Salario justo a los chóferes más prestaciones, evitando la necesidad de hacer trampas. En ese contexto los chóferes estarán contentos, no corretearán y serán amables con los pasajeros. Estos trabajadores deben estar organizados sindicalmente para que dejen de depender del capricho de los permisionarios: no se les podrá despedir del trabajo por manifestar sus ideas, por participar en alguna petición o protesta. Sólo se podrá actuar contra ellos por irresponsabilidad comprobada plenamente. A partir de que los chóferes gocen de buenos ingresos serán mucho más responsables, en caso contrario se justificarán las sanciones.

 

7. Si los empresarios llegaran a demostrar a la opinión pública que sus ganancias no son justas, por pequeñas; entonces habría que pensar más a fondo la solución del transporte. Quizá habría que cambiar a unidades pequeñas, baratas y de gastos menores, sustituyendo a las grandes unidades que circulan en horas del día con pocos pasajeros. Quizá el gobierno yucateco tendría que exigir subsidios para el transporte o quizá construir grandes líneas parecidas al Metro o al Metrobús de la ciudad de México. ¡Qué importante sería una línea que se inicie en el punto extremo de la calle 60 sur (por el Cerezo) y concluya donde se inicia la carretera al puerto de Progreso, pasando en la plaza principal! Así funcionan (con rutas de 30 a 50 kilómetros) autobuses o trenes en las más grandes ciudades del mundo. Pero en Mérida hay que comenzar diciéndole a los permisionarios que no son propietarios de rutas ni de Mérida y que no piensen que las malas costumbres se hacen ley.

 

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