Literalmente como nazis operan los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Son racistas, clasistas, xenófobos y con una discriminación en operativos selectivos contra el color de la piel, la condición social y la nacionalidad que parece sacada de la negra historia de la policía secreta de la Alemania nazi: la Gestapo.
En las mazmorras de la Terminal 1 del AICM, el famoso “cuartito” como ya se le conoce, en este momento y a cualquier hora del día podemos encontrar hacinados ciudadanos esencialmente de países sudamericanos que tratados como criminales se encuentran aislados, sin alimentos, sin agua, sin acceso a llamadas telefónicas y sin su pasaporte, que seguramente ya fue mutilado por estos especialistas de la tortura sicológica que con placas del INM se mueven, juzgan, acusan y criminalizan a su antojo y placer a visitantes extranjeros. No importa si son niños, ancianos, discapacitados, etcétera, todos son sospechosos de “algo”.
Cuando un ciudadano mexicano solicita información sobre algún pasajero que tiene algún retraso en su salida por las salas de llegada, en la oficina abierta al público del INM, un gorila mal encarado con manual en mano solo sabe articular las palabras “no hay información, es asunto de seguridad nacional”. ¡Seguridad Nacional! Es decir que, ya por principio, estos detenidos ya fueron acusados de alguna violación a la Seguridad Nacional, son espías, terroristas, narcotraficantes, atentaron contra alguna vía de comunicación o telecomunicaciones, vinieron atentar contra el Presidente, ¡son enemigos del Estado! ¡son talibanes! ¡Testigos de Jehová! ¡Agnósticos! ¡Ateos gracias a Dios! O es que simplemente el color de su piel, su cultura y su geografía originaria los pusieron en la mira, en este país donde el racismo se aplica como principio, aunque el Estado se desgarre las vestiduras diciendo que no.
En esa mazmorra rara vez se ve a un blanco de ojos claros, con acentos europeos o gringos a menos que tengan ficha roja o exista algún atenuante de carácter político como el caso del corresponsal de prensa británico Steven Sweeney, del periódico de izquierda Morning Star, a quien no solamente le negaron el acceso a una escala obligada en México, sino que lo deportaron a su país, después de estar detenido dos días, impidiéndole hacer su trabajo en las elecciones en Nicaragua. México, hace bien su papel de Policía gringo en territorio nacional.
Cuando los nazis de Migración se quedan sin argumentos se esconden en la Ley de Migración argumentando supuestos incumplimientos en los “requisitos de internación” pero nunca especifican cuáles, ni siquiera a las embajadas cuando solicitan información escondiéndose también en la “soberanía nacional”, estos requisitos para un turista que ingresa sin permiso para realizar actividades remuneradas son específicamente según el portal del INM: Pasaporte, en su caso Visa, Forma Migratoria y motivo del viaje y en su caso comprobar el motivo del mismo. Eso es todo. No hay grandes burocracias, pero si un exceso de suspicacias de estos sujetos que abusando de su poder se convierten en jueces y verdugos.
El pasado 21 de noviembre llegó a México un invitado del Movimiento de Muralistas Mexicanos a participar en una serie de eventos en el marco de nuestras conmemoraciones por los 100 años del Nacimiento del Muralismo Mexicano y a COLABORAR SIN FINES DE LUCRO conmigo en un mural conmemorativo en la Universidad Autónoma Chapingo. Gustavo Soria Di Blasi, trabajador de la cultura de nacionalidad argentina, para ingresar a territorio mexicano como “Visitante sin Permiso para Realizar Actividades Remuneradas”, presentó a las “autoridades” migratorias pasaporte vigente, el formato FMM, identificaciones oficiales de sus anfitriones así como comprobantes de domicilios y dos invitaciones a su nombre con las actividades a las que nos acompañaba (por supuesto ahí no se especifica visita al Templo Mayor, a comer tacos y a pasar las fiestas decembrinas con familiares y amigos porque queda implícito).
Cuál fue nuestra desagradable sorpresa tener que descubrir, gracias a que rápido nos movilizamos con la Embajada de Argentina en México, que los nazis del INM lo tenían aislado por “inconsistencias en su documentación”. Seis horas después de su llegada y después de sacarle la información a la impresentable aerolínea AVIANCA (que ya fue denunciada por violar los derechos humanos de nuestro invitado, manteniéndolo sin agua ni alimentación ni pasaporte en todo su trayecto), lo deportaban de regreso a Argentina.
Cuando llega a su escala en Bogotá logra comunicarse con nosotros y contarnos el verdadero infierno que vivió en el aeropuerto de México y el trato de los agentes de la Gestapo mexicana, cosas tan grotescas como cuando se les cuestionó que con el hacinamiento del “cuartito” estaban rompiendo los protocolos de seguridad sanitaria, respondieron: “Si ya venían encerrados en un avión de que se quejan”. A Gustavo, independientemente del maltrato sicológico, la incertidumbre de estar solo en un país extranjero, la falta de argumentos para no permitirle el ingreso, la discriminación por su condición social al traer solamente 200 dólares en el bolsillo (aunque tuviera tarjetas y estados de cuenta que daban garantías de que sus anfitriones teníamos la solvencia suficiente para recibirlo), se le negó el derecho de hacer una llamada, se le mantuvo sin agua, sin alimento e incomunicado, es decir SECUESTRADO por el Instituto Nacional de Migración.
La indignación, la impotencia que sentimos no tiene nombre, pero más grave aún es que estos impresentables hampones nos avergüenzan a los mexicanos, nos avergüenzan ante el turismo, ante las naciones de la Tierra. Ponen en tela de juicio la hospitalidad histórica por la que México es reconocido en todo el mundo y más aún, al tratarse de un trabajador de la cultura ponen en riesgo las relaciones de amistad entre los pueblos en las que los artistas somos los verdaderos embajadores entre nuestras culturas.
Al subsecretario Alejandro Encinas en la Secretaría de Gobernación ya se le hizo la denuncia correspondiente por el resarcimiento del daño, para que ponga un hasta aquí contra las flagrantes y constantes violaciones de derechos humanos por el INM, solo hay que ver el largo y negro historial de denuncias que tienen, y seguimos sin respuesta. Ya también se hizo la denuncia a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a los organizamos involucrados y seguimos sin respuesta. ¿Cuándo piensan intervenir y parar el fascismo que opera en el AICM? ¿Quién está protegiendo a estos agentes y por qué gozan de tanta impunidad, como para violar nuestras propias leyes, ya no digamos las que violentan todos los días de carácter internacional comenzando por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre suscrita por México ante la ONU? Con qué cara señor Presidente de la República usted nos dice que se “acabó la corrupción”, que se “acabó la impunidad” si el Instituto Nacional de Migración también le está viendo la cara a usted.
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