«Queremos todo como está, pero con ideas jóvenes», expresa el dúo Mano Armada
Desde este somnoliento pueblito cerca de La Habana, donde el reloj parece haberse detenido hace décadas, dos jóvenes buscan hacer «una revolución dentro de la revolución», por medio del hip hop, una de las voces más críticas en la isla comunista.
«En nuestras canciones tratamos de hablar de la verdadera realidad que vive un cubano, de lo que nos pasa en la calle», dice Humberto Cabrera, alias Papá Humbertico , de 23 años, en el rudimentario estudio de grabación instalado en su casa de Barreras, adonde llegan raperos de toda la isla a grabar sus canciones.
Una de ellas ironiza sobre los «trajes burgueses» de las quinceañeras; otra habla de una Habana «donde no hay esperanzas/ de donde el vivo se marcha». Revolución dentro de la revolución , compuesta junto a Yoandy González, alias El Discípulo , su compañero en el dúo Mano Armada, habla de «las cosas para cambiar y la vida mejorar.
«Ya hace bastante tiempo que venimos con la misma doctrina política; hacen falta cambios. Se nota que son necesarios dirigentes e ideas jóvenes; no queremos que vengan los estadunidenses a mandar aquí, a privatizar las cosas; queremos todo como está, pero con ideas nuevas», pide Yoandy en un minidocumental filmado por ellos mismos con una cámara prestada.
En la «productora» de la casa de Humberto, que apenas cuenta con una computadora, un tocadiscos, una mezcladora, una consola y dos «bocinas» (altoparlamentes), en una pieza llena de grafitis, graban los demos y luego distribuyen los discos artesanales mano a mano.
De Nueva York a Cuba
El hip hop surgió en la década de 1970 en los barrios negros y latinos de Nueva York, y fue escuchado por primera vez en Cuba en los años 80 por quienes captaban frecuencias de radio de Florida.
Su variante cubana habla de racismo, migración y problemas cotidianos.
De los 500 grupos de hip hop de la isla, sólo un puñado cumple con ciertos postulados políticos y estéticos, y recibe ayuda de la Agencia Cubana de Rap (ACR), creada por el gobierno revolucionario en 2002.
Sin embargo, Mano Armada, que como la mayoría de los raperos cubanos no tiene ningún medio de promoción, no está interesado en integrar la ACR porque cree que la música deber ser callejera, no institucional.
«Creo que soy uno de los raperos que encabeza la lista negra», dice Humberto, de cabeza rapada y bermudas holgadas. «Hay lugares donde no hemos podido tocar porque ya conocen nuestros antecedentes. En la radio nos han dicho ‘no puedo poner esto porque me botan , porque me meto en candela (problemas)'», relata.
«Hemos estado tocando y han quitado la música», acota Yoandy, que además de rapero es trabajador social.
Humberto dice que hace dos años lo invitaron a México, pero dos días antes de irse, pasaje en mano y fiesta de despedida de por medio, el gobierno canceló su permiso de salida sin darle ninguna explicación.
Ambos músicos integran la Asociación Hermanos Saíz (AHS), dependencia del Ministerio de Cultura que reúne a jóvenes artistas para explorar «los niveles más audaces y revolucionarios de un arte de vanguardia».
La AHS promueve «un arte dentro de la revolución, dentro de sus postulados políticos», explicó Claudia Espósito, una de las encargadas de la programación.
Edgar González, Edgarn , rapero de 22 años, cuyo dúo Doble Filo integra la ACR, subraya que hay diferentes conceptos sobre lo que significa ser «contestatario».
«Señalar el problema no resuelve nada. El rap tiene el compromiso de ir más allá de lo que conoce la gente, algo más profundo, y plantear soluciones», opina.
Tanto unos como otros libran una batalla para resistir los embates del reggaetón, mezcla de rap, reggae y ritmos latinos, de gran popularidad en la isla, y cuya preocupación no es la denuncia, sino hacer mover las caderas de forma sexual más que sensual.
«El regaetón lo que hace es embrutecer a la gente», lamenta Humberto.