El debate sobre el patrimonio escultórico se ha abierto a raíz de la movilización contra el Colón de Reforma, su retiro, la intervención feminista de la glorieta, la propuesta de sustitución por una escultura que represente a la mujer indígena y por ultimo con la llegada de esculturas de heroínas al paseo de la Reforma.
En términos geográficos todo ha ocurrido en una misma avenida, el Paseo de La Reforma. Una muestra de la centralización del patrimonio escultórico y de la gentrificación de la ciudad.
En el momento en que se cuestiona el pasado consagrado en esculturas por la ciudad, en que se debate la historia y su relato, sorprende que no se cuestione la distribución de los bienes culturales en la Ciudad. En la fiebre iconoclasta, que derriba estatuas, hay también un desprecio a ellos, por no pertenecerle al pueblo. Estas esculturas-monumentos pasan a ser parte del adorno de la ciudad para las zonas ricas, una especia de inversión para capitalizar la inversión inmobiliaria de las mejores zonas de las ciudades.
La gentrificación acelerada de la Ciudad de México, es también el alejamiento del pueblo con su ciudad, es la constatación de que la oferta cultural, los monumentos y el arte no son para todos. Las ciudades pensadas como lugares de inversión y no como sitios para vivir, se traduce en despojo de la ciudad.
La periferia constructora a lo largo de la historia de la ciudad, es ajena a la disputa por el patrimonio escultórico. El retiro acertado de la estatua de Colón y el debate que esto generó no se llevó a sus últimas consecuencias. ¿Por qué estas esculturas tienen que estar en la misma avenida? ¿Por qué la reubicación de Colón se plantea a un parque de la pudiente Polanco? ¿Acaso la Avenida Reforma es para todos? ¿Los que habitamos la periferia, los pueblos y las colonias populares de esta Ciudad no merecemos esculturas que nos signifiquen nuestra historia y que embellezcan nuestras comunidades?
Esas heroínas recién llegadas estarían en un mejor lugar en las zonas más densamente pobladas. Siendo referentes del reconocimiento de las mujeres y su lucha por un país mejor. Disputando el sentido machista tan extendido, en lugar de embellecer el Paseo de La Reforma. Una representación de la mujer indígena estaría en mejor lugar con los suyos y sus descendientes, en los pueblo y barrios de la Ciudad de México. Los antimonumentos que irrumpen en la Ciudad y la consciencia podrían extenderse a nuestras colonias, lastimadas por la injusticia. En fin, cuestionar la historia y el patrimonio, pasa también por cuestionar la distribución del patrimonio y por defender la Ciudad para todos.
Democratizar la cultura es modificar la distribución de los bienes culturales, cuestionar las lógicas del poder en la cultura y con ello hacer ciudad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.