Recomiendo:
0

Entrevista a Martín Alonso sobre el nacionalismo catalán (a propósito de "El catalanismo, del éxito al éxtasis") (y III)

«El relato dominante está formulado en unos términos que deja muy poco espacio para afrontar la cuestión en términos federalistas»

Fuentes: El Viejo Topo

Martín Alonso Zarza es doctor en Ciencias Políticas y licenciado en Sociología, Filosofía y Psicología. Formó parte del grupo de expertos de la Escuela de Paz de Bakeaz (Bilbao). Los dos libros en los que centramos nuestra conversación -acaso un único libro dividido, por ahora, en dos volúmenes- han sido publicados por El Viejo Topo […]

Martín Alonso Zarza es doctor en Ciencias Políticas y licenciado en Sociología, Filosofía y Psicología. Formó parte del grupo de expertos de la Escuela de Paz de Bakeaz (Bilbao). Los dos libros en los que centramos nuestra conversación -acaso un único libro dividido, por ahora, en dos volúmenes- han sido publicados por El Viejo Topo en 2015 y 2016 respectivamente. El primero con el subtítulo: «La génesis del problema social; el segundo con el de «La intelectualidad del ‘proceso».

***

-Las preguntas de cierre de las que hemos hablado. ¿Cataluña tiene o no tiene derecho a la autodeterminación en tu opinión?

-¡Menuda pregunta! Necesitaríamos otra entrevista como esta para dilucidar el asunto; fíjate lo que se ha escrito y se escribe sobre ello.

-No hay otra, siento no dejarte esa posibilidad. No dispones de mil páginas.

-Para empezar hay que distinguir dos planos, el teórico o doctrinal sobre el estatus jurídico (sabemos que Wilson, su creador, abjuró de él) del derecho de autodeterminación y el social de cómo propiciar una salida razonable para la situación que vive Cataluña. Atendiendo a lo segundo, que es lo más urgente, parece que debe establecerse algún mecanismo institucionalmente reglado que permita recoger las preferencias de la ciudadanía catalana en este punto. Luego habría que añadir considerandos y considerandos para afinar en la propuesta. Y habría muchas probabilidades de que cualquier procedimiento designado revelara… el mapa que conocemos. De modo que llegaríamos a la conclusión de que habría que hacer un referéndum para haberlo hecho. Es decir un referéndum a la vez (probablemente) inútil pero ineludible.

Naturalmente las disposiciones reguladoras no deberían ser ad hoc (no sólo para Cataluña). El modelo sería la ley de claridad de Quebec.

Pero no se pueden obviar tampoco los efectos colaterales del referéndum, como ha mostrado el caso de Escocia.

-¿Qué efectos?

-La polarización que comporta es un coste terrible (no es una división dentro fuera, sino, como en una secuencia de matrioskas, dentros cada vez más interiores) que invitaría a dosificar estrictamente su uso. Están además las dificultades prácticas. Por un extremo la dificultad de presumir un proceso de decisión acorde al pluralismo cuando los medios públicos muestran un sesgo tan decidido; me sorprende que los defensores de la consulta no incorporen esta variable en su argumentación. Está igualmente lo que Brubaker ha denominado la ilusión arquitectónica, que remite a la dificultad de delimitar la geometría del sujeto de decisión… Y hay lo que a mí me parece más serio: las patologías inherentes a la gramática identitaria (el jugoso título del libro de M. Onaindia, Los perjuicios que causan los prejuicios …). Basta recordar los estragos que provocó el credo de la Union Sacrée que, encadenando decisiones precipitadas y contingencias, llevó a la 1ª GM. No estaría mal volver a echar un vistazo a la Historia moral del siglo XX de J. Glover. Pero se puede acercar el foco, lo haré con la voz autorizada de Sami Naïr respecto a los males que padece España ( Huffingtonpost , 14/05/2014): «Además, hay que sumarle el problema nacionalista, también muy paralizante. Todos los problemas sociales del país se transforman en un problema identitario. Por ejemplo: el Gobierno de Cataluña aplica una política ultraliberal a nivel social, pero la esconde tras la bandera». Paralizante es un buen término: hasta Santi Vila estaría de acuerdo.

-Lo hemos visto antes.

-Y hay un ejemplo de manual sobre el poder destructor de la identidad y la conversión de un proyecto social progresista en un estado étnico, en el que se conjugan el colonialismo, el apartheid y la persecución de los sectores cívicos que denuncian los primeros: Israel, el modelo del catalanismo convergente-republicano.

-Modelo, dices, y probablemente dices bien. ¿El derecho a decidir es un invento muy bien diseñado por algunos colectivos o el pueblo catalán, en tu opinión, y acaso los demás pueblos españoles, tienen ese derecho?

-Desde luego es un invento: hagan el experimento de encontrar la contrapartida en otros idiomas que los hispánicos. Formularía una enmienda a la totalidad a la pregunta; porque encierra muchos pliegues y escollos. Pero sobre todo es una formulación ideológica porque desvía la atención de la cuestión de clase (vertical) a la étnica (horizontal); son expresiones de R. Dahrendorf. El éxito de Hitler fue facilitar el trasvase semántico (ay de su fuerza: por eso no es trivial el enfoque narrativo) del pueblo trabajador (socialdemócrata y comunista) al pueblo étnico (ario y nacionalsocialista). Eso respecto a la dimensión cualitativa del término. En cuanto a la cuantitativa, he mencionado antes el concepto de ilusión arquitectónica. ¿Cuántos son los demás pueblos españoles? Cuestión irresoluble. Si hasta los átomos son divisibles, imaginemos los pueblos. ¿Por qué no habría unos pueblos de Pedralbes o La Moraleja y otros de Vallecas o Nou Barris? Y tendríamos que atender al núcleo duro de la psicología social: cualquier criterio por artificioso que sea que elijamos para definir un grupo crea la dinámica del foso identitario: homogeneización intragrupal, polarización intergrupal… (Los interesados pueden deleitarse con el estudio de N. Elías «Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y extranjeros», Reis , 104, 2003: 219-251).

-Gracias por la referencia.

-En suma, a mi entender, para alguien que tenga una perspectiva de la sociedad y del mundo articulada sobre las dimensiones básicas de la ciudadanía, los derechos humanos universales y la calidad de la vida, este marco narrativo funciona como un distractor. Ya he hablado de la alianza estratégica entre neoliberalismo y nacionalismo. Pero no es razonable ni aconsejable despachar un asunto así en unas pocas frases de brocha gorda.

-La propuesta de una República federal, que algunos mantenemos, ¿es pura ensoñación en estas condiciones? ¿Hay federalistas en Cataluña? ¿Los hay en el resto de España, lo que aquí se suele llamar, no de manera inocente, Madrid o «Estado español» o incluso cosas peores?

-La respuesta es fácil a la primera parte según está formulada. En estas condiciones, lo es. Por lo que acabo de mencionar. La lógica de la movilización social vigente y de la dialéctica concurrente (el lenguaje aporético del o todo o nada, o ahora o nunca…; pero también la sagrada unidad… la consideración de las naciones como fines y no como medios) es muy poco propicia para esta propuesta de solución territorial. Es una fórmula para tiempos templados, de debate no de histeria. Me parece que mutatis mutandis Europa conoce un proceso análogo. Lo cual es terriblemente preocupante. Las otras dos preguntas creo que admiten una respuesta favorable y aprovecho aquí para citar a Federalistes d’esquerres. La cuestión es, de nuevo, la del guardagujas: el relato dominante está formulado en unos términos que deja muy poco espacio para afrontar la cuestión de la organización territorial en términos federalistas. Eso cambiaría si hubiera más empuje en esa dirección, las correlaciones de fuerzas están sujetas a cambio. Pero insisto, hay que afinar más en la argumentación.

-¿Quieres añadir algo más?

-Pues sí, quiero añadir algunas consideraciones que pertenecen acaso al repertorio de las manías. La primera es la cautela epistemológica obligada que deriva de la consideración de que el conocimiento no es más que una etapa estacional de la ignorancia y que además está sujeto a los sesgos del emisor; para que el lector o lectora aplique este corrector a alguna de mis expresiones más asertivas.

-Mayor prudencia gnoseológica imposible.

-La segunda enlaza con las preguntas anteriores para subrayar la dificultad de afrontar los contenciosos sociales en términos identitarios. Hay una extensa literatura al respecto. Remito a un artículo donde recojo alguna que traslada voces como las de T. Judt, H. Tajfel, G. L. Mosse o A. O. Hirschman («Resonancias de Auschwitz», www.ehu.eus/ojs/index.php/HC/article/viewFile/14155/12892)

Creo que la pedagogía de Auschwitz es una pieza fundamental para nuestra comprensión de los procesos que enmarcan el comportamiento colectivo. Y en esa comprensión hay que introducir esa observación dura de D. Rousset, que vivió la deshumanización profunda de los campos: «Los hombres normales no saben que todo es posible». Muchos europeos de hace tres cuartos de siglo no lo sabían. Muchos sirios, irakíes, afganos, subsaharianos; hubo un tiempo que no lo sabían y para muchos de nuestro lado acondicionado del mundo parece que no importa, salvo para quienes explotan la desgracia para levantar muros y alambradas (un nuevo nicho de negocio); una práctica tan paradigmáticamente concentracionaria. Y por cierto, muchos han visto sus vidas destruidas porque algunos iluminados han convertido la fábula del destino robado -Al-Andalus- en un programa político. Por eso, cuando esos miles de seres humanos atraviesan a riesgo de sus vidas las aguas del Mare Nostrum -¡ni 500 refugiados acogidos legalmente en toda Europa!-, cuando hay sindicalistas o defensores pacíficos de los derechos sociales en la cárcel o amenazados con ella, cuando se cierran las muertes del Tarajal con impunidad, cuando se ha vaciado de tal manera el lado social del Estado, cuando Europa está a punto de implosionar y el ecosistema entero en el estado que conocemos…, el dedicar páginas y páginas al inconsciente narcisista -¿por qué no proponer la creación de un panel de Naciones Unidas para que dirima los grados justos que debería tener la curvatura de los pliegues del ombligo de las naciones sin Estado para que dejen de serlo?-, de Pegida, los Perussuomalaiset, los Sverigedemokraterna, y los más cercanos, que conducen a la orbanización de Europa (orbanización y gürtelización son procesos complementarios y deberíamos apresurarnos a reivindicar la denominación de origen del último para el acervo inmarcesible de la marca España) produce una incomodidad del estilo de las conversaciones sobre el sexo de los ángeles en la Constantinopla asediada. Pero no se puede adoptar una actitud escapista o displicente porque sabemos que la lógica democrática es el resultado de la correlación de fuerzas. Y que lo que la gente percibe como real (con independencia de su contenido objetivo) produce consecuencias reales.

Y termino con otra cita que me resulta particularmente entrañable y que no necesita exégesis. Durante el asedio de Sarajevo (donde, como reconocía Fontana en Por el bien del imperio, nadie podía sospechar ocho años antes que «todo era posible») alguien escribió en una pared: «Esto es Serbia». Debajo otro lápiz, le corrigió: «No, idiota, esto es Correos». La moral está bien, pero Camus fue claro respecto a la Guerra Civil, se puede tener razón y perder la guerra. El asunto se juega antes, entre los que piensan el mundo en términos de ciudadanía o los que lo hacen en términos de esencias inmutables. Es un poco burdo. Como la observación de Rousset. Pero está bien ponerse a una cierta distancia, porque como sentenció el maestro Orwell: «Ver lo que está delante de las narices de uno requiere un combate continuo».

-Te vas a enfadar conmigo. Me queda una, la última, de verdad de la buena, de las que gustaba a Agamenón pero sobre todo a su porquero. El catalanismo, del éxito al éxtasis I, El catalanismo, del éxito al éxtasis II. ¿Se publicará El catalanismo, del éxito al éxtasis III?

-Estoy con el volumen último de los tres previstos.

-¿De qué irá esta vez?

-Se articula en torno a tres hilos argumentales que son los que presumiblemente darán nombre al subtítulo: impostura, impunidad y desistimiento.

-¿Por qué esa tríada?

-Impostura: la trama de falsedades y falacias creada por Pujol y convertida en vulgata nacionalista.

Impunidad: la debilidad del sistema institucional central (trabado por las necesidades del partido en el poder cuando no tenía mayoría suficiente y por la influencia desproporcionada de CiU en un sistema de bipartidismo imperfecto, pero también por insuficiencias intrínsecas) y autonómico (completamente cooptado por un partido-movimiento).

Desistimiento: denota la facilidad con que la izquierda ha metabolizado los principios activos del pujolismo, cómo ha tolerado la agenda neoliberal y cómo ha estado en el lado equivocado ante prácticas inciviles (macartistas) contra los ‘disidentes’ de la ortodoxia nacionalista. Destaca la forma en que ha sido seducida por el envoltorio progre y cosmopolita del nacionalismo catalán, al precio, entre otros, de su desaparición como fuerza decisiva.

Grosso modo.

-Pues promete y mucho. Ya estamos expectantes. Gracias.

Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2016.