Es apenas lógica la preocupación del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por el peligroso curso que va tomando el conflicto magisterial. El doctor José Narro sabe que en cualquier momento la Universidad puede verse involucrada. Y lo mismo puede decirse de la otra gran institución de educación superior, el Instituto Politécnico […]
Es apenas lógica la preocupación del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por el peligroso curso que va tomando el conflicto magisterial. El doctor José Narro sabe que en cualquier momento la Universidad puede verse involucrada. Y lo mismo puede decirse de la otra gran institución de educación superior, el Instituto Politécnico Nacional (IPN): ha de ser grande la preocupación de la doctora Yoloxóchitl Bustamante por un más que probable involucramiento de la muchachada politécnica en este nuevo conflicto social.
Las condiciones están dadas. Ya empezaron en la Ciudad Universitaria las asambleas informativas y de análisis sobre el conflicto magisterial. Y es bastante claro que son muy grandes entre los universitarios (y también entre los politécnicos) las simpatías por la honrosa lucha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en defensa del trabajo de decenas de miles de mentores.
Digamos que en ambas instituciones se vive por ahora una tensa calma a la espera del ulterior desarrollo de los acontecimientos. Pero es claro que ante la cerrazón oficial para buscar y darle una salida al conflicto, lo único esperable es que se desate la represión. Y ese puede ser el factor que precipite la intervención de universitarios y politécnicos en apoyo activo de la justa lucha de los maestros.
De situaciones como ésta existen muchos antecedentes históricos. Los muchachos suelen ser muy sensibles frente a los actos de represión. Casi por definición, los jóvenes suelen alinearse al lado de las causas justas, como ésta de los maestros en defensa de la estabilidad en sus puestos de trabajo.
Por eso el rector de la UNAM llama a la cordura y a la búsqueda de una salida política al conflicto. Ignoro si la doctora Bustamante, directora del IPN, se ha expresado públicamente al respecto. Y si no lo ha hecho, quizá se deba a su condición de subordinada del gobierno federal, situación muy distinta a la del rector Narro por el carácter autónomo y no dependiente del gobierno de la Universidad Nacional.
Pero más allá de las expresiones públicas de ambos funcionarios, la situación ética y política es bastante semejante entre los estudiantes (y también entre los maestros) de las dos grandes instituciones educativas. Es la misma conciencia social, el mismo sentimiento justiciero y la misma repulsión a un gobierno autoritario, sin que importen las siglas o los colores de los partidos políticos encaramados en el poder cada seis años.
Recuérdese que un incidente represivo más bien menor desató el conflicto estudiantil de 1968. Y que desde ese incidente menor el problema escaló hasta culminar en los sangrientos y mortales sucesos del 2 de octubre de ese año fatídico en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en la capital mexicana.
La ceguera, sordera y soberbia del entonces primer mandatario, Gustavo Díaz Ordaz, quien tercamente se rehusó a buscar una salida al creciente y complejo conflicto llevó, digamos naturalmente, a la fatal noche de Tlatelolco. Y no debe olvidarse que de esos hechos de inaudita violencia emergieron como víctimas principales y como héroes de las luchas democráticas los muchachos universitarios y politécnicos.
Ahora mismo hay ominosas señales de que se prepara la represión. Ésta hasta el momento sólo ha sido verbal y mediática, como lo fue también al principio en aquel verano-otoño de 1968. Sería muy lamentable que el país volviera a ensangrentarse y a ver de nuevo llenas las cárceles con presos políticos.
El rector Narro, que sabe lo que dice, llama a la mesura, al diálogo, a la negociación. Narro está oteando el peligro. Pero parece que en Los Pinos, en Gobernación y en el Congreso no hay buen olfato.
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