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Emperador al acecho con «ahogamiento simulado»

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Oh, los espías ya no sirven para nada. Su profesión ha caducado. Los periódicos hacen ahora ese trabajo en su lugar (Oscar Wilde, «Un marido ideal», acto III).

«No va a volver a la celda que en otro tiempo ocupó Oscar Wilde.»

Así ocurrió, finalmente. Pero Mark Stephens, uno de los abogados de Julian Assange, ignoraba que a su cliente le iban a tener todavía tres horas mareando la perdiz hasta poder finalmente salir como un hombre libre de los Tribunales Reales de Justicia en el centro de Londres.

Es como si el fundador de WikiLeaks, Assange, surgiendo de entre el silencio de las sombras ante la frenética melé de los medios de comunicación, supiera ya que la verdadera guerra empieza ahora y que esa guerra no tiene nada que ver con celosas seguidoras, condones rotos ni «sexo por sorpresa».

El pasaje clave de la breve declaración de Assange, leída inmediatamente después de que pudiera respirar de nuevo el aire londinense, fue: «Durante el tiempo que he permanecido en confinamiento solitario en los sótanos de una prisión victoriana he tenido tiempo para reflexionar sobre las condiciones de las personas que por todo el mundo están también en régimen de aislamiento, en prisión preventiva, en condiciones mucho más difíciles que las que yo he tenido que enfrentar. Esas personas también necesitan toda vuestra atención y apoyo».

Fue como decir: Prestad toda la atención y el interés posible a lo que el gobierno de EEUU está haciendo con Bradley Manning, el soldado raso de 22 años acusado de filtrar cientos de miles de cables a WikiLeaks. Manning lleva ya cinco meses en régimen de aislamiento en la brigada del Cuerpo de Marines estadounidense en Quantico, Virginia. No está acusado de ningún delito. En un devastador artículo publicado en Salon.com, Glen Greenwald ha subrayado que Manning está «en unas condiciones que constituyen trato cruel e inhumano y, en virtud de las normas de muchos países, incluso tortura».

Por tanto, esa fue la manera concisa en que Assange le dijo al mundo: el Gran Hermano te observa. Y lo que están haciéndole a Manning es lo que quieren hacerme a mí, a ti y, metafóricamente, a cualquiera que crea en la libertad de información.

¡Alégrame el día, filtrador!

Para gran horror del emperador, WikiLeaks está aún en buena forma, y a partir de ahora cómodamente instalado en una inmensa y remota casa rural de estilo georgiano, Ellingham Hall, a donde han enviado a Assange, en los límites entre Norfolk y Suffolk.

Assange será el huésped de honor del ex capitán del ejército británico Vaughan Smith, también fundador del club de medios de comunicación Frontline en Londres, donde Assange estuvo viviendo durante una temporada. Como el portavoz de WikiLeaks Kristinn Hrafnsson dejó claro, la banda ancha está bien. Y eso es todo lo que los miembros de WikiLeaks, que «nunca han estado juntos en el mismo lugar», necesitan.

Qué lejos está de la intención de Assange convertirse en el prisionero político casi más famoso del mundo.

Ahora todo el mundo sabe, gracias a la asistencia jurídica del blogger Carl Gardner, que en la actualidad eran los fiscales de la corona británica -y no de Suecia- los que estaban en contra de que la corte de Westminster concediera la libertad bajo fianza a Assange el pasado martes (técnicamente, según el Artículo 12 de la legislación europea sobre detenciones judiciales; la fiscalía sueca ha advertido que en todo caso la puerta sigue abierta a la extradición de Assange a otros países de la Unión Europea).

Esto sólo ha servido para avivar la sospecha mundial de que el Reino Unido estaba utilizando el drama sueco del condón roto/»sexo por sorpresa» como excusa para mantener a Assange en régimen de aislamiento, 23 horas y media al día sin su ordenador, bajo vigilancia continua por infrarrojos, hasta que la «relación especial» del amo estadounidense pudiera aparecer con alguna nueva acusación para intentar conseguir una orden de extradición.

Sin embargo, el jueves, antes de que se le concediera la libertad bajo fianza a Assange, el juez británico Duncan Ouseley reconoció un aspecto fundamental. Subrayó que Assange había cooperado con los suecos y que, en última instancia, si en Suecia se le acababa condenando, había muchas probabilidades de que no fuera siquiera a la cárcel.

Antes, ese mismo día, Stephens, el abogado de Assange, había dicho: «No hemos abordado la cuestión de la acción legal estadounidense ni la posibilidad de que se produzca». Bien, mejor que la hagan, y que la hagan rápido. Incluso aunque el gobierno estadounidense presente una acusación de «conspiración», no hay equivalente jurídico en el Reino Unido. Por no mencionar que EEUU no tiene jurisdicción alguna sobre los lugares donde haya podido cometerse cualquiera de esos supuestos «delitos», según dicen ellos.

Sólo una persona ingenua en fase terminal podría creer que el Departamento de Justicia estadounidense no ordenó al gobierno sueco que movilizara a la Interpol para que emitiera a la velocidad del rayo una orden de arresto vinculada a la almibarada saga del condón roto/»sexo por sorpresa».

Por toda gringolandia, el emperador ha estado actuando como si de Pekín se tratara (uno podría decir que los emperadores se parecen todos), desplegando toda una variedad de métodos para censurar ahora la red -y la televisión- y enviar los cables al olvido digital. Algunos de los métodos son propios de los «Tres Chiflados«: la Fuerza Aérea de EEUU borra de sus ordenadores todo lo que esté vinculado con el «cablegate«; el Pentágono prohíbe a todo el mundo que mire siquiera los periódicos…

Otros métodos son algo más refinados. Assange ganó la encuesta de los lectores como la Persona del Año de la revista Time. Pero es posible que los editores no tuvieran valor de respetar la opinión pública y enfurecer un poco más al emperador. Por eso le dieron el premio a un maniático de la informática que inventó Facebook porque su chica le dejó.

Barbara Walters, que es adorada por los entrevistadores de los EEUU como una especie de Hera de la televisión, se refiere a Assange como un «criminal de frontera»; si así no lo hiciera, no iba a conseguir ni un «¡Hi!» de Hillary Clinton. Bill Keller, el editor jefe del The New York Times, tuvo la poca vergüenza de escribir: «Estamos de acuerdo de todo corazón en que la transparencia no es un bien absoluto. La libertad de prensa incluye la libertad para no publicar algo, y esa es una libertad de la que nosotros hacemos uso con cierta regularidad». Keller, un supuesto periodista, desea en la práctica no tener que publicar el «cablegate«. Ha dejado muy claro que el New York Times considera que el papel de los medios de comunicación de masas es mantener el secretismo del gobierno. En los tiempos de la extinta Unión Soviética era Pravda; ahora Pravda habita en Nueva York y está escrito en inglés.

Y para acabarlo de arreglar, tenemos al gobierno del ganador del Premio Nobel de la Paz Barack Obama que no se detiene ante nada en su guerra relámpago contra WikiLeaks. El hecho de que WikiLeaks no viole ninguna ley estadounidense resulta, por supuesto, irrelevante.

El emperador necesita con urgencia establecer un ejemplo: mirad lo que ocurre cuando desafían mi voluntad. Sin embargo, la estrategia del Departamento de Justicia de EEUU no encarna exactamente el imperativo de Kant. Van a intentar por todos los medios a su alcance forzar a Manning para que testifique contra Assange, para pasar después a acusar a Assange de conspirador en el «cablegate» y de las filtraciones de los documentos sobre Iraq y Afganistán.

Resumiendo: la administración Obama está punto de criminalizar el periodismo de investigación. De criminalizar el buen periodismo, y punto. El profesor de derecho de Yale Jack Balkin ha subrayado que «la teoría de la conspiración amenaza también al periodismo tradicional». Y todo esto en aplicación de la tortuosa lógica digna de la era Bush: «OK, lleguemos a un acuerdo con este cretino estadounidense que filtró toda la maldita historia para que podamos pillar a ese maldito extranjero que la puso en la red».

El gobierno estadounidense se dispone a hacerle la tortura del submarino a Wiki. Pero somos todos nosotros los que estamos a punto de ahogarnos.

Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge». Su último libro es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected].

Fuente:

http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/LL18Ak01.html