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El triunfo sobre la posverdad

Fuentes: Rebelión

La victoria electoral del MAS, el pasado 18 de octubre, es mucho más significativa y trascendental de lo que a primera vista puede parecer. No «sólo» se trata de la victoria sobre un golpe de Estado, que pretendió alterar el curso del desarrollo que había elegido el pueblo boliviano durante tres elecciones consecutivas. También es la victoria sobre una estrategia de adoctrinamiento en masa que han desarrollado los sectores más conservadores y fascistas de las sociedades tecnologizadas de nuestros días. Se trata de la posverdad.

No es nueva la estrategia de campañas mediáticas abrumadoras que desarrollan las oligarquías para instalar en la opinión pública sus intereses particulares como si fueran los intereses de toda la sociedad. Desde la emergencia de los mass media, se han desarrollado estas campañas de modo sistemático en todos los ámbitos, y especialmente, en el político. ¿Qué tiene de nuevo entonces la posverdad? Se trata de campañas mediáticas dirigidas de modo abrumador por todos los medios del stablishment, que apabullan a quienes intenten enfrentarlas. Así también, las versiones divergentes que surgen en medios alternativos son ignorados, como si no existieran, de tal modo que se instala una versión de lo acontecido, que difiere fundamentalmente de la realidad.

En Bolivia, como parte de la estrategia golpista, se han instalado estos imaginarios de modo sistemático por parte de los medios dominantes. En primer lugar, se instaló en el imaginario de la sociedad que había ocurrido un monumental fraude en las elecciones del 20 de octubre de 2019. El informe de la OEA, que en ningún momento utiliza el término «Fraude», fue utilizado como argumento para desarrollar aquella versión, sin que se pretenda siquiera demostrar por medios técnicos, menos judiciales. Inmediatamente, se pasó a obrar conforme el imaginario, anulando las elecciones e incluso arrestando a los miembros del Tribunal Supremo Electoral. Obviamente, se han desarrollado versiones divergentes. Sin embargo, éstas han sido ignoradas, por los grandes medios, determinando de este modo una posverdad, es decir, un «verdad» creada a posteriori.

Durante la gestión del régimen de facto, emergente del Golpe, se desarrollaron otras posverdades, con miras a la campaña electoral, de tal modo, que el MAS quedara completamente destruido. De esta manera, una constante de todos los discursos de los golpistas, dentro y fuera del gobierno, se ha referido a los 14 años. En este marco, se ha instalado la infame idea en torno a que los 14 años del gobierno de Evo fueron «los peores en la historia de Bolivia, estuvo vigente una terrible dictadura y se desaprovechó la época de bonanza de los precios de nuestros productos de exportación despilfarrando esos recursos«. Por mucho que la evidencia empírica demostrara lo contrario, los golpistas insistían en que no se había hecho nada en los 14 años. Para probarlo llegaron incluso a pintar de verde (el color de la campaña del partido de gobierno) el hospital en Montero que se había construido por el gobierno del Proceso de cambio. No importó que las cifras de la ONU mostraran records importantes en crecimiento económico, en inversión pública, en reducción de la pobreza, etc, etc. Se instaló el imaginario que en los 14 años, el gobierno del MAS ni hizo nada.

La lucha por evitar que el gobierno golpista continuara prorrogándose dio lugar a otra campaña mediática. En este marco, se generó la idea en torno a que los bloqueos de caminos en el campo (que desarrollaron organizaciones sociales para protestar contra una nueva postergación de las elecciones), estaba impidiendo el paso de transportes que traían oxígeno a las ciudades para los enfermos de Covid. La campaña fue tan dura que incluso se llegó a temer por una intervención militar a los bloqueos (lo que hubiera significado un nuevo baño de sangre). No importaba que los bloqueadores enviaran imágenes por redes sociales, demostrando que estaban permitiendo el paso de los transportes de oxigeno. Fueron ignorados completamente para que se diera lugar a la peregrina idea de que la mortandad por el Covid 19 estaba siendo causada por los bloqueadores.

Por otro lado, se pretendió pulverizar la imagen del líder histórico del movimiento, Evo Morales, difundiendo la denuncia en torno a que tuvo relaciones con una menor de edad. Seguidamente se difundieron certificados de nacimiento de niños, cuyas madres decían que eran hijos del líder indígena. La campaña fue terrible, pues se acusaba al referente histórico del MAS, nada menos que de pedofilia, la peor acusación que se puede hacer a una persona. En este contexto, los medios de comunicación simplemente ignoraron que la muchacha de quien se decía era pareja de Evo, denunció, de modo formal ante la Defensoría del Pueblo, que había sido extorsionada con el secuestro de su hermana para que declarara, aceptando haber sido la pareja de Evo. Así también, un periodista reconocido en el medio, descubrió que los certificados de nacimiento que fueron presentados para «demostrar» la paternidad de Evo, eran falsos, dado que la mayoría de ellos tenían el mismo código QR. No importó sin embargo que se probara que las acusaciones fueran falsas. Simplemente se ignoraron las revelaciones de su falsedad y se prosiguió con la infame campaña, instalando la horrible, pero falsa, idea de que Evo fuera pedófilo.

Cuatro terribles posverdades: la del «fraude» en las elecciones del 2019, la de los infructíferos 14 años de despilfarro; la de los bloqueos al oxigeno de los enfermos de covid 19 y la del atribuido estupro del líder del movimiento, fueron desarrollados intensamente e instalados como verdades indiscutibles durante la gestión del gobierno de facto. Esos imaginarios podían haber destruido completamente a cualquier movimiento político. Sin embargo, los vencimos. Las oligarquías no pudieron instalar sus mentiras en las cabezas de las mayoritarias clases humildes de este país. Por eso, el triunfo se agiganta y es realmente significativo, pues trae una experiencia muy importante para las luchas sociales del continente. Es un grandioso triunfo sobre la posverdad.