Todo comenzó por una botella de vino sin abrir. Hace tres años, Ramón Chao, periodista de Radio France 1 y escritor, ofrece a su hijo Manu, la última antiestrella francesa de la escena musical con vocación y alcance planetario, una botella cuya etiqueta había sido diseñada por uno de sus amigos, Wozniak, ilustrador del semanario […]
Todo comenzó por una botella de vino sin abrir. Hace tres años, Ramón Chao, periodista de Radio France 1 y escritor, ofrece a su hijo Manu, la última antiestrella francesa de la escena musical con vocación y alcance planetario, una botella cuya etiqueta había sido diseñada por uno de sus amigos, Wozniak, ilustrador del semanario Le canard enchainé. Ni Wozniak ni Manu se conocen, pero de esta forma se establece el contacto.
En 2002, se encuentran y cenan en Villalba, el pueblo de Galicia donde nació Ramón Chao, en casa de Josefa, la vecina. Primer paso para la posterior colaboración. Manu escribe, canta y compone.Wozniak diseña y colorea. Y ambos están sobre todo en la misma onda artística y humana, poética y rebelde.
Ya en en París, trabajan juntos una docena de horas al día, generalmente de noche, con vino y porros incluidos. Ahora, el público tiene la última palabra. En septiembre, se publicó una versión corta del libro-disco Siberia me era contada. 48 páginas grapadas, más un CD con seis canciones inéditas. A comienzos de noviembre, saldrá el producto final a las librerías: 132 páginas y un disco con 23 temas.
Manu Chao y Wozniak nos reciben en Pigalle, en los locales de Corida, promotor de espectáculos que les dejó un sitio en sus oficinas, para permitir al tándem poner en marcha un proyecto cuyas características eminentemente empíricas y artesanales no tiene nada que ver, de entrada, con la fama de sus progenitores.Tranquilos, los dos amigos comienzan a silbar.
Acaban de salir de una reunión con las NMPP (Nuevas Mensajerías de Prensa Parisinas), donde se ha discutido sobre la forma en la que se va a distribuir el producto. «60 tipos encorbatados, pero fue interesante. Estuvieron muy amables con nosotros».
Una tarde de finales de verano, Manu Chao y Wozniak son los últimos en abandonar el local de madera clara situado por encima de la sala de conciertos de la Cigale. Su actividad: seleccionar fotografías destinadas a los medios. De acuerdo con la idea que uno se hace de él, Manu Chao fuma porros sin parar, mientras habla. Lleva pantalones vaqueros y el torso desnudo con una serie de tatuajes que adornan un cuerpo de cuadragenario que sigue conservando aspecto de adolescente.
Wozniak, por su parte, presenta una mirada maliciosa detrás de sus gafas redondas. Cuando se expresa, habla con un acento tan fuerte que no parece que viva en Francia desde hace 20 años.Refugiado político, abandonó Polonia, entró en Le canard enchainé «después de Chernobil».
Como fondo sonoro, desfilan las 23 canciones de Manu Chao. Collages, guiños, reminiscencias, préstamos, hallazgos… Una vez más, todo está imbricado en este músico, pionero de la escena rock alternativa francesa desde mediados de los 80 y convertido, con el cambio del milenio, en el ejemplo paradigmático de un sonido mundial abierto a todos los vientos.
Wozniak, por su parte, muestra sus diseños. Personas y animales entremezclados en un universo especialmente urbano que armoniza la ternura con la ironía, la angustia con la inocencia. Pingüinos en fila india que impiden el paso a Don Quijote y a Sancho Panza.Escenas de atascos, fachadas de edificios, coches fúnebres…»Desde la alegría al odio, me permití bucear en todas las direcciones con un sentimiento de libertad infinito».
Dibujos, escritos y músicas conversan entre sí para formar un juego. Dada la enorme popularidad del cantante, el gran público recibirá Siberia me era contada como un nuevo disco de Manu Chao, acompañado de un libro. Pero se trata, precisamente, de todo lo contrario. Un proyecto de papel al que, durante el otoño de 2003, terminó por adherirse, como una evidencia, la necesidad de «un acompañamiento musical». Manu Chao le entrega a Wozniak el cajón en el que conserva, a menudo desde hace lustros, trozos de textos dispersos, para los que el diseñador propone una traducción gráfica. Después, la relación se invierte y Wozniak bombardea a Manu Chao con imágenes inéditas que, a su vez, inspiran al músico. En la época del marketing puro y duro, ambos apuestan por el «hecho a mano y en casa».
Manu Chao se pasó seis meses en un estudio desde el que se ven los tejados de París haciendo mezclas por la noche, con varios estratos de material musical, rodeados de montañas de papel donde están almacenados los textos manuscritos, redactados a lo largo de sus diversas vidas artísticas (Hot Pants, Mano Negra), junto a una bolsa de patatas fritas abierta y un colchón en el suelo para tumbarse cuando empieza a romper el día.
Siguiendo la misma tónica, la puesta en marcha del proyecto procede más de lo afectivo y de lo intuitivo que de un plan comercial perfectamente establecido, como suele ser habitual.
¿Por qué, por ejemplo, presentar primero el proyecto en una versión corta y vendida en los quioscos? «Porque me parece algo romántico.Me encanta el café de la mañana en un bar, leyendo el periódico que acabo de comprar», dice Chao.
A la vez gran vendedor (vende por millones) y símbolo de la antiglobalización, de los okupas españoles y franceses, de los zapatistas y de los bereberes, Manu Chao rompió con la empresa discográfica Virgin Records en el momento en que ésta reducía puestos de trabajo para fusionarse con EMI. «Estamos viviendo un periodo de transición, pero está claro ya desde ahora que la venta de música como se concebía estos últimos años es una batalla perdida. Por eso, la industria llora. Cosas mucho peores sucedieron en la siderurgia, por ejemplo. En el sector musical, se despide abusivamente por el simple hecho de que los beneficios son menores. En realidad, los grandes jefes tiemblan porque, una vez más, es lo underground lo que se mueve y lo que tiene ideas».
Según esta lógica sísmica, se podría pensar que Siberia me era contada y sus futuras ventas, sin duda importantes (con 150.000 ejemplares en las librerías en los primeros días), es una espina clavada en plena nariz de un sector en recesión. Y eso que Manu Chao rechaza esta interpretación con un pragmatismo unívoco.»Eso es algo que no me quita el sueño. Este proyecto es especial y fue concebido de una forma puramente pasional, sin que subyazca en él ninguna reflexión táctica o comercial. De tal forma que podemos pensar incluso en una explotación ulterior del disco solo. Pero, por ahora, el proyecto fue el fruto del placer de un encuentro que desembocó en una historia que no ha dejado de ir creciendo». Hasta la hora del parto, a comienzos de noviembre, al que quizá no asista el más ilustre de los dos papás. «Desde el 1 de octubre, he recobrado mi libertad. Es una higiene de vida indispensable y vertiginosa: cada seis meses necesito saber que no me espera obligación alguna. Lo que está claro es que me voy a mover. Tocar, escribir, viajar… La puerta de salida está cerca».
Compromiso con una realidad ‘sucia’
El pasado 4 de septiembre, Manu Chao escribió en su página web: «Hoy es sábado. Hoy se ha terminado. El CD sale el lunes para la fábrica… Acabo de entregar la carátula. Hemos masterizado por la noche… 200 muertos en Chechenia… mujeres y niños…Es el vals de este tiempo sucio… Las pruebas del libro han llegado… tiene buen aspecto… No lo miré demasiado… por miedo a que no me guste… Terminadas las correcciones… Terminadas las nuevas ideas… Terminados los cambios de dirección… los cambios de rumbo… y los bandazos». Palabras que ilustran el grado de compromiso interior del músico, en absoluto dispuesto a perder el contacto con la calle, la mejor escuela para y de la que bebe su sonido más y más mestizo. Porque los constantes viajes del cantante francés de origen español no han hecho sino enriquecer su apuesta sonora, capaz de integrar las influencias latinas y africanas con el pop y el rock a la británica. De hecho, bandas como los Clash figuran entre sus permanentes fuentes de inspiración, a pesar de que últimamente Manu Chao haya demostrado que camina por unos derroteros radicalmente distintos.