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El software libre: mentiras terminológicas, mentiras ideológicas

Fuentes: Rebelión

Siempre libre El primer equívoco del slogan «software libre» es su nombre. «Libre» es aquí una traducción del término inglés «free», que ya de por sí es ambigüo. Pero en nuestro idioma al no haber tal ambigüedad, «libre» remite sólo a «libertad», y nada tiene que ver con el otro significado en el inglés. Sin […]

Siempre libre

El primer equívoco del slogan «software libre» es su nombre. «Libre» es aquí una traducción del término inglés «free», que ya de por sí es ambigüo. Pero en nuestro idioma al no haber tal ambigüedad, «libre» remite sólo a «libertad», y nada tiene que ver con el otro significado en el inglés. Sin embargo, esta ambigüedad se copia byte a byte y en nuestra habla adoptamos alegremente la asociación libre=gratis.

«Libre» es un adjetivo que califica al sujeto, en este caso «software», como cuando decimos «pájaro libre». ¿De qué puede estar libre un software? ¿De la dictadura del disco duro? ¿De la dominación de su programador? Aunque también podemos decir «entrada libre» y en ese caso «libre» es el que entra y se aplica por metonimia a la entrada. ¿Quién es libre entonces cuando se habla de software libre? Sin duda se refiere al que usa el software. ¿Libre de qué? En el caso de la entrada, es bien claro que puede ser restrictiva o no, y por lo tanto es apropiado hablar de libertad. Pero ¿es tan claro el modo en que un software puede ser restrictivo? Abandonemos un momento esta confusión semántica porque sólo un aspecto de esta libertad del usuario tiene que ver con el movimiento de software libre, mientras que muchas otras características se ocultan al establecer la dicotomía libre-no libre.

El segundo elemento de esta dicotomía, lo que vendría a ser el software «no-libre», solía nombrarse con el raro mote de «privativo» aunque ahora se prefiere «propietario». Raras palabras que parecen provenir de quienes hablan castellano pero piensan en inglés y terminan conformando un dialecto sin espesor semántico, formado por palabras claves y slogans. En la Wikipedia en castellano hay buenas disquisiciones lingüísticas sobre lo inapropiado el término software propietario. Aunque el término en inglés es bastante más apropiado, los militantes del movimiento prefiren el peor de todos: no-libre. Sabido es que las definiciones negativas no definen. Por eso la mejor de todas es la más restingida pero menos difundida: software de código abierto o cerrado. Veamos qué es esto.

Cogidos por el código

El software tiene una característica que lo hace formar parte de otros fenómenos aparentemente alejados: la música académica, el cine, el teatro, la cocina y varios más. Todos ellos constan de un guión, un «texto» que consiste en una serie de instrucciones que, conociendo el código a través de sus normas tanto escritas como implícitas, permite reconstruir con mayor o menor felicidad el objeto que ha originado ese guión. Tomemos uno de ellos como ejemplo: la música académica. La definimos como aquella en la cual la obra se expresa en una partitura y se realiza únicamente a través de la ejecución de esa partitura. Si reemplazamos al intérprete por un rollo de pianola, el paralelo con el software se hace evidente. En un extremo la obra y su emisor: el programa y su programador. En el otro la obra expresada y su receptor: el programa corriendo para un usuario. Y en el medio, un mecanismo: la computadora. La gran diferencia entre la pianola y la computadora es que el funcionamiento del mecanismo no es accesible en el mismo grado. Un rollo de pianola, como en parte también la partitura, es un eje de coordenadas frecuencia-duración. Cualquier humano puede entenderla mediante una buena explicación. A fin de cuenta el eje frecuencia-duración es una forma en que se expresa el eje espacio-tiempo, pues la frecuencia, es decir si una nota es más aguda o más grave, se expresa mediante distancias más cortas o más largas. Y el eje espacio-tiempo se puede trasladar a un sinnumero de experiencias comunes.

En cambio para comprender el mecanismo de la computadora es necesario conocer un idioma. No basta una simple explicación para comprender una poesía en una lengua desconocida. Pero la dificultad del acceso es aún mayor de lo que puede parecer por esta comparación. El software puede ocultar totalmente esa lengua -que sólo un iniciado podría comprender- de manera que quede una lengua que tan sólo la máquina entiende. El paralelo en el idioma es de los mensajes cifrados, que sólo se pueden leer si se conoce la palabra clave. En cualquier otra actividad humana, el código está abierto, pues en definitiva, es un código hecho por humanos para humanos. Mientras que los mensajes cifrados son una excepción dentro del universo de los textos, el programa de computadora cifrado es la norma, pues está en un código hecho por humanos para máquinas.

La gran pelea del movimiento de software libre se puede definir entonces por el acceso al código de los programas. Este es evidentemente el aspecto más positivo del movimiento y no puedo picarlos por eso. Ningún producto de la actividad humana debe ser cerrado. Conocimiento cerrado implica robo. No al autor, no a la empresa, no porque la ley lo dice. Es un robo contra el edificio de la cultura, en la que todos los humanos han puesto su trabajo, del maestro al aprendiz, del ingeniero al obrero. Y por lo tanto, es un robo a todos. Es un robo de lesa humanidad.

Ya no nos sirve tanto la comparación con la música al momento de hablar de otro eje, el de la calidad. No quiero recurrir al mentiroso dicho sobre los gustos y la inexistencia de bibliografía que llena bibliotecas. Aunque no es menos difícil hablar sobre gustos que sobre calidad. La cuestión de la calidad del software implica muchas características diferentes: eficacia, eficiencia, simplicidad, accesibilidad, universalidad, etc. Y además suele haber contradicción entre ellas. Sin embargo, para no entorpecer el razonamiento, operemos la reducción usual en el mundo ingenieril del software, libre o no, según la cual los criterios de calidad se reducen a eficacia y eficiencia.

Podríamos decir que los ejes más relevantes para clasificar el software son: Abierto/Cerrado – Gratis/Pago -Calificado/No calificado.
Al hablar de una única oposición Libre-Privativo, el movimiento de software libre establece una identidad implícita: Abierto=Gratis=De alta calidad. Y sin embargo

Abierto no necesariamente implica alta calidad

Hay programas de código abierto que son definitivamente malos, especialmente si se los compara con sus equivalentes cerrados.

Pago no necesariamente implica baja calidad.

Esto parece obvio, pues en el mundo capitalista, se supone que a más precio, mayor calidad. Y si bien hay muchas excepciones a esa regla, suena absurdo invertirla.

Aliens

Si bien todas estas oposiciones se ocultan en la barricada, es cierto que son discusiones que están presentes en textos de mayor vuelo que los simples panfletos que conforman la vulgata del software libre. Pero hay una oposición de la que se habla poco: propio o ajeno. Los militantes dirán que la noción de «código abierto» lleva implícita la idea de propiedad, que al poder acceder al código fuente y poder modificarlo, cualquiera puede apropiarse del software. Pero esta es una verdad a medias. Veamos un poco qué significa «propiedad» cuando hablamos de software.

Para ilustrarlo, voy a esquematizar una situación que todo programador de la periferia a vivido. La institución I (privada o estatal) necesita implementar un servicio informático S. Realiza el relevamiento correspondiente del cual surgen varias opciones que se pueden agrupar en 3 conjuntos. Se compra un software comercial, se desarrolla un software ad-hoc o se adopta un software gratuito y de código abierto. En determinadas situaciones algunos de estos conjuntos pueden ser vacíos, pero supongamos una situación en donde eso no ocurre. Si la institución es privada realizará un cálculo de costo-beneficio y decidirá en función de ese criterio. El desarrollo puede ser demasiado costoso, el software comercial demasiado caro, el software gratuito puede no cumplir los requerimientos o su adaptación puede ser demasiado costosa. Si la institución es estatal la cuestión es más compleja.

O bien puede seguir criterios empresariales, como si de obtener ganancia se tratase, o bien puede seguir criterios establecidos en desideratas políticas, en normativas públicas, etc. Cabe la posibilidad de que la decisión responda a un capricho de quien toma la decisión, o a su tendencia a hacer negocios personales a través la función pública.

En ninguno de estos casos se ha considerado la situación del personal de sistemas, a excepción de su idoneidad para llevar adelante el proyecto que se haya decidido. Nadie preguntará a los programadores si prefieren administrar un software cerrado, adaptar un software abierto o desarrollar un software propio. Es probable además que no se estudie a fondo la adaptabilidad del software abierto y llegado el caso se prefiera adaptar la institución al software.

¿Qué es lo que sucede del lado del programador? Para entender esto hay que volver un poco al viejo concepto de trabajo alienado y ver en qué forma se configura cuando el trabajo no consiste en producir bienes materiales. En el esquema tradicional el trabajador no es dueño del producto de su trabajo: el trabajo T que lleva producir un bien B no es retribuido por un salario equivalente al valor V del producto , sino por un salario V-P, siendo P la famosa plusvalía. Pero si bien en el mundo material para producir otro bien B es necesario un trabajo T equivalente, en el mundo de la producción de software una vez que se produjo el bien B, éste es reproducible al infinito.

No voy a profundizar en esta cuestión económica, sencillamente porque no tengo conocimientos para hacerlo. Pero sí puedo detenerme en la cuestión de la alienación. Pues en el mundo del software, y el de la creación intelectual en general, el bien B no es arrebatado totalmente al trabajador. Lo que produjo sigue siendo propio y si bien no puede venderlo, por lo que aún le es arrebatado en parte como plusvalía, el objeto, el código que ha escrito, sigue siendo de él. Puede incorporarlo a un producto enteramente pensado por él, puede hacerlo crecer independientemente y seguir otros rumbos que los que el empleador estableció.

Está claro que con la opción por el software comercial, la alienación del trabajador informático es muy parecida a la del trabajador manual. Está claro que con la opción por el desarrollo ad-hoc, esta alienación se reduce al mínimo. Pero ¿es tan claro que con el software libre el trabajador no realiza un trabajo alienado? En el primer caso el trabajador elije el lenguaje de programación, en el otro debe aceptar el que viene con el programa adoptado; en un caso el trabajador realiza el diseño, en el otro éste ya está establecido y no es tan fácil replantearlo. En el primero el trabajador puede controlar la posibilidad de errores y el costo que implica su corrección. En el otro, no hay control posible y es imposible establecer a priori la cantidad de errores y el costo de mantenimiento.

Y sin embargo, si se trata de una empresa comercial y se opta por un desarrollo ad-hoc, que no será de dominio público, para los militantes del movimiento SL, se trata del mismo caso que el de adoptar un software comercial. Si la empresa comercializa el software, si lo mantiene para su uso exclusivo o incluso si lo difunde gratuitamente, para ellos es lo mismo: software cerrado.

Esta especie de sustancialismo que centra todo en la cuestión del software es una reducción típica del liberalismo según la cual lo que importa es la naturaleza del ente y nada más. No hay sujetos, sólo el objeto. No hay procesos, sólo una sustancia. No hay fenomenología, hay ontología. El siguiente paso de la reducción es definir esa naturaleza mediante una oposición simple, que permita metaforizarla de varias maneras para terminar arribando a la dicotomía elemental: bien vs mal.

Volviendo al esquema inicial entonces, desde el punto de vista de la alienación del trabajador la división debería hacerse entre software propio -el desarrollo ad hoc- y software ajeno -tanto el software comercial como el abierto.

Lo que sucede cada vez más en la periferia tecnológica es que las instituciones estatales, queriendo aprovechar el halo de «progre» que da usar software libre, en lugar de armar proyectos de desarrollo apropiados para las necesidades de la comunidad que representan, y sin imaginar siquiera la posibilidad de mejorar la oferta de software existente, adoptan sin más el software abierto de moda en el área correspondiente. No como productores sino como consumidores. No se entiende porqué mantienen universidades de informática si el destino de los egresados es configurar programas hechos por otros o tratar de arreglarlos, habilidad que se adquiriría con unos pocos cursitos breves.

Es verdad que innumerables proyectos de desarrollo de software han sido abortados por la inestabilidad política de nuestros países. ¿Esto quiere decir que debemos renunciar a la continuidad institucional y comprar ya hecho? Al adoptar software libre renunciamos a sustentar proyectos. Dado que somos bárbaros, dejemos que la civilización se ocupe de nuestros asuntos.

En tanto, las instituciones privadas ven al software libre como una maravillosa oportunidad de reducir costos. ¿Alguien habrá estudiado cuántos puestos de trabajo se pierden por cada comunidad de freaks que programa gratis en su tiempo libre en lugar de emborracharse?
Si quieren leer algo sobre todo esto, lean El software libre y sus límites bajo el capitalismo.

Rebelle de jour

Una vez un abanderado del SL me dijo: «El Software Libre es otra forma de hacer negocios». Mi respuesta fue: «Si el SL es sólo otra forma de hacer negocios, a mi me da lo mismo que sea libre o no».
Efectivamente, el SL plantea más que nada una nueva forma de hacer negocios en el mundo del software. En lugar de la venta de licencias por el uso del producto, las empresas de SL plantean un modelo de negocios basado en servicios como soporte técnico, configuración, mantenimiento. Por esta razón los productos de software libre suelen no tener buenas interfaces gráficas y en cambio es necesario conocer infinidad de comandos para hacerlos funcionar: es una forma de proteger el negocio.
Que sea otra forma de hacer negocios, como tantas que nacen y mueren en el capitalismo, no sería llamativo si no fuera porque ese estilo de negocios está asociado a un movimiento fuertemente ideologizado y supuestamente anti-sistema.
¿Cómo es que un mero modelo de negocios sustenta a un movimiento «libertario»?.
Mediante una perfecta obra de ingeniería ideológica: asistir al capitalismo en su decadencia y sin embargo pasar por rebelde.
He visto gente que trabaja acríticamente para el poder que sea, que prefiere los contratos basura a la estabilidad laboral, que tilda a las personas de obsoletas y le dicen al jefe que apriete delete. Pero eso sí, están por el software libre.
El Software Libre es la ideología perfecta. No es como el socialismo. Se puede ser un anarquista en la juventud, para pasar a ser un explotador en la vejez y seguir siéndole fiel. 

Nadie te va a pegar por ser de este movimiento: la policía ni siquiera sabe que existen. Y porqué debería conocerlos, si están dentro de la ley: critican al que roba software cerrado tanto como al que lo compra.
Para ser miembro no hay que leer varios tomos de ningún monumento filosófico (aunque sí algunos tediosos manuales).
No hay líneas internas, facciones, desviaciones, revisionistas, nada de todo eso, sólo buenos muchachos.
Pero todo tiene su lado negativo: es más fácil que una troska te bola en medio de una manifestación, que distinguir una fémina entre los nerds con acné de una install fest.

Endecálogo anti-software libre

  • El Software Libre es nueva forma de colonización.

Como se ha visto, en muchas situaciones los productos de software abierto son objetos generado gracias a los excedentes del «mundo libre» y sus militantes, que mediante la operación ideológica de prestigiar el SL y demonizar al resto, presionan a los estados periféricos para que adopten las soluciones diseñadas por otros gracias a su «welfare».

  • El Software Libre genera trabajo alienado.

Como consecuencia, los trabajadores informáticos, que hasta hace unos años se dedicaban a llevar a cabo todas las etapas de desarrollo de un software (análisis, diseño, elección de herramientas, codificación, etc) ahora sólo se dedican a configurar programas ya hechos o a lo sumo intentar adaptarlos, pero a partir de lo que otros han decidido.

  • El Software Libre sirve para que las empresas reduzcan costos.

La reducción de costos laborales que implica las revoluciones tecnológicas no es ninguna novedad. Sólo que antes los movimientos libertarios, como los luditas, reaccionaban en contra de la tecnología. Ahora en cambio se estimula un movimiento presuntamente libertario para que esta reducción de costos se profundice. ¿Cuánto han ahorrado las empresas al usar Apache en lugar de la porquería equivalente de Microsoft? ¿Debemos sentirnos orgullosos de haberles hecho ese favor? Sólo si lo único que nos importa es el software y no las personas. ¿Qué otra cosa demuestra este ejemplo si no la invulnerabilidad del capitalismo frente a las utopías truchas?

  • El Software Libre sirve para que las instituciones y las empresas no produzcan soluciones de acuerdo a sus necesidades, sino que se adapten a moldes generales.

Cuando una biblioteca, un hospital, un centro de investigación, deciden adoptar un software abierto para llevar a cabo sus tareas mas específicas la única alternativa que plantean los militantes del SL es si el software es abierto o cerrado. ¿Qué diferencia hay en estos dos casos desde el punto de vista de los usuarios finales?. Nadie tiene en cuenta sus necesidades. ¿Y desde el punto de vista de los usuarios expertos? No participarán de ninguna decisión importante, que son las decisiones de diseño. ¿Y los programadores? Simplemente, no existen. Lo que podría ser un gran proyecto que involucrase a decenas de profesionales se reemplaza por un pibe que toquetea scripts por unos pesitos. ¿Y el monto que se ahorra por no comprar el software comercial, será entonces destinado a otras necesidades de la institución? Lo dudo. Tal vez si los militantes del SL, en lugar de luchar sólo por el software, lucharan por los humanos, en lugar de presionar para que se adopte software libre, presionarían para que se establezca por ley que si se adopta software libre se debe invertir la cantidad equivalente del comercial. O que se realice una inversión en puestos de trabajo equivalente a la que se usaría en un desarrollo ad-hoc con el propósito de colaborar con el producto y no sólo ser un consumidor pasivo.

  • El Software Libre está atado a un mercado al viejo estilo, el de hardware y nada puede hacer contra esto, ni lo pretende.

Todo el mercado de software, sea abierto o cerrado está condicionado por el mercado de hardware. Esto es obvio, y es más obvio que nada se puede hacer contra esto desde adentro del mercado. Es decir, no hay forma de hacer software que sea independiente. La única forma de hacer software verdaderamente libre es controlando la producción de hardware. El problema con el movimiento de SL es que no se mete con eso. Su único eje es cerrado-abierto, por eso su enemigo es Microsoft, pero nada dice de Hewlett Packard o Compaq. Es como si los obreros luchasen sólo contra las empresas que fabrican armas, pero no contra las que fabrican herramientas, independientemente de cuánto los exploten unas u otras. ¡Impresionante la operación ideológica que nos puede hacer ver a Microsoft y a Hewlett Packard como dos cosas totalmente distintas!.

  • El Software Libre propone conservar la legalidad burguesa. Es un rebeldía dentro de lo permitido.

El fundamentalismo del SL sólo se sostiene si se mantiene incuestionado el derecho de propiedad. Robar está tan prohibido por la legislación burguesa como por estos «libertarios». Una vez uno de ellos me dijo que robando software lo único que hacía era colaborar con al difusión del software privativo. ¿Acaso alguien en la sociedad capitalista puede estar totalmente libre de favorecer su crecimiento en infinidad de actos cotidianos? No ellos, en todo caso, que haciendo drivers para que sus sistemas reconozcan cuanta pavada introducen las empresas de hardware no hacen otra cosa que estimular el crecimiento de esas empresas.

  • El Software Libre confunde software de base con software de aplicación al aplicar los mismos criterios para ámbos.

El movimiento de SL está obsesionado con los sistemas operativos. Su lucha principal es Linux versus Windows, dos sistemas operativos. La razón es que la mayor parte de los militantes de SL encuentra sumamente divertido programar o configurar sistemas operativos. En cambio, el resto de los programadores y el resto de los humanos no tenemos ningún interés en algo que vemos como una mera extensión de la computadora, algo que tiene que estar dado para empezar a trabajar desde ahí, un piso.
¿Son aplicables los mismos criterios con respecto al código en ambos tipos de programas? ¿Al usuario de una aplicación específica, le importa poder modificar o mejorar el programa en la misma medida en que le importa a un programador de sistemas operativos?
Todo lo dicho con respecto al adocenamiento que promueve el SL tiene que ver también con esta cuestión. No es el mismo nivel de generalidad el que se puede pretender en un programa para todo propósito, como es un sistema operativo, que por definición es general, que el que se pretende en una aplicación específica, que por definición, es particular.

  • El Software Libre es gratis a corto plazo pero caro a largo plazo.

¿Por qué caro a largo plazo? Porque algún día habrá que tirar toda la porquería hecha en PHP y rediseñarla y reprogramarla desde el principio. Es algo que ya se está viendo. La obsolescencia del SL es tal vez más grande que la del comercial. Hace unos años todos se babeaban por el PHPNuke. Ahora si lo nombrás, corrés el riesgo de que te bauticen obsoleto. Claro que no es el caso de los sistemas operativos, si no de las aplicaciones. Un punto más para pensar que las diferencias entre esos dos tipos de programas son importantes.

  • El Software Libre vuelve al viejo esquema del asistencialismo del primer mundo para el resto.

En los años 70 y 80 organizaciones como la UNESCO desarrollaban software (generalmente cerrado) para asistir a las «naciones emergentes». El SL pretende cambiar este esquema en el cual el cerebro estaba en el centro y tomaba todas las decisiones para el resto, por un modelo colaborativo. El problema es que siendo el modelo económico más o menos el mismo, la democratización propuesta es sólo parcial, pues para producir software no redituable hace falta un excedente, que las naciones periféricas no poseen.

  • El Software Libre aumenta la crisis del software y el software bloat. Windows copia a Linux, pero Linux copia a Windows. (Y ambos empeoran)

Durante muchos años, el problema con Linux es que había que ser un experto para poder hacer la tarea más sencilla. Esto es un ejemplo de lo que hay escribir para que la computadora reconozca un CD: mount -t iso9660 /dev/sr0 /media/cdrom0. Me ha pasado, hace no tantos años, que después de un amable cartel «Introduzca el CD y presione Enter» y habiéndole pegado a la tecla enter varias veces, tuve que resignarme y escribir finalmente la fórmula mágica. Dado que el común de los mortales considera que poner un disco en una computadora debería ser tan sencillo como poner una taza a calentar en un microondas, Linux vienen intentado ser un software a escala humana y hacerse un poco más amigable. Pero como, por más ideología que le metan, se trata básicamente de una competencia, y aunque no sea comercial, es una competencia por el mercado, lo que viene sucediendo es que Linux copia las características de su enemigo. A su vez, Windows es famoso por su vulnerabilidad, un aspecto en el que Linux, que al contrario de Windows, nace como sistema operativo de red, es inmensamente superior. La carrera de Windows desde hace años es emular a Linux en lo que tiene que ver con al seguridad y la red. Resultados de esta competencia: Linux se llena de falsa usabilidad; pantallas muy bonitas pero ante el menor problema hay que ser un experto para solucionarlo. Y Windows se llena de falsa seguridad: compartir archivos en una red familiar, o entre dos equipos de la misma persona, es tan complicado y molesto como hacerlo en una red corporativa.

  • El Software Libre aumenta las brechas tecnológicas, porque profundiza algunas de ellas.

Mucho se habla de LA brecha tecnológica, como si se tratase de una sola, y en general se hace referencia a la diferencia entre naciones que acceden a la tecnología y naciones que no. Este corte puesto en el estado-nación es un viejo truco de los ideólogos liberales y tiene el principal objetivo de ocultar una brecha que es por lo menos tan importante: la brecha de clase. Un homeless neoyorkino tiene casi tan vedado el acceso a la tecnología actual que un ciruja de los que Macri manda a cagar a palos.
Pero existen además otras brechas: ese homeless tendría la ventaja de que la mayor parte de lo que circula en la web está escrito en inglés. Al pobre de acá, llegado el caso de poder acceder con algún plan asistencialista, cambio de gobierno mediante, se encontrará con esa traba.
Pero la que tiene que ver con el SL es más sutil. La mayor parte de lo que hay en la Web está hecho por tecnólogos. Si bien esta brecha tiende a reducirse, aún está muy lejos de ser despreciable. Si sos un tecnólogo, si estás al tanto de lo que quieren decir las últimas siglas que circulan por la web, si tenés clara la jerga técnica que se cuela en todos los idiomas, tenés una buena parte asegurada. El perfil fuertemente ingenieril de los militantes del SL, su obsesión por los sistemas operativos, su reduccionismo sustancialista, todos son factores que aumentan la dependencia del común de los mortales con los tecnólogos.

En los códigos fuente, escribo tu nombre

Algunos hablan de un «cognitariado» para distinguir esta nueva capa social formada por los trabajadores de la informática. El parentesco con «proletariado» no acaba en la semejanza de los términos; muchos ven en ellos algo así como el nuevo sujeto histórico que tendría una misión revolucionaria: llegar a un «comunismo de la información». Efectivamente, si cuando pensamos la sociedad actual sólo vemos como conflicto determinante la lucha por el conocimiento, es decir, una lucha de las conciencias y por las conciencias, sólo veremos al cognitariado en lucha. Es de esperar que cuando ganen la batalla terminen de descubrir quienes son los verdaderos patrones.
En todo caso, y como siempre que se habla de tecnología y sociedad, no debe olvidarse que sólo el 12 por ciento de la poblaciòn mundial tiene computadora y sólo el 3 por ciento tiene conexión a Internet. Esta lucha por el código abierto se presenta entonces como una lucha de un sector dominado dentro del sector dominante. En la medida en que sus principales enemigos son los oligopolios como Microsoft a los que se enfrentan tan sólo como un nuevo modelo de negocios, el movimiento de software libre termina favoreciendo el establecimiento de pequeñas y medianas empresas, como Red Hat o Apache Foundation, que cumplen la función de que el mercado se autoregule: una clásica pretensión del liberalismo económico.
Esta libertad de la que tanto hablan sin definir claramente revela finalmente su identidad: se trata de la libertad de mercado. No es libre el código, pues no existe código esclavo. Tampoco el usuario que es esclavo del mercado y de las leyes de protección de la propiedad intelectual. Ni el programador, que es un trabajador, y como tal, esclavo de su patrón, aunque éste sea un copado presidente de una fundación que busca beneficiar a la humanidad. Son libres las empresas que producen software libre: libres de ofrecer sus productos.

En lugar de Software Libre deberíamos mejor llamarlo Software Liberal

http://tabanopicante.blogspot.com/2009/10/el-software-libre-mentiras.html

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.