No son los hombres los que hacen la Historia,
es la Historia la que hace a los hombres
o a las figuras o a las personalidades.
Fidel Castro
I
En la emisión del pasado 27 de marzo del programa Detrás de la verdad, ante una pregunta del periodista Junior Arias, referida a la salida del país de Evo Morales en plena crisis golpista en noviembre de 2019, Álvaro García Linera respondió:
“El año 1973, en septiembre, el presidente mártir Salvador Allende resiste en La Moneda la traición de sus Fuerzas Armadas –que hacen un golpe de Estado–, y murió. ¿Y hasta cuándo se quedaron los militares? Hasta el año 90; y su Constitución hasta el día de hoy. El Presidente, heroico, se inmoló. ¿El resultado? 40 años de neoliberalismo violento, destructivo. ¿Eso queríamos de Evo?”
En la misma línea, en su programa dominical por Radio Kawsachun Coca, este 18 de junio, Morales, a fin de abordar el asunto ya mencionado, también tomó como ejemplo el actuar del exmandatario chileno, apuntando:
“Ha habido una lucha dura para salvar la vida de Evo y de muchos hermanos de Bolivia. ¿Qué dijo la derecha? ‘El cobarde Evo se escapó’. Algún compañero nuestro dijo también que se escapó, y un ministro dijo que debería dar su vida como Allende, como Marcelo Quiroga Santa Cruz, porque eso es ‘Patria o Muerte’. […] Acabaron con la vida de Salvador Allende en Chile y allí ya no hay socialismo.”
II
El 11 de septiembre de 1973, a poco menos de dos horas de que la Fuerza Área de Chile con aviones Hawker Hunter lanzara los cohetes “rockets” a La Moneda, Salvador Allende, acompañado de sus escoltas y amistades más cercanas y leales, por Radio Magallanes se comunicó por última vez con su pueblo:
“[…] En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La Historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La Humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta patria.
[…] Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”
III
La Historia, esa con H mayúscula, como reflexionó con claridad Fidel Castro en la actividad de clausura de la «Conferencia Mundial Diálogo de Civilizaciones. América Latina en el siglo XXI: Universalidad y Originalidad», llevada a cabo La Habana el 30 de marzo de 2005, se caracteriza por al menos tres tendencias. Y cito:
“Los grandes acontecimientos históricos son producto de las crisis”;
“Del pueblo salen los jefes y, sobre todo, en los procesos de grandes crisis sociales”;
“La Historia está hecha de una serie de acontecimientos y avanza de etapa en etapa. […] Cada una de esas etapas fue creando valores, cada una de esas etapas fue creando culturas que se iban sumando”.
IV
En el prólogo al libro del agudo escritor argentino Alejo Brignole, Los combates y las ideas, haciendo una apretada síntesis de esa “historia de la Humanidad o historia de la lucha de clases” de la que hablara Marx en el Manifiesto del Partido Comunista, destaqué:
“[…] basta dar una mirada más o menos detenida de la Historia para notar que durante decenas de siglos hombre y mujeres de todos los colores y estaturas, así como naciones enteras, han luchado porfiada, revoltosa y dignamente ‘para subir la cuesta del gran reino animal’.
Así nos conmueven en la Antigüedad las tempranas batallas emprendidas por el espartano Agis y las reformas de su coterráneo Cleómenes; el grito desesperado de Esquilo y su Prometeo; la secesión de los plebeyos que en un acto bien ejecutado abandonaron Roma y se marcharon al Monte Sacro; los reclamos de los Graco y las peleas de esclavos sirios y macedonios, también los de Apulia y Sicilia, contra la República romana, a la cabeza de Enno y Cleón, de Salvio y Artenión, como antesala de la odisea de Espartaco y Crixo.
Las fuentes de esas épocas nos emocionan con las labores de los esenios y de los cristianos primitivos, perseguidos estos últimos despiadadamente por Nerón, pero victoriosos en el tiempo, imponiendo la ideología de los pobres y perseguidos a todo un Imperio.
Con el paso de los siglos se despliegan las revueltas aldeanas en Inglaterra con John Ball; las sublevaciones sociales en Alemania y la acción de Thomas Müntzer; las utopías de Moro y Campanella; el bravío actuar de los jacobinos; la ‘conjuración de los iguales’; la búsqueda de Charles Fourier, Saint-Simon y Owen; la intrepidez de Blanqui y Babeuf; la Liga de los Justos y el levantamiento del 48; la Primera Internacional y la Comuna de París; los rusos populistas y pronto los comunistas liderados por Lenin. En fin…
A la par de esos personajes y acontecimientos, en ‘nuestra mayúscula América’ y haciendo frente a la invasión europea sobresalieron por su inteligencia, brío y fiereza Lautaro y Hatuey, Túpac Amaru I; la humanidad de Fray Bartolomé de las Casas; después apuntalados por la rebelión de los comuneros de El Socorro y la de indígenas de Túpac Amaru II y Tupaj Katari y Bartolina Sisa; por la ‘inconfidência mineira’ de Tiradentes y la apasionante revolución de esclavos negros en Haití, conducida por Toussaint Louverture y Jean Jacques Dessalines.
Asimismo, la lucha de clases se expresó en esta parte de un continente ya independiente con la hondura de Artigas y del Dr. Francia; de Hidalgo y Morelos; del abolicionismo de Miranda, Bolívar y José Miguel Carreras; para dar saltos integradores y emancipadores con Simón Rodríguez y Francisco Bilbao; con Hostos y Betances; con el decoro de Juárez y la conmovedora obra-acción de José Martí. Con la pedagogía de Recabarren y Mella; con la decisión de Sandino y Farabundo Martí, de Guiteras y Aponte; con el levantamiento mapuche en Ranquil; con la mítica columna de Prestes; con Villa, Zapata y Cárdenas en México; con la transparencia de Árbenz, con la dignidad de Allende y los socialismos triunfantes, de los cuales la Revolución cubana, con Fidel y el Che, nos mostró cuan bien valía hacer atajos en la Historia.”
V
Salvo rarísimos casos, desde Espartaco hasta Ho Chi Minh la Historia nos conmueve, seduce y nos duele con una seguidilla ininterrumpida de acciones justicieras protagonizadas por gentes humildes prontamente frustradas por las clases dominantes de todas las eras.
Es irrebatible que la resistencia de Allende junto a su pueblo, aquel 11 de septiembre de 1973, no parió un “Chile socialista”, como el que tampoco de la rebelión de Espartaco nació una “Europa liberta” o que los sueños de los bolcheviques, tras siete luminosas décadas, fueron finalmente desalojados y se despidieron del mundo.
Pero así avanza la Historia, a tropezones…
Por eso no es justo ni honrado pretender justificar dudosas decisiones personales a costa de la relectura torcida de la actuación noble y desprendida de otras y otros.
Y no nos equivoquemos. Ni nos dejemos arrastrar al falso debate de si “vivir o morir”, porque ni Ernesto Che Guevara, ni los hermanos Inti y Coco Peredo, ni Quiroga Santa Cruz perseguían la muerte. Por el contrario, amaban y luchaban por una mejor vida, pero no exclusivamente para ellos, sino para todas y todos.
El simbolismo de Allende que Evo y Álvaro no logran comprender reside justamente ahí: en la lealtad en todo momento con los pobres de la ciudad y el campo de Chile; en no ceder su investidura pacíficamente a la traición y a la burguesía golpista y asesina; en aceptar que los procesos sociales no se deben a una persona, que todas y todos son prescindibles, porque o las y los humildes se liberan por sí mismos y en colectivo, o no se liberarán.
A medio siglo de la inmolación de Allende y las mejores hijas y los mejores hijos de la historia de Chile, no nos queda más que seguir su ruta, con la mirada puesta en el pasado y en el porvenir y aquellos bellos versos de Neruda sellados en nuestras mentes:
[…]
ven conmigo,
ven con todos los que a ti se parecen,
los más
sencillos,
ven, no sufras,
ven conmigo,
porque aunque
no lo sepas, eso yo sí lo sé:
yo sé hacia dónde vamos,
y
es ésta la palabra:
no sufras porque ganaremos,
ganaremos
nosotros,
los más sencillos,
ganaremos,
aunque tú no
lo creas,
ganaremos.
Javier Larraín es profesor de Historia y Geografía
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