Para cambiar o para refrendar el rumbo seguido por México desde la llegada de López Obrador a la Presidencia de la República solamente hay un camino: la vía electoral. Y esta ruta sólo podrá ser andada en junio de 2024, fecha de la próxima elección presidencial.
Por ahora, y con los datos disponibles, se puede afirmar que es dominante y mayoritaria la disposición ciudadana a refrendar el camino escogido en 2018. Entre esos datos disponibles se encuentran los resultados de los distintos procesos electorales habidos en los últimos tres años y medio, en los que Morena y López Obrador han obtenido amplio respaldo ciudadano.
Y si bien es cierto que Morena y López Obrador no consiguieron la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, y que sólo ganaron 7 de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, el balance electoral sigue siendo muy favorable para obradorismo y morenismo, pues ganaron 11 de los 15 gobiernos estatales en disputa y conservaron la mayoría en la Cámara de Diputados.
Otros datos disponibles son los resultados de las muy diversas y abundantes encuestas de opinión. En todas ellas Morena aparece en el primer sitio de las preferencias electorales, en tanto que PAN, PRI y PRD van consistentemente a la baja sin visos de poder revertir esta tendencia.
Un dato más que favorece a Morena es la buena marcha de las cifras económicas. Bajas tasas de interés, creciente inversión extranjera directa, tasa de inflación moderada, remesas al alza y tipo de cambio estable o a la baja.
Frente a este panorama y sin una oposición partidaria fuerte, es claro que en las elecciones de mañana domingo 5 de junio en seis estados, y las subsiguientes hasta la presidencial de 2024 la contienda solamente se dará entre dos fuerzas. Por un lado el obradorismo y por otro el antiobradorismo, corriente política e ideológica que aglutina a la totalidad de las fuerzas del antiguo régimen neoliberal hoy desplazado del poder.
Los comicios de mañana domingo 5 de junio permitirán evaluar la fuerza de cada uno de los contendientes. Pero nada hay que permita suponer un cambio en la correlación de fuerzas prevaleciente desde los comicios presidenciales de 2018 y hasta el momento, lo que significa que el rumbo del país será decidido exclusivamente por la corriente política morenista que resulte vencedora en la lucha interna por la candidatura presidencial.
¿Cambio o continuidad? Esperemos que se conjuguen las dos opciones: cambio de persona y continuidad del proyecto obradorista.
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