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10 días 100 años después

John Reed: 10 días que estremecieron al mundo (1919-2019)

Fuentes: Rebelión

10 días que estremecieron al mundo  es el título de una obra significativa de John Reed.  En 2019 se cumplen 100 años de la publicación de una obra excelente, imprescindible y fundamental en el devenir del pensamiento, de las ideas y de la acción de la revolución anticapitalista, y en la construcción del socialismo y […]

10 días que estremecieron al mundo  es el título de una obra significativa de John Reed.  En 2019 se cumplen 100 años de la publicación de una obra excelente, imprescindible y fundamental en el devenir del pensamiento, de las ideas y de la acción de la revolución anticapitalista, y en la construcción del socialismo y del comunismo. Una obra que está considerada un relato objetivo e histórico de un periodista comprometido, John Reed, que facilita y es útil instrumento escrito para conocer, reflexionar y estudiar la revolución socialista de Rusia de 1.917

En Nueva York, el 1 de enero de 1919, John Reed escribía el prefacio para la publicación de los 10 días que estremecieron al mundo, que hacen alusión y describen   muy pormenorizadamente (con datos y números, y una prosa magistral) el hecho histórico: la revolución que se fue fraguando y culmina esos días en octubre de 1917, con la cual el socialismo alcanza poner a sus precursores, a Marx y a Engels, en práctica, con el proletariado ruso al frente de la lucha contra el capitalismo.

Reseñar esta obra sería importante al menos por dos criterios o motivos: en primer lugar, porque es necesario para todas las personas simpatizantes y que conforman el movimiento obrero (proletariado, trabajadores y trabajadoras, inmigrantes, instituciones, sindicatos, feministas, etc.) y porque ello de por sí ya debe ser útil no sólo para darla a conocer, tras cumplirse a octubre de 2018 un siglo y un año (101 años) desde los hechos históricos que dieron lugar a la primera revolución socialista en el mundo, la revolución soviética en la Rusia de 1917; y, segundo lugar, porque de la reseña de la destacada obra de John Reed puede partir el deseo de adentrarse en su lectura y profundizar en la importancia de la unión de la lucha obrera contra el capitalismo, desde y en cualquier lugar el mundo y en todo el globo terráqueo, por la lucha democrática y socialista.

El ejemplar del que hablo fue difundido de manera oportuna por la sección de prensa del diario público, en 2009, cuando ésta traspasaba la edición digital y se realizaba en papel, distribuyéndose en los quioscos del estado español. Junto algunas pocas ilustraciones en blanco y negro que retratan una manifestación del 1 de mayo de 1917 frente al Palacio de Invierno (Moscú), o imágenes de la marcha en San Petersburgo durante la Revolución Rusa, o los soldados y obreros de un Soviet en una sesión en 1917.

Esta obra viene precedida por un prefacio de Lenin para la edición norteamericana, en la que el líder ruso recomienda su difusión y distribución por millones de ejemplares «traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente útil de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado.»

De su autor, John Reed, cabe destacar esta obra y la que tiene por objeto la revolución mexicana (México Insurgente). Este intelectual revolucionario (1887-1920) «conoció a Pancho Villa, fue amigo de Lenin, escribió en diarios de izquierdas, fundó el Partido Comunista de Estados Unidos y vivió -y murió- en la Rusia soviética[…] Se hizo periodista para denunciar las miserias de este mundo. Sus restos mortales reposan en el palacio del Kremlin.» Lo cual muestra que los y las revolucionarias de todas las generaciones en Rusia le reconocen un papel comprometido con la lucha proletaria, al difundir en todo el mundo los hechos históricos de sus conquistas, victorias y disyuntivas.

Enfrentarse a la lectura de esta obra puede hacerse tanto como primera forma de conocer los hechos históricos de la revolución socialista que impulsó y creó el partido bolchevique del cual estuvo al frente hasta sus últimos días Lenin, tras su último periodo de convalecencia tras el intento fallido, pero con secuelas, en el que quisieron quitarle la vida. Como si con ello pudiesen arrebatar al pueblo ruso su revolución… Le arrebataron al líder, pero no su obra de tamaño ingente, tanto que perduró hasta 1990, casi todo el siglo 20.

También esta obra es un instrumento de complemento formidable para todas las personas que reconociéndose de izquierda, socialistas y comunistas, anarquistas y democráticas, activistas e inconformistas ante las injusticias y las desigualdades, que propicia el capitalismo por su propia naturaleza criminal e inhuman. Colectivos y personas que siguen siendo un testimonio de resistencia anticapitalista y de lucha por una sociedad humana, la sociedad socialista.

Es una obra que los y las situará en el epicentro de un fenómeno que aunque suena a viejo, no es antiguo, tal cual es la revolución rusa, de la que devienen y se entrelazan movimientos y fenómenos universales que durante el siglo 20 han tenido gran significado y relevancia.

Lo que fue y sigue siendo la revolución de octubre de 1917 en Rusia es innegable que repercutió como epifenómeno en otras revueltas y luchas sociales, políticas y morales en otros lugares del mundo. Donde se hicieron eco de ese canto vivo por la dignidad de los pueblos, la libertad y la lucha por la igualdad: el movimiento feminista, la lucha por los derechos civiles, la guerra civil española y las conquistas de la segunda república atropellada por el fascismo y el golpismo franquista; la exitosa y brillante revolución cubana de Fidel Castro, Raúl y el Che, entre otros y otras; el movimiento socialista y las dictaduras en América latina; el resurgir de gobiernos progresistas y considerados revolucionarios (en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua); el movimiento de descolonización en África desde los años cincuenta tras la segunda guerra mundial; el fin del nazismo y el fascismo; el movimiento del 68, etc.

Y más allá de eso, hasta los más críticos anticomunistas no pueden dejar de reconocer que si el capitalismo, representado en el expansionismo imperialista de Estados Unidos ha hallado freno en el mundo y occidente, no sólo es por el papel de la potencia que hoy es China, sino por lo que ésta fue gracias a la revolución rusa, y también gracias a lo que todavía a nivel geoestratégico supone el papel de rusia y lo que lleva de mandato su actual y no menos polémico presidente, Putin. No obstante, estas son cuestiones que si bien devienen de los hechos que aquí estamos reseñando, no son específicamente el objeto de nuestro análisis. Ya que hablamos de la obra de John Reed en sí.

Como su nombre indica, en 10 días que estremecieron al mundo su autor hace testimonio de todo lo que de primera mano vio, sintió, analizó, registró y conoció en su estancia directa no sólo en primera persona, sino junto a las personas que fueron responsables directas, líderes y pueblo (clase obrera industrial, campesinado y ejército, obreros, campesinos y soldados…). John Reed entrevistó y estuvo presente en las asambleas en donde las diferentes facciones del movimiento revolucionario, tanto el depuesto, como el que lo sustituyó, el movimiento bolchevique, dieron lugar a la instauración y legitimación del parlamento en donde los y las soviets lograron el reconocimiento de su legitimidad popular entre las masas obreras, campesinas y del ejército.

El periodista cuenta las posiciones que mencheviques, socialrevolucionarios y líderes del movimiento antizarista, fueron ocupando o esgrimiendo a la vez que el partido bolchevique, con Lenin y Trostky, también Stalin y otros camaradas, fueron ocupando para esclarecer el horizonte político de lo que el pueblo y la coyuntura política demandaban.

La superación de las calamidades de la guerra, la detención del trágico panorama de muerte que ello suponía, detener la sangría y la consecución de condiciones de paz y de bienestar (paz, pan y tierra) era el eje de coordenadas que hasta 1917 había que conquistar, alcanzar, superar y clarificar. El acierto del partido bolchevique estuvo en entender las necesidades políticas populares, y de los sectores más implicados en tanto colectivos (clase obrera industrial, campesina y ejército).

El relato a estos días va dibujando un retrato político de cómo intelectuales o políticos, antiguos cargos del ejército, leyes y decisiones de gran repercusión social, también en el plano internacional, dan a parar y a parir lo que en el mundo luego se conoció como el octubre rojo y la victoria de los soviets. Con la gran figura relevante que fue y sigue siendo en las páginas de la historia, Lenin. Quien en esa situación jamás perdió de vista que la revolución soviética y socialista en Rusia era mucho más que la revolución rusa. Significaba y sigue significando para el movimiento del socialismo internacionalista y mundial, un referente, como de hecho así fue y sigue siendo.

El papel que Lenin otorga de manera clarividente, por la necesidad de alcanzar la paz para el pueblo ruso obrero y campesino, así como para el cada vez más sufrido ejército de soldados (tras meses y años de penurias en las trincheras), al derecho a la autodeterminación de los pueblos de la gran rusia (lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y de las colonias de las entonces principales potencias capitalistas (Francia, Inglaterra y Alemania) a las que que no deja de reconocerse por el propio Lenin su papel histórico en el avance de hechos históricos fundamentales para la humanidad (en la revolución francesa y la comuna de París; en la conquista de derechos y libertades en Inglaterra; o en el creciente movimiento obrero en Alemania).

La obra también viene precedida por un prefacio de N. Krupskaya, a la primera edición rusa: «El libro de John Reed ofrece un cuadro de conjunto de la insurrección de las masas populares tal como realmente se produjo, y por ello tendrá una importancia muy particular para la juventud, para las generaciones futuras, para aquellos a cuyos ojos la Revolución de Octubre será ya historia. En su género, el libro de John Reed es una epopeya. John Reed está inseparablemente unido a la revolución rusa. Amaba la Rusia soviética y se sentía cerca de ella. Abatido por el tifus reposa al pie de la muralla roja del Kremlin. Quien ha descrito los funerales de las víctimas de la revolución como lo hizo John Reed, merece tal honor.»

La obra de Reed, al manifestar y describir de primera mano y detalladamente a Lenin o a Trostki, en el momento de hablar ante la asamblea y el pueblo, nos hacen humanas, de carne y hueso, a estas figuras políticas revolucionarias. Estas páginas muestran los destellos de admiración que generaban, así como los odios de los intereses de las clases dominantes opuestas a sus acciones revolucionarias. Páginas en donde se describe hasta rasgos faciales y vestimenta, su acento y tono de voz, tanto que hasta parece que al leer los escritos de las palabras que John Reed alusivos a Lenin, Troski y otros protagonistas de los días que acontecieron, es como si estuviésemos escuchándoles.

El que las páginas de esta obra, además, relate los discursos, las misivas, las instrucciones, los manifiestos, le otorgan un valor notable y sobresaliente de veracidad. A todo ello hay que decir que existen películas que relatan la vida de John Reed, entrelazadas a esta época que estamos reseñando, la revolución socialista soviética de 1917.

Respecto a la estructura del libro, junto a los tres prefacios y las notas preliminares, se enumeran doce capítulos. En el apéndice, también por capítulos, surgen detalladas las notas a pié de página que en los capítulos se van sucediendo. Esto al menos en la edición de la que estamos hablando. Detallar que en este caso, los últimos tres capítulos, al ser citadas algunas referencias, parecen no hallarse sus equivalencias en el apéndice. Aunque esto tampoco imposibilita hacerse una composición de lugar, pues previamente se han detallado bastante los hechos y las citas.

En las notas preliminares se detalla la existencia de estos partidos políticos: monárquicos; kadetes; socialistas populares -trudoviques, laboristas, del Partido del Trabajo; Partido Socialdemócrata ruso, compuesto por mencheviques, mencheviques tradicionalistas, bolcheviques, socialdemócratas internacionalistas unificados; y Partido socialrevolucionario, compuesto por socialrevolucionarios de izquierda, y maximalistas.

Las organizaciones principales que componen el contexto de la obra son los Soviets; los sindicatos; los comités de fábrica; las Dumas; los Zemstvos; las cooperativas; comités del ejército; y comités de la flota. Se citan también los comités centrales, el Tsik (comité central ejecutivo de los soviets de diputados obreros y soldados); el Tsentroflot (comité central de la marina) y el Vikjel (sindicato de ferroviarios de toda Rusia); los Guardias Rojos, los Guardias blancos, el Tekintsy, los batallones de la muerte o de choque, la unión de oficiales, los caballeros de san Jorge, y la unión de campesinos. Respecto a las fuentes, entre otras, se cita el uso de textos oficiales «de todos los decretos y órdenes gubernamentales y el texto publicado por el gobierno de los tratados secretos y otros documentos descubiertos en el Ministerio de Negocios Exteriores, al ser ocupado por los bolcheviques.» (pág. 34)

Del capítulo I, se destacan los orígenes del conflicto histórico: «las clases poseedoras se hacían cada vez más conservadoras; las masas populares, cada vez más radicales.» Se acrecentaba la popularidad de los bolcheviques.

Se empieza a dar reseña de Kerenski, tachado como un aventurero político que está de lado del beneficio de la burguesía. Y relata como en teatro se representa la Muerte de Iván el Terrible: «Tal era el fondo – un país en estado de descomposición y en plena fermentación – sobre el que iba a desarrollarse la gran insurrección de las masas rusas…» Este capítulo ocupa 20 páginas.

En los siguientes, se corresponden a: 2, La tempestad se acerca; 3, La víspera; 4, La caída del gobierno provisional; 5, ¡Manos a la obra!; 6, El comité de salvación; 7, el frente revolucionario; 8, La contrarrevolución; 9, la victoria; 10 Moscú; 11, el afianzamiento del poder; y 12, el congreso campesino. Trataré de mostrar algunos pasajes relevantes de cada uno, sin pretender ejemplificar que sean los más esclarecedores, pues requieren la lectura completa de cada capítulo. Simplemente a modo de leve introducción. La lectura se hace pasajera y no es muy densa, tanto por la prosa que se utiliza, como por la adecuada presentación de texto del autor, relato de los hechos, presentación de documentos, e hilo conductor entre los capítulos citados.

2, La tempestad se acerca: nos habla también del general Kornilov, que ocupa un espacio referente también según crece el poder bolchevique con Lenin: «Los oficiales, sobre todo los mencheviques y los socialrevolucionarios, trabajan sistemáticamente para hundir al partido bolchevique. Se prohíbe la circulación de nuestros periódicos en las trincheras. Se detiene a nuestros oradores…», manifesta Tchudnovski, «supuestamente caído en los combates de julio y que resucitaba de entre los muertos», ante la atronadora ovación.

3, La víspera, en la cual el Soviet de Petrogrado dirige palabras a los «Hermanos Cosacos»: […]tened cuidado de que, con el pretexto de una procesión religiosa, vuestros Kaledines no os lancen contra los obreros y los soldados». «En los cuarteles, en las barriadas obreras, los bolcheviques difundían su consigna: ‘Todo el poder a los soviets’, mientras que los agentes de la reacción invitaban taimadamente al pueblo a sublevarse a los judíos, a los comerciantes y a los jefes socialistas.»

«La propaganda burguesa estaba también inquieta. La Birshevta Viedomosti (‘Noticias de la Bolsa’) denunciaba la propaganda bolchevique como un ataque contra los más elementales principios de la sociedad: la seguridad individual y el respeto a la propiedad privada.» (pág. 91) «Pero los que mostraban mayor hostilidad eran los periódicos socialistas moderados. Los bolcheviques son los enemigos más peligrosos de la revolución», declaraba el Dielo Naroda.

«El 3 de noviembre, en un gran mitin de soldados celebrado en el Smolny, se decidió lo siguiente: Al saludar la creación del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, la guarnición de Petrogrado y de sus alrededores le promete completo apoyo en todos sus actos, con el fin de unir estrechamente el frente y la retaguardia, en interés de la revolución. Además, la guarnición declara que, con la ayuda del proletariado organizado, asegurará el mantenimiento del orden revolucionario en Petrogrado. Todo intento de provocación que surja de los partidos de Kornilov o de la burguesía tropezará con una resistencia implacable…»

El Comité Militar Revolucionario finalizaba uno de sus manifiestos de la siguiente manera.[…]la cuasa del pueblo está en buenas manos. Los conspiradores serán aplastados. ¡Ni vacilaciones ni dudas! ¡Firmeza, disciplina, tenacidad, decisión! ¡Viva la revolución!» (pág. 119) Es a partir de este capitulo en el que se sucede la lucha dialéctica abierta entre los partidos conformistas y no revolucionarios, salvo en la etiqueta, tratando de desmoralizar a la población, soldados, obreros y campesinos, en una constante retahíla de mentiras e infundios para desacreditar el creciente poder y la creciente mayor organización, y en el calado entre las masas, que los soviets iban progresivamente y a veces a saltos agigantados, alcanzando: «En los escolanes del Smolny, bajo el fresco de la noche, vimos por primera vez a la Guardia Roja, personificada por un grupo de hombres jóvenes vestidos de obreros y armados con fusiles, la bayoneta calada, que hablaban nerviosamente entre ellos.» (pág. 124)

En el capítulo 4, dedicado a la caída del gobierno provisional, «el órgano bolchevique, tirado en gran tamaño en las prensas de la Ruskaia Volia, periódico reaccionario incautado, mostraba enormes titulares: ‘¡Todo el poder a los soviets de obreros, soldados y campesinos!’, ‘¡Paz, pan, tierra!’.» El artículo de fondo estaba firmado por Zinoviev, compañero de Lenin en la clandestinidad. Comenzaba a sí: «Todo obrero, todo soldado, todo verdadero socialista, todo demócrata honrado se da cuenta de que, en la situación actual, no hay más que una sola alternativa: O el poder sigue en manos de la pandilla de burgueses y pomieshtchiki, en cuyo caso soldados, obreros y campesinos pueden esperar toda clase de represiones, la continuación de la guerra, el hambre y la muerte…» (pág. 127)

No faltaban entres las filas reaccionarias quienes veían con incredulidad o con necesidad de desacreditar, la fuerza revolucionaria bolchevique: «Los bolcheviques quizás puedan hacerse el, pero no lo conservarán más allá de tres días. No cuentan con hombres de gobierno. Quizá sea mejor que se sometan a la prueba, eso los acabará.» [se publicaba en el Tebol Znaiet (¡Sépalo el diablo!)(pág. 127)

A su vez, el movimiento de los soviets insistía: «Kaménev, hombre pequeño, de movimientos vivos, cara ancha y animada, casi sin cuello. Sin otro preámbulo nos leyó en francés una rápida traducción de la resolución que se acababa de aprobar: El Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado, al saludar a la revolución victoriosa llevada a cabo por el proletariado y la guarnición de Petrogrado, señala de manera particular la unión, la organización, la disciplina y la cooperación perfecta de las masas en el curso del levantamiento; raramente se vertió menos sangre y raramente hubo insurrección que conociera tal éxito.»

La asamblea de Soviets seguía trabajando con el siguiente llamamiento, dirigido a obreros, soldados y campesinos de toda Rusia, del cual extraigo este fragmento: […] Los kornilovistas – Kerenski, Kaledin y otros- se esfuerzan por lanzar tropas contra Petrogrado. Varios regimientos engañados or Kerenski han pasado ya al lado del pueblo insurrecto. ¡Soldados! ¡Oponed una resistencia activa al kornilovista Kerenski! ¡Manteneos en guardia! ¡Ferroviarios! ¡Detened todos los trenes de tropas enviadas por Kerenski! ¡Soldados! ¡Obreros! ¡Funcionarios! ¡El destino de la revolución y de la paz democrática está en vuestras manos! ¡Viva la revolución! (firmado por el Congreso de los Soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia. Los delegados de los soviets campesinos!)

En el capítulo 5, ¡Manos a la obra!: «El Jueves 8 de noviembre. Amaneció el nuevo día sobre una ciudad presa de la excitación y el desorden, sobre una nación agitada por una formidable tempestad. En apariencia, todo estaba tranquilo, cientos de miles de gentes regresaban prudentemente a sus hogares, se levantaban temprano y se dirigían a su trabajo. En Petrogrado funcionaban los tranvías, las tiendas, los restaurantes estaban abiertos, los teatros daban funciones, se anunciaba una exposición de pintura… la vida cotidiana proseguía en toda su rutinaria complejidad, que ni la misma guerra interrumpe. No hay nada más asombroso que la vitalidad del organismo social que continúa nutriéndose, vistiéndose y divirtiéndose a la vista de las peores calamidades…»

En los muros se fijó un bando, como aviso del Congreso de los Soviets de toda Rusia: «Los antiguos ministros Konovalov, Kichkin, Terechtchenko, Maliantovitch, Nikitin y algunos otros han sido detenidos por el Comité Militar Revolucionario. Kerenski ha huido. Se ordena a todas las organizaciones militares que tomen las medidas necesarias con vistas a la detención inmediata de Kerenski y su envío a Petrogrado. Toda ayuda que se preste a Kerenski será castigada como un delito grave contra el Estado.»

Respecto a un fundamental discurso de Lenin, antes lo describe de esta manera: «Su boca grande, que parecía sonreír, se abrió enteramente mientras hablaba; su voz era ronca, pero no desagradable; estaba como enfurecida por años y años de discursos; surgía en un tono uniforme, y daba la impresión de que no se detendría jamás… Cuando quería subrayar una idea, se inclinaba ligeramente hacia delante. Ni un solo gesto a sus pies, un millar de rostros sencillos se alzaban hacia él en una especie de intensa adoración.[…] Y Lenin también plantea: «Por anexión o conquista de territorios extranjeros, el gobierno entiende -conforme a la concepción del derecho de la democracia en general y de las clases trabajadoras en particular- toda incorporación a un Estado grande o poderoso de una nacionalidad pequeña o débil, sin el consentimiento o deseo formales, clara y libremente expresados por esta última, independientemente de la época en que esta incorporación violenta haya sido efectuada, independientemente también del grado de desarrollo o retraso de la nación anexionada o retenida por fuerza en los límites del Estado en cuestión; independientemente, en fin, del lugar donde esta nación resida, en Europa o en los lejanos países transoceánicos.»

John Reed relata en las siguientes páginas este emocionante fragmento: «Movidos por un solo impulso, todos nos encontramos súbitamente de pie, uniendo nuestras voces al unísono y lento crescendo de la Internacional. Un viejo soldado entrecano sollozaba como un chiquillo[…] ¡La guerra ha terminado> ¡La guerra ha terminado!, gritó cerca de mí un joven obrero, con el rostro radiante. Luego, cuando terminó la Internacional, mientras permanecíamos de pie en un silencio embarazoso, alguien exclamó: ¡Camaradas! ¡Recordemos a los que han muerto por la libertad!. Y para ello recuerda el canto de la Marcha Fúnebre…

 

Caísteis en la lucha fatal

víctimas de vuestro amor sagrado por el pueblo.

Todo lo disteis por él

por su vida, su honor y su libertad…

Sufristeis en las húmedas prisiones,

condenados por verdugos implacables,

conocisteis el exilio bajo el peso de cadenas…

Adiós, hermanos, seguisteis un noble sendero…

Se acerca el momento en que el pueblo despertará,

grande, potente y libre…

Adiós, hermano…

 

 

En cuanto a la conformación del gobierno, Kaménev leía la lista de comisarios, entre el estallido de aplausos, principalmente al llegar a los de Lenin y Trotski:

Presidente del Consejo: Vladimir Ulianov (Lenin)

Interior: A. I. Rykov

Agricultura: V.P. Miliutin

Trabajo: A.G. Chliápnikov

Guerra y Marina: un comité formado por V.A.Ovsienko (Antónov), N.V. Krylenko y P. D. Dybenko

Industria y Comercio: V.P. Noguin

Instrucción Pública: A. A. Lunacharski

Hacienda: I. I. Skovortsov

Negocios Extranjeros: L. D. Bronstein (Troski)

Justicia: G. I. Oppokov (Lomov)

Suministros: I. A. Teodorovitch

Correos y Telégrafos: N. P. Avílov (Gliebov)

Encargado de las Nacionalidades: I. V. Djugashvili (Stalin)

Ferrocarriles: no designado todavía el titular.

 

Con el capítulo 6, John Reed al hablar de El comité de salvación, plantea que «en el Smolny, el nuevo Consejo de Comisarios del Pueblo no permanecía ocioso. El primer decreto ya estaba en las prensas: esa misma tarde fueron distribuidos millares de ejemplares en las calles de la ciudad y cada tren transportaba paquetes hacia el sur y el este. «En nombre del gobierno de la República rusa, elegido por el Consejo de diputados y obreros y soldados de toda Rusia, con participación de los diputados campesinos, el Consejo de Comisarios del Pueblo decreta: 1º las elecciones de la Asamblea Constituyente se llevarán a cabo en la fecha señalada, es decir, el 12 de noviembre. 2º Todas las comisiones electorales, los órganos municipales locales, los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos y las organizaciones de soldados del frente harán todos los esfuerzos para asegurar la libertad y regularidad del voto en la fecha señalada.» En nombre del gobierno de la República rusa, El presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo, Vladimir Ulianov-Lenin.

En el capítulo VII, el Sábado 10 de noviembre, el frente revolucionario: «¡Ciudadanos! El comité militar revolucionario declara que no tolerará ninguna violación del orden revolucionario… Los robos, los actos de pillaje, los ataques a mano armada y las tentativas de pogromos serán castigados severamente… Siguiendo el ejemplo de la Comuna de París, el Comité aplastará sin piedad a los saqueadores y a los instigadores del desorden…»

El Diario Naroda se mostraba reaccionario ante el Congreso bolchevique, fomentando el escepticismo para un pueblo que fuera incrédulo, y así tratar de hacer sabotaje al gobierno revolucionario de Lenin: «Una revolución es un levantamiento de todo el pueblo… ¿Quién ha reconocido la «segunda revolución» de los señores Lenin, Trotsky y sus acólitos? Un pequeño número de obreros, soldados y marinos, a quienes han conseguido engañar y nadie más…» Y el Narodnoye Slovo («La palabra del Pueblo», órgano socialista-popular): «¿Un gobierno obrero y campesino? ¡Qué ilusión! Nadie, ni en Rusia, ni en los países aliados, reconocerá a este gobierno. Ni los mismos países enemigos lo reconocerán…»

Sin embargo, la contundencia del nuevo gobierno puede percibirse sólo leyendo esta misiva de Trotski, de la que extraemos el siguiente párrafo elocuente: […] El ejército y los guardias rojos necesitan el apoyo inmediato de los obreros. Ordenamos a los soviets de distrito y a los comités de fábrica: 1º Enviar el mayor número posible de obreros para abrir trincheras, levantar barricadas y tender alambradas. 2º Interrumpir inmediatamente, si es preciso, el trabajo en las fábricas. 3º Recoger todo el alambre sencillo o de púas disponible, así como las herramientas necesarias para abrir trincheras y levantar barricadas. 4º Proveerse de todas las armas disponibles. 5º Observar la más estricta disciplina y mantenerse preparados para sostener por todos los medios al ejército de la revolución. (Trotski y Podvoiski)

La polarización entre quienes estaban de lado de la burguesía o del proletariado, queda también reflejada en este párrafo: «el soldado se rascó la cabeza (ante el discurso de un estudiante autodenominado anarquista): Yo no sé cómo se explica eso -dijo, haciendo una mueca por el esfuerzo impuesto a su cerebro- A mí todo me parece muy claro, bien es cierto que soy un ignorante. Me parece que no hay más que dos clases, el proletariado y la burguesía. -¡Vuelta otra vez con tu estúpida fórmula!- exclamó el estudiante. -… dos clases – continuó el soldado empecinándose-, y el que no está con la una está con la otra…

En el capítulo 8, La contrarrevolución, recoge este otro interesante fragmento: «Luego se levantó Trotski, otra vez, fogoso, infatigable, dando órdenes, contestando las preguntas. -La pequeña burguesía, con tal de aplastar a los obreros, los soldados y los campesinos, ¡se aliaría con el demonio! -dijo. En el curso de los dos últimos días se habían observado numerosos casos de embriaguez-. ¡No bebáis, camaradas! Nadie debe permanecer en la calle después de las ocho de la noche, excepto las patrullas. Se harán registros en los lugares sospechosos y el alcohol que se encuenre será destruido. No habrá piedad para los traficantes de alcohol…» una bebida que los comerciantes zanguijuelas distribuían entre el proletariado, soldados y campesinos para tratar de hacer de disolvente, entreteniendo y desmoralizando a las masas para que flaquearan en la cordura y la resistencia.

En el capítulo 9, titulado La victoria: «Así fue como huyó Kerenski (relata John Reed), completamente solo, disfrazado de marino, perdiendo la poca popularidad que había podido conservar entre las masas rusas…»

En el capítulo 10, titulado Moscú: «De pronto comprendí que el religioso pueblo ruso no necesitaba ya de sacerdotes que le abrieran las puertas del paraíso. Estaba edificando sobre la tierra un reino más esplendoroso que el de los cielos, un reino por el cual era glorioso morir.

En el 11, con título El afianzamiento del poder, se presenta la «Declaración de derechos de los pueblos de Rusia» […] 1. Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia. 2. Derecho de los pueblos de Rusia a la libre determinación, incluyendo derecho a separarse totalmente y constituirse en Estado independiente; 3. Supresión de todos los privilegios y restricciones de carácter nacional o religioso; 4. Libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos étnicos que pueblan el territorio de Rusia. Los decretos dando ejecución a estas normas serán redactados inmediatamente después que se constituya la Comisión de Nacionalidades. En nombre de la República rusa: El comisario de las nacionalidades, Iosif Dugashvili-Stalin y el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, V. Ulianov (Lenin) 14 de noviembre de 1917

En relación al alboroto de la prensa burguesa saboteadora, se «dio lectura a la resolución oficial del grupo bolchevique: La prohibición de los periódicos burgueses no ha sido solamente un medio de combate en el curso de la insurrección y durante el aplastamiento de las tentativas contrarrevolucionarias; ha sido también una medida transitoria indispensable para el establecimiento del nuevo régimen de prensa, régimen bajo el cual los capitalistas, poseedores de las imprentas y del papel, no pueden seguir siendo los fabricantes todopoderosos de la opinión pública[…]

[…] En proclamas elocuentes, difundidas por toda Rusia, Lenin explicaba al pueblo, con palabras sencillas, lo que era la revolución; le exhortaba a tomar él mismo el poder, a demoler por la fuerza la resistencia de las clases poseedoras, a hacerse cargo por sí y ante sí de las instituciones gubernamentales. ¡El orden revolucionario! ¡Disciplina revolucionaria! ¡Contabilidad y control riguroso! ¡Nada de huelgas! ¡Nada de holgazanería!

Los empleado del Banco del Estados y los seudogobiernos contrarrevolucionarios de Moguilev, exhortaban a no reconocer al gobierno bolchevique.

[…] Mediante el decreto sobre la nacionalización de los bancos, la creación del Consejo Supremo de la Economía Nacional, la aplicación efectiva del decreto sobre la tierra, la reorganización democrática del ejército; mediante los cambios radicales operados en todas las ramas del Estado y de la vida, con todas estas medidas que solamente podían ponerse en práctica apoyándose en la voluntad de la masa de obreros, soldados y campesinos, se comenzó a forjar lentamente, a través de no pocos errores y tropiezos, la Rusia proletaria…

Y en el capítulo 12, denominado el congreso campesino, John Reed escribe: «Después de ella habló Trotski, lleno de fuego: -¡Os doy la bienvenida, camaradas campesinos! Estáis aquí no como invitados, sino como dueños de esta casa en la que late el corazón de la revolución. La voluntad de millones de obreros está concentrada en esta sala. De ahora en adelante, la tierra de Rusia no conoce más que un dueño, la gran alianza de los obreros, soldados y campesinos…» (Página 419)

[…] Hoy nace una nueva humanidad. Desde esta sala juramos a los trabajadores de todos los países mantenernos sin desfallecimiento en nuestro puesto revolucionario. Si sucumbimos, será en defensa de nuestra bandera.»

El último pasaje de la obra no tiene desperdicio: […] A hora avanzada de la noche se votó por unanimidad la siguiente resolución: El Comité Central de los soviets de obreros y soldados de toda Rusia, el Soviet de Petrogrado y el Congreso extraordinario de campesinos de toda Rusia ratifican los decretos sobre la tierra y la paz, votados por el segundo Congreso de los Soviets de los diputados obreros y soldados, y el decreto sobre el control obrero, votado por el Comité Central Ejecutivo de toda Rusia.

Las asambleas conjuntas del Tsik y del Congreso campesino panruso expresan su firme convicción de que la alianza de los obreros, soldados y campesinos, la unión fraternal de todos los trabajadores y de todos los explotados, consolidará el poder por ella conquistado y tomará to>>das las medidas revolucionarias necesarias para acelerar el paso del poder a manos de los trabajadores en los demás países, asegurando así una victoria perdurable a la causa de la paz justa y del socialismo. (pág. 421)

Con este resumen de la obra de John Reed, se cumple el objetivo que me he marcado tras el comienzo de la lectura a su considerable obra, un conjunto de más de medio millar de páginas: que se difunda en todo el mundo, tras 100 años, de lo que la historia manipulada por intelectuales a sueldo del capitalismo no podrá borrar: la revolución socialista bolchevique; y el propósito que también consideró Lenin: estimular a la lectura y el conocimiento en mayor medida de la revolución proletaria.

Antonio Javier Gómez Jiménez. Titulado doctor en pedagogía.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.