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Diferencias de estilo, coincidencias de fondo

Incógnitas presidenciales con certezas derechistas

Fuentes: La Izquierda Diario

Scioli, Macri y Massa promueven un giro conservador para implementar ajustes, devaluaciones y tarifazos. Pero disputan el mismo cargo y necesitan sustraerse votos. Por esta razón las acusaciones suben de tono y se destapan escándalos para ensuciar al adversario. Ya no alcanzan las sonrisas en los spots publicitarios. Ahora se denuncian complicidades con el narcotráfico […]

Scioli, Macri y Massa promueven un giro conservador para implementar ajustes, devaluaciones y tarifazos. Pero disputan el mismo cargo y necesitan sustraerse votos. Por esta razón las acusaciones suben de tono y se destapan escándalos para ensuciar al adversario.

Ya no alcanzan las sonrisas en los spots publicitarios. Ahora se denuncian complicidades con el narcotráfico y manipulación de fotos en las redes sociales. El fraude en Tucumán superó la compra de votos en las listas colectoras e incluyó quemas de urnas y adulteración de certificados.

La competencia nacional es descarnada ante la ausencia de un triunfador seguro. Con los números obtenidos en las PASO Scioli no lograría imponerse en la primera vuelta. No alcanzó el 45%, ni consiguió 10 puntos de ventaja sobre el segundo. La perspectiva de ballotage atormenta al oficialismo.

Pero la oposición derechista tampoco forjó un frente, ni obtuvo las victorias que esperaba en las localidades afines. La oleada de favoritismo que imaginaba Macri tampoco apareció y el líder del PRO acomoda su discurso a los vientos de cada coyuntura.

La falta de polarización acentúa la indefinición. Nadie sabe si la actual fractura de votos favorecerá un desenlace en segunda vuelta. El trío se disputa un resultado conectado a los favores que cada uno ofrece para lograr el respaldo de Rodríguez Saa y De la Sota.

Pero el sorpresivo desplazamiento de varios intendentes vitalicios del Gran Buenos Aires indica que no resultará sencillo manejar a los votantes. Tampoco se conoce el destino final de los sufragios en blanco y de las papeletas que quedaron fuera del certamen.

Este cúmulo de interrogantes no reduce la invariable derechización de los presidenciables. Scioli refuerza el protagonismo del viejo justicialismo con elogios a Menen, mientras se acrecientan las especulaciones sobre la futura relación que mantendría con Cristina. La incapacidad de CFK para construir una sucesión anticipa todo tipo de conflictos.

Massa consolida su imagen de mano dura con mensajes centrados en la seguridad, amenazas contra los desocupados y coqueteos con la embajada estadounidense. Macri suaviza su léxico para disfrazar la política reaccionaria que prepara en todos los campos.

En la mayoría de los comicios realizados hasta ahora triunfaron los oficialistas que manejan los aparatos de cada provincia, distrito o municipio. Esta convalidación de los que gobiernan no obedece sólo a la digitación clientelar, que denuncian los perdedores o a los méritos de gestión, que realzan los ganadores.

Los oficialistas son beneficiarios del dominio ideológico que ejerce la clase dominante sobre el conjunto de la sociedad. El electorado es habitualmente inducido a optar por la continuidad del estatu quo.

El justicialismo utiliza, además, el temor a la ingobernabilidad que suscitan sus oponentes. Al momento de definir quién será el próximo mandatario se reaviva la creencia que sólo el peronismo garantiza la conducción de un país estructuralmente inestable.

Las grandes similitudes entre Scioli, Macri y Massa anticipan el escenario conservador del pos-kirchnerismo. Los medios suelen afirmar que este giro expresa la «moderación que reclama la sociedad». Pero en los hechos esta exigencia proviene del establishment y ha sido asumida por los tres candidatos a ocupar el sillón presidencial.

Ese trío comparte también la pretensión de intentar el ajuste en forma gradual. La rebelión del 2001 está muy fresca en la memoria colectiva y nadie se atreve a reclamar una política de shock. La agresión social será ensayada con cierto cuidado por temor a esa reacción popular.

Los cuatro paros generales, el desborde de techos en las paritarias y las movilizaciones con piquetes ilustran la dificultad para implementar el ajuste, en un país con niveles de sindicalización superiores al promedio latinoamericano.

Este condicionamiento empuja al próximo presidente a probar un atropello en cuotas. Tratará de manejar la adversidad económica que se avecina con pactos sociales y endeudamiento externo. Si ese camino falla recurrirá a recetas ortodoxas, al cabo de turbulentas secuencias de descontrol cambiario.

Lo sucedido en Brasil anticipa un posible escenario local. Dilma triunfó sobre el derechista Neves utilizando la misma contraposición entre dos modelos, que actualmente Scioli despliega contra Macri. Pero apenas asumió olvidó sus promesas de continuidad progresista y designó a un ministro de economía ultra-liberal. Este curso envalentonó a los conservadores, pulverizó al Gobierno y desmoralizó a los seguidores populares del PT.

En el contexto electoral que prevalece en Argentina es muy alentador el caudal de votos que mantiene el FIT. La izquierda quedó ubicada entre las pocas listas que disputarán la final presidencial y tiene posibilidades de ampliar su actual bancada en el Congreso.

Gran parte de los nuevos sufragios del FIT se explican por el desplome que sufre el progresismo anti-oficialista. El kirchnernismo lideró un gobierno de centro-izquierda que anuló a todos los rivales de ese espacio. El empate logrado por la izquierda con Stolbizer confirma esta tendencia.

El FIT no canaliza en la misma medida las frustraciones que se verifican con el kirchnerismo. Cristina logró contener las deserciones e impuso la aceptación de Scioli como un mal menor. Pero este contubernio genera un disgusto, que tarde o temprano emergerá a superficie.

El FIT ha progresado en el interior confrontando con las oligarquías provinciales y se expande entre los trabajadores que batallan contra la burocracia mafiosa. También aumenta su inserción entre los estudiantes afectados por la precarización laboral.

Pero en su conformación actual, el frente afronta una limitación auto-impuesta por su encierro en tres partidos. El vasto universo de la izquierda no se reduce a estas organizaciones. Una coalición mayor es indispensable para obtener mayorías parlamentarias y construir el poder popular requerido para conquistar el Estado y la hegemonía de la sociedad.

Las distintas opiniones sobre el futuro del FIT serán procesadas en forma positiva, a medida que el frente consolide su intervención en las luchas sociales. Esta presencia explica la atracción que ejerce una lista compuesta por candidatos dispuestos a poner el cuerpo en la calle.

En las próximas semanas la izquierda puede hacer valer su mensaje de resistencia a los atropellos que se avecinan. El FIT es la opción progresista y promueve los únicos diputados comprometidos con la defensa de los trabajadores.

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