1. Pareciera que todo el problema de la dirección política y económica de un país y del mundo es un asunto de poder. Quien posee el poder decide, determina, manda y, aunque no tenga la razón, sigue imponiéndose. Por eso todo mundo está tras el poder y cuando lo posee lucha con su vida para […]
1. Pareciera que todo el problema de la dirección política y económica de un país y del mundo es un asunto de poder. Quien posee el poder decide, determina, manda y, aunque no tenga la razón, sigue imponiéndose. Por eso todo mundo está tras el poder y cuando lo posee lucha con su vida para conservarlo o para hacerlo más grande. Por eso todos los partidos buscan el poder: unos buscan cargos políticos, otros acumulan capitales, otros más usan las iglesias y muchos otros buscan el poder de las masas. Al parecer siempre es y será el poder. Unos lo buscan para ejercer individualmente y otros para usarlo colectivamente. No son iguales porque unos con plena convicción defienden sus privilegios para dominar y mandar y otros, por lo menos eso dicen y buscan hacer, quisieran que sean las masas las que determinen los rumbos. Los primeros pertenecen a las derechas y los segundos, aunque han logrado muy poco, se ubican en la izquierda. La búsqueda del poder es imparable, porque desde él se definen políticas y rumbos.
2. Por eso, aunque los enemigos de las acciones en las cámaras y en las calles se revuelquen en su propio lodo, la experiencia que el FAP ha aportado para hacer avanzar la lucha social ha sido muy importante. Poco debe importar que el presidente ilegítimo Felipe Calderón y su sacristán Germán del Mar sigan pidiendo a Bush que lance rayos y centellas aplicando el llamado Plan Mérida, o que los conductores de radio y TV sigan exigiendo mano dura (represión) contra los lópezobradoristas «que están provocando el caos». La toma de las tribunas en las cámaras legislativas, el acordonamiento y bloqueo de los accesos parlamentarios impidió que se aprobara la privatización del petróleo, tal como el PAN y el PRI lo habían acordado. Estas acciones demostraron que un parlamento de izquierda (que quiera representar los intereses de los trabajadores) de nada servirá sin el apoyo del movimiento de masas. Siempre será derrotado por la fracción parlamentaria de la burguesía que cuenta de manera permanente con todos los recursos y medios para ello.
3. En adelante el PRD, no solo no debe dividirse por las claras deferencias de estrategia política, sino que debe encontrar el camino para que esas dos concepciones pudieran complementarse. Un tercio de legisladores de izquierda o centroizquierda en las cámaras no sirve de nada frente a dos tercios de legisladores de derecha (PAN/PRI) que además cuentan con todos los apoyos; pero esa «minoría» es otra cosa cuando cuenta con la razón y un fuerte movimiento de masas en las calles, como sucedió estas semanas. Por otro lado, aunque los poderosos movimientos en las calles pueden triunfar por sí solos, la realidad es que se facilita más la lucha cuando se tienen representantes en el parlamento. ¿Qué hubiera pasado si no se tomaban las tribunas y la gente en la calle no hubiera demostrado su fuerza? Es indispensable combinar estas formas de lucha para parar en seco las privatizaciones y esas reformas llamadas «estructurales» porque buscan entregarle de manera total el poder a la clase dominante.
4. Esas reformas privatizadoras no deben ser aprobadas por ningún motivo. No podemos, no debemos entregar dócilmente derechos que nuestros padres y abuelos conquistaron con sacrificios, cárceles y muertes. Los ortega y los encinas tienen que entenderlo y si no lo hacen entonces habría que pensar, con razón, que están plenamente comprometidos o vendidas al poder. Negociar no es pedir favores, de ninguna manera. Es llegar a acuerdos con base en nuestras razones y nuestra fuerza. ¿Cuál es la fuerza del PAN y del PRI? Esos partidos tienen su fuerza entre los banqueros, industriales, grandes comerciantes, entre la clase rica; pero también entre la clase pobre que es víctima de la propaganda de los medios de información y de la iglesia. Pero esa fuerza no la pueden llevar a las calles porque tienen miedo a que se les voltee. No puede un Slim, Azcárraga, Zambrano, ponerse al frente, pero sí cuentan con activistas de derecha bien pagados, que están al servicio de ellos, que pueden hacer ese encargo.
5. ¿Qué caso tendría que después de importantes ponencias y claras exposiciones, en las que se demuestren que la privatización es un camino equivocado porque lesiona los intereses de la población, se pase a su aprobación por los legisladores del PRI y del PAN que permanecieron sordos durante el debate porque ya traen consigna? Por eso el planteamiento de que el referéndum o el plebiscito sea el medio para aprobar o reprobar debe ser una exigencia. Un asunto tan importante como la privatización debe ser discutida a fondo por toda la población y es ella misma la que debe decidir de manera directa. Si de todas maneras la decisión sobre la privatización del petróleo fuera decidida en las cámaras, ¿Qué caso entonces tendría que el pueblo participara en el debate? El referéndum y el plebiscito, aunque no sean la panacea, deben figurar entre los métodos de decisión del pueblo.
6. Al gobierno y a los empresarios, acostumbrados a mandar en su casa, en la empresa y en todas partes, les causa terror que la gente proteste y que salga a las calles a defender sus derechos. Aunque el PAN y el PRI también han hecho mítines y manifestaciones les han tenido miedo a las masas por aquello de que pudieran salirse de su control. Ellos, como toda clase dominante, prefieren «dialogar» entre ellos para luego imponer sus acuerdos. ¿Qué ha pasado cuando los legisladores de izquierda no buscan ni organizan la movilización de sus militantes y simpatizantes? Simplemente les imponen todo y salen llorando o maldiciendo como cobardes sus derrotas. ¿Para qué participar en un parlamento cuando se es minoría y se sabe que no hay posibilidad alguna de ganar? Lo único que hace la oposición de izquierda o centro izquierda es legitimar las medidas que antes ha tomado la clase dominante. Otro resultado se obtiene cuando un gran movimiento apoya a sus legisladores.
7. El poder del Estado capitalista es grande. Sólo podrá ser enfrentado con otra fuerza que sea capaz de aglutinar a las masas de trabajadores explotados y oprimidos. El PRD, en particular el movimiento lópezobradorista, que tanto miedo provoca entre la clase dominante, en las condiciones actuales, toda vía puede cumplir el papel de aglutinador. Mientras otras organizaciones de izquierda tienen objetivos más particulares, incluso muy limitados a región o profesión, las demandas del PRD (junto con los otros partidos del FAP) tienen mayores posibilidades de de agrupar. Pero para ello el PRD no solo debe ser un partido para elecciones; debe también impulsar comisiones obreras, campesinas, indígenas, de mujeres, de jóvenes, de artistas, etcétera, que impulsen las batallas económicas, políticas, sindicales, profesionales, en los demás campos. Sólo crecerá electoralmente el PRD si pone adelante las luchas sociales de los diferentes sectores de la población y los coordina para que triunfen en sus luchas.
8. El PRD no debería dividirse, aunque sí debe reconocerse que en él hay dos grandes corrientes que deberían respetarse mutuamente. Quizá tengan que acudir a personas externas que pudieran adoptar una posición independiente de las corrientes (como Lorenzo Meyer, Crespo u otros) para ayudar a unir para luego, mediante un congreso nacional, sacar un partido renovado. Deben analizar los perredistas una estrategia en la que quepan diferentes formas de lucha, así como diferentes alianzas que pudieran coordinarse. Su base central o fundamental debe ser la movilización nacional y en los estados, y todos los cargos por voto popular y en las estructuras de gobierno deben estar ligados al movimiento de masas. Si no fuera así entonces los funcionarios sólo serían auténticos burócratas al servicio de un poder. Y si una corriente se apropiara del gobierno como se ha hecho de manera tradicional, sería exactamente más de lo mismo. Se tendría que usar otro tiempo para deshacerse del ella.