Marginados y sin aparentes posibilidades de acceder a lo que se llamaría una vida normal, los célibes involuntarios -conocidos como Incels en inglés- representan un fenómeno social más complejo de lo que los medios masivos de comunicación a informar antes de comenzar su explotación mediática, y que sin la atención adecuada pueden convertirse en un peligro.
Cuando hace unos meses el decadente futbolista Javier “Chicharito” Hernández decidió iniciar una carrera como influencer de la manosfera, la presidenta Claudia Scheimbaum en lugar de tocar el tema a profundidad y aprovechar su espacio privilegiado de comunicación, optó por tratar este como todos los temas que toca, de manera superficial.
Tildar al Chicharito de un macho más simplemente lo descalificó, como si fuera un simple tema de los dichos de un tío retrógrada cualquiera en cena navideña para hacer rabiar a las presentes. Sin embargo el fenómeno de los incels y su progresivo avance hacía posturas de derecha radical y violenta ya han dado manifestaciones de peligro en diversos lugares.
El público al que pretende llegar el Chicharito está integrado por hombres jóvenes heterosexuales que tienen perspectivas económicas muy precarias, a la vez que carecen de herramientas suficientes para poder desenvolverse de manera adecuada en la sociedad, lo que los pone en una situación de gran desventaja para poder conseguir una pareja.
A este problema se debe sumar que las mujeres jóvenes de hoy ya no han crecido con el relato que les exige buscar pareja con quien formar una familia o ser consideradas un fracaso, y en todo caso quienes siguen en esta lógica, están tratando de encontrar un hombre que les garantice un éxito financiero, cada vez menos asequible a la mayoría.
El peligro en las redes socio digitales
Acorde con este último caso, estos hombres jóvenes que están crónicamente en redes sociales son bombardeados por imágenes de mujeres jóvenes atractivas y sexualizadas, quienes son incentivadas a integrarse al trabajo sexual por medio de la venta de contenido, lo que dejan grandes recursos en muy pocas manos, y a las demás sólo las pone en riesgo.
Estas mujeres ofrecen la fantasía de una falsa asequibilidad, pero finalmente solo venden una mercancía: su atractivo. Esto ayuda a incrementar la frustración de estos jóvenes que solo mantienen relaciones parasociales, pues en su entorno físico no encuentran posibilidad de interactuar realmente con mujeres, menos aún del atractivo que ven en redes.
Lejos de encontrar la raíz de este problema en el salvajismo del actual sistema capitalista que está llevando a la humanidad encontrarse en dos polos: los superprivilegiados y los miserables; gurús de la manosfera les aseguran que las mujeres son las grandes responsables de su situación.
Para ello recurren a un discurso que de manera muy mal disfrazada de simple superación personal -porque recuerda que el que es pobre y feo es porque así lo quiere- generan un gran odio hacia el género fémenino por medio de ideas estereotipadas y prejuiciosas, aseguran que las mujeres o bien son interesadas o han renunciado a su papel natural.
Mientras estos gurús se hacen de recursos explotando las inseguridades de sus seguidores, la mayoría de ellos no sólo pierde dinero, sino que se aleja cada vez más de la posibilidad de tener una relación saludable con cualquier mujer, hasta con las de su familia, como consecuencia del discurso machista y de odio con el que son alimentados.
La rabia justificada, pero mal dirigida
Razones para estar enojado e inconforme las hay, pero las baterías están dirigidas hacia los blancos equivocados. Claro, al sistema le conviene que estos jóvenes estén más interesados en dirigir su odio hacia sus pares, mujeres y hombres medianamente progresistas, que realmente dirigirlas al sistema que los condena a la miseria y la infelicidad.
La presidenta no puede tocar estos temas a profundidad no porque los desconozca, sino porque esto implica aceptar: 1. que el neoliberalismo y su salvajismo están tan vivos como nunca, 2. que su gobierno poco o nada hace realmente para promover un cambio en la estructura económica y en la cultura política.
Esto sólo demuestra una vez más que la plataforma de las “mañaneras” está lejos de ser una verdadera herramienta de formación de una opinión pública distinta a la de los medios privados, y sólo acaba siendo un distractor más de los verdaderos problemas de México.
Mientras el sistema siga excluyendo a una gran parte de la sociedad y condenándola a una vida miserable y sin opciones para salir adelante, se podrán llevar a cabo acciones que serán únicamente paliativas. Seguro una buena terapia será de ayuda para apaciguar la violencia, pero los problemas de raíz seguirán ahí hasta que exploten de manera definitiva.
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