Eugenio García Gascón, corresponsal de Público y residente desde hace más de 15 años en Jerusalén, traza en este dietario desde finales del año 2007, todo el año 2008 y unas pocas fechas posteriores, un cúmulo de noticias puntuales, datos y comentarios que forman un caleidoscopio de la sociedad israelí y palestina, continuamente aplastada […]
Eugenio García Gascón, corresponsal de Público y residente desde hace más de 15 años en Jerusalén, traza en este dietario desde finales del año 2007, todo el año 2008 y unas pocas fechas posteriores, un cúmulo de noticias puntuales, datos y comentarios que forman un caleidoscopio de la sociedad israelí y palestina, continuamente aplastada y resistiendo la ocupación, del judaísmo e islamismo, ambos penetrados por el integrismo y fundamentalismo.
Cuando leemos periódicamente noticias sobre un nuevo asentamiento, un asesinato o tal o cual suceso, poco a poco se nos olvidan y nos escandalizamos ante una nueva injusticia. El dietario, plenamente vigente independientemente del periodo escogido, nos sirve para pasar de puntos inconexos de nuestros recuerdos a una línea continua de la política israelí ya sea gestionada por un laborista como fue Peres, que promovió las colonias tras la conquista de 1967, o por el discípulo de Sharon (el de Sabra y Chatila y otras barbaridades), el jefe del Likud, Netanyahu, porque desgraciadamente refleja una estrategia de la ocupación sionista sobre los palestinos.
Lo primero que destaca García Gascón, como buen periodista, es que hay que constatar los hechos y no dejarse arrastrar por los discursos. La situación de la Palestina ocupada es, quizá, la más documentada. Los diplomáticos que están allí y los funcionarios internacionales constatan continuamente la disparidad de los hechos y la propaganda de los discursos y como las palabras se retuercen para intentar camuflar la verdad y así, engañar. Pero todos ellos, la comunidad internacional es cómplice de la ocupación de un grupo mesiánico, los sionistas, que funcionan por su deseo de ocupar toda Palestina y más allá, el convencimiento de poderlo hacer, independientemente del sufrimiento ajeno, porque consideran que esa es su misión en la tierra, su destino vital. Y los palestinos (o los árabes) no existen. La enseñanza desde niños y el periodo del servicio militar crea una insensibilidad hacia los otros, los palestinos, a los que consideran okupas de `su’ tierra y de los que hay que deshacerse.
El autor repasa los hechos del plan de expulsión al hilo de la independencia, ya desvelados por algunos historiadores israelíes en contra de los mitos propagandísticos; o el dudoso origen geográfico de los colonos askenazis y la naturaleza originaria de los palestinos; el racismo y apartheid en las leyes y costumbres de este Israel de supremacistas judíos. Porque todo gira alrededor de tu pertenencia o alejamiento de la judeidad, no de la ciudadanía. Y su deriva, la discriminación ‘legal’ y la consecuencia, la ocupación: derribo de casas, expulsión, expropiación; violencia de los colonos; Muro, check point; asesinatos; presos,.. Pero con historias con nombres, lugares y fechas concretos, humanizando a las personas que sufren, por lo que el autor puntúa el plan estratégico sionista de borrar la identidad y al pueblo palestino.
La elección del título, la cárcel identitaria, expresa la enfermedad de ese sionismo que con tal de llegar a su destino manifiesto, la ocupación de Palestina para hacer un territorio sólo para judíos (creyentes o no), entra en una locura colectiva, en la que todo vale, los palestinos no existen como humanos y están cosificados, en el que el derecho internacional o los derechos humanos están relegados, no tienen vigencia si contradicen, y todos sabemos que es así, menos ellos, ese plan que eso sí, hay que hacerlo lo más posible de forma homeopática para no romper el silencio sangrante de una ocupación que cada año avanza un poco más.
También, desvela las miserias de los palestinos. Como, el sálvese quien pueda, ha creado una dualidad moral. Y como también, hay cárceles identitarias en muchos de ellos.
En todo caso, el libro merece ser leído y retener algunos hechos narrados en él, porque son -aunque se refieran a un periodo tan breve-, un hilo que nos hace comprender el pasado, el presente y por donde se quiere trazar el futuro, si no lo impedimos y si tanto israelíes, como palestinos, mucho más unos que otros, no consiguen romper esas cárceles mentales.
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