Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 17 de abril, 2006 IraqSolidaridad (www.iraqsolidaridad.org), 20 de abril, 2006 «¿Qué tiene qué pasar, qué tiene que pasarnos para que los sufrimientos de los iraquíes nos parezcan ‘reales’? ¿Habrá que esperar la próxima explosión en el metro, la penúltima bomba en la estación de Atocha? ¿No nos bastará […]
«¿Qué tiene qué pasar, qué tiene que pasarnos para que los sufrimientos de los iraquíes nos parezcan ‘reales’? ¿Habrá que esperar la próxima explosión en el metro, la penúltima bomba en la estación de Atocha? ¿No nos bastará con saber, con leer, con mirar, para caer fulminados por tierra con los habitantes de Bagdad y Ramadi? ¿Para que nos derribe el mismo misil que acabó con la vida de los 25 hijos, hijas, nietos y nietas de Rekad en una sola noche en Murgarladib mientras celebraban una boda? La Ocupación de Iraq no ocupa nuestra mente porque ya nos la sabemos, como nos sabemos la tabla de multiplicar o la fecha de la Revolución francesa; pero no ocupa nuestra mente además porque ‘lo que sabemos’ de ella reviste naturalmente -en los periódicos y en la televisión- una forma ‘demasiado’ espectacular, ‘demasiado’ impresionante y, por lo tanto, al mismo tiempo increíble y excepcional.»
«[…] A menudo saber no sirve de nada o sirve precisamente -mucho peor- para que nos acostumbremos a todo. Se han repetido tantas veces las razones por las que EEUU, después de arrancarle pedacitos y pedacitos durante una década -como un gato las plumas al pájaro que va a comerse- tuvo finalmente que imponer la «democracia directa» en Iraq, que esas razones han acabado por parecernos, no increíbles, no, sino aceptables. Casi tres años después de la invasión y ocupación de Iraq, a lo largo de toda la escala, desde las Naciones Unidas y los gobiernos de la UE hasta el común lector de periódicos, todos conscientes por igual de la situación, hemos aprendido a alinear con cierta comodidad, en dos estantes contiguos, el conocimiento del horror y la reproducción del horror mismo, de la misma manera y por los mismos motivos que aceptamos, tras estudiar en el colegio la ley de la gravedad, que las manzanas sigan cayendo del árbol y las piedras rodando pendiente abajo. ¿Sangre por petróleo? Es tan monstruoso y tan evidente, y se repite y sigue repitiéndose hasta tal punto la transacción una vez sabida, que no puede haber en ello ninguna consistencia moral, ninguna decisión humana, nada -desde luego- de lo que culparnos. El dolor de los otros es una incidencia meteorológica, nuestras ventajas pertenecen al ámbito de la geología. Las piedras ruedan pendiente abajo, los niños iraquíes estallan en pedazos, los coches, las pizzas y los juguetes convergen en nuestros mercados. Real, en sentido fuerte, es sólo lo que podemos cambiar o lo que cambia de pronto nuestras vidas y la ocupación de Iraq no pertenece a ninguna de las dos categorías. Real es sólo lo que nos «escandaliza», lo que -en su original acepción etimológica- nos hace caer al suelo; y la paradoja de la llamada «sociedad del conocimiento» es que en ella ningún «saber» puede ya derribarnos ni derribar la barbarie que lo sostiene. El sistema, por así decirlo, ha sobrevivido al conocimiento, ha superado su completa superficialidad, su total visibilidad, de manera que lo real, desatado de la conciencia, abarca únicamente ahora, como en la mentalidad primitiva, lo más empírico y lo más pequeño: el fútbol, la caña, el coche, la amenaza de los inmigrantes. Cuanto más sabemos, más nos angustia sólo lo que tocamos. Cuanto más amplio y exacto es nuestro conocimiento, más encerrados estamos en el diminuto corral de nuestras sensaciones. ¿Sangre por petróleo? Esa vileza mortal, y la fuerza en que se apoya, es la ley de la gravedad; lo verdaderamente inmoral, lo que verdaderamente nos escandaliza, es que se siga fumando en los lugares públicos. ‘¿Qué tiene qué pasar?’ «¿Qué tiene qué pasar, qué tiene que pasarnos para que los sufrimientos de los iraquíes nos parezcan reales? ¿Habrá que esperar la próxima explosión en el metro, la penúltima bomba en la estación de Atocha? ¿No nos bastará con saber, con leer, con mirar, para caer fulminados por tierra con los habitantes de Bagdad y Ramadi? ¿Para que nos derribe el mismo misil que acabó con la vida de los 25 hijos, hijas, nietos y nietas de Rekad en una sola noche en Murgarladib mientras celebraban una boda? La Ocupación de Iraq no ocupa nuestra mente porque ya nos la sabemos, como nos sabemos la tabla de multiplicar o la fecha de la Revolución francesa; pero no ocupa nuestra mente además porque lo que sabemos de ella reviste naturalmente -en los periódicos y en la televisión- una forma demasiado espectacular, demasiado impresionante y, por lo tanto, al mismo tiempo increíble y excepcional. Los propios crímenes de los EEUU, la publicidad bien dosificada de su barbarie, es la mejor garantía de su impunidad. Las denuncias de torturas en Abu Ghraib o de ejecuciones de heridos en Faluya, naturalizan la ocupación, asumen la presencia estadounidense en Iraq como un hecho consumado: a las fuerzas ocupantes les pedimos solamente ya que traten «humanamente» a los iraquíes (o, para decirlo con Donald Rumsfeld, como si fuesen humanos). Pero al mismo tiempo las denuncias de torturas en Abu Ghraib o de ejecuciones en Faluya, relámpagos aislados en un cielo sereno, ocultan la ocupación: hacen olvidar que estas prácticas criminales no son excesos ocasionales o irregularidades excepcionales sino la estructura rutinaria, cotidiana, disciplinada, bien planificada, del yugo estadounidense. «Las crónicas sobrias, minuciosas y terriblemente humanas de Imán Jamás, anterior responsable del Observatorio de la Ocupación en Iraq, los testimonios vivos y austeros que recoge de la gente común sobre el terreno impiden esta doble ilusión legitimadora. La Ocupación no es un hecho puntual, ocurrido en el pasado y al que han seguido algunos desgraciados abusos; al contrario, Iraq tiene que ser re-ocupado todos los días, invadido sin interrupción, y esos «desgraciados abusos», por tanto, son el reglamento de la Ocupación, como las cámaras de gas eran el reglamento de los Lager. La presencia de EEUU constituye un delito de lesa humanidad, pero las consecuencias de esa presencia son su condición de reproducción y el delito mayor no puede consumarse sin la comisión de crímenes masivos cotidianos, instrumentos sistemáticos e inalienables del objetivo final. No es que haya Ocupación y violaciones de los Derechos Humanos; es que no hay Ocupación sin esas violaciones que Imán Jamás registra, con nombres y apellidos, en las aldeas y ciudades que visita con riesgo para su vida: bombardeos indiscriminados, degüellos a sangre fría, allanamientos nocturnos, asaltos armados a organizaciones de Derechos Humanos, destrucción de hospitales o instalaciones hidráulicas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, torturas sistemáticas, violaciones y abusos sexuales, desapariciones, francotiradores que disparan a discreción e impiden a tiros que se auxilie a los heridos o se recoja a los muertos, humillaciones culturales, voladuras de casas, desplazamientos de población, saqueos, palizas, asedios medievales. Los soldados de EEUU viajan por Iraq con la declaración de Derechos Humanos en la mano para que no se les olvide quebrantar ninguno; Imán Jamás viaja detrás de ellos, con el bolígrafo en la mano, para que no se nos olvide lo que han hecho (ni a quién se lo han hecho). Molesta realidad «Dentro de unos años, cuando vengan tiempos mejores o el horror se desplace a otro lugar, se harán películas contando las matanzas de Murgarladib, de Al-Qaim, de Faluya, de Tarmiya, de Hadiza; o se escribirán libros, como los de Primo Levi sobre Auschwitz, describiendo la vida en las cárceles de Abu Ghraib, Campo Bucca o Kilo 22; y entonces nos estremeceremos pensando en las atrocidades de que era capaz la humanidad, con el alivio inseparable de que esas cosas ya no ocurran. El peligro de la narración es precisamente el de que narra siempre acontecimientos que han ocurrido y, por lo tanto, que no ocurren nunca. Leer una novela o ver una película-, incluso si se ocupa del presente, es introducir una distancia temporal, un minúsculo diferimiento que deposita el dolor ajeno un poco por detrás de nuestro tiempo, allí donde sólo podemos abordarlo con retraso y con la tranquilidad, en consecuencia, de que ya lo hemos adelantado. Son muy raros los libros o las películas que nos dejan con la desasosegante sensación de que aún estamos a tiempo; son muy raros los libros o las películas que consiguen el efecto de autodisolverse como libros o películas; es decir, que logran suspender la disimetría cronológica de la narración e imponer la incómoda contemporaneidad de la existencia. No es que las crónicas de Imán Jamás cuenten la verdad, la cual ha dejado de conmovernos y movilizarnos hace ya mucho; es que cuentan la realidad, en el sentido expuesto más arriba de que nos dejan con la insoportable, desazonante, molestísima convicción de que podemos hacer algo y de que nos están haciendo algo, con la exigente sensación de que también a nosotros nos están haciendo caer al suelo. Las crónicas de Imán Jamás son reales, no porque sean crónicas, sino porque duelen, reclaman, borran todas las distancias; porque al leerlas experimentamos la dolorosa incomodidad de haber llegado a tiempo a la Ocupación y de tener que hacernos cargo de esa responsabilidad. La Ocupación no es una narración; no es nada que haya ocurrido; está ocurriendo todavía y no habrá acabado porque o cuando- acabemos el libro que ahora tenemos entre las manos. Llamarlo «libro» es casi una frivolidad; es un hierro en las entrañas, una desgracia, una enfermedad repentina, una epilepsia moral; es la contemporaneidad pura estallando en la buena conciencia de los que estamos acostumbrados a llegar con retraso a todas partes. Ni antes ni lejos. ¡Están degollando a Nizar! ¡Están disparando a Esaf! ¡Están torturando a Mawish! ¡Están violando a Nura! ¡Están rematando a Izzidín! Y aquél de entre nosotros que no se sienta asqueado de seguir vivo y tener un techo y conservar a sus hijos, el que no sienta como una cadena y como una degradación el no poder hacer más de lo que hace, el que no se sienta asustado y amenazado y mancillado, el que no se vuelva más lúcido y más generoso y más combativo, el que no se ponga a llorar y a vomitar y a patalear todo al mismo tiempo- es que está también degollando a Nizar, disparando a Esaf, torturando a Mhwish, violando a Nura y rematando a Izzidín al lado de los ocupantes. […]» |
Crónicas de Iraq publicadas en IraqSolidaridad Ediciones del Oriente y del Mediterráneo
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo edita ‘Cronicas de Iraq’, de Imán Jamás Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 17 de abril, 2006 / IraqSolidaridad (www.iraqsolidaridad.org), 20 de abril, 2006
Iraquí, Imán Ahmad Jamás es licenciada en Literatura por la Universidad de Bagdad y ha ejercido profesionalmente como periodista y traductora. Imán A. Jamás ha escrito varios libros sobre literatura, así como relatos breves y cuentos.
Imán A. Jamás se ha convertido en estos años en un referente internacional del movimiento asociativo iraquí contrario a la ocupación y de denuncia de la violación de los Derechos Humanos en su país, habiendo recibido por ello reiteradas amenazas de muerte. Jamás dirigió entre junio de 2003 y hasta su cierre en 2004 el centro Observatorio de la Ocupación en Bagdad. Con el apoyo de un reducido grupo de profesionales iraquíes, manteniendo una posición de independencia política, Imán A. Jamás ha asumido la tarea de documentar a través de textos y filmaciones los efectos devastadores de la invasión y ocupación de su país por EEUU y Reino Unido. Imán A. Jamás y sus compañeros no han dudado en poner en peligro sus propias vidas desplazándose a zonas de combate cerradas a los medios de comunicación internacionales, constituyéndose así en testigos excepcionales de los padecimientos que sufre la población iraquí. Fruto de esta labor son las crónicas que se incluyen en este volumen, ilustrado además con fotos de la propia autora, un material de denuncia de extremo rigor y profundo aliento solidario hacia sus propios conciudadanos.
Jamás ha sido invitada a intervenir en diversos seminarios, encuentros y reuniones internacionales, entre otros, los Foros Sociales de Yakarta y París (2003) y el de Bombay (2004), así como en varias sesiones de la iniciativa Tribunal Internacional sobre Iraq (incluida la de Barcelona, de mayo de 2005). Ha intervenido asimismo en sesiones de trabajo del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas y, este mismo año 2006, en Nueva York, en las convocadas por la Asamblea General de Naciones Unidas con motivo del Día Internacional de la Mujer, en su calidad de activa militante del movimiento asociativo de mujeres iraquíes, en concreto de la asociación La Voluntad de las Mujeres [1].
Imán A. Jamás ha visitado el Estado español en varias ocasiones a lo largo de estos años de ocupación de su país invitada por la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq (CEOSI), plataforma con la que colabora en la distribución de ayuda sanitaria a los hospitales de Faluya, Al-Qaim y Hadiza.
Imán A. Jamás reside en la capital iraquí, está casada con un profesor universitario y director de cine, y tiene dos hijas.
Notas:
– Actos de presentación del libro ‘Crónicas de Iraq’, de Imán Ahmad Jamás – Lunes, 24 de abril: Pamplona-Iruñea Intervienen: Imán A. Jamás y Santiago Alba Cita: 19:30 h, Sala de Usos Múltiples (c. Calderería 11) – Miércoles, 26 de abril: Madrid Intervienen: Rosa Regàs, Imán A. Jamás, Santiago Alba y Carlos Varea Cita: 19:00 h, Salón de Actos de la Biblioteca Nacional (Pº de Recoletos 20) |