Ya se sabe que el domingo 27 de octubre de 2019 se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2019. Para el caso que fuera menester una segunda vuelta, ella se realizará el domingo 24 de noviembre. Es decir que faltan más de 14 meses, sin embargo la campaña electoral ya se ha […]
Ya se sabe que el domingo 27 de octubre de 2019 se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2019. Para el caso que fuera menester una segunda vuelta, ella se realizará el domingo 24 de noviembre. Es decir que faltan más de 14 meses, sin embargo la campaña electoral ya se ha iniciado.
Todos sabíamos que el Mundial de Fútbol era un importante punto de inflexión y que después del mismo empezarían a delinearse los ejes de esa campaña. El gobierno llegó a esta fecha en condiciones muy distintas a las que había imaginado.
El fracaso de la Selección es un dato insignificante ante la magnitud de la crisis desatada a partir del mes de abril. La misma que impidió el viaje del presidente Mauricio Macri a ese torneo, colocó la economía al borde del precipicio y profundizó la ya difícil situación por la que atraviesan millones de compatriotas.
A pesar de las palabras de la oficialista gobernador bonaerense María Eugenia Vidal –«No es momento de campaña, si fuera una vecina y viene un candidato lo mando a la mierda»-, ya se puede observar no solo un cambio de actitud en la forma que se presenta el discurso y las acciones del Presidente, sino también es evidente que los hechos más notorios y judicializados en estos últimos días (aportantes falsos y corrupción vinculada a la obra pública) tienen como trasfondo el posicionamiento respecto a la mencionada cuestión electoral.
El tono electoral del nuevo discurso presidencial
Después de un largo período, donde los temas excluyentes del Presidente fueron la crisis económica y el mejor modo de responder a las demandas y aprietes del mercado, Macri intenta colocar el eje de su discurso en temas que le plantea la sociedad.
Por primera vez hizo una autocrítica respecto a la evolución de la inflación, que está produciendo estragos en millones de hogares. Reconoció que el aumento en las tarifas en los servicios públicos, que estimó -desde que asumió- en un promedio del 1.000%, influyó sobre la cuestión inflacionaria. No obstante ese reconocimiento, casi simultáneamente se anunció un nuevo aumento en las tarifas de electricidad, de entre 24 y 28%. Para consumidores domiciliarios, el aumento desde diciembre del 2015 suma un 1.684%.
Esa nueva tarifa se eleva en un 20% para las pequeñas y medianas empresas (pymes), un 40% para la gran industria. Similar ha sido la evolución de las tarifas del agua, gas y transporte. Como una forma de amortiguar esos incrementos, el gobierno puso en marcha un nuevo crédito a los jubilados y retrocedió respecto al intento de quitar los ajustes por zona a los actuales beneficiarios de la Asignación Universal por Hijos.
De ese modo el gobierno pretende reorientar su discurso de los últimos tiempos.
Considera que ha dominado al dólar, aunque hay datos que indican que éste solo ha suspendido su marcha ascendente para hacer flexiones, fortalecer el músculo para pegar el próximo salto, mientras crece la fuga de capitales.
En el imaginario oficial es el momento de retomar una mirada hacia otros problemas, con vista a las próximas elecciones. En los despachos oficiales tienen una gran confianza en que la próxima cosecha les permita superar las consecuencias de la sequía del año pasado.
De todos modos la situación y perspectivas económicas no son las mejores. Junio registró la primera caída en materia de construcciones, luego de 15 meses consecutivos de crecimiento del sector y también hubo una baja del 8% en la producción industrial. De hecho, apenas empezado el mes de agosto, ya se está hablando de los «riesgos de diciembre».
Ante el crecimiento de la bronca y la incertidumbre sobre el futuro, el gobierno utiliza dos mecanismos complementarios. Por un lado, con el tema del diciembre que se viene, siembra el miedo y por otra parte trata de «correr» los ejes del debate, sacando de su cajón de herramientas las políticas del combate a una corrupción que, en la realidad, continúa siendo un flagelo que -bajo otras modalidades- sigue padeciendo Argentina.
La Justicia en medio de las campañas electorales
Sobre el escenario de una situación económico-social más que preocupante se vino la fecha prevista para el inicio de las campañas electorales. El desarrollo de la crisis hizo que fueran cambiando los ejes de las diferentes estrategias entre el oficialismo macrista y la oposición de las diferentes variantes del peronismo, que en sus distintas versiones e intensidades, siempre tuvo como eje el tema de los costos sociales de las políticas oficiales.
El gobierno pensaba reivindicar, contando con la colaboración de la mayor parte de la prensa masiva, que habían avanzado en la «nueva política» (trasparencia, incorporación «al mundo», combate a la corrupción) y en una variedad de importantes obras públicas. La realidad hizo que algunas cosas fueran cambiando.
El gobierno vio como la crisis se comía su plan de obras públicas y entonces apareció -nuevamente- la cuestión de la corrupción como un eje, debilitado pero insustituible, ante la falta de mejores banderas. En el medio habían surgido fuertes y sólidas denuncias sobre irregularidades propias. Además el paso del tiempo y la crisis económico-social había contribuido a diluir las acciones del kirchnerismo.
Pero… como la necesidad tiene cara de hereje, ahora aparece en la Justicia la causa de las coimas (sobornos) vinculadas a la obra pública, de los años del kirchnerismo. Y de la mano del juez Claudio Bonadío, sin mayores pruebas pero con gran despligue propagand´stico a través de los medios masivos de comunicación.
Este hecho, mediáticamente muy impactante, tiene tres componentes que no habían aparecido en estos años: Involucra a kirchneristas y macristas (por el funcionario de una empresa -IECSA- que era de la familia Macri); afecta a empresarios tradicionales (como los presidentes de la Unión Industrial y de la Cámara Argentina de la Construcción) y también mete en el baile a miembros del poder judicial y conocidos «operadores» (como el ex Juez Norberto Oyarbide y al operador Javier Fernández).
Por el volumen de las operaciones y las personas e instituciones involucradas es lógico pensar que la causa, a pesar del «ruido» que provoca y de su feroz utilización en la campaña electoral sería un «milagro» que, en esta Argentina, llegue a buen término.
El peronismo vio que, a pesar de haber mejorado y tener muchas posibilidades de ganar debía asegurarse una cuestión clave, debilitar la imagen, todavía fuerte, de la gobernadora bonaerense, eventual sucesora en el macrismo. Las denuncias sobre los aportantes falsos al partido de gobierno cumple esa función.
Con ello -consideran- que matan dos pájaros de un tiro. Alejan la perspectiva que la mejor imagen de la Vidal pueda ser utilizada como eventual reemplazo, en la candidatura presidencial, si la figura de Macri se vuelve poco presentable. Pero también les serviría para tratar de recuperar el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, una de las claves para ganar las elecciones nacionales.
Desde ese punto de vista, la desgraciada explosión en una escuela de la localidad bonaerense de Moreno, que provocó dos muertos y el repudio popular a la desidia del gobierno provincial, puede hacer tambalear la -todavía- buena imagen de la actual gobernadora.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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