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Filosofía analítica en estado puro

Fuentes: El Viejo Topo

Manuel Pérez Otero, Esbozo de la filosofía de Kripke. Montesinos, Barcelona, 2006, 276 páginas.

Existen como mínimo dos razones para recomendar vivamente la lectura de este ensayo del profesor titular del departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona, Manuel Pérez Otero. La primera: este esbozo es una de las primeras introducciones (acaso la primera), escritas en castellano, en torno a la filosofía de Saul Kripke, que no es, como es sabido, un filósofo cualquiera sino de uno los grandes filósofos analíticos vivos (equiparable a W. O.Quine o a H. Putnam, por ejemplo). Tal vez por ello, Pérez Otero inicia su ensayo con las siguientes palabras: «Muchos consideran -muchos consideramos– que Saul Kripke es el filósofo vivo más importante… Desde luego, Kripke es uno de los filósofos contemporáneos más citados e influyentes del mundo» (p. 9). La segunda razón, y acaso tan importante como la anterior, es que Esbozo de la filosofía de Kripke (EFK) es un libro modélico, porque es un magnífico ejemplo de cómo hacer un libro didácticamente impecable, verdadero modelo para otros intentos: bien argumentado, bien escrito, legible a la perfección desde su primera línea, con documentadas, claras e interesantes referencias a autores clásicos y a temas básicos de la historia de la filosofía, permanente respeto al lector (o lectora) sin presuponer en él conocimientos previos ni dominio de ningún terminología especial o especializada, preocupación constante para que el estudioso pueda aprender realmente y conozca bien las cuestiones que se exponen, notas a pie de página que distan mucho de abrumar al lector no especialista, todas ellas aclaratorias, algunas de ellas excelentes, como por ejemplo, la 8 del capítulo 3 (p. 111). En definitiva, un libro que instruye, que enseña a argumentar filosóficamente, filosofando en acto, y que hace pensar con rigor. No es poco. Todo lo contrario.

Es posible, sin embargo, que el lector que no esté acostumbrado a este tipo de narración filosófica, a este estilo teórico -cuya tradición, por cierto, es antiquísima, tan antigua como el mismo Aristóteles- puede objetar la aparente lentitud de la exposición, las vueltas supuestamente retóricas que se dan sobre muchos de los temas tratados, la escasa sustantividad o trascendencia de los asuntos discutidos, la morosidad con la que se exponen argumentos y críticas, el rigorismo excesivo con el que se discuten contraejemplos y rebuscados experimentos mentales, los detallados y frecuentes resúmenes o balances que presenta el autor, los recordatorios -incluso algunas repeticiones- que se ofrecen con frecuencia, la supuesta escasa ganancia teórica obtenida tras su lectura.

Errará, errará de pleno, totalmente, si piensa así. Si como Lope señalaba: «Esto es amor. /Quien lo probó, lo sabe», esto, EFK, es filosofía exquisita: quien la degustó, lo ha entendido. Hay ganancia teórica, y mucha, al seguir paso a paso -como no podía ser de otra forma- las cuidadas exposiciones de Pérez Otero. No creo que puedan citarse muchos otros ejemplos para introducirse en los grandes temas tratados por la filosofía del lenguaje -del XX, y en los años iniciales del XXI-, que es, como se sabe, parte sustantiva, central, para nada marginal, de la gran filosofía actual.

El autor, por otra parte, ha tenido cuidado en distinguir con claridad aspectos epistemológicos, de filosofía de lenguaje y ontológicos en las cuestiones tratadas, y no ha dejado estos últimos en el archivo de los temas inaccesibles. Los lectores con mayores apetencias ontológicas o trascendentes no se verán defraudados. De hecho, en opinión de Pérez Otero, «el particularismo semántico modal, el externalismo y la reivindicación del esencialismo aristotélico son elementos filosóficamente importantes que nos ha legado El nombrar y la necesidad» (p. 264).

Acaso pudiera señalarse que un ensayo de estas características necesita un glosario, y no uno cualquiera sino uno que esté densamente poblado. El lector no tiene por qué conocer la diferencia entre enunciados descriptivos y normativos, ni a qué llama Frege sentido de una proposición ni en qué consiste la concepción descriptiva-cualitativa del significado. La crítica no sería pertinente: Pérez Otero ha tenido la delicadeza -otro acierto más- de presentar, explicar, definir, todas, absolutamente todas las nociones teóricas que usa en su exposición, desde nociones básicas -epistemología, por ejemplo- hasta conceptos más especializados. No hay ninguna categoría filosófica que introduzca en su exposición, por usual que sea, que no esté definitiva y aclarada por él.

Manuel Pérez Otero, que es un lógico competente -autor, entre otras publicaciones, de Lógica y metodología de la ciencia y de artículos de investigación editados en reconocidas revistas de filosofía analítica como Teorema, Teoría o History and Philosophy of Logic– ha tenido además de nuevo el cuidado de no abrumar al lector con una simbología que desconoce y unos cálculos deductivos que no podría seguir: no hay apenas signos lógicos que puedan ahuyentar al lector en toda su exposición, aunque el autor sabe muy bien que hubiera sido posible tratar tal o cual asunto con determinados formalismos lógicos, acaso con mayor penetración pero con pérdida de comprensión por el lector medio.

EFK se centra fundamentalmente en el estudio detallado de El nombrar y la necesidad (homenaje nada oculto a Meaning and Necessity del gran Rudolf Carnap). El libro de Kripke, señala Pérez Otero, «es una obra fundamental, pero no resulta especialmente densa ni ambigua. La única dificultad relevante que puede conllevar leer su texto es que requiere cierta familiarización con algunas tesis (básicamente de filosofía del lenguaje) pertenecientes a la tradición filosófica analítica. Parte de nuestra tarea será presentar previamente al lector esa tesis» (p. 15). Esta finalidad expositiva no implica en absoluto entrega o acriticismo: «En alguna ocasión menciono en el texto puntos concretos de la concepción kripkeana que -a mi juicio- son problemáticos. También cito algún otro trabajo en el que discuto algunos de esos puntos, con un enfoque menos expositivo, más crítico» (p. 17).

¿Está expuesta en EFK toda la filosofía de Kripke? ¿De qué otras aportaciones de Kripke no trata EFK? Pérez Otero, de nuevo, informando al lector de la finalidad de su ensayo, señala que EFK no trata de las aportaciones de Saul Kripke en el ámbito de la semántica formal de los mundos posibles, de su teoría sobre el concepto de verdad, de su discusión sobre el argumento de Wittgenstein en torno a la imposibilidad de la existencia de lenguajes privados, ni tampoco se incluyen detalladamente las criticas y objeciones a las ideas defendidas en El nombrar y la necesidad. La motivación pedagógica central del autor es, en todos los casos, la causa esencial de estas restricciones.

EFK está estructurado en tres partes. Los dos primeros capítulos -la primera parte- desarrollan los preliminares adecuados para describir el contexto filosófico en que situar las aportaciones de Kripke. La parte central de EFK corresponde al capítulo 3 (pp. 87-196). Se exponen en él, con todo lujo de detalle, las criticas de Kripke a la concepción de Frege-Russell sobre la referencia, y a las tesis metafísicas y epistemológicas vinculadas a esa concepción, al mismo tiempo que se presentan las tesis de Kripke acerca de diversos temas filosóficos como el concepto metafísico de necesidad, la noción de mundo posible, la naturaleza de los objetos particulares y de los géneros naturales. La tercera y última sección está compuesta por los capítulos 4, 5 y 6: en el capítulo 4 se presenta un argumento de Kripke a favor de ciertas posiciones dualistas en torno a las relaciones entre lo mental y lo corporal; el capítulo 5 presenta sus reflexiones en torno a las oraciones sobre creencias, y en el sexto -«menos informativo y más interpretativo que los anteriores» (p. 19)- Pérez Otero nos presenta reflexiones y conclusiones generales, anticipadas a lo largo del libro, «en un marco filosófico más amplio, en el que trato de situar y realzar las aportaciones filosóficas fundamentales de Kripke» (p. 19).

Para finalizar y para no dar sensación de entrega acrítica por parte de este reseñador, cabe acaso hacer algún comentario lateral que no pretende ni desea ser leído como crítica:

  1. Un individuo de la talla moral-política de Richard Nixon -uno de los grandes sanguinarios del siglo XX y uno de los políticos más inmorales con los que uno puede toparse – no merece figurar en un libro como éste, aunque sea tan sólo en ejemplos que pretenden ilustrar tal o cual reflexión. Pérez Otero ha usado aquí referencias del libro del propio Kripke, por lo que no cabe hacer ninguna objeción real. Simple manifestación de malestar ante la referencia (y la esencia) de tal nombre propio.

  2. Estrictamente hablando, si no ando errado, hay una única información innecesaria dada por Pérez Otero a lo largo de su ensayo: al referirse al Círculo de Viena lo presenta como un movimiento filosófico y político. Tiene razón, toda la razón, pero no parece que el segundo aspecto destacado juegue papel alguno en su exposición.

  3. Si Pérez Otero hubiera sido totalmente coherente en el tema de las traducciones, cosa nada central, y hubiera citado en toda circunstancia el traductor del texto original referenciado al castellano (pp. 265-270), se hubiera podido comprobar de nuevo que el traductor de excelentes obras del gran filósofo analítico W. O. Quine no fue otro que el mejor filósofo marxista hispánico del siglo XX. (Este hecho, dicho sea entre modestos paréntesis, hubiera podido plantear algún problema a viejas afirmaciones de algunos filósofos analíticos españoles – en absoluto, Pérez Otero- sobre el papel jugado por los pensadores marxistas -así, en general- en la introducción de la lógica y la filosofía analítica en nuestro país).

  4. El lector acaso hubiera deseado que las palabras finales de EFK – «(…) Es deseable que puedan encajar bien (SLA: las aportaciones más relevantes de El nombrar y la necesidad) con el resto de teorías y principios que conjuntamente integran nuestra mejor concepción científica y filosófica global sobre el mundo, nuestra mejor concepción del lenguaje y de la realidad extralingüística» (p. 264)- hubieran tenido un mayor desarrollo explicativo. Queda abierto el enigma en torno a nuestra mejor concepción global del mundo. Pero tal vez eso sea un sabio truco de escritor: Pérez Otero abre camino para un futuro ensayo en el que desarrolle el marco y los elementos de ese deseo.

En definitiva, en rigor, con el mismo rigor con el que Pérez Otero expone sus argumentos y sus comentarios a lo largo de todas las páginas de este magnifico ensayo, el adjetivo «analítica» está de más en el título de esta reseña: EFK es, esencialmente -por usar un término muy del gusto de Kripke, de Pérez Otero y del mismísimo S. Jay Gould- filosofía, sin adjetivo innecesario, en estado puro.