Vi a todo el mundo alabando a dios y al usurero.
Y escuché al hambre gritar: ¿dónde hay que pedir?
Y vi unos dedos gordos señalando hacia el cielo.
Y entonces dije: ¡vieron que hay algo allí!
Balada de consentimiento a este mundo. (B. Brecht).
La cultura está en emergencia. Por sobre todas las cosas, podemos decir: es cierto.
La cultura está en emergencia. La frase nos convoca a desarmarla, analizarla para actuar o revisar nuestras acciones que surgen de esta afirmación.
La cultura está en emergencia. Los sectores vinculados a la actividad artística cultural se encuentran en emergencia. Pues bien. La emergencia es el llamado de atención. La necesidad de atender con urgencia el conflicto de la cultura, de los sectores artísticos culturales que no son otra cosa que los hombres y mujeres que trabajamos, a veces o casi siempre bajo múltiples tipos de contratación, o sin ninguna contratación, o que hacemos alguna cosa porque nos gusta, qué tanto, y que, así y todo, ponemos en circulación muchos de los bienes simbólicos de nuestra sociedad. El amor al arte no tiene precio.
La comunidad artística está en emergencia. Y no es una llamarada que proviene del Hades. Tiene más que ver quizás, y con el perdón de la palabra, con la precarización laboral. Precarización que enciende sí sus llamas en el contexto de la Pandemia, sin embargo, ya existía mucho antes que ésta. Ya existían la precarización de las diversas comunidades artísticas y su consecuente emergencia. Entiéndase emergencia como, por ejemplo, necesidad de comer incluso todos los días, con el perdón de la palabra otra vez.
Si gustamos de mirar la emergencia desde arriba (desde ya esto no es posible ni conveniente) ¿qué vemos? Quizás veríamos una matriz enorme de producción artística que intenta sobrevivir, o reformularse, reinventarse, ¿interpelando lo más profundo y arraigado de su quehacer? Si este momento es el acabose de las formas anteriores, ¿quién armará esta matriz nuevamente?
Escuché el otro día, que hay o habrá, o en eso estamos, un cambio de paradigma en la actividad teatral. ¿Ya está hecho? El cambio de paradigma, de existir, ¿implica o trae consigo la conciencia de revisar las relaciones en las que producimos la actividad artística?
La emergencia de los sectores artísticos culturales es también la urgencia por desmantelar aquellas formas de producir que nos impulsan a caer una y mil veces en sacos rotos. Es la emergencia la que viene a recordarnos que lenguajes, poéticas y otras yerbas son expresión viva y concreta de la cultura dominante de nuestra época, y que no hay verso bonito que nos excluya de esta situación.
Es doloroso escindir a nuestra tarea un momentito del aura que se le atribuye. Es trabajoso, da un trabajo enorme reconocer nuestra precarización. Pero como dice el dicho: cuando la viste, la viste. Sería de una necedad enorme apelar al más siniestro de los como sí. Como si nada pasara o hubiera pasado. Que después, pronto o más tarde los melones van y se acomodan solos. Volveremos a las salas, a los ensayos, produciremos como antes, y nos veremos rojos de tanta adrenalina cuando delante nuestro esté ese público que tanto, tanto queremos. El Estado volverá a financiar un poquito y gracias a nuestras producciones, compartiremos felices las miguitas o los pesos con lxs amigxs artistas. Siempre agradecidxs porque al fin de cuentas amamos el arte. Cada quién a su manera, retomará su paso habitual. Anhelamos eso. ¿Anhelamos eso? No lo sé. Porque cuando la viste, la viste. Si anhelamos la vuelta a lo anterior, (creo que esto no es posible) impasibles, podríamos afirmar que la emergencia es potestad de lxs los mismos de siempre, y constatar que algunxs otros a veces la rozan de cerquita y les da un susto. Un susto tremendo. Y así, mirando para otro lado creemos que los dueños de la emergencia (no los dueños de la expresión de la emergencia) se aferran a ella como si tal cosa. Avaros.
Interrumpo un minuto: es que un hombre me trajo en moto dos milanesas, mientras me llamaban para que recite un cuento. De habilidades, este mundo está lleno.
Prosigo. Estaba desarmando la emergencia cultural y temo haberme quedado en el camino. Quizás hay algo que subyace en todo esto. Quizás ni la cultura, ni las artes ni la emergencia pertenecen a un mundo aparte, solito, cerrado. Quizás sea este el momento y no otro el de comenzar a desenmarañar el amplio, diverso, plural, infinito mundo en el que se teje la producción artística. Mundo que tal vez sea bastante similar a otros mundos. Una desgracia.
La tarea que nos demanda el momento excepcional que estamos viviendo no excluye la poesía ni la belleza (cualquiera sea), por el contrario, seguramente trae consigo nuevos mundos imaginarios, palabras nuevas o inventadas, sonidos indescifrables, imágenes que pueden construirse sobre un mundo más justo.
En el contexto de pandemia, la cultura, que está en emergencia, ha puesto en relieve, creado, fortalecido un sinfín organizaciones de la comunidad artística en donde trabajamos diariamente con el fin de paliar literalmente esta situación, de la que confiamos, pasará más temprano que tarde. Cada vez es más cercana la idea de asumirnos colectivamente como trabajadores y trabajadoras de las artes. El aliento es mucho y como todo aliento precisa dirección. Me viene esta linda pregunta de B. Brecht en su Elogio a la dialéctica, (que justo me digo), ¿cómo han de contener al que ha tomado conciencia de su situación? Y yo me pregunto, ¿nosotros qué haremos?
Julieta Grinspan – Actriz. Profesora de teatro.