Si el mundo no tiene lugar para nosotr@s, entonces otro mundo hay que hacer. Sin más herramienta que la rabia, sin más material que nuestra dignidad. Falta más encontrarnos, conocernos falta. Falta lo que falta. Subcomandante Insurgente Marcos La mañana del 1 de julio de 2012, yo estaba en Yucatán; pero, por una especie de […]
Subcomandante Insurgente Marcos
La mañana del 1 de julio de 2012, yo estaba en Yucatán; pero, por una especie de prurito carente de sentido, no había querido deshacerme de la credencial de elector donde aún se leía la dirección que tuviera cuando vivía en Morelos. Así que para ejercer mi derecho político comicial tuve que formarme en una casilla para ciudadan@s de tránsito, foráneos; una casilla especial.
He sido consejero electoral distrital del IFE en dos procesos electorales y conozco perfectamente cómo se ponen las cosas en las casillas especiales, así que cuando llegué no me sorprendió ver que la fila iba ya por las 500 personas formadas, si no es que más. Aquello era un galimatías sin pies ni cabeza que me recordó cuando nos reportaban los capacitadores-asistentes electorales que en las casillas especiales del IMSS, Las Palmas o Paloma de la Paz, en Cuernavaca, Morelos, los ciudadanos estaban comenzando a llegar a las manos.
En todas y cada una de ésas veces, cuidando de no romper el quórum de la sesión de Consejo, siempre hubo un consejero electoral que hiciera acto de presencia para informar a las y los ciudadan@s la situación siempre delicada de las casillas especiales; aquí no sucedió así, de modo que la demanda más sentida, junto con lo que nos parecía una demora que ya se había extendido demasiado, era la falta de información por parte de las autoridades electorales, incluyendo los propios funcionarios de la casilla.
Así las cosas, sin pensármelo tanto, le entré al toro de recordar a quien quisiera oírlo que la ley establecía un máximo de 750 boletas y que la insuficiencia de las mismas no era culpa de los funcionarios de la casilla, sino de la norma electoral y que bla, bla, bla. Fuimos l@s mism@s ciudadan@s, con ayuda de un par de representantes de partidos políticos que pronto se tuvieron que deshacer de sus pins que les identificaban como tales, quienes nos organizamos para hacer de aquello algo más transitable: de haber continuado con el ritmo que llevábamos, no exagero, en lugar de las 9 de la noche hubiéramos terminado hasta la 1 de la madrugada.
Durante la jornada sucedieron algunas cosas que pudieran considerarse delitos electorales: la presencia de un grupo de personajes vestidos con una camiseta blanca y un logo como de una familia en motivos verdes y rojos, el hecho de que por lo menos tres vehículos pasaran frente a la fila con propaganda partidista pegada en sus vidrios traseros, el que no faltara quien expresara públicamente la intención de su voto estando aún formado en la fila o el que, a diferencia del presidente de la casilla básica para la votación local, el de la casilla similar para la elección federal no salió a preguntar si quedaban todavía ciudadanos de la sección que estuvieran por votar antes de cerrar la elección.
La organización en torno a las casillas especiales siempre ha implicado para la autoridad electoral un dolor de cabeza; por una parte, los consejos distritales, en tanto organizadores operativos de la jornada, no siempre parecen darse cuenta de que en dichas casillas habrá conflictos y de que será necesario que un consejero esté constantemente dando explicaciones a la ciudadanía; por otra, la desconfianza cuasi congénita para con el Instituto, hacen de todo aquello un caldo de cultivo para la confrontación muchas veces gratuita.
Cuando escribía estas líneas estaba seguro de que el ex presidente Vicente Fox había celebrado en casa su cumpleaños y su segundo triunfo, «haiga sido como haiga sido» (Calderón dixit), contra Andrés Manuel López Obrador; días después, lo confirmó. Iba a ser muy difícil que los cómputos distritales pudieran revertir el triunfo del priísta que al frente del gobierno del estado de México y en connivencia con Fox y Calderón mismos, silencio cómplice del perredismo incluido, reprimió con saña y lujo de violencia al pueblo de Atenco, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y la Otra Campaña hace seis años.
Quienes siempre dijimos que ganara quien ganara tendríamos que organizarnos porque en medio del table dance que significaron las campañas políticas la única certeza que teníamos era que ningun@ de l@s contendientes acotaría un modelo de producción económica de suyo criminal como el capitalismo y con ésa misma certeza acudimos a las urnas para anular nuestro voto, sabemos que más allá de la política del arriba está una política muy otra, del abajo y a la izquierda.
No nos abstuvimos, votamos por lo que creíamos; sólo que nuestros sueños de por sí no estaban en sus urnas. Están en la construcción hombro con hombro de los pueblos indígenas en resistencia, en los movimientos sociales que no se dejan cooptar por los partidos políticos, en las organizaciones honestas de la sociedad civil, en l@s trabajadorxs que luchan por democratizar de raíz sus sindicatos, en quienes resisten con dignidad la expulsión económica de sus lugares de origen, en quienes enfrentan día con día el embate de empresas abrigadas en legislaciones que les permiten saquear y contaminar recursos naturales, en quienes hacen del arte y la cultura vasos comunicantes para fortalecer el multimentado tejido social que el capitalismo pulveriza, en quienes no olvidan a sus muert@s de muerte injusta y desaparecid@s ni lo perdonan.
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