Podría uno preguntarse si vale la pena leer el comentario de un pensador sobre lo que dice un segundo pensador sobre un tercer pensador. Desde este planteamiento se podría pensar que para leer lo que comenta Salvador López Arnal sobre lo que comenta, a su vez, Manuel Sacristán sobre W.O. Quine es mejor leer directamente […]
Podría uno preguntarse si vale la pena leer el comentario de un pensador sobre lo que dice un segundo pensador sobre un tercer pensador. Desde este planteamiento se podría pensar que para leer lo que comenta Salvador López Arnal sobre lo que comenta, a su vez, Manuel Sacristán sobre W.O. Quine es mejor leer directamente a Quine, o, como mínimo a Manuel Sacristán. Pero no es el caso. No lo es porque ése no es un libro sobre la filosofía de Quine, ni siquiera sobre la de Sacristán. Es un estudio que hay que enmarcar dentro del proyecto de Salvador López Arnal de investigar y difundir la vida y el pensamiento de Manuel Sacristán. Y aquí hay que situar el interés del libro. Igual que su libro anterior Entre clásicos, dedicado a la influencia del filósofo húngaro marxista Gÿorgy Lukács. En este nueva ocasión tanto el mismo Sacristán como Quine son, como afirma el autor del libro, dos clásicos.
Manuel Sacristán Luzón es un personaje clave, tanto en la historia de la filosofía española (que va de los años 50 hasta su prematura muerte, a los 59 años, en agosto de 1985) como en la de la izquierda española formada en el franquismo y que no se integró de manera conformista en la transición a la monarquía constitucional. Para recordar el papel importante de Sacristán en la filosofía española podemos referirnos podemos referirnos al excelente estudio que hace Francisco Vázquez García en su libro La Filosofía Española. Herederos y pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990). Francisco Vázquez lo sitúa en el campo de los filósofos alternativos, y dentro de estos Manuel Sacristán crea una corriente filosófica potente con múltiples vinculaciones y derivaciones. Corriente que podríamos denominar marxista analítica. Porque si bien Sacristán era un claro exponente de la filosofía marxista tenía una gran influencia de la filosofía analítica y un gran interés por la lógica formal y la metodología de la ciencia. W.O. Quine fue uno de los filósofos analíticos que más influyó sobre él.
Salvador López Arnal, aparte de otros méritos que ahora no vienen al caso, tiene una sólida formación lógico-matemática, conoce bien los trabajos de Quine y es uno de los mejores expertos la obra de Sacristán. Los admira a los dos y esto hace que se dirija a ellos con atención respetuosa. Podemos hablar, por tanto, de un ensayo muy preciso y riguroso sobre un tema muy específico. Este tema es la influencia que tuvo Quine sobre Sacristán. El trabajo de López Arnal es minucioso y plural. Va desde un análisis lógico-filosófico de las reflexiones de Sacristán a partir de las cinco traducciones que hizo de algunas de las obras más importantes de Quine: «los métodos de la lógica», «Desde un punto de vista lógico», «Palabra y objeto», «Filosofía de la lógica» y «Las raíces de la referencia» hasta cuestiones biográficas como las oposiciones en las que participó Manuel Sacristán para conseguir la cátedra de Lógica en 1962. Anotaciones estas últimas que son interesantes desde esta sociología de la filosofía que, como el mismo autor señala, tan bien describió José Luis Moreno pestaña en su libro ·La norma de la filosofía». Hay incluso una investigación personal de Salvador López Arnal sobre la posible correspondencia entre Quine y sacristán, que comprobó que desgraciadamente no se dio.
El libro está muy bien escrito, como sabe hacer el autor, y se dirige, evidentemente, a un lector determinado. Ahora bien, no únicamente a los interesados en la obra de Sacristán o de Quine sino también en la lógica y en la filosofía de la ciencia. Los apuntes sobre formalismo y ciencias humanas tienen, por ejemplo, una gran actualidad. Es, por tanto, un libro menor pero consistente que merece ser leído por todos aquellos que se sitúen en el público anteriormente citado. Y hace, además, una nueva aportación para conocer el legado de Manuel Sacristán.
Fuente: El Viejo Topo, junio de 2016