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Reseña del libro "La (re)conquista de la realidad"

Herramienta y poética del compromiso

Fuentes: Rebelión

            La (re)conquista de la realidad (VV. AA. Tierradenadie Ediciones. Madrid 2007) Se presentará el lunes, día 11 de febrero, a las 19.00h, en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid.     Quizá resulte una obviedad pero es preciso reafirmarlo: La (re)conquista de la realidad es un libro. […]

 

 

 

 

 

 

La (re)conquista de la realidad (VV. AA. Tierradenadie Ediciones. Madrid 2007)

Se presentará el lunes, día 11 de febrero, a las 19.00h, en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid.

 

 

Quizá resulte una obviedad pero es preciso reafirmarlo: La (re)conquista de la realidad es un libro. Llamar a las cosas por su nombre es una tarea imprescindible cuando el valor objetivo de las cosas pierde su sentido y su significado. Los libros, en la sociedad del capitalismo avanzado, dejan de ser libros en tanto que se convierten en mercancía. Ya no importa lo que transmitan, sino lo que rentabilicen.

La palabra encuentra su valor en el mercado.

Es por eso precisamente por lo que La (re)conquista de la realidad es un libro. La editorial que lo publica, Tierradenadie Ediciones, lucha desde su fundación contra esto: la mercantilización de la literatura. Y lo logra con una colección que no genera capital ni beneficios privados, sino que únicamente trabaja para la construcción de un pensamiento crítico, libre de toda dominación, que constituya una herramienta fundamental para la transformación social.

La (re)conquista de la realidad forma parte de este proyecto editorial. Es un trabajo colectivo que nace con un doble propósito. Por un lado, postula un análisis histórico -realista, real- de la literatura; es decir, analiza el hecho literario como el resultado de unas relaciones sociales específicas que, en última instancia, serán las que determinen su producción. Por otro lado, La (re)conquista de la realidad propone una nueva poética del compromiso basada en el conocimiento -análisis, conciencia- de la realidad en tanto que fuerza transformadora. Para ello cuenta con una nómina de autores que saben muy bien de lo que hablan. Novelistas, poetas, dramaturgos, profesores y editores, todos ellos coordinados por Matías Escalera Cordero, suman sus propuestas, su reivindicación de lo real, con tal de convertir este libro en una obra -una herramienta- de referencia fundamental para el estudio (y la producción) de la literatura. Constantino Bértolo, Enrique Falcón, José Antonio Fortes, Alicia García, Belén Gopegui, Juan Antonio Hormigón, Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, Julio Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala discurren sobre el estado del realismo en la sociedad del capitalismo avanzado. No sobra nadie y los que faltan -Juan Carlos Rodríguez, César de Vicente, etc.- asoman, como presencia inevitable, desde un pie de página. Todos ellos (los que están y los que no) unen sus fuerzas para (re)conquistar -¿fue nuestra alguna vez?- la realidad. ¿La literatura actual -banal, vacua-, aunque tenga como referente la realidad, es realista? ¿El realismo es la única posibilidad de compromiso? ¿Es posible luchar por la realidad desde la literatura? Y, si no lo fuera, ¿esto debería desmovilizarnos al escritor comprometido con su realidad? Estas y otras preguntas se plantean -y acaso se resuelven- a lo largo del libro.

No se trata únicamente de reivindicar el realismo. Este libro no cae en la ingenuidad de que sólo desde el realismo se puede escribir la lucha de clases. Este postulado, que pronto supuso una diatriba irreconciliable en la teoría marxista, queda superado aquí al considerar, de forma crítica, que aquello que caracterizaba el realismo decimonónico -la objetividad del espejo, etc.- estaba igualmente mediatizado por la subjetividad de clase. Era un realismo cuya pretensión era legitimar el orden burgués como orden natural y, por lo tanto, inamovible, eterno. Y esto está llevado al extremo en la sociedad actual. Por lo tanto, desde La (re)conquista de la realidad no se denuncia que en la literatura de la posmodernidad -eufemismo de capitalismo radical- se haya producido un abandono de la realidad; de hecho, hoy más que nunca, la realidad se configura como la estética dominante. Y digo realidad y no realismo a propósito. Así como en el siglo XIX la burguesía se legitimaba a través del realismo, en el siglo XXI se legitima desde lo real. La tendencia artística posmoderna es la estética del simulacro, es decir, un arte donde lo real y lo ficticio se mezclan en un todo ontológico. Ya no hay límites: el nivel narrativo se presenta como real. No es casualidad, por lo tanto, la proliferación de reality shows, talk shows o películas con estética de documental. La realidad abarca todos los géneros, pero es una realidad que no nos interesa, porque aparece mediatizada por la ideología dominante: legitima el discurso del capitalismo avanzado que postula el fin de las ideologías y de la lucha de clases.

Un reality cualquiera pretende representar la degradación del espacio público, la imposibilidad de las relaciones humanas -sociales- al margen de un liberalismo individualista; presentan el egoísmo y el fracaso de la convivencia como algo natural, inmanente a la condición humana, pero, como dijera un personaje de los Tres centavos de Brecht, «Nos gustaría ser buenos y no tan groseros, si tan sólo las circunstancias fueran diferentes». Desde esta presentación de la realidad -aparentemente objetiva y desideologizada- el capitalismo muestra la lógica de sus relaciones sociales. La forma del discurso inocente esconde detrás una ideología.

La estética del simulacro parte con el mismo objetivo. La gravedad de esta estética no sólo se encuentra en el ámbito artístico, donde -apurando mucho- todo cabe; lo peligroso es cuando el discurso penetra en los textos académicos, teóricos, etc., que conducen a la negación de la Historia. Paul Ricoeur, Hayen White o Roland Barthes son algunos de entre los que proponen que la Historia existe únicamente en tanto que entidad lingüística, es decir, que la Historia no es más que otro nivel narrativo. Según esto resulta imposible conocer la Historia y, claro, consiguientemente transformarla. Decía Barthes en un ensayo titulado Discurso de la Historia que «Nuestro conocimiento del pasado puede incrementarse, pero nuestro entendimiento no». Si no se toma conciencia de la Historia es inviable transformarla: he aquí el discurso dominante del fin de la Historia.

Por eso La (re)conquista de la realidad es un texto imprescindible. Es una herramienta ideológica en un mundo sin herramientas y sin ideologías transformadoras; es un material necesario para pensar dialécticamente. Dice Enrique Falcón en el libro que «la literatura no es más que un acto de ocupación»; pues bien, es necesaria la literatura para ocupar una realidad usurpada por el discurso capitalista. Hay que escribir la realidad en tanto que lucha de clases. No hay que pasar un espejo -una cámara fotográfica o instalar una cámara oculta en las calles- para atrapar la realidad, sino que se trata de analizar la lógica de las relaciones sociales. Ir a la raíz. Producir una literatura radical.

¿Puede esto ayudar a la construcción de un mundo nuevo? Quizá, por sí misma, no; pero como afirma Juan Antonio Hormigón en su escrito: con palabras que aquí hago mías -y quisiera que nuestras-: «esto puede desmovilizar a muchos; pero este no es mi caso».

No es el caso, en efecto, de los editores ni de los autores de La (re)conquista de la realidad