Silvio Rodríguez (Cuba, 1946) sigue siendo un cantautor revolucionario. Su compromiso con el socialismo está fuera de duda. Pero el autor de Ojalá reclama cambios a su gobierno. Sin premura, pero sin demoras que pongan en peligro lo conquistado. El trovador cubano pide el fin de las restricciones a los viajes y una modernización del […]
Silvio Rodríguez (Cuba, 1946) sigue siendo un cantautor revolucionario. Su compromiso con el socialismo está fuera de duda. Pero el autor de Ojalá reclama cambios a su gobierno. Sin premura, pero sin demoras que pongan en peligro lo conquistado. El trovador cubano pide el fin de las restricciones a los viajes y una modernización del Estado.
¿Qué prepara en este momento?
Trabajo en la posproducción de dos DVD: uno recoge un concierto que regalamos al pueblo de Santo Domingo en 2007, en el estadio de béisbol de la capital. El otro es un concierto de mayo de este año, en el teatro Karl Marx de La Habana. En ambos casos los músicos que me acompañan son el trío Trovarroco, Oliver Valdés y Niurka González. El primer DVD lo está realizando René Arencibia; el segundo, Lester Hamlet, con quien también colaboro en un documental sobre la gira por prisiones que hicimos un grupo de escritores y artistas, entre enero y mayo de 2008.
Estoy componiendo canciones para el primer largometraje de animación en 3D que se hará en Cuba. Se trata de un proyecto del realizador Ernesto Padrón sobre el cuento de magia Meñique (de Laboulaye), del que José Martí hiciera una versión muy hermosa. Además estoy componiendo y grabando temas para un posible disco, que supongo verá la luz en 2009.
¿Cómo encuentra el panorama musical en Cuba, en general, y el de la trova en particular?
Nunca han existido más orquestas y bandas en Cuba que ahora mismo. Hay contratiempos, pero las agrupaciones aumentan en todas las manifestaciones musicales. Desde que se gradúan, los músicos de conciertos confrontan la necesidad de instrumentos, generalmente difíciles de conseguir, sobre todo de calidad profesional; también escasean los recambios, y además en Cuba hay pocos luthieres.
Si se trata de una orquesta grande, como las sinfónicas que hay en varias provincias, requieren de locales de ensayos amplios y luego de teatros con ciertas condiciones. La música llamada popular también confronta angustias, pero crece. Pese a las dificultades materiales la música cubana siempre se está reinventando con creatividad. Ahora mismo no es una excepción. Siguen existiendo problemas con las bandas de rock; pero al parecer es más por indisciplinas sociales que ocurren en torno a los conciertos que por prejuicios con la música.
La trova continúa haciéndose en guetos, como ha sido siempre. La mayoría de los trovadores se la pasan componiendo maravillas, hasta que un día una canción da un salto y los identifica. Buena parte de la trova tradicional sobrevivió gracias a sus admiradores, que prestaron sus salas y sus patios para que se cantara.
El feeling trascendió por los intérpretes de la canción romántica, mientras los compositores descargaban en lugares oscuros, a veces molestados por borrachos. La nueva trova por poco no fue frustrada al nacer, pero tuvo apoyo de muchos jóvenes y de instituciones como Casa de las Américas y el ICAIC. Los trovadores actuales han sobrevivido por el Centro Pablo de la Torriente Brau.
Allí, en su patio de la calle Muralla, en La Habana Vieja, han cantado muchos y han sido grabados sus conciertos. Tener un lugar de confluencia les ha permitido intercambiar ideas y organizarse un poco; gracias a eso ahora sabemos de muchas peñitas diseminadas en diversos rincones de la ciudad.
¿Hasta qué punto cree que las deserciones afectan a la música y el arte cubanos?
Es un mito que Cuba sea el país Latinoamericano de más emigrantes. De Cuba se va un 8 %. De varios países de la región emigra desde un 9 hasta un 20%. Aunque fueran menos, me dolerían las ausencias, sobre todo las económicas. Viéndolo como impacto en la cultura, somos un país con una gran capacidad de auto-reparación. El talento del cubano y las escuelas de arte han hecho un dueto imbatible.
.- Hace pocos meses participó en una gira por las cárceles cubanas. ¿Qué enseñanzas extrajo? ¿Cómo encontró el trato que los presos reciben del Estados y las autoridades?
Una enseñanza fundamental se la escuché decir con modestia, pero con sabiduría, a los trabajadores de las Prisiones: «Ninguna cárcel es buena». Sin perder de vista esa certeza, en las cárceles cubanas hay realidades que rompen los esquemas y muchos prejuicios. Para ser presidios de un país del tercer mundo y para colmo bloqueado, se ven experiencias de rehabilitación asombrosas, lamentablemente poco conocidas.
Discutí mucho con las autoridades de prisión sobre la necesidad de divulgar esos logros. No era la primera vez que hacíamos una gira por prisiones; en esta ocasión el hecho fue más publicitado, creo que para bien. Quizá por eso nuestra visita dio lugar a ciertas mejoras materiales, al menos en las 16 cárceles que visitamos. El arte se genera en una parte inaprensible del ser humano; en todos los presidios nosotros compartimos la escena con los reclusos y con los custodios. Allí descubrimos aficionados con vocaciones muy fuertes.
Hace poco leí que una orquesta sinfónica de Madrid había empezado a visitar algunas prisiones españolas. Traté de seguir la secuencia, pero fue una noticia solitaria. Aún así me sirvió para pensar en la posibilidad de hacer lo mismo aquí, cuando superemos los desastres que nos dejaron los ciclones.
¿Cómo ve las tendencias, los gustos y las modas musicales de las nuevas generaciones?
Creo que siempre he estado algo desfasado respecto a algunas manías momentáneas. En mi juventud escribí una canción llamada Aunque no esté de moda. El sábado pasado encendí la televisión y, en un programa de horario estelar, vi un montón de caras completamente nuevas para mí. La tendencia musical que parece predominar es la de largos discursos sobre ritmos hipnóticos. Yo mismo tengo un hijo que hace rap.
El actúa en las afueras de La Habana, en eventos medio clandestinos que hacen los jóvenes en las playas. Me da igual el estilo que adopte, siempre que lo anime un espíritu artístico, como es su caso.
Todas las épocas tiene sus corrientes y desagües. Lo valioso comienza confundido entre el montón, quemándose en el crisol de la perseverancia. Lamentablemente no sólo queda hojarasca en el camino; también caen talentos que no tuvieron suerte o la consistencia necesaria. Es muy importante que los jóvenes artistas se cultiven y que no paren de superarse. Las instituciones culturales debieran estar llenas de personas cultas, de expertos detectores de talentos para prestar ayuda a los jóvenes.
Los medios y las nuevas tecnologías de la comunicación han hecho a Cuba más permeable a consumos que durante años se venían rechazando. Esto incluye a la cultura. ¿En qué medida considera estas influencias positivas y en qué modo le parecen negativas?
En lo personal veo como positivo lo que me libera, pero no a tontas y a ciegas, porque hay ensanchamientos que son anzuelos para incautos. Entiendo que Ud. me habla de que la tecnología puede introducirnos hábitos de las sociedades de consumo y yo parto de que es necesario -inevitable- aprender el mundo, con defectos y todo. Por conocer la diversidad se llega a saber que no todo lo que hace otro es bueno para uno mismo. Tampoco es secreto que los llamados «medios» suelen responder a los intereses que dominan.
Las tradiciones -las culturas, las ideologías- se defienden justificándose y descalificando a quienes no acatan sus normas. Una característica de la llamada «cultura occidental» es su fanatismo por la tecnología. Los que no lucen el último artificio son vistos, al menos, con lástima. Pues yo no le encuentro sentido a la tecnología por la tecnología, y tampoco al consumismo desenfrenado. Son hábitos que están agotando los recursos y dejando sin futuro a nuestros hijos. Sin embargo la tecnología puede estar en función del mejoramiento humano y de la forma de ser de cada cual.
Décadas de bloqueos y restricciones pueden propiciar deslumbramientos. Pero que podamos ser ingenuos no quiere decir que la tecnología adolece de un pecado original. Porque la inteligencia también puede reformular los avances -cualquier conocimiento- en función de la propia identidad.
En el reciente congreso de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos se debatió largo y tendido sobre el trabajo artístico y su remuneración en Cuba. Según se mire, y según los casos, algunos artistas cubanos pueden parecer injustamente tratados o, por el contrario, como privilegiados. Pero éstas son visiones desde fuera. ¿Cuál es la suya desde dentro?
El mundo del espectáculo está universalmente sobredimensionado, muy especialmente la industria de la música, que genera toneladas de dinero. Pero en Cuba, a pesar de sus valores, la mayoría de los músicos tiene que esmerarse para vivir al día. En nuestro país sólo la música bailable y algunos artistas plásticos consiguen ser solventes. Los otros pocos artistas que vivimos mejor hemos obtenido estabilidad económica por nuestro trabajo ocasional en el exterior. Por su parte grandes actores han tenido que trabajar como boteros (taxistas); otros han emigrado para sobrevivir (también los hay que no han soportado vivir afuera ni con éxito).
Los escritores y los cineastas, desde antes de la Revolución, han sufrido limitaciones económicas. Pero este problema no es sólo del sector cultural, que además es uno de los mejor pagados del país. Tenemos deudas de retribución, por ejemplo, con los profesionales, con los deportistas, con todo el pueblo.
El congreso de la UNEAC fue significativo porque, después de un largo período de aparente apatía, se juntaron muchos intelectuales a tratar de empujar el carro de la sociedad. A mí me parecieron trascendentales las observaciones sobre el deterioro de algunas zonas del sistema educacional, que es una de nuestras glorias sociales. Porque resulta que actualmente la enseñanza, incluso la artística, es uno de los trabajos peor remunerados. Y es más que justo invocar la dignificación del trabajo cuando se trata de un drama nacional.
En ese congreso se habló de «los hijos que están fuera». Es un asunto que linda con el de los problemas para salir del país, causados en gran parte desde fuera pero también desde dentro. Hace unos meses usted se pronunció en contra de distintas restricciones en la Cuba de hoy. Algunas se han levantado, pero otras siguen ahí, entre ellas las relativas a las salidas. ¿Cree que hay un freno, como dicen algunos comentaristas foráneos?
Desde sus comienzos se viene diciendo que la revolución es voluntaria. En nuestra isla todas las familias están rotas por alguna parte. No hace meses sino años que me pronuncio pública y privadamente sobre cuestiones que considero urgentes, como lo es eliminar el permiso de salida y entrada de los naturales cubanos a su país.
Ese trámite fue una solución coyuntural de hace décadas; hoy parece más una restricción a los derechos ciudadanos y creo que sobra. Circulan diversas hipótesis de por qué no se acaba de tomar la medida, pero el gobierno es cauteloso con el tema. Este tipo de restricción a la libertad encaja divinamente en la mala fama del llamado socialismo real. Yo soy de la opinión de que romper con ese tabú sería muy positivo para la salud del socialismo, incluso del cubano.
¿Qué otras cosas habría que cambiar?
Creo que el estado cubano tiene que ser modernizado. Nos redujeron a ser una plaza sitiada y eso contribuyó a nuestro encapsulamiento, pero ahora pesa el exceso de centralización. Se crearon fórmulas que funcionaron en las condiciones de antaño y el cuestionamiento de esas fórmulas continuó siendo responsabilidad de pocos. Cuando son juez y a la vez parte, hasta las verdades más puras corren el riesgo de irse volviendo autocomplacientes.
Esto va creando una retórica oficial que hasta por estética distancia a las nuevas generaciones de las esencias; se da lugar a vicios, a nuevas formas de corrupción, a oportunismo, a demagogia. Hay dos cosas que necesita una sociedad: una es generar entusiasmo y la otra es ofrecer seguridad. A veces ocurre la maravilla de ver estas dos virtudes juntas: para las generaciones anteriores el entusiasmo lo producía la confrontación con las fuerzas que negaban a la Revolución ―que a su vez le aportaba seguridad al pueblo, haciéndole justicia.
Las nuevas generaciones viven en otra realidad: la justicia por la que antes se luchaba ahora está institucionalizada. Algunos jóvenes sólo sienten las incomodidades de vivir en un país donde casi todo escasea y con demasiados absurdos administrativos. Para ellos lo foráneo llega a convertirse en quimera. Por su parte los enemigos ya no necesitan desembarcar en nuestras playas: saben que el bloqueo nos hace más daño que cualquier invasión y además han tejido una vasta red de propaganda, a través de la prensa e Internet.
Ante una agresividad que ha sabido evolucionar con los tiempos, a veces las defensas del gobierno parecen obsoletas. A mi modo de ver el centralismo debe ser superado por un sistema más pragmático y maduro. Ya sé que con premura no se puede desenredar una madeja. Ante tanta hostilidad cualquier paso trascendente es más riesgoso que cuando la Revolución era joven. Pero quizá de eso dependa que tantos sacrificios no se malogren.
¿Es usted partidario de una mayor apertura política y/o económica? ¿Con qué límites? ¿No hay un mayor apremio tras el devastador paso de dos ciclones?
Cuba ha estado siempre en el centro de ciclones más feroces que el Gustav y el Ike, sin desdorar la crueldad de esos meteoros. Quienes nos asfixian nos han hecho más daño que todos los huracanes. Fíjese que en los primeros días del desastre, salvo honrosas excepciones amigas, incluyendo la de España, la solidaridad con Cuba parecía cicatera, cuando no una formalidad.
Aún así, en los lugares más golpeados no se ha parado de trabajar durísimo y los que lo han perdido todo mantienen la confianza en su país, por los principios de solidaridad que siempre practicamos. Ante una tragedia como esta deseo menos que mi país retroceda a un sistema que estimula el egoísmo, la futilidad y la explotación; un sistema que ahora mismo está dando serias señales de fracaso.
Si no fuéramos socialistas esto nos hubiera costado miles de vidas y muchas más pérdidas materiales. Por experiencia propia sé que el socialismo puede haber muchos absurdos, pero entre dos sistemas imperfectos escojo el que apuesta por la solidaridad humana, por la igualdad de oportunidades a los que nacen, tengan la cuna que tengan. Claro que quisiera que el socialismo cubano evolucionara hacia formas más participativas y democráticas, lo que yo entendería más como profundización que como apertura.
Al respecto, el gobierno cubano acaba de plantear, al menos verbalmente, la posibilidad de que los cubanos incrementen sin límites sus salarios, en la medida en que trabajen más. El estado cubano se declara dispuesto a remunerar el esfuerzo laboral sin poner techo. Creo que ahora debiéramos facilitarle el camino al trabajo.
Más en particular ¿Qué les pediría a Raúl y Fidel?
No creo que envíe mensaje alguno a través de un periódico, ni siquiera de Granma. No me gustaría que Fidel o Raúl, entre los papeles que les ponen a diario sobre sus mesas, encontraran una nota periodística con un mensaje mío.
Comprendo que los medios pueden llegar casi a todas partes, pero lo que necesito hacer saber lo canto o lo escribo. Así que seguiré corriendo el riesgo de que un cuadro con iniciativa «me suspenda la función» o «me archive en copias y no en originales».
¿Cuál es su balance de 50 años de revolución?
Puedo resumirlo preguntándome cuánta gente pasa por la vida sin encontrarle sentido a la existencia, sin una razón de ser, sin un trazado mínimo de coherencia. Ser hijo y ser fiel a un pueblo como el cubano es de las mejores vidas que se puedan tener. Ese ha sido uno de mis privilegios y el de muchos de mi generación. Así que mi recuento puede que no sea ideal, pero es satisfactorio.
¿Por qué no repitió como candidato a diputado nacional del Poder Popular?
Empecé en la cuarta legislatura, en 1993, a principios del llamado Período Especial, justamente cuando se derrumbó el campo socialista y se anunciaba que la Historia había terminado. «Si entonces escribí la canción El necio (de compromiso y lealtad a la Revolución), lo más consecuente era responder al llamado de mi país cuando fui elegido sin haberme postulado. Un lustro después acepté integrar la quinta legislatura y otro más tarde la sexta, lo que hicieron un total de 15 años como Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Honor para mi currículo y suficiente tiempo para alguien como yo, sin vocación de político.
¿Qué cabe esperar de un cambio en la presidencia de Estados Unidos? (Si gana Obama / Si gana McCain)
Hay quienes dicen que a la larga los republicanos resultan para Cuba más benévolos que los demócratas. A mí me parece que, gane quien gane, la tarea que tiene el próximo presidente es formidable: recuperar no sólo la confianza internacional en los Estados Unidos, sino la de sus propios ciudadanos en la seguridad de su sistema. Ojalá se imponga Obama, para bien de su pueblo y para que el acto de ganar un afroamericano sea una contribución a ese mundo nuevo que prometen.
El mundo vive horas de cambios y turbulencias, unas más inquietantes que otras. ¿Cómo ve usted el futuro?
Veo con esperanza los procesos de izquierda en Latinoamérica. Confío en que no cometan nuestros errores; se lo dije una vez al presidente Chávez. Confío en que cada vez más haya un frente común y en que consigamos convertirnos en un haz de naciones hermanas y solidarias, para que el sueño de Bolívar, de Martí y de tantos próceres se realice. Ojalá más temprano que tarde exista una Unión Latinoamericana y del Caribe, como hoy existe una Unión Europea.
Espero que las agresiones se acaben en todo el mundo; que regresen a sus hogares los jóvenes que fueron enviados a matar y a morir por causas más que dudosas. Espero que israelíes y palestinos consigan entenderse y se acabe esa vendetta que atraviesa los siglos y que es dolor de tantos. Espero que se deje de gastar en armas y que todo ese dinero se invierta en salud y en educación para los países del tercer mundo, muy especialmente para África, donde existe una pobreza inadmisible para vergüenza de la humanidad.
Espero que todos los niños que nazcan, sin excepción, tengan derecho a la vida, a los alimentos, a la salud, a los estudios y más tarde al trabajo. Espero que el concepto de minorías étnicas desaparezca como forma de discriminación, que todos tengamos los mismos derechos y seamos considerados iguales, por encima de géneros, razas, credos, preferencias sexuales, etcétera y etcétera.
Espero que crezca la conciencia ecológica y el poder para detener la depredación ambiental, de modo que paremos la destrucción de nuestro planeta. En estos días cada vez más analistas coinciden en que está comenzando otra Gran Depresión y que después ya nada volverá a ser igual. Espero que los pobres no paguen una vez más la irresponsabilidad de los ricos. Espero que Estados Unidos levante su bloqueo contra Cuba.
Soy una rara combinación de pesimista con utópico. Tengo muy mala puntería cuando anuncio mis esperanzas. Muchas veces digo que va a pasar algo y ocurre lo contrario. Esto me ha hecho supersticioso con mis propios deseos. Y para que vea que es cierto, o sea invocando el reverso de lo que digo, voy a terminar diciendo que el futuro del mundo es el infierno.