El pasado 1 de diciembre de 2012, día de la toma de posesión del nuevo gobierno federal, hubo varias marchas de organizaciones sociales y ciudadanos para protestar por lo que consideraban la imposición fraudulenta del nuevo gobierno priista. En el curso de esas expresiones de protesta aparecieron de pronto grupos de encapuchados que desataron la […]
El pasado 1 de diciembre de 2012, día de la toma de posesión del nuevo gobierno federal, hubo varias marchas de organizaciones sociales y ciudadanos para protestar por lo que consideraban la imposición fraudulenta del nuevo gobierno priista.
En el curso de esas expresiones de protesta aparecieron de pronto grupos de encapuchados que desataron la violencia (pedradas, golpes con palos o tubos, bombas molotov) contra policías y soldados, unos uniformados y otros vestidos de paisano, que vigilaban el desarrollo de la marcha.
Las cámaras de la televisión comercial, por supuesto, dieron amplia difusión a los desmanes, acusando directamente a los marchistas de ejercer esa violencia inaudita.
Policías y soldados, sobre todo los vestidos de civil, arrestaron a decenas de personas, jóvenes fundamentalmente, que participaban en la marcha. Pero los encapuchados agresores se escabulleron, auxiliados y protegidos por los propios cuerpos policiacos y castrenses. De este último hecho existen, y se dieron a conocer en las redes sociales, múltiples evidencias en video. De la auxiliada y protegida escapatoria de los encapuchados también existen y son públicos testimonios y fotografías.
Los detenidos acusados de las agresiones fueron casi inmediatamente puestos en libertad, ante la absoluta falta de evidencias de cualquier acto violento cometido por ellos.
A los pocos meses, en la marcha, sobre todo estudiantil, para conmemorar la agresión y los asesinatos cometidos por un agrupo paramilitar denominado «Los Halcones» el 10 de junio de 1971, se repitió la estrategia «revienta marchas de protesta». Pero ahora, en la repetición de la metodología, y con la experiencia previa, pudieron recabarse más evidencias y testimonios de la participación de grupos paramilitares, de indudable procedencia oficial, en los actos vandálicos.
Como en el caso de los detenidos el 1 de diciembre, también esta vez los agresores lograron escabullirse con el auxilio de los cuerpos policiacos y miltares. Con los manifestantes detenidos pasó lo que en la ocasión anterior: fueron dejados en libertad por falta de elementos probatorios de delitos o faltas.
Y ahora, durante la marcha conmemorativa de los sangrientos y fatales hechos de 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, volvió a reeditarse la estrategia oficial revienta marchas de protesta. Pero ahora con más violencia y con resultados más graves en cuanto a las lesiones producidas a manifestantes y policías.
Es cosa pública que, otra vez, los nuevos halcones se escabulleron luego de su accionar. Y en cuanto a los arrestados durante los acontecimientos, se espera que en los próximos días se determine su libertad por, otra vez, falta de pruebas inculpatorias.
Inmediatamente después de los hechos del 2 de octubre, legisladores del PRI y del PAN amenazaron con la creación de leyes que habrán de criminalizar las marchas de protesta. Prohibir las expresiones de protesta, en vez de castigar la estrategia oficial revienta marchas.
Estamos frente a una estrategia oficial doble: satanizar las expresiones ciudadanas de protesta y, acto seguido, promulgar leyes que prohíban esas expresiones de inconformidad.
¡Ah!, el viejo sueño dorado de las dictaduras: nada de manifestaciones ciudadanas, nada de protestas, nada de expresiones masivas de inconformidad. Al fin los oligarcas encontraron la anhelada llave. No a la represión policiaca y militar directa y desembozada.
Es preferible el concurso de grupos parapoliciacos y paramilitares que desaten la violencia en las marchas para culpar de ésta a los ciudadanos y a sus organizaciones y prohibir legalmente las protestas. ¡Qué grandes estrategos! Fabricaron ellos mismos la llave que necesitaban.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
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