Lo primero a resaltar de las PASO es la alegría -insumo imprescindible para librar las próximas luchas- que, aunque interrumpida por el impacto en la vida cotidiana de la brutal corrida cambiaria, brota de un pueblo que, contra las mentiras duranbarbista y los pronósticos de encuestadoras y opinólogos, encontró una vía para gritar «chau Macri» […]
Lo primero a resaltar de las PASO es la alegría -insumo imprescindible para librar las próximas luchas- que, aunque interrumpida por el impacto en la vida cotidiana de la brutal corrida cambiaria, brota de un pueblo que, contra las mentiras duranbarbista y los pronósticos de encuestadoras y opinólogos, encontró una vía para gritar «chau Macri» y borrarle su falsa sonrisita a Heidi.
No sólo se votó con el bolsillo. Se votó también con el corazón y fluyeron razones en Santiago Maldonado, en Rafael Nahuel, en Sandra y Rubén, en el cinismo de los gobernantes. La lista de motivos para votar contra el gobierno fue más larga que la cola de gente que se agolpó en las escuelas para emitir su voto. El pueblo encontró en la fórmula de Alberto y Cristina Fernández la vía más segura para derrotar al gobierno de millonarios, chetos y asesinos chocobaristas, un gobierno de lacayos de Trump y amigos de Bolsonaro lo que, más allá de lo que sea el próximo gobierno, ya es motivo de festejo.
Si bien en la PASO nada se decide y no es más que una gran encuesta nacional, los resultados revelan un panorama prácticamente irremontable para el oficialismo.
La corrida cambiaria como disciplinamiento popular
Apenas pasadas las PASO, el poder económico -dada la incapacidad gubernamental y su ya manifiesta ilegitimidad- tomó en su propias manos la profundización del ajuste, desatando una corrida del dólar que devalúa salarios y jubilaciones mientras profundiza la recesión.
La nueva y brutal corrida cambiaria apunta a disciplinar a un pueblo que, de diferentes maneras pero en forma persistente, manifiesta su férrea voluntad de no dejarse ajustar. Ya había sucedido algo similar cuando se desató una corrida cambiaria a pocos meses de la irrupción popular contra la baja de las jubilaciones, que erosionó el capital político macrista.
Las recetas con que responde el gobierno son las de siempre: culpa al gobierno anterior y al pueblo, aumenta la tasa de interés, ofrece dólares baratos a los responsables de la corrida -que se aprestan a fugarlos- y emprende una renegociación con el FMI que hipotecará el país por varias generaciones. En su desesperación tira unas migajas que no conforman a nadie y que, representando apenas un costo del 0,2% del PBI, no compensa para nada lo que perdió el pueblo durante su mandato. La renuncia del ministro de economía Dujovne o las declaraciones de Carrió lindantes con la esquizofrenia, son apenas la punta del iceberg de un gobierno en crisis y desorientado que, si lo dejan perdurar hasta diciembre, sólo puede hacer más daño.
Por su parte, Alberto Fernández manifestó que un dólar a 60$ «sería favorable para promover las exportaciones» y aconsejó al gobierno » que no se duerma en este momento porque tiene que gobernar hasta diciembre «. No se dirigió al pueblo para tranquilizar respecto a salarios y jubilaciones sino a los «mercados», para calmarlos insistiendo que » respetarán los compromisos de la deuda externa» y negando toda posibilidad de cepo o medidas que limiten la voluntad del gran capital.
Se hace evidente que si la fórmula FyF resultó una buena herramienta para golpear electoralmente al macrismo, no resulta tan eficaz cuando lo que se necesita es salir ya a la calle para derrotar el nuevo ataque contra el pueblo, se revele cuales son los grupos económicos que desataron la corrida cambiaria, reclamar por las reivindicaciones postergadas y la ruptura de negociaciones con el FMI, y por que el macrismo se vaya cuanto antes.
Los Fernández, la significación de un triunfo
La fórmula de los Fernández obtuvo una contundente victoria en las PASO que puede abordarse desde varias dimensiones.
En primer lugar, ya es prácticamente seguro que la primera vuelta electoral los consagrará como fórmula ganadora tras aglutinar el inmenso y variado descontento. Jugó a su favor la debilidad que mostró el movimiento popular para ir más allá de las inmensas movilizaciones con que una y otra vez golpeó al gobierno de Macri, para levantar una alternativa social y política autónoma real, lo que dejó el escenario electoral a los mismos de siempre.
La consigna «hay 2019″ naturalizó y profundizó esta debilidad y canalizó el descontento hacia las elecciones, terreno en donde el aparato del PJ corría con una ventaja de la que no gozaba en las calles y donde podía erigirse como representante popular. El contraste es notorio. Si en las movilizaciones la burocracia cegetista debía esconderse y aún no desapareció el recuerdo del » poné la fecha la p… que te parió «, para lo electoral eran figuritas codiciadas, al igual que otros dirigentes políticos.
La campaña electoral en sí no sobrepasó formulaciones genéricas sobre jubilaciones, salud y educación, sin compromisos concretos, y sólo brindó certezas de que Alberto es un tipo común y conciliador al que le gusta pasear a su perro Dylan. Pero el contraste con el gobierno fue tal, que generó esperanzas en algo mejor. Más concretos fueron los mensajes para tranquilizar al FMI y a las cámaras empresarias respecto al pago de la deuda externa y la defensa de los valores del capitalismo. Está por verse como podrán conciliarse los mensajes a unos y otros.
En segundo lugar, y más allá que por pura especulación electoral el gobierno resalte que se trata de un regreso del kirchnerismo, el resultado del domingo consagra una victoria del peronismo reunificado. Alberto Fernández lo ratificó al expresar que el suyo » será un gobierno de un presidente y 24 gobernadores «. No sólo ellos ganaron protagonismo. Legisladores que votaron gran parte de las leyes que el macrismo necesitó (como entre otros Sergio Massa), la burocracia cegetista y el aparato del PJ se aprestan a asegurar una paz social que intentarán sea más sólida que la concedida a Macri.
En tercer lugar, en las PASO no sólo se disputa un gobierno sino se disputan sentidos que consolidan o debilitan la subordinación popular a la hegemonía capitalista. La fórmula FyF obtiene parte de fortaleza de la idea fuerza de que «el empleo o el salario dependen del crecimiento económico». Es común escuchar -tanto en oficialistas como en opositores- que «hay que hacer crecer la torta antes de repartir las porciones», aunque difieran en cómo cocinar la torta.
Sobre esta premisa del «sentido común» dominante se sostienen la profundización del modelo extractivo de saqueo y contaminación y la búsqueda de un pacto social que quita perspectivas y debilita la lucha popular. Basta ver el meteórico crecimiento del hambre en un país en la que la productividad y producción agraria no paran de aumentar, o en qué concluyó el «pacto de caballeros» macrista, para concluir en la falsedad de esta premisa.
Tanto el empleo como el salario o las jubilaciones no dependen del crecimiento sino de la pelea contra el capital por el reparto de las riquezas. Lo previo y necesario para terminar con la pobreza no es el crecimiento sino el combate a la riqueza. Esto no surge nunca de la conciliación y el consenso, sino de la lucha entre algo tan «olvidado» como las clases sociales. La grieta no existe, pero que la hay, la hay.
No será de extrañar que una vez asumido el próximo gobierno, se convoque en nombre del diálogo a los mismos que nos hundieron, para llegar a un consenso de «crecimiento». Habrá que rechazarlo y presentar alternativas desde abajo.
Una izquierda con núcleo duro y techo bajo
La izquierda, mayoritariamente agrupada en el FIT-U, fue la única voz que desentonó con los edulcorados discursos electorales que nada dicen. Sin embargo, no logró avanzar y obtuvo casi el mismo caudal de votos que en las PASO del 2015, retrocediendo en provincias donde había logrado votaciones excepcionales, como en Salta, Mendoza o Jujuy.
En el marco de la gran polarización electoral, hay que destacar, sin embargo, que mantuvo un núcleo duro de votantes, con lo que se mantiene como uno de los actores que no puede obviarse en el panorama electoral de nuestro país.
Pero, en el marco de la actual crisis, de la violencia y las penurias a las que el capitalismo y el acorralado patriarcado condenan al pueblo, no alcanza con la polarización para dar cuenta del estancamiento.
Las izquierdas necesitamos repensarnos colectivamente, evitando que conclusiones diferentes devengan en nuevos fraccionamientos a los que parecemos tan afectos.
Brevemente, una primera aproximación es que lo que no se construyó antes, no puede hacerse a las apuradas en las elecciones. No recuerdo hayan surgido nuevas organizaciones populares masivas ni nuevas subjetividades desde la mera intervención electoral. El anarquismo a principios del siglo pasado, el comunismo que lo suplantó en los años 30 y el propio peronismo -en un breve repaso de nuestra historia-, corroboran esta afirmación. Las elecciones ratifican o no la solidez de lo construido. Pero el FIT, entre elección y elección no existe, en tanto es sólo un acuerdo electoral, más allá de lo que haga cada partido que lo conforma.
Otro factor son las importantes dificultades que tiene para dar cuenta de las nuevas realidades del capitalismo, de nuestro pueblo y de la región latinoamericana. O al menos abrir un amplio debate sobre ello.
En el plano electoral, ya es hora de reconocer que la unidad de las izquierdas va mucho más allá que la unidad del trotskismo. Y mucho más importante aún, el pueblo trabajador ve limitada su apropiación de esta valiosa herramienta electoral al sólo tener para incorporarse a alguna de sus organizaciones y no al FIT como tal. La «disputa por la dirección» y por la línea «correcta» imponen un control sectario que deviene en un pesado lastre.
Finalmente, un interrogante irresuelto cruza al conjunto de las izquierdas, más allá del FIT, y deviene en escollo y factor de crisis: ¿salir de la marginalidad política acercándose al peronismo? ¿O dejar de pensarse en relación al mismo y, desde el pueblo trabajador, aportar a una nueva cultura, síntesis de tradiciones emancipatorias diversas, hacia una nueva propuesta política anticapitalista y feminista, enraizada en lo social?
De cómo se responda este interrogante y de la intervención en las batallas políticas y sociales por venir depende el futuro de nuevas y renovadas izquierdas.
Por lo pronto y en el muy corto plazo, junto a asegurar la derrota del macrismo en las calles y en las urnas, es necesario fortalecer la entrada de diputadxs de izquierda al Congreso. La lucha popular lxs necesitará.
¿Ganó la democracia?
¿La derrota macrista constituye una ratificación de la democracia como canal para la voluntad popular? ¿Se decidió el rumbo del país en este domingo de agosto? No. El rumbo del país sólo se define relativamente en las urnas. Como quedó demostrado en las primeras horas post-electorales, los dueños de millones de dólares decidieron mucho más sobre nuestras vidas que 20 millones de votos.
Por si no alcanzara con que la Constitución sancione que «el pueblo no gobierna ni delibera», hay otras instancias -con otros protagonistas- en las que sí se delibera y gobierna. El rumbo, en un país dependiente como el nuestro, se decide en lugares como el FMI o el Banco Mundial. Asimismo, las clases dominantes argentinas han creado sus propias instancias de deliberación y gobierno, como el Coloquio Anual de Idea (Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina), que reúne a los ejecutivos de las principales empresas, sindicalistas, políticos y, en los últimos años, incorporaron a «emprendedores» exitosos. En comisiones y durante meses debaten los principales problemas del país y sugieren (ordenan) las líneas de acción gubernamentales. La reforma laboral, entre otras cosas, se ha incubado en esas instancias. Acorde a los tiempos, el círculo rojo de 250 grandes empresarios coordina en un grupo de whatsApp al que denominaron «nuestra voz». Fundaciones y organismos internacionales completan el panorama.
Para el pueblo, este régimen político que a algún humorista se le ocurrió llamar «democracia», no habilita más que una paciente espera de cuatro años. Tras el acto electoral, pasamos a ser una molestia, por lo que Macri nos mandó «a dormir» y el PJ nos mandó a esperar a octubre, sin contemplar que si el fin de mes queda lejos, diciembre queda más lejos aún.
A veces se puede aprender del enemigo. Como lo hacen los millonarios de IDEA, desde el pueblo necesitamos crear nuestras propias instancias de deliberación e imponerlas con la fuerza de un pueblo movilizado y unido.
Escenarios probables
Lo único seguro hacia adelante es la crisis. Y que más allá de a quien hayamos votado, como pueblo necesitaremos intervenir, si no queremos que esa crisis nos devore. Lo importante será nuestra capacidad y voluntad de librar peleas en forma unificada y de construir proyectos colectivos.
El gobierno volvió a negociar con el FMI al que le pide le tire una soga (que hasta ahora solo le sirvió para ahorcarse) y Alberto Fernández ya anunció su voluntad de pago y de renegociar una deuda que no sólo es ilegítima, sino adquirió dimensiones que la tornan impagable.
No es posible descartar que el FMI aporte más plata o renegocie los plazos de pago. Pero no lo hará gratuitamente, porque al FMI, aunque le interesa que se le pague, le interesa más que se le deba, lo que le permite controlar rumbos y poner condiciones, que no se restringen al imperio de las finanzas sino al conjunto de las variables que necesita el capitalismo para su reproducción.
La agenda de condiciones del FMI -en sintonía con la mayor parte del empresariado local- contempla cinco cuestiones que suponen, sacarán al capitalismo argentino de su crisis estructural.
En primer lugar, una reforma laboral que baje los costos salariales directos e indirectos, así como modifique las condiciones de trabajo. Que se trata de una manera de «crear» empleo o de modernizar convenios, es solo un verso que oculta el menos altruista objetivo de aumentar la tasa de ganancia y la explotación.
En segundo lugar, la reforma tributaria, profundizando el carácter regresivo de la estructura impositiva argentina, por la que más pagan quienes menos tienen.
En tercer lugar la reforma previsional, porque el capitalismo en su crisis, ya ni quiere hacerse cargo de mantener a quienes dejaron su vida trabajando. Alega que se prolongó la expectativa de vida, como si eso fuera motivo para seguir trabajando en vez de disponer de tiempo para el disfrute de una vejez digna.
En cuarto lugar la reforma educativa. No se trata solo de que no conciban la educación como un derecho y la vean como un gran negocio, sino que apuntan a formatear y controlar las subjetividades. Pretenden una escuela que forme en el individualismo, la meritocracia y la incertidumbre, que aporte conocimientos segmentados acorde al mercado. No solo pretenden avanzar sobre el salario y las condiciones de trabajo docentes, sino encarar una ofensiva global, que necesita de una respuesta popular también global.
En quinto lugar y en el marco de la disputa geopolítica entre los Estados Unidos y China y del agravamiento de la crisis del capital, se agudiza la pelea por la apropiación/saqueo de los bienes comunes a los que llaman «recursos naturales». Así como durante el menemismo el capital impulsó apropiarse de las empresas de servicios públicos, ahora vienen por nuestros recursos y es más que probable que el FMI troque pagos por riquezas naturales. La extensión de la frontera agraria a costa del desmonte, de las cancerígenas fumigaciones y del encarecimiento y baja calidad de los alimentos, la expulsión de comunidades y pueblos originarios para explotar el litio en el norte o imponer el fracking en Vaca Muerta, la extensión de la megaminería en la zona cordillerana, los negociados inmobiliarios en las zonas urbanas, son hitos de la dependencia y saqueo de nuestro país, así como fuente de renovados conflictos con nuestro pueblo.
A diferencia del gobierno de Macri, un probable gobierno de Alberto Fernández no querrá rifar su capital político aplicando sin más el paquete entero armado por el FMI. Pero la ancha «avenida del medio» que se demostró imposible en la política, es más irreal y angosta cuando de economía o del FMI se habla, si no se quiere enfrentarlo o no se cree sea posible. Probablemente se termine intentando aplicarlo bajo otras formas y con renovado gradualismo.
Ya Alberto Fernández o sus economistas más cercanos adelantaron algunas cuestiones al respecto. Si bien plantearon su negativa a la reforma laboral, esbozaron medidas parciales que van en el mismo sentido, como el plan de «primer empleo» o la propuesta de Álvarez Agis de congelar las paritarias por un año. Seguramente se continuarán negociaciones al respecto con la burocracia sindical. Sobre la reforma previsional no la rechazó de plano, como hubiera sido necesario, sino planteó que debe estudiarse, mientras Guillermo Nielsen adelantó a la revista Noticias que tanto la reforma laboral como la previsional deben hacerse, » aunque no en recesión sino en expansión «. En cuanto el extractivismo, todos ellos fueron claros en su decisión de generalizarlo y acelerarlo. Ya las asambleas contra la megaminería a cielo abierto lo están denunciando desde la campaña «#ganequiengane».
Lo que decidirá el rumbo y la velocidad en que las reformas fondomonetaristas se apliquen, o no puedan aplicarse, será la relación de fuerzas sociales. El pueblo sin dudas peleará, como lo hizo contra el macrismo. Ya hoy lo está haciendo, como los mineros de Jujuy, los docentes de Salta o las puebladas en Chubut, totalmente ocultas por los medios. O el movimiento feminista, que se prepara para un nuevo y multitudinario encuentro, esta vez plurinacional.
Ya hay seguidores de la fórmula ganadora de las PASO que plantean que habrá que abandonar las calles para no debilitar al próximo gobierno y darle tiempo. Si eso ocurre, sin dudas el Fondo Monetario ganará la partida y los sectores populares veremos una vez más postergadas nuestras aspiraciones y necesidades.
El aparato represivo sigue en pié, mientras se cierne sobre el movimiento popular un nuevo peligro, el de la institucionalización de los conflictos, en lo que el kirchnerismo aportará al nuevo gobierno su experiencia en la canalización e institucionalización de parte significativa del aún poderoso movimiento territorial y de economía popular. Alberto Fernández ya ha anunciado la creación del Ministerio de la Mujer, para canalizar y acotar las demandas de las mujeres, mientras propone suplantar la poderosa demanda de la legalización del aborto por la mera «despenalización», presentada como «lo posible».
La clave para el movimiento popular será no aceptar la postergación de las demandas. Es imprescindible la politización de las luchas y la articulación de todas ellas en un proyecto político-social unificado.
Esto nos interpela a las izquierdas. La verdadera unión de las izquierdas será construida en la diversidad o no será. Los proyectos colectivos que nos den forma y contenido surgirán de las entrañas mismas del pueblo trabajador.
No partimos de la nada, nuestro pueblo tiene tradición de lucha acumulada, de resistencias y enfrentamientos a dictaduras y gobiernos antipopulares. Aún perdura el calor de las luchas y rebelión del 2001 que, lejos de haber sido enterradas, siguen brotando en una multiplicidad de expresiones que construyen nuevas formas de organización y movilización.
El gobierno de Macri ha sufrido una paliza que no esperaba, el pueblo fue subestimado por esta corporación de delincuentes. Desde el pueblo movilizado y organizado podremos transformar este sistema que nos oprime. Desde el subsuelo de América Latina toda van naciendo quienes parirán el nuevo mundo.
Fuente: http://www.contrahegemoniaweb.
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