Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, en los últimos seis años, el gobierno de México ha retomado el control y aumentado su participación en muy vastos e importantes sectores de la economía, los llamados grandes medios de producción. Aquí se cuentan, en primer término, las industrias petrolera y eléctrica.
Y también, desde luego, ha crecido la participación del Estado en el sector bancario y financiero. Hoy el Banco del Bienestar, institución pública, cuenta con el mayor número de sucursales en todo el país.
Y no sólo eso. Cuenta igualmente con el mayor número de usuarios o cuentahabientes. Se trata de los beneficiarios de los programas de beneficio social y popular del gobierno mexicano, los que suman varias decenas de millones de personas.
Todo esto ha sido logrado sin acudir al expediente de las expropiaciones. Se ha conseguido por la vía de la inversión pública, es decir, por la utilización del presupuesto gubernamental.
Como es bien sabido, éste se forma básicamente con los impuestos que pagan todos los agentes económicos, es decir, todos los ciudadanos.
Lógicamente, a mayor número de contribuyentes mayor será el presupuesto. En tiempos recientes la insuficiencia presupuestal era el pan nuestro de cada día. De modo que el camino para aumentar el presupuesto era y es el incremento de la recaudación fiscal.
Y para lograr ese incremento no se optó por el aumento de impuestos ni por la creación de nuevos gravámenes ni por el incremento de las tasas impositivas. Se optó, simplemente, por el combate a la evasión fiscal en sus varias modalidades: el clásico e ilegal fraude al fisco y diversas maneras de evasión legales, como la condonación y la devolución de impuestos y otros privilegios.
Tampoco se acudió a la contratación de nueva deuda pública. Y esto por la sencilla razón de la históricamente novedosa autosuficiencia fiscal, es decir, la holgura fiscal.
A más recursos fiscales, más obra pública, más gasto social, más y mejor redistribución de la riqueza social, de la riqueza de todos. Más educación, más caminos, más agua potable, más hospitales, más medicinas.
Nada de esto tiene gran ciencia. Es cosa bien sabida en el ámbito personal y social. Solo es necesaria, adicionalmente, una buena y honrada administración. O, dicho en otras palabras, nada de raterías y privilegios. Con esto, la receta está completa.
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