Con la mirada puesta en un futuro incierto, olvidada en los márgenes del primer mundo, Asturies parece condenada a ser el símbolo de las luchas perdidas. El presente es, de nuevo, oscuro; quizás por eso volvemos la mirada al pasado en busca de las certidumbres que ahora nos faltan. Y la revolución d’ochobre, aquella que […]
Con la mirada puesta en un futuro incierto, olvidada en los márgenes del primer mundo, Asturies parece condenada a ser el símbolo de las luchas perdidas.
El presente es, de nuevo, oscuro; quizás por eso volvemos la mirada al pasado en busca de las certidumbres que ahora nos faltan. Y la revolución d’ochobre, aquella que hubiera cambiado el curso de nuestra historia, es uno de esos referentes que nos impulsan a gritar con rabia al tiempo que nos paralizan la garganta.
La fuerza de las mujeres y hombres que dieron un salto al vacío en aquellos días de octubre; que se enfrentaron a la muerte, la represión y la cárcel -de la que saldrían para engrosar las filas de combatientes de otra guerra perdida-, parece llegar hasta nosotras a través del tiempo. Sin embargo, no escuchamos sino el eco de las voces, el sonido lejano de las canciones; mientras que el deseo y las ansias de lucha que les empujaron a arriesgarlo todo se perdió entre las nieblas de la historia, tan cercana, tan lejana.
Miles de páginas que analizan cada detalle, cada palabra recogida, cada imagen fijada.
Miles de páginas que explican el por qué, el cuándo y el cómo… tanto se ha escrito sobre esta revolución que parece imposible poder aportar algo más.
Incendiarios de ídolos tiene la mayor y más pequeña de las pretensiones a un tiempo: darnos la posibilidad de contemplar una parte de nuestra historia a través de la mirada de otro. Mathieu Corman se asombra, divierte o ironiza sobre lo que va encontrando a su paso; quiere ver con sus propios ojos «como se hace una revolución». Y lo consigue, aunque no es la aventura feliz que esperaba sino un camino lleno de incertidumbres por una tierra en llamas.
En este libro, más que en ninguno de los anteriores, hemos servido de puente para que otros pudieran contar; por eso queremos mostrar nuestro agradecimiento a las personas que lo hicieron posible. En primer lugar a Carlos García, que nos descubrió a los incendiarios. A su interés y apasionada perseverancia se debe esta edición. Y, por supuesto, al regalo de su traducción.
A Geneviève Michel, que consiguió que contactáramos con los herederos del autor y que nos ofreció, junto con Carlos, el prólogo y el postfacio del libro.
Y a Carmen García, que corrigió las imprecisiones historiográficas cometidas por Corman.
Conocer nuestro pasado es imprescindible para poder cambiar nuestro presente. Conocer nuestras raíces es necesario para saber quienes somos. Recordar que muchas otras, antes que nosotras, han pisado esta tierra abriendo sendas, dejando su rastro en el camino. Reconocer en sus luchas el reflejo de las nuestras…
Nuestra memoria obstinada no las olvidará nunca.
, Cambalache (2009). 170 pág. 13 euros