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Esperanza y comunión, crónica del primero de diciembre

Fuentes: Rebelión

Para Roberto Mendoza González   Tenemos presidente La expectación es mucha, en las calles se percibe la importancia del acontecimiento. Es un día histórico. Desde que salió de su casa López Obrador fue acompañado por miles que le demostraron su cariño. Un ciclista en el trayecto se emparejó al carro que los transportaba y habló […]

Para Roberto Mendoza González

 

Tenemos presidente

La expectación es mucha, en las calles se percibe la importancia del acontecimiento. Es un día histórico. Desde que salió de su casa López Obrador fue acompañado por miles que le demostraron su cariño. Un ciclista en el trayecto se emparejó al carro que los transportaba y habló con él, pronto sabríamos que le dijo «no tienes derecho a fallarnos». En eso reside la fuerza del nuevo presidente, confianza.

Su primer discurso no dejo dudas, es el mismo, le habló al poder con la contundencia que acostumbra en las plazas públicas. El discurso fue una denuncia a la decadencia neoliberal y una promesa de mejores tiempos. Hay con que, señaló el presidente, «tenemos pueblo, riquezas y ahora habrá un buen gobierno».

Nosotros vemos todo por televisión, con atención y algo de incredulidad. En el país de los fraudes electorales, de la democracia vigilada y de elites, por fin, hay un presidente que viene de abajo y forjado en la lucha social. Enfrentado a las elites económicas y políticas por más de treinta años. Se rompieron las lógicas de lo posible, ¿es eso hacer historia?

¿Cuánto tardamos? Depende desde dónde contemos. Pero han sido muchos años. Tardamos pero llegamos, tenemos presidente.

El Zócalo

La fuerza histórica del Zócalo es inmensa, en lo que refiere al lopezobradorismo ha sido su gran tesoro, su casa. ¿Cuántas veces el movimiento se habrá encontrado aquí? Poco a poco se va llenando, las calles son caminos que desembocan en la gran plaza. La representación es amplia, en la plaza no se discrimina, estamos todos los que podemos caber.

Se respira alegría, hay sonrisas, gritos, es una fiesta. Pronto el Zócalo se encuentra colmado. Entra López Obrador a la plaza, sonriente, deteniéndose, tomándose su tiempo para saludar y abrazar, como siempre. Una pieza musical con reminiscencia mesoamericana acompaña su trayecto al templete. Inicia la ceremonia de purificación y entrega del bastón de mando. Sincretismo republicano, amuletos, incienso, buena vibra, una ceremonia de frente al pueblo.

Una ceremonia espiritual, profunda, que no todos entendemos pero conectamos con ella y participamos con gusto y respeto. El silencio de miles es imponente. Levantamos las manos hacia los cuatro puntos cardinales, hacia abajo y hacia el cielo inmenso, nos conmovemos. Hay suspiros, lágrimas, temblores entre nosotros. Se produce una profunda comunión, una unión entre nosotros, el presidente y los representantes indígenas, juntos evocamos un horizonte de justicia, bienestar y paz.

El discurso

Aún colmados por la magia de la ceremonia, López Obrador da inició a su discurso frente al pueblo. Un discurso largo, más que el de la mañana, que no fue de festejo sino de compromiso. Detalló los cien puntos más importantes de su programa. Pidió confianza y apoyo, «los necesito», con franqueza expresó «no me dejen solo porque sin ustedes no valgo nada… o casi nada». Mientras desde el Zócalo crecía el grito de «¡no estás solo!, ¡no estás solo!» Sabiduría popular que comprende que la participación es necesaria, que lo que viene no será fácil y que somos parte de la trasformación. Un grito nuevo se escuchaba, asumiendo el compromiso: «¡A cuidar y apoyar al gobierno popular!»

Esta alegría, el gobierno popular y la victoria del 1 de julio, son un proeza de millones, acción colectiva que tiene que continuar. Saber que la lucha no tiene punto de llegada, que se avanza de a poco y que el tiempo se mide por la historia. Después del discurso vino la fiesta, la música, el canto y la poesía, que evocan lo mejor de un país, su cultura. Lo nuestro, lo que somos y lo que podemos ser. La gente ríe, canta, baila, se abraza, besa, llora y se toma fotos.

Cuánto vale la felicidad del pueblo, me pregunto. Lo vale todo.

Falta todo, pero ya empezamos

De regreso, la realidad es la misma, la pobreza está ahí lacerante, humillante, como la riqueza desmedida. La violencia continúa, las estructuras de poder permanecen. Hay confianza y esperanza, la gente cree en su poder y en que las cosas pueden ser distintas. Me siento orgulloso de México, de nacer aquí y de vivir estos momentos.

Camina una pareja joven con su hija, llevan una bandera de México, ella le expresa a él, «falta todo, pero ya empezamos». La cuarta trasformación empieza, el camino es cuesta arriba, pero se puede hacer historia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.