Dos horas antes de su vencimiento, el viernes 16 de marzo a las 12 horas, llegó la última propuesta del gobierno que evitó que el Sindicato Mexicano de Electricistas estallara la huelga en contra de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. La oferta fue de un aumento salarial del 4.25 por ciento, más […]
Dos horas antes de su vencimiento, el viernes 16 de marzo a las 12 horas, llegó la última propuesta del gobierno que evitó que el Sindicato Mexicano de Electricistas estallara la huelga en contra de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. La oferta fue de un aumento salarial del 4.25 por ciento, más dos por ciento a transporte y tres por ciento a despensa. Esta propuesta esta muy por encima del tope salarial del 3.9 por ciento otorgado a los salarios mínimos a partir del primero de enero de este año. Aún así estamos muy lejos de resarcir la pérdida del poder adquisitivo producida por la ofensiva neoliberal, por eso el sindicato sigue manteniendo la demanda de un aumento salarial de emergencia que, junto con otros gremios, han demandado desde inicios de año.
Además se logro un presupuesto de 200 millones de pesos para la revisión de convenios departamentales (lo que implica un aumento adicional a los trabajadores activos), 300 millones de pesos para programa habitacional y 30 millones para gastos de contratación.
Pocas veces, en los últimos años, el SME estuvo tan cerca de un movimiento de huelga. La primera propuesta de la empresa se hizo en la mañana del jueves y fue de un 3.6 por ciento, el rechazo de la Asamblea fue de inmediato. La segunda propuesta fue a las dos de la mañana del viernes y fue de un 3.7 por ciento. Aún sabiendo que a esas horas el ejército y esquiroles de Comisión Federal de Electricidad habían ocupado diversas instalaciones, la Asamblea dio una firme respuesta: iniciar el movimiento de huelga y llamar a una gran movilización nacional.
¿Por qué razón un gobierno de derecha, que tan duro se mostró durante las negociaciones y que días antes había declarado que «no permitiría que los aumentos salariales desataran una espiral inflacionaria», dobló las manos de esta manera?
En primer lugar por firme determinación de los trabajadores electricistas, y de su dirección, de ir a una confrontación en caso de no encontrar una respuesta satisfactoria a su demanda salarial. Pero también, es necesario reconocerlo, a la existencia de condiciones políticamente favorable para la lucha: un gobierno ilegítimo y desprestigiado, un creciente descontento por el aumento de la tortilla y sus repercusiones, el inicio de movilizaciones para detener reformas privatizadoras del régimen de pensiones de los trabajadores al servicio del estado y la realización de la Convención Nacional Democrática, convocada por López Obrador, a partir del 21 de marzo.
Como escribió el conocido periodista, Joaquín López Dóriga, de la cadena Televisa: «La primera huelga de Calderón era inminente, en medio de la negociación de la nueva ley del ISSSTE y las vísperas del regreso de López Obrador al Zócalo.
El panorama no podía ser peor: a partir del miércoles 21 todo sería capitalizado por él (Obrador): huelga y sindicatos, ISSSTE, marcha, convención e informe.
De repente, todo cambió: el SME volvió a la mesa con el sí, y una corriente de alivio llegó hasta Los Pinos, pasando por las secretarías de Gobernación, Defensa Nacional, Marina, Seguridad Pública, Energía, Hacienda, Trabajo, Economía, todas en alerta.
Eran las diez y media de la mañana del viernes.
El país y el gobierno de Calderón entraban en otra inercia: había sorteado su primera crisis grave luego de sus cien días, la huelga en Luz y Fuerza, y lo que ésta hubiera detonado.
Hoy hay quienes, ortodoxos, dicen que este acuerdo tendrá su costo a pagar en las próximas revisiones. Pero se evitó la huelga.»
Efectivamente, el gobierno de Calderón evitó una batalla difícil de ganar, pero su espacio de maniobra es cada vez más reducido y más temprano que tarde tendrá que afrontar el grave descontento desatado por su política neoliberal y su ilegitimidad.