El intento de «regularizar» el golpe de estado en Bolivia por parte de los jerarcas militares con los representantes de la derecha oligárquica, apadrinados por Donald Trump y sus operadores regionales establecidos en Miami y el Departamento de Estado, ha desatado la furia popular en las calles y caminos de todo el país, particularmente en […]
El intento de «regularizar» el golpe de estado en Bolivia por parte de los jerarcas militares con los representantes de la derecha oligárquica, apadrinados por Donald Trump y sus operadores regionales establecidos en Miami y el Departamento de Estado, ha desatado la furia popular en las calles y caminos de todo el país, particularmente en el eje troncal de La Paz, El Alto, Norte Potosí, Cochabamba y Santa Cruz, defendiendo la democracia y poniendo el jaque a militares, policías y a la «Guaidó boliviana» escogida como ficha para aparecer como presidenta.
A la bronca por el golpe dado a Evo Morales el pasado 10 de noviembre, quien debía terminar su mandato el 22 de enero próximo, ahora se ha sumado el malestar y protesta por los actos de grupos policiales y políticos conservadores de haber quemado y pisoteado la whipala, emblemática bandera de la identidad indígena elevada a símbolo nacional de la patria. Este hecho trajo a la memoria las declaraciones de Jeanine «Guaidó» Añez que manifestó su rechazo a la whipala después que la Asamblea Constituyente de 2009 la convirtió en símbolo.
La lucha popular se expresa en decenas de miles de obreros, campesinos, comerciantes, informales, indígenas, villeros y vecinos, hombres y mujeres por igual, junto a ancianos y niños, y se ha cobrado la vida de al menos seis personas sin que los medios de comunicación controlados y manipulados den la información. Inclusive en la región de Yapacani (camino de Cochabamba a Santa Cruz) los militares han preparado trincheras de guerra para intentar frenar a los colonizadores de la región.
Hasta ahora el pueblo de la ciudad de El Alto, bastión de la rebelión popular de octubre de 2003 que tiró abajo a los gobiernos neoliberales y a sus partidos, nuevamente se ha convertido en la vanguardia de lucha movilizando a las masas mas excluidas y marginadas, las que en los últimos tres días se han desplegado hacia el centro de la ciudad de La Paz y asedian los palacios ejecutivo y legislativo. A su vez, los campesinos han iniciado el cerco a las ciudades principales restringiendo el comercio de productos básicos de consumo y cerrando totalmente la circulación de vehículos en las carreteras.
Se moviliza todo el país
En el Norte de Potosí, Uncía y Llallagua, donde confluyen los ayllus o comunidades ancestrales con los trabajadores mineros, el control territorial ha obligado al repliegue de los efectivos policiales y militares, mientras que en las ciudades principales han sido incendiadas más de una decena de cuarteles policiales porque el movimiento popular considera que sectores policiales han traicionado al pueblo y a la democracia con su motín del sábado pasado.
En el sur de Cochabamba los barrios populares han desarrollado masivas manifestaciones que fueron reprimidas por las fuerzas conjuntas de policías y militares, aunque sectores militares se negaron a tomar medidas y protegieron a los manifestantes en el cuartel cercano a la Tamborada, acto parecido se produjo en Oruro, donde los soldados se negaban a salir afirmando que no pueden atacar a su pueblo porque ellos vienen del mismo. El segundo de los dirigentes cocaleros de la región del Chapare, Andrónico Rodriguez, convocó a una movilización nacional y ha anunciado que la movilización de los cocaleros será total controlando un territorio que articula el oriente y el occidente del país.
Esto ha generado bloqueos en Parotani, carretera que vincula a Cochabamba con La Paz y Oruro, y en la región el altiplano andino, por una parte, y la realización de manifestaciones en Montero, cerca a la ciudad de Santa Cruz, y en la ciudad de Cochabamba, al centro del país, por otra.
Evolución de la escalada
El golpe en cascada o bola de nieve estuvo orientado por el dirigente del Comité Cívico de Santa Cruz, Fernando Camacho, quien impulsó concentraciones masivas en la Plaza del Cristo en esa ciudad, rechazando los resultados electorales del 20 de octubre calificados de fraudulentos y pidió la renuncia del presidente Evo Morales. Su acción fue acompañada también con bloqueos urbanos y manifestaciones masivas de los sectores medios y acomodados, principalmente, en varias ciudades del país, las que fueron ampliándose hasta culminar con el motín policial en Cochabamba el sábado 9 de noviembre. Inclusive se incendiaron los edificios de varios Tribunales Departamentales Electorales y de Gobernadores y Alcaldes del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Al día siguiente Camacho ingresó al Palacio de Gobierno en la Plaza Murillo donde dejó una biblia, una bandera y una carta (borrador de renuncia del presidente) y poco después el Alto Mando Militar pidió la renuncia del presidente consolidando el golpe de estado a pesar del pedido de Morales de realizar un dialogo nacional. El discurso de Camacho se caracteriza por el anticomunismo, la exacerbación cristiana, la crítica a la dictadura de Morales y la restitución de la democracia en el país. No dejó de hacerse la analogía de la colonización española con la cruz y la espada sobre los indígenas.
Los parlamentarios conservadores, una minoría tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, vulnerando la Constitución y las leyes, impulsaron a que la senadora Jeanine Añez se autoproclamara presidenta del Estado en una reunión sin quórum de parlamentarios, tomando el Palacio de Gobierno y acelerando la posesión de un nuevo Alto Mando Militar y convocando a la pacificación nacional ante la violencia que se generaliza en el país. Esta situación ha sido respondida con una reunión paralela y mayoritaria de senadores y diputados «masistas» desconociendo las decisiones ilegales y abriendo una situación de alta incertidumbre.
Mientras el presidente de México, Andrés Manuel Lopez Obrador junto al electo presidente de Argentina, Alberto Fernandez, conseguían con grandes dificultades que Evo Morales viaje y se asile en la capital mexicana y reivindicaban la integración soberana y solidaria de América Latina y el Caribe, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, «festejaba» la salida de Morales. De hecho, en Bolivia tambalea el golpe de estado.
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
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