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El profesor Eric Hobsbawm fue considerado uno de los mejores historiadores del siglo XX

Fuentes: The Independent

Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll.

Eric Hobsbawm fue uno de los historiadores más destacados del siglo XX y quizá mejor considerado fuera de las Islas Británicas que dentro de ellas. Marxista durante su vida adulta y miembro del Partido Comunista gran parte de ella, su influencia como historiador y pensador político fue más allá de estas filiaciones. Fue clave en la creación de la disciplina de historia social y la trilogía de las tres edades [The Age of Capital, The Age of Empire y The Age of Extremes] hizo popular la historia europea moderna e iluminó a un público más amplio. En los años 90 llegó a ser, para su sorpresa, una de las principales influencias intelectuales de Neil Kinnock [político del Partido Laborista británico] y más tarde de New Labour.

Eric John Ernest Hobsbaum nació en Alejandría, creció en Viena, Berlín y Londres, estudió en Cambridge y dio clases en universidades de todo el mundo, pero principalmente en el Birbeck College de la Universidad de Londres. Su padre murió cuando tenía 12 años y su madre cuando tenía 14 pero los primeros años de su vida le dieron visión de futuro, experiencia y una facilidad para los idiomas, de lo que se beneficiaron sus escritos posteriores. Afrontó las tragedias tempranas de los años 30, cuando el mundo se derrumbaba a su alrededor, mediante la dedicación al estudio y los asuntos intelectuales.

Leopold Percy Hobsbaum, el padre de Eric, nació en el seno de una familia judía de clase media en el East End de Londres y su madre, Nelly Gru, nació en Viena. Se conocieron en Egipto pero se mudaron a Austria a finales de la Primera Guerra Mundial. Allí Percy y su familia (Eric tenía una hermana llamada Nancy que tenía tres años menos que él) padecieron cada vez más estrechez, fallaron algunas incursiones comerciales y aunque Nelly intentó ganarse la vida como escritora, en 1929 vivían al día. Hobsbawm escribía en su fascinante autobiografía Interesting Times «no conozco a nadie tan poco apta como mi padre para ganarse la vida en un mundo tan despiadado».

Después de la muerte de su padre, Nelly quedó desamparada y fue a vivir con su madre; ella y Eric se ganaron la vida dando clases de inglés. Cuando Nelly enfermó enviaron a Nancy a Berlín para vivir con su tío Stanley y en 1931 Nelly se murió. Los párrafos más personales de Interesting Times hablan del amor hacia su madre mientras vivía «la mayor parte del tiempo apartado del mundo real, no tanto en un mundo de sueños sino en uno de curiosidad, averiguación, lectura solitaria, observación, comparación y experimentación…»

En 1931 la familia de Hobsbawm fue la de su tío Stanley y vivieron inicialmente en Berlín y luego, con la llegada de Hitler, en Londres. Pero esta familia fue también efímera. Gretl, la mujer de Stanley, falleció y Stanley se trasladó a Chile en 1939. Hobsbawm terminaba su licenciatura en Cambridge. Fue entonces cuando formuló el tema que «configuró permanentemente mi trabajo como historiador… las influencias sociales que determinan la forma y el contenido de la poesía (y de las ideas) en diferentes momentos».

Cambridge constituía «un extraño país nuevo» (según Noel Annan, «la aristocracia intelectual») pero para la mayoría representaba una continuación de su vida en el internado. La estancia de Hobsbawm en el King’s College estuvo dominado por el Partido Comunista dentro de un entorno intelectual que él recuerda como introvertido y en el que la investigación jugó un papel pequeño y todas las tardes se ocupaban con el deporte. Fue miembro de los Apóstoles de Cambridge [un club de debate], junto con Russell, Keynes, Wittgenstein, Moore y Forster.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue Sargento Instructor durante seis años, tiempo que consideró perdido, pero no le asignaron puestos de interés, seguramente debido a su entorno familiar europeo y su apoyo al comunismo. Después de casarse con una camarada, Muriel Seaman, volvió al King’s College como investigador, primero como estudiante y luego como gobernante de la Universidad, y empezó a dar clases en el Birbeck College que constituiría el centro de su vida profesional; sólo la New School for Social Research de Nueva York pudo compararse con el Birbeck College para Hobsbawm.

No tuvo acceso a ciertos puestos en Cambridge, debido seguramente a una forma más moderada de Macartismo que tuvo influencia en varias profesiones; la misma razón le impidió obtener una cátedra en el Birbeck College. Su primer matrimonio, del que nació su hijo Joshua, terminó en 1951 y en 1962 se casó con Marlene Schwartz.

En su autobiografía Hobsbawm le describió como «una vienesa con piel de ocelote» y simplemente le hizo feliz. Vivieron -junto con su hijo, Andy (asesor de medios digitales) y su hija Julia (director ejecutivo de Editorial Intelligence y catedrática de redes)- en Hampstead y Gales y celebraron cenas en el norte de Londres, lo que le proporcionó la estabilidad que faltó en la primera parte de su vida.

No se despojó en cambio de su pesimismo sobre los acontecimientos mundiales que ocuparon las discusiones en el Birbeck College; sus conocimientos enciclopédicos sobre los detalles arcanos de Italia, Europa Central o América Latina hicieron más convincente y deprimente este pesimismo para sus colegas.

La historia personal, el entorno intelectual y los acontecimientos públicos de un historiador afectan forzosamente su investigación y escritos. En el caso de Hobsbawm, el hecho de crecer en una Europa propensa al nazismo y al fascismo interactuó con su deseo de explicar la historia y encontró su expresión de conjunto dentro del marxismo. Su esquema explicativo imbuye todos sus escritos, igual que lo hizo el racionalismo de la ilustración europea del siglo XVIII, precursor esencial de Marx; de allí su énfasis en los intereses económicos como causa del comportamiento humano, expresado a menudo en términos de conciencia de clase.

Ayudó a los historiadores a entender los motivos utópicos de los hombres y las mujeres en los movimientos sociales, explicado en el libro Primitive Rebels. Ayudó a rescatar a estos movimientos de la «enorme condescendencia de la posteridad», en palabras de su amigo y colega E.P. Thompson. Fue la investigación en este tema lo que dio relieve a su reputación en Italia, la Península Ibérica y América Latina, donde lo agasajaron historiadores y presidentes.

El marxismo llevó a Hobsbawm a observar otros conceptos, tales como la identidad nacional o étnica, con escepticismo; alegaba que podrían entrar en conflicto con o impedir el reconocimiento de los intereses económicos o de clase subyacentes. Fue responsable, junto con Terence Ranger, de organizar una conferencia de lo más divertida y profunda para la revista Past and Present sobre la invención de la tradición. Hugh Trevor-Roper describió la invención de la falda escocesa en el siglo XVIII por un cuáquero inglés y Prys Morgan describió el desarrollo de un traje galés homogeneizado para mujeres .estilo Mamá Oca- por Lady Llanover en 1834. Pero Hobsbawm utilizó éste y otros ejemplos para demostrar el peligro del mal uso de la historia, ejemplificado más recientemente en el conflicto de los Balcanes. El concepto de identidad nacional, construida demasiadas veces para servir a los intereses de los políticos, conduce a los pueblos al desastre; esto lo llevó a ser siempre hostil hacia el sionismo.

Los historiadores alabaron su contribución durante los años 50 al «debate sobre el nivel de vida» y durante los años 60 y 70 a la creación de la disciplina de historia social. Desde Engels y Macaulay, los historiadores discuten si la Revolución Industrial mejoró la condición de la clase obrera. Hobsbawm utilizó una variedad de fuentes históricas para sugerir que el bienestar económico se deterioró a mediados del siglo XIX a consecuencia del auge de las fábricas y las ciudades industriales.

En su ensayo de 1971 «Desde la historia social a la historia de la sociedad» proporcionó una base teorética para la disciplina relativamente nueva de la historia social. Basándose, como siempre, en el marxismo se mostraba receptivo también a la sociología contemporánea, aunque desaprobaba su naturaleza no histórica. Apremió a los historiadores y a sí mismo a separarse de la antigua asociación de la historia social con la historia del trabajo. La historia social debía estudiar el comportamiento y la conciencia dentro de una variedad de áreas, lo que incluía su amado jazz. Resaltó también la importancia de una perspectiva internacionalista.

Los historiadores reconocen que la mayor contribución de Hobsbawm a su asignatura reside en la trilogía que le hizo popular a él y a la historia. Los títulos de la trilogía The Age of Capital 1848-1875, The Age of Empire1875-1914 y The Age of Extremes: the short century 1914-1991 aparecen en las listas de los más vendidos. Demuestran también los conocimientos extraordinarios de Hobsbawm , su erudición histórica, sus habilidades lingüísticas, su memoria y, sobre todo, su capacidad de síntesis y generalización.

Sería cínico sugerir que el éxito de Hobsbawm como historiador estimuló la envidia entre sus colegas. Pero los que no le perdonaban ser comunista sí se mostraban hostiles hacia él aunque lo estimaban. Algunos argumentaban que se podía entender su identificación intelectual con el marxismo debido a la época en la que le tocó vivir; pero defender al Partido Comunista después de que se dieran a conocer las atrocidades fue para otros inexcusable.

Los historiadores no existen para hacer juicios morales sino para explicar. La adhesión de Hobsbawm a la causa comunista es consecuencia de las circunstancias en las que, como judío, se le reclutó en Berlín en 1932. Más tarde se convirtió en una pasión absorbente en un mundo de caos y desastre inminente. Ahora que vivimos en otros tiempos, esta pasión es difícil de entender. Hoy, poca gente escribiría sobre la política que defiende, aunque quizá lo haga sobre su religión: «El partido era nuestra vida. Le dedicamos todo nuestro esfuerzo. A cambio nos devolvió la certeza de nuestra victoria y la experiencia de la fraternidad».

Es posible que su resistencia a desautorizar al comunismo, incluso cuando éste falló, se debiera a que no deseaba traicionar la memoria de sus antiguos camaradas. Ser comunista en los años 30 y 40 era peligroso. Escribió «No éramos liberales. El liberalismo había fallado. Dentro de la guerra que nos ocupaba no nos preguntábamos si debía haber un límite a los sacrificios que imponíamos sobre otros como tampoco a los que nos imponíamos sobre nosotros mismos. Como no teníamos el poder, ni lo íbamos a tener, lo que esperábamos era ser prisioneros y no carceleros». Como muchos otros antes de él y después de él, creyó que la causa -en su caso una sociedad socialista utópica- justificó el sacrifico que él y sus camaradas estaban dispuestos a hacer, así como la pérdida de vidas inocentes.

El análisis clarividente de Hobsbawm de las realidades de la política contemporánea le hizo atractivo a Neil Kinnock y más tarde a New Labour cuando ésta buscaba una base intelectual para la socialdemocracia después del individualismo de los años de Thatcher y el fracaso del socialismo. Aunque su posterior escepticismo del proyecto de Blair y su oposición a la guerra de Irak atenuó su popularidad entre los políticos de New Labour, su influencia como comentarista continuó, caracterizada por su lealtad hacia Gran Bretaña y no se sorprendieron sus amigos cuando le hicieron Companion of Honour en 1998. Estaba muy orgulloso de esta condecoración, de ser miembro honorario del King’s College, de sus numerosas licenciaturas honorarias y sobre todo de su presidencia del Birbeck College.

Eric John Ernest Hobsbawm, historiador, nacido en Alejandría (Egipto) el 9 de junio de 1917, casado en 1943 con Muriel Seaman y divorciado en 1951 (un hijo), casado de nuevo en 1962 con Marlene Schwarz (un hijo y una hija) y fallecido el 1 de octubre de 2012.

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