Muchos adolescentes de finales de los sesenta se iniciaron en la poesía con los versos de Antonio Machado y la voz de Joan Manuel Serrat, que puso música a sus poemas. Es posible que quienes dispensábamos entonces a don Antonio un trato preferencial y hasta reverente no reparásemos demasiado en las referencias masónicas que aparecen […]
Muchos adolescentes de finales de los sesenta se iniciaron en la poesía con los versos de Antonio Machado y la voz de Joan Manuel Serrat, que puso música a sus poemas. Es posible que quienes dispensábamos entonces a don Antonio un trato preferencial y hasta reverente no reparásemos demasiado en las referencias masónicas que aparecen en sus versos. Es el caso de alguna de sus Nuevas Canciones, publicadas en 1914, o de un largo poema del cancionero apócrifo de Abel Martín incluido en Los Complementarios. En ambos aparece la palabra masón referida a sí mismo. También, cuando Machado dedica a Francisco Giner de los Ríos, director de la Institución Libre de Enseñanza en la que el poeta cursó estudios, el magnífico poema con motivo de su muerte, aparecen menciones expresas a símbolos y términos masónicos como yunques, luz, fraternidad y talleres: Y hacia otra luz más pura/ partió el hermano de la luz del alba,/ del sol de los talleres,/ el viejo alegre de la vida santa.
No hay total certidumbre acerca de la pertenencia de Machado a la masonería, organización en la que ingresaron renombrados políticos e intelectuales de su tiempo y a la que también pertenecieron el abuelo y el padre del poeta, según documenta Ian Gibson en su biografía de don Antonio. Sostiene José A. García-Diego que Machado se inició en la Logia Mantua de Madrid en 1930, perteneciente a la Gran Logia Española. Se basa para ello en el testimonio del historiador Emilio González López, profesor en la City University de Nueva York, que en 1957 publicó un artículo bajo el título de El sol de la fraternidad en el que da por cierta esa adscripción. Según González López, «Machado no perdió su fe en la fraternidad ni en los momentos más dolorosos de la Guerra Civil, sino que, por el contrario (…) avivó en él esa fe, pues vio que la Guerra Civil era en gran parte el producto del odio acumulado en el alma de un pueblo y sembrado por quienes se titulaban patriotas». Sería luego el profesor Joaquín Casalduero quien abundaría en esa información con un opúsculo publicado en Puerto Rico en 1964 que por su epígrafe no deja lugar a dudas: Machado, poeta, institucionista y masón.
Cincuenta años después de la muerte de Antonio Machado en el desolador invierno de su exilio en Colliure en 1939, se celebró en la Casa de Velázquez de Madrid un importante coloquio internacional organizado por la fundación que lleva el nombre del poeta y al que asistieron los más reputados especialistas en la vida y obra de don Antonio. Figuraba entre ellos Paul Aubert, que dictó una ponencia titulada Gotas de sangre jacobina: Antonio Machado republicano, en la que asegura, después de haber verificado una minuciosa consulta en la base de datos del Centro de Estudios de Historia de la Masonería Española (CEHME) de la Universidad Carlos III, que no hay constancia alguna de que el autor de Campos de Castilla fuera masón.
Lo único que pudo encontrar Aubert con referencia a esa cuestión es una carta suscrita por el director general de los Servicios Documentales de Salamanca, remitida el 18 de diciembre de 1957 a sus superiores, en la que se desestima la pertenencia de Antonio Machado a cualquier organización masónica. Dicha entidad, que centralizó la actividad represora durante los años que siguieron al término de la Guerra Civil, derivó después en Archivo General de la Guerra Civil y es en la actualidad Centro Documental de la Memoria Histórica, entre cuyos fondos se encuentran los miles de expedientes abiertos por el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC). El titular de dicho centro en los años cincuenta fue totalmente rotundo en la redacción de su misiva: «Consecuente a su atento escrito del Negociado Segundo y Antecedentes nº. 15857, de fecha 11 del actual, relativo a ANTONIO MACHADO RUIZ, tengo el honor de participar a V.E. que, hasta la fecha, no han aparecido antecedentes masónicos del citado individuo».
Curiosamente sí existe un expediente del TERMC, el 18650, en el que consta el nombre de Antonio Machado -si bien no figura el segundo apellido-, que no se corresponde con los datos aportados por González López y Casalduero, pues el tal Machado pertenecía a la logia La Sagesse, radicada en Barcelona, entre cuyas actas aparece tal nombre en 1934 y 1936 con los cargos de hospitalario y limosnero dentro del cuadro de dignidades. Hay también otra referencia en la que se da cuenta, el 18 de junio de 1937, de que «como consecuencia de los actuales acontecimientos, se retiraron regularmente al abandonar España los siguientes socios: entre los que se citan figura Antonio Machado». No existen más detalles acerca de la filiación y personalidad del mencionado, pero por los cronológicos parece desprenderse que ese Machado no es el poeta, residente primero en Segovia -donde aseguran los citados autores que fue donde ingresó en la masonería- y luego en la capital de España, Valencia y Barcelona (1938). De lo dicho se desprende que la tesis de Paul Aubert es hasta ahora la más verosímil y que la adscripción de Antonio Machado a la masonería resulta en la actualidad difícilmente demostrable, a pesar de aquella canción escrita por el poeta durante su estancia en Soria, de la que este año se cumple un siglo -conmemorado con un film de Antonio Hernández de inminente rodaje-, junto a su joven y llorada esposa Leonor: En Santo Domingo, / la misa mayor./ Aunque me decían/ hereje y masón,/ rezando contigo,/ ¡cuanta devoción!