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El tungsteno de César Vallejo y la antesala de la Revolución de Octubre

Fuentes: Rebelión

Iniciando el siglo XX Rusia era vista por el Perú como un país enigmático y lejano, apenas conocido como la tierra de Nicolás Gogol, León Tolstoi o Catalina La Grande, donde Napoleón -hacía ya muchos años- había perdido la más espectacular guerra de su historia (ESPINOZA, 2007). Pero en 1917 el enfoque periodístico cambió radicalmente, […]

Iniciando el siglo XX Rusia era vista por el Perú como un país enigmático y lejano, apenas conocido como la tierra de Nicolás Gogol, León Tolstoi o Catalina La Grande, donde Napoleón -hacía ya muchos años- había perdido la más espectacular guerra de su historia (ESPINOZA, 2007). Pero en 1917 el enfoque periodístico cambió radicalmente, alcanzando proporciones excepcionales cuando los diarios de Lima informaron acerca del surgimiento de un nuevo poder y el establecimiento de un orden social distinto, marcado por el ascenso de obreros y campesinos.

Ausente del Perú desde 1923, César Vallejo publicó en 1931 «El tungsteno» (Editorial Cenit, colección «La novela proletaria», Madrid) novela social que describe y denuncia el abuso y la explotación de los indios por parte del imperialismo norteamericano, encarnado en la minera «Mining Society», y el servilismo de la clase dominante peruana; geográficamente se desarrolla en las minas de tungsteno de Quivilca, situada hipotéticamente en la provincia de Colca, departamento del Cuzco.

Por los acontecimientos descritos, la novela está ambientada en los primeros meses de 1917, después de la revolución de febrero y previo a la de octubre. Vallejo aprovechará el capítulo final para describir la reacción del protagonista frente un acontecimiento internacional que movió los cimientos de las sociedades en el mundo.

Agente de cambio

Vallejo identifica a Servando Huanca como el agente de cambio; describiéndolo como «indio puro (…) de salientes pómulos, cobrizo, ojos pequeños, hundidos y brillantes, pelo lacio y negro, talla mediana y una expresión recogida y casi taciturna» (VALLEJO, 2011: 129). Huanca era un obrero nacido en las montañas del norte, a las orillas del río Marañón; residente en Colca, se desempeñaba como herrero y era experimentado en las luchas contra los patrones, además de inteligente, tranquilo, sereno, muy solidario e idealista, quien comenzaba a soliviantar a sus hermanos en el dolor y la miseria. Aunque muy raras veces sufrió los abusos de las autoridades o patrones, Huanca sentía rabia y dolor por los permanentes abusos contra los trabajadores e indios miserables.

El personaje adquiere protagonismo tras la defensa de Isidoro Yépez y Braulio Conchucos, dos yanaconas (1), indios y analfabetos de la comunidad de Guacapongo, quienes fueron forzados a hacer el servicio militar obligatorio. Ante la muerte de Conchucos, el grito iracundo de Huanca despertó la reacción del pueblo y por consiguiente, una feroz represión hacia los indios, ocasionando innumerables muertes a manos de la gendarmería.

Antesala al Octubre Rojo en El Comercio

Pocas semanas después, las afueras de Quivilca serán escenario de un encuentro en el que Vallejo definirá el carácter clasista de la obra y la defensa del marxismo leninismo como principio básico para la lucha por la transformación social. El relato da pase a discusiones y reflexiones políticas por parte de El Apuntador (un empleado de la mina), Leonidas Benites (Agrimensor de profesión, quien fue despedido por los administradores de la mina) y el propio Huanca. Este último les ilustra acerca del movimiento revolucionario mundial en la que todos los explotadores serán vencidos y los obreros e indios de todas partes del mundo serán liberados. Huanca demostró estar al tanto de las noticias acerca del gobierno provisional ruso, formado en Petrogrado tras la abdicación del zar Nicolás II: «¿Han leído ustedes en los periódicos lo que dicen que en Rusia se han levantado los peones y campesinos? Se han levantado contra los patrones, y los ricos, y los grandes hacendados, y contra el Gobierno, y los han botado, y ahora hay otro Gobierno…» (VALLEJO, 2011: 157).

Benites mencionó la fuente periodística: «Sí. Sí. Sí he leído en El Comercio.» (VALLEJO, 2011: 157). Pero recordaba que el levantamiento fue solo contra el zar Nicolás II y no contra los patrones y ricos hacendados. Enseguida prosigue: «Hay en el nuevo Gobierno de Rusia un gran hombre, que se llama… Que se llama…»(VALLEJO, 2011: 157). Abogado de profesión, Aleksandr Kerenski fue un dirigente revolucionario que desempeñó un papel primordial en el derrocamiento del régimen zarista. Fue el segundo y último primer ministro del Gobierno provisional instaurado tras la Revolución de Febrero y su figura principal. Benites menciona a Kerenski: «Y ese dicen que es muy inteligente, un gran orador y muy patriota, y que va a hacer justicia a los obreros y a los pobres. (…) porque es muy inteligente y honrado y muy patriota…» (VALLEJO, 2011: 157).

En 1917 y simultáneamente a las noticias provenientes de Europa sobre la Gran Guerra, los peruanos, principalmente de las zonas urbanas se enteraban de los acontecimientos de Petrogrado y Moscú a través del cablegrama. El 14 de marzo de 1917 y con el titular: «Abdica zar de Rusia» el diario El Comercio publicó:«Cablegramas informan que la revolución se extiende en Rusia vigorosamente. Las guarniciones de Petrogrado, Moscú y otras ciudades se plegaron íntegramente a los revolucionarios. Después de tres días de combate con las tropas llamadas para sostener al imperio, triunfó la revolución. Se comunica la abdicación del zar Nicolás II, sucediéndolo el zarevich, bajo la regencia del gran duque Nicolás.» (EL COMERCIO, 14/3/1917)

La guerra en Europa seguía; duras sanciones contra los pro- alemanes y quienes pretendieran continuar el conflicto bélico se esperaba: «Los revolucionarios persiguen sañudamente a los germanófilos. La Duma (2) ha nombrado un comité administrativo y ha ordenado que todos los ministros sean encarcelados.» Finalmente, una alianza se vuelve realidad: «Miles de soldados confraternizan con el pueblo en armas.» (EL COMERCIO, 14/3/1917)

Dos días después, con el titular «El adiós de Nicolás II» el decano de la prensa nacional trascribe un fragmento del discurso de despedida del zar a sus compatriotas: «Ha sido la voluntad de Dios enviarle a Rusia la mayor prueba dolorosa. Todavía hay esperanza de triunfar sobre el cruel enemigo. En estos días decisivos hemos reconocido la necesidad de abdicar la corona y abandonar el poder supremo. No deseando separarnos ni separar nuestra suerte de la de nuestro amado hijo, delegamos el poder hereditario en nuestro hermano Michael, bendiciendo el trono futuro que ha de gobernar en unión de la Duma, tomándoles inviolable juramento en nombre de nuestra amada madre patria». (EL COMERCIO, 16/3/1917)

Al día siguiente titula: «Sin trono ni futuro» y da cuenta que decenas de cablegramas informaban sobre el drama político y humano que vivía el ex monarca, quien temía por su vida y la de su familia. La nota apuesta por el drama humano: «Su gran angustia es no estar junto a su pequeño hijo, de frágil salud. Sufre prisión de carácter militar y se dice que en algún momento pensó en el suicidio, pero fue disuadido por su capellán.» Nicolás II se dice víctima de una traición y «Desea marchar al extranjero con los suyos, pero eso es casi imposible.», quizás vaticinando la suerte que él y su familia correría al año siguiente. (EL COMERCIO, 17/3/1917)

Como se observa en los textos, las agencias de noticias internacionales emitían cablegramas que nutrían de noticias a los periódicos del mundo; generalmente eran muy breves y las oficinas de redacción de cada medio de comunicación se encargarían de «voltearlas» y extenderlas.

Volviendo a la novela, entre risas, Huanca aseguraba que Kerenski no impartiría justicia y sería otro zar. Primero generaliza: «Los inteligentes nunca hacen nada de bueno», luego condiciona a quienes se apartan de los intereses de la mayorías: «Los que son inteligentes y no están con los obreros y con los pobres, solo saben subir y sentarse en el Gobierno y hacerse, ellos también, ricos y no se acuerdan más de los necesitados y de los trabajadores.» (VALLEJO, 2011: 157).

Terminado la segunda semana de mayo, El Comercio inicia una cobertura permanente de los sucesos en Rusia, advirtiendo por lo dramático de sus titulares, que la suerte ya estaba echada para los mencheviques (3).

El 12 de mayo de 1917 titula: «Rusia en crisis» advirtiendo que «El gobierno ruso que preside Kerenski atraviesa una grave situación pues recibe constantemente duras presiones de los socialistas.» Asimismo, informa que el gobierno provisional lanzó desde Petrogrado un manifiesto donde declara «que si el país continúa sobre la vía de la anarquía y de la guerra civil, está propiciando la restauración del despotismo.» (EL COMERCIO, 12/5/1917)

Tres días después en «La crisis rusa», informó que Kerensky envió un mensaje al frente de batalla exponiendo a los delegados del Gobierno la crítica situación interna del país, y confiesa tener miedo de un próximo desastre. El control del país se les va de las manos y dice textualmente: «No siento valor por más tiempo y tengo la convicción de que somos ciudadanos y no esclavos de la revolución. Me pesa no haber muerto hace doce meses, cuando los corazones rusos soñaban con una nueva y libre Rusia, cuando pensé que el país podría gobernarse por sí mismo y sin necesidad del látigo. Ha fracasado el cambio». (EL COMERCIO, 15/5/1917).

El 19 de mayo titula: «Rusia se derrumba» analizando: «¿Cuánto durará el gobierno actual de Rusia? Es la pregunta que se hacen los corresponsales de los diarios extranjeros en Petrogrado. En ese inmenso país convulsionado por la guerra, el hambre y la política, las fuerzas revolucionarias socialistas ganan posiciones día a día.» En medio del desorden interno, Kerenski se mostraba partidario de la permanencia rusa en la Gran Guerra: «En el ejército y la marina cunde la indisciplina hasta extremos inimaginables. Kerensky, ministro de Guerra, dice que mientras él esté en el gobierno Rusia continuará luchando junto a los aliados. Nadie cree, sin embargo, que dure mucho. Sus días están contados. Después, cualquier cosa puede ocurrir.» (EL COMERCIO, 19/5/1917).

Volviendo a la obra, Vallejo daba a entender que Kerenski perdió casi por completo la autoridad política efectiva y quedó sin el apoyo de bolcheviques ni socialistas moderados y liberales. La presencia de Lenin se hacía determinante: «- ¡Ya verán ustedes! ¡Ya verán! Ahí tengo un periódico que me han enviado de Lima, escondido. Ahí dicen que Lenin va a ir a Rusia y va a levantar las masas contra ese Kerenski y lo va a botar y va a poner en el Gobierno a los obreros y a los pobres.» (VALLEJO, 2011: 158).

Cuando Huanca trabajaba en los valles azucareros de Lima leyó «que solo hay ahora un solo hombre en todo el mundo, que se llama Lenin, y que ese es el único inteligente que está siempre con los obreros y los pobres y que trabaja para hacerles justicia contra los patrones y hacendados criminales.» (VALLEJO, 2011: 158). Huanca lo califica como «gran hombre» y que se ganó el odio de los grupos de poder. Por su parte, Benites consideraba que Lenin no podría actuar contra los explotadores pues estaría al acecho ante la amenaza de su fusilamiento.

Huanca tenía claras las prioridades, debía ver claro y orientarse respecto a las debilidades de la empresa norteamericana «Mining Society», a fin de iniciar inmediatamente sus trabajos de propaganda y agitación entre las masas. Ya por impulso propio, los obreros empezaban a dar signos prácticos de descontento y de protesta. Pero Huanca ya sabía de trabajo orgánico: «llegó a unirse algunas veces con sus compañeros de trabajo y de dolor, en pequeñas asociaciones o sindicatos rudimentarios, y allí le dieron periódicos y folletos en que leyó tópicos y cuestiones relacionadas con esa injusticia que él conocía y con los modos que deben emplear los que la sufren, para luchar contra ella y hacerla desaparecer del mundo.» (VALLEJO, 2011: 130).

Retomando la cobertura periodística de El Comercio, pretendiendo dar un respiro, el 25 de mayo apenas destacaba la presencia en Lima de la bailarina rusa Anna Pavlowa y su debut en el Teatro Municipal. Seis días después y bajo el titular «Sigue el caos ruso», el decano publica que «En Rusia mandan los obreros y el gobierno de Kerensky puede caer en cualquier momento.» (EL COMERCIO, 31/5/1917). El corresponsal de la agencia Reuters en Petrogrado informaba que más de 120 de las grandes fábricas de materiales de guerra resolvieron paralizar sus actividades con huelgas y sabotaje. Las reivindicaciones salariales también involucraban a las mujeres: «Muchos obreros rusos exigen una jornada diaria de solo seis horas de trabajo y un salario mínimo para las mujeres de 150 rublos mensuales.» (EL COMERCIO, 31/5/1917). Dos años antes de que Rusia y Alemania firmaran el Tratado de Brest-Litovsk ya se avizoraba la incapacidad rusa de mantener su presencia en la Gran Guerra: «Evidentemente, Rusia no puede ni quiere seguir en la guerra y solo falta saber cómo se apartará de ella.» (EL COMERCIO, 31/5/1917).

El 9 de junio advertirá: «Nicolás II en peligro», informando que la noticia destacada por los periódicos europeos y norteamericanos era el gravísimo peligro por el que pasaba la vida del zar y su familia. Sus cabezas ya estaban pedidas: «Los revolucionarios salen a las calles pidiendo castigo para el monarca y a su paso mucha gente se les une con la misma demanda.» (EL COMERCIO, 9/6/1917). Asimismo, las tripulaciones de los buques de guerra rusos adheridos a la revolución resolvieron que el zar siga preso en el puerto de Kronstadt, hasta que se le juzgue. «No se sabe nada de la zarina ni de los hijos del desdichado Nicolás.» (EL COMERCIO, 9/6/1917).

Curiosamente, hasta ese momento la presencia de Lenin era nula en las páginas Internacionales de El Comercio; los protagonistas eran Kerenski y el zar Nicolás II. Los principales periódicos de Lima como El Comercio y La Prensa, cubrían de inmediato las expectativas del lector capitalino; esas mismas ediciones llegaban a las principales capitales departamentales hasta con una semana de retraso, para luego ser distribuidas a las capitales provinciales y demás centros urbanos, a donde podía llegar con un mes de retraso. Los periódicos regionales y locales jugaron un rol importante al acercar a los lectores con el quehacer internacional. Sin la existencia de radio ni noticieros cinematográficos, la prensa escrita- llámese diarios o revistas- eran el único canal para el ciudadano de las zonas más alejadas del país se mantenga en contacto con el acontecer nacional e internacional. Estado en Trujillo, Vallejo pudo enterarse rápidamente de los sucesos en Rusia desde La Industria, el diario más influyente del norte del país. Las noticias llegadas a Lima después de octubre de 1917 daban cuenta de un nuevo régimen en manos de «maximalistas» o «los bolsheviquis» liderados por «Lenine».

La revolución de octubre de 1917 marcó un derrotero en la historia de la humanidad; Vallejo, por intermedio de Huanca instaba a seguir el ejemplo de Rusia: «¡Y allí también dicen que lo mismo hay que hacer en todas partes: aquí en el Perú, en Chile, en el extranjero, en todos los países, para botar a los gringos y patrones, y ponernos nosotros, los obreros y los pobres, en el Gobierno!» (VALLEJO, 2011: 158).

La narrativa escrita por Vallejo en Europa también contempla el cuento infantil Paco «Yunque», además de «El niño del carrizo», «Viaje alrededor del porvenir», «Los dos soras» y «El vencedor»; todos ellos poseen una fuerte carga ideológica y política. Sin embargo, es en «El tungsteno» donde de manera más explícita hace saber la necesidad de luchar contra la opresión del capitalismo, siguiendo el legado de quienes lo hicieron en ese otrora país enigmático y lejano llamado Rusia.

Notas

(1) Yanacona.- (probablemente del quechua «yanakuna») .Los europeos le dieron el uso para referirse a los «negros» por su condición servil en beneficio de los grupos elitistas. Durante la República, el yanacona trabajaba en la tierra del patrón y a cambio recibía una parcela para levantar sus casas o chozas y sembrar sus alimentos.

(2) Duma.- Es cualquiera de las diferentes asambleas representativas de la Rusia moderna y de la historia rusa.

(3) Mencheviques.- Denominación rusa, equivalente a minoritario y opuesta a bolchevique; eran la fracción moderada del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Tuvieron un destacado papel en 1917. Controlaron el Sóviet de Petrogrado y el Gobierno provisional derrocado en la Revolución de Octubre.

 

Bibliografía:

El Comercio, Diario. Efemérides. http://elcomercio.pe/opinion/efemerides

Espinoza, Gustavo. José Carlos Mariátegui y la revolución rusa. Rebelión, 13-11-2007

Vallejo, César. El tungsteno. Lima: Fondo editorial UCH, 2011

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.