No cabe duda que pese a las políticas contra México implementadas por el nuevo presidente de Estados Unidos Donald Trump, la dependencia moral, política y económica hacia el vecino país que ha desarrollado desde hace décadas sigue siendo la misma. El discurso oficial quiere esconder la ineptitud del gobierno mexicano con el asunto de la […]
No cabe duda que pese a las políticas contra México implementadas por el nuevo presidente de Estados Unidos Donald Trump, la dependencia moral, política y económica hacia el vecino país que ha desarrollado desde hace décadas sigue siendo la misma.
El discurso oficial quiere esconder la ineptitud del gobierno mexicano con el asunto de la construcción del muro fronterizo y las deportaciones, pretendiendo evadir el verdadero problema que es la realidad del país: miseria extrema, crímenes de Estado, corrupción, crimen organizado y solapado, enriquecimiento ilícito, desapariciones forzadas, sometimiento económico de la población, represión, terrorismo y violencia de Estado, etcétera. Un discurso que busca una supuesta «unidad nacional» frente a los embates de Donald Trump, pero en torno a la figura del presidente y sus lacayos.
Pero hay un detalle que es mucho más complejo, no solo es el muro y las deportaciones de migrantes mexicanos, es toda una política instrumentada mucho antes de Trump, que es parte de la propaganda psicológica y la propaganda política que son la verdadera cara de la diplomacia pública de Estados Unidos hacia México y que hoy está comenzando a mostrar su rostro y sus resultados.
Con un «nacionalismo» mezquino el gobierno mexicano quiere subsanar años de traición a la patria de parte de gobernantes, empresarios y hasta ciudadanos sin escrúpulos que han ido entregando al país, el territorio y recursos entre otras cosas, a una nación que viene planeando desde hace mucho sacarle otra tajada a los mexicanos.
El uso del arte, radio, televisión, cine, editoriales, fundaciones, galerías, intelectuales, artistas, universidades, investigadores, escuelas, institutos, becas, bibliotecas, escritores, es decir, toda la parafernalia cultural, entre otros instrumentos, ha servido para fortalecer una dependencia hacia la pesadilla de vecino que hoy pisotea a los mexicanos como si fueran literalmente cucarachas sin que nadie haga nada, salvo las y los verdaderos patriotas, ciudadanas y ciudadanos y organizaciones civiles consecuentes con nuestra patria y conscientes de lo que está pasando.
Desde ONGs hasta la convocatoria de la comisión sexta del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y sus bases de apoyo a la campaña mundial: «Frente a los muros del capital: la resistencia, la rebeldía, la solidaridad y el apoyo de abajo y a la izquierda». Una campaña que va desde la resistencia cultural hasta la creación de santuarios y apoyo a los ya existentes y hasta la creación de comités de solidaridad «con la humanidad criminalizada y perseguida» (ver http://enlacezapatista.ezln.
La mayoría de las y los mexicanos se quejan, pero se ven incapacitados para actuar gracias a la cultura del miedo impuesta en el imaginario social por los gobiernos desde hace más de 80 años, uno de nuestros grandes lastres como nación. Pero por otra parte la admiración, sobrevaloración y el síndrome de las cuentas de vidrio con Estados Unidos también le impiden actuar con la dignidad que la situación amerita en estos momentos donde la violación a la soberanía nacional raya en lo descarado.
El resultado es un patrioterismo de 16 de septiembre con tequila, mariachi y chile jalapeño; un nacionalismo mediocre y una codependencia que sigue saliendo a flote a todo lo que huela a gringo y que ha sido adoctrinada desde la cultura y sigue adoctrinándose con la complicidad del gobierno mexicano.
Tan solo hace unos días un breve, tendencioso y humillante video con la consigna «Abraza a México», donde salen estos actorcillos de televisión que por unos centavos se prestan para ofender a su propia madre de ser necesario, invitan a la ciudadanía a «no quejarse», a «ya superarlo», a «cambiar uno mismo» y cualquier tipo de sandez ofensiva para la dignidad de toda una nación que está siendo insultada desde afuera pero también violentada desde adentro.
El verdadero muro está en casa y se seguirá construyendo de permitir que el miedo nos domine; si seguimos aplaudiendo una cultura como la estadunidense, que nos fueron imponiendo y que mayoritariamente fue construida desde el plagio y el exterminio de otros pueblos. El muro seguirá creciendo si seguimos comprándole al imperio su «sueño americano» y al gobierno de México sus mentiras y su «bienestar social».
Donald Trump y Enrique Peña Nieto son solo un par de «medias cucharas» entre los cientos de albañiles, arquitectos e ingenieros que comenzaron a construir estos muros de odio para que los poderosos y canallas se protejan de la furia del pueblo.
Fuente original: http://www. elindependi
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